Capítulo 25: Fiesta monstruosa II

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Se dividieron en dos grupos para ir a repartir las invitaciones. El primer grupo sería compuesto por Marco y Tom. Ellos se encargarían de invitar y convencer a los jóvenes de los reinos aliados. El segundo grupo estría formado por Star, Jackie y Janna. Ellas llevarían las invitaciones a las comunidades de monstruos cercanas. Star lo había decidido así porque ella era la que más contacto solía tener con los monstruos, así que a ella le resultaría más sencillo intentar convencerlos. Tom, como era hijo directo de los reyes del inframundo, era un perfecto representante de la realeza de uno de los reinos aliados más importantes de Mewni. Era perfecto para convencer al resto de razas aliadas de venir.

Ahora mismo, Marco y Tom se dirigían al reino paloma. Algo que Marco agradeció, porque así podrían aprovechar el viaje para ponerse al día con sus asuntos.

—¿Crees que podremos convencer a la gente para que venga? —preguntó Marco.

Tom se encogió de hombros.

—Los convenceré de una forma u otra —aseguró este, pero su tono de voz denotaba ambigüedad.

Marco lo miró, extrañado.

—¿Ocurre algo? —preguntó Marco.

Tom alzó la mirada al frente, pensativo. Por su expresión, este parecía estar sopesando si decirle o no.

—Marco, ¿puedo ser sincero contigo? —dijo este, mirándolo a los ojos.

La seriedad con la que lo preguntó le llamó la atención, pero no por ello no iba a escucharlo.

—Claro. Dime.

Tom tomó aire y buscó las palabras en su cabeza.

—Yo —hizo una pausa— tengo dudas sobre lo que Star está haciendo.

—¿Por qué? —intentó que su voz no sonara sorprendida, solo curiosa.

—Porque lo que quiere hacer Star es demasiado grande. Juntar a un montón de monstruos y razas aliadas en un solo lugar es el caldo perfecto para el caos. Da igual lo que diga de que somos iguales, hay un odio racial mutuo que se lleva arrastrando hace muchos años, y eso sigue pesando hasta en las generaciones más recientes. El horror de épocas pasadas es algo que se transmite de generación en generación a través de cuentos y de historias. Las últimas guerras fueron hace menos de cuarenta años. Aún hay padres que recuerdan los sucesos de aquellos días, y puedes apostar un brazo a que le hablan a sus hijos de lo ocurrido.

Lo que Tom decía tenía bastante sentido. Marco no había vivido ninguna guerra, solo batallas y asedios, pero sí que había estudiado mucho sobre esta en la Tierra, y la historia decía que lo que Tom le estaba contando no distaba mucho de lo que había leído.

—Entiendo —dijo, asintiendo—. Pero, ¿de verdad crees que es imposible? Mira a Buff Frog —señaló con las manos hacia adelante—, antes era nuestro enemigo acérrimo, pero se ha convertido en nuestro aliado. Quiero decir, nos ayudó cuando Mewni sufrió el asedio de Toffee y su ejército. También ha confiado en nosotros para cuidar a sus crías. Así que, tal vez no sea imposible.

—Bueno, no digo que sea imposible, pero sí que creo que es una tarea ardua y larga de conseguir —dijo Tom—. Es poco probable que consiga que los invitados se lleven bien para el final de la fiesta. Pero, aunque lo consiga, luego tendría que convencer a los adultos, y sería mucho más fácil que a los habitantes del reino de las nubes les saliera cuerpo y patas antes que mewmanos y monstruos se lleven bien.

Tom mostraba el ceño fruncido y los puños apretados. Le temblaban.

—Tom, ¿por qué te molesta tanto? —preguntó Marco con voz serena.

—No me molesta, es que... —alzó la voz y paró a media frase. Tomó aire y suspiró antes de continuar—. Es solo que Star no parece haber pensado en esto. Está tan ilusionada con la posibilidad de un futuro utópico que no ve que esto es una tarea titánica. Me da miedo que su sueño se desmorone, y ella con él.

Marco le ofreció una sonrisa de confort y le apoyó una mano en el hombro.

—Entiendo lo que quieres decir —dijo con voz suave—. ¿Se lo has dicho a Star?

Tom negó con la cabeza.

—No puedo hacerlo, Marco. Ya viste lo ilusionada que está. No quiero ser yo quien le quite esa ilusión. —Tom adoptó un gesto reflexivo por un momento—. ¿Tú qué harías?

La pregunta lo tomó por sorpresa. No era fácil de responder. Toda respuesta tenía su parte negativa.

—Es cierto que decirle algo así ahora le bajaría la moral. Pero, por otro lado, dejarla a su suerte tampoco suena bien.

—Lo sé. Es por eso que me encuentro en este dilema.

Marco se llevó una mano al mentón en un gesto puramente pensativo.

—Creo que lo mejor que podrías hacer es estar a su lado y apoyarla cuando haga falta. Si quieres, también podrías decirle que vaya con cuidado, pero sin quitarle las ilusiones. Con que sepa que puede contar contigo, creo que es suficiente.

Sus palabras parecieron calar en el demonio, porque le respondió con una sonrisa.

—Sí, tienes razón. Creo que eso haré. Además, ahora más que nunca debo apoyarla.

—¿Por qué ahora más que nunca?

—Cierto, no te lo conté. Ahora Star y yo somos pareja.

Marco abrió mucho los ojos y se paró en seco.

—¿Que ustedes qué?


—Sí, somos novios —dijo Star mientras volaban sobre una nube que ellas misma había invocado. Iban de camino a una de las comunidades de monstruos que ella había mencionado.

—Como se nota que no pierdes el tiempo —dijo Jackie con picardía.

—No te alegres tanto, Jackie, eran exnovios —dijo Janna leyendo un libro extraño, cuyo título era incapaz de leer.

—Entonces, han vuelto —comentó Jackie, mirando a Star—. ¿Por qué lo dejaron en primer lugar?

—Tom tenía problemas para controlar su ira, pero últimamente me ha estado ayudando mucho en mis asuntos y me ha demostrado que puede cambiar. Casi lo exorcizan por querer extraer la ira de su interior —respondió Star.

—¿Casi lo exorcizan?

—Es una larga historia, y algo extraña. Pero sí, Tom quiere ser alguien mejor. No por mí, sino por él. Al menos es lo que me dijo Brian, su psicólogo.

—¿Tom va al psicólogo?

—Pidió ayuda a sus padres para poder solucionar sus problemas y ellos le contrataron a un psicólogo personal. Al principio no consiguió muchos resultados, las cosas le salían mal, a veces conseguía hacer algún progreso, pero fallaba, y Brian se lo hacía saber. Era duro con él, pero quién era más duro consigo mismo era Tom —dijo Star, mirando al suelo con expresión lastimosa—. Pero gracias a eso pudo conseguir resultados con los que él se sintió cómodo. Aunque dice aún que le falta.

Jackie prestó atención a todo lo que dijo Star. Ella misma parecía sentir cada palabra que pronunciaba.

—Suena admirable.

—Es admirable. Después de nuestra ruptura y del fallo que tuvo al intentar recuperarme, pensó que necesitaba cambiar.

—Eso es muy lindo. ¿Y te lo pasas bien estando con él? —preguntó, curiosa.

—Sí, tenemos gustos muy similares, y a él no le molesta lo caótica o desordenada que puedo ser a veces —confesó, agitando las manos con expresión culpable en el rostro.

—Oh, Marco es todo lo contrario. Se pone de los nervios cuando algo no le sale como lo planea —rio ella—. Aunque estoy consiguiendo que no se preocupe tanto por esas cosas y trate de disfrutar más del momento. Aunque debo admitir que su organización viene muy bien para llegar a los sitios como el cine o los conciertos. Siempre conseguimos un buen sitio en donde ubicarnos.

—Sé de lo que hablas. Para esas cosas viene muy bien, pero es verdad que era muy maniático. Cuando los Díaz me adoptaron en su casa, él hizo una tabla con los horarios del baño que él y sus padres solían tener para que no nos interrumpiésemos.

—¿En serio? —preguntó, entre risas—. Eso no me lo había contado nunca.

—No me extraña. Esa tabla no duró ni dos días. Todo gracias a una servidora —dijo ella, apuntándose a sí misma con la varita.

Mientras se reían, Jackie miró a Janna. Seguía leyendo el libro de antes. Se sintió mal de que no estuviera dentro de la conversación, así que decidió acercarse a ella.

—¿Qué estás leyendo, Janna? —preguntó, colocándose a su lado—. ¿Y en qué idioma está escrito?

Janna cerró el libro de golpe, provocando que las hojas hicieran un fuerte estruendo.

—Este —Janna giró la portada hacia Jackie para que pudiera verla— es el primer tomo de "Alquimia para ignorantes". Está escrito en mewmano antiguo. Un idioma en desuso en el habla, pero es muy utilizado en la escritura.

—¿Y entiendes el idioma?

—Más o menos. Estoy intentando aprender el idioma, pero se hace duro en algunas partes, sobre todo porque el dialecto que utilizan también es antiguo, y las expresiones que hay aquí no las entienden ni los abuelos.

—¿Janna, sabes que tenemos traducciones de varios libros como este? —preguntó Star.

—Sí, Son los primeros que intenté leer. El señor de la biblioteca me recomendó que utilizara los que están en su idioma original porque hay palabras que pierden parte de su sentido en la traducción, pero no le hice caso —admitió, y luego miró a Jackie con los ojos medio abiertos—. Ahora puedes verme así —señaló al libro—, tragándome mis propias palabras.

—Nunca te había visto ponerle tanto empeño al estudio.

Janna se rio por lo bajo.

—Jackie, en la tierra no hay plantas devora hombres ni monstruos con alas que brillan en la oscuridad.

—Bueno, hay plantas devora insectos, y animales que vuelan o brillan en la oscuridad, aunque no sé si hay alguno que haga ambas cosas.

—Jackie, estamos en una dimensión llena de magia —dijo ella, abriendo los brazos y mirando al cielo, intentando abarcar la inmensidad del paisaje—, todo lo que nos rodea esconde un halo de misterio para nosotros. Esto es lo que he estado buscando toda mi vida, no lo que enseñan en la escuela. Esto —golpeó el libro— es interesante.

En verdad nunca había visto a Janna tan metida en algo. Sin duda alguna aquel sitio había conseguido captar algo en ella. Lo cual explicaría que estuviera tanto tiempo fuera de su dimensión. Además, se la veía ilusionada al hablar. A su manera. Aunque eso le hacía preguntarse si Janna extrañaba algo de la tierra.

—¿Echas de menos a tus padres? —preguntó Jackie.

El semblante de Janna adoptó una expresión indescifrable.

—No. Los padres de Star me dieron una habitación para mí sola y me dejaron moverme por el castillo como me viniese en gana. Aquí tengo todo lo que necesito —respondió Janna, con exagerada tranquilidad.

No conocía a fondo a esa chica, pero sí lo suficiente como para identificar cuando estaba sobreactuando. Aunque tenía que admitir que se le daba muy bien.

—¿Has vuelto a hablar con ellos?

—No.

Jackie frunció el ceño, entre extrañada y sorprendida.

—Pero, ¿no crees que estarán preocupados?

—Jackie, estoy donde quiero estar, y si mis padres supieran donde estoy y qué estoy haciendo, estarían de acuerdo conmigo. Así que, hazme un favor: no me preguntes más sobre ellos —pidió ella, su expresión no era de molestia, pero el tono de su voz indicaba otra cosa—. Además, seguramente no están preocupados.

Sintió deseos de preguntarle por qué decía algo como eso, pero no creía que hacerlo fuera buena idea, así que prefirió evitarlo.

—Seguro que sí. —Se acercó a ella y le colocó una mano en el hombro—. ¿Y qué harás con lo que aprendas en ese libro?

Janna dibujó una sonrisa macabra.

—Digamos que planeo hacer algunos experimentos —dijo, haciendo énfasis en la última palabra—. Y no te preocupes, te hablaré de ellos una vez los haga.

No le inspiraba mucha confianza la forma en la que hablaba del tema, pero al menos estaba contenta de que ella fuera feliz.

La nube se paró en seco y casi se chocaron con Star.

—Llegamos —anunció ella, girándose hacia ambas con una sonrisa y señalando a la villa que tenía detrás.

Se trataba de una especie de aldea en medio de una ciénaga. Tenía un estilo bastante rústico, con casas hechas con madera y mimbre y techos de paja. Todas ellas tenían plataforma, pues estaban sobre el nivel del agua. El aire estaba impregnado con un aroma a humedad, propio del ambiente. La luz del sol reflejada en el agua oscura provocaba que uno entrecerrase los ojos. Además, el calor del lugar hacía que el sudor le bajase por la frente. Eso solo era un indicio de que pronto ese mismo sudor le recorrería todo el cuerpo.

La gente, por otro lado, eran seres humanoides que compartían rasgos y similitudes con los peces y animales anfibios. Había hombres con escamas y branquias, otros con piel rugosa y brillante, y otros que incluso tenían algún tipo de aleta en la cabeza, brazos o espalda. Sus vestimentas iban desde prendas rudimentarias hechas con cuero y plantas, hasta vestimentas hechas con tela similares a las humanas.

—Yo me encargo de esto, chicas, esperen aquí —dijo Star, saltando sin pensar y hundiéndose en el agua hasta los tobillos.

La chica caminó con el pecho hinchado, la frente en alto y una expresión de total seguridad en el rostro.

—Se la ve animada —comentó Jackie—. Pensé que querría que la acompañáramos. Sobre todo, después de decir que necesitaba todo el apoyo posible.

—Supongo que solo necesitaba algo de apoyo moral —comentó Janna, encogiéndose de hombros, sin despegar la mirada de su libro.

Jackie se recostó en la nube, dejando que su cabeza y brazos sobresalieran por el borde para ver su reflejo en el agua y pasar la mano por esta. Pasaron varios minutos en los que se aburrió y perdió la noción del tiempo. En cierto punto, vio ondas en el agua que llamaron su atención, y luego vio una pierna verde oscuro bastante ancha. Levantó la mirada y vio a uno de esos hombres sapo y a Star subida al hombro de este.

—Volví —dijo Star, saltando a la nube—. Él es Buff Frog —presentó Star, alzando la mano.

—Mucho gusto —dijo él.

—Buff Frog, ellas son Jackie y... ¿dónde está Janna? —preguntó Star.

Extrañada, Jackie se levantó de golpe y miró hacia su compañera, pero no estaba, solo el libro que estaba leyendo.

—¿Es esa de ahí? —señaló Buff Frog hacia una chica que caminaba por la ciénaga hacia ellos.

—Sí —dijo Jackie—, pero, ¿qué es lo que trae encima?

La chica llegó con una bolsa goteando a sus espaldas.

—Janna, ¿qué es eso? —preguntó Star.

—Huevos de varias especies de tritones sin fertilizar —contestó ella, subiéndose a la nube—. Cuando quieran.

No preguntó siquiera quién era el hombre sapo que estaba con ellas, tan solo aceptó su presencia cuando este se subió y partieron, rumbo a siguiente destino.

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Los personajes se dirigen a una de las ciudades de monstruos más importantes. ¿Qué creen que pasará?

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