Capítulo 26: Fiesta monstruosa III

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Buff Frog era amigo de Star. Alguien que ya había ayudado en muchas ocasiones. Según Star, venía para guiarlas al mejor sitio posible donde encontrar monstruos que vinieran a la fiesta, y así lo hizo.

Llegaron a una ciudad en donde entraron con capuchas para pasar inadvertidos. Los edificios eran de barro y las calles de tierra. Olía a zoológico, o al menos eso fue lo primero que se le vino a Jackie a la cabeza. Vio pasar de largo a una criatura humanoide con mucho pelo, cola y orejas puntiagudas. Era muy similar a un jaguar. Junto a este iba uno más pequeño que se giró hacia ella y la miró con ojos curiosos antes de volverse y seguir a su madre.

Curiosa, Jackie se acercó a Buff Frog para preguntar

—Eh, Buff Frog —le palpó el hombro y este se giró hacia ella—, ¿en dónde nos encontramos?

—Estamos en Kervalek, una de las principales ciudades de monstruos. La mayoría de monstruos aquí son conocidos como semi bestias —él miró a algunos de los transeúntes y Jackie hizo lo mismo: hombres gorila, mujeres lobo, niños osos (muy lindos y suaves)—, por razones obvias. Pero, pese a que la mayoría de especies aquí sea del tipo semi bestia, muchos otros tipos de monstruo pasean por estas calles, como centauros, minotauros, sátiros... La lista es larga. Es una de las ciudades con mayor diversidad de especies de todo Mewni.

—Si conseguimos atraer a jóvenes de aquí, entonces ganaremos mucha influencia —dijo Star, llamando la atención de Jackie—. Como la fiesta salga bien, la noticia se esparcirá como la sangre en el campo de batalla.

Jackie miró a uno y otro lado.

—¿Y a dónde nos dirigimos? —preguntó.

—Al Felino Gruñón —respondió Buff Frog, a lo que, a su vez, Jackie respondió con una expresión de incerteza—. Es una discoteca por y para jóvenes. Ahí solo hay monstruos que rondan las edades de ustedes. Es el lugar perfecto para que Star atraiga gente.

—Entiendo.

—El local está cruzando esa esquina —señaló a la izquierda—. Así que a partir de aquí tendrán que ir solas. Pero estaré aquí por si ocurre algo.

—No te preocupes —dijo Star—. Lo tenemos controlado. —Star miró a los lados, en busca de algo—. ¿Janna, no vienes?

Jackie se giró a ver dónde se había metido la chica, y cuando lo hizo, la vio con un pie en el primer escalón de la entrada de una tienda que a todas luces parecía una casa de ocultismo. Al escucharlas, la chica se giró hacia ellas.

—Vayan adelantándose. Compro un par de cosas y ahora las alcanzo —dijo Janna, entrando a la tienda.

—¿Estará bien que entre ahí? —preguntó Jackie.

—Yo iré con ella —dijo Buff Frog—. Ustedes vayan entrando.

Star levantó un pulgar y caminó hacia el sitio indicado. En tan solo unos cuantos pasos ambas se encontraron delante de la entrada. Esta estaba custodiada por un minotauro que hacía de guardia. Llevaba traje y gafas oscuras. Había cola.

Star caminó directo a la entrada, y el minotauro colocó un brazo tan ancho como un tronco delante de ella, a modo de barrera.

—Alto ahí —dijo el minotauro con voz grave—. Díganme sus nombres para ver si están en la lista —advirtió, sacando una plancheta con una lista en ella.

Jackie miró a Star y ella le devolvió la mirada. La rubia metió una mano en su gabardina y sacó una bolsa de tela que colocó sobre la plancheta. El minotauro se bajó un poco las gafas y le lanzó una mirada severa a Star, luego miró el contenido de la bolsa, un brillo dorado iluminó sus ojos y este se quedó con rostro pasmado. Consciente de su expresión, el minotauro guardó la bolsa, recobró la compostura y se volvió a acomodar las gafas.

—Esto no ha ocurrido —dijo mientras corrió la cinta que cubría la entrada para dejarlas pasar.

Mientras entraban, las otras personas que esperaban en a la cola se quejaron, a lo cual el minotauro los calló haciendo el mismo sonido que un toro furioso.

—¿Qué le diste? —preguntó Jackie susurrándole a Star al oído—. ¿Oro?

—Maíz.

La respuesta desconcertó a Jackie, pero siguió caminando.

Bajaron por las escaleras que las llevó al interior del local. Mientras bajaban, Jackie pudo ver varias mesas dispersas por los extremos del lugar, una barra enorme con tres camareros, y en el centro una pista en la que los monstruos bailaban al ritmo de la música. La canción que sonaba era muy conocida en la tierra también. La había escuchado por lo menos unas cien veces en la radio.

Fueron directo a la barra y tomaron asiento sin quitarse la capucha. El camarero más cercano fue directo hacia ellas.

—¿Qué puedo servirles a las damas? —preguntó él, sorprendiendo a Jackie al mostrar que sabía que eran chicas.

Levantó un momento la mirada para verlo. Se trataba de un joven bestial con rasgos de león. Este parecía haberse cortado gran parte de la melena. Se había dejado un corte de estilo degradado. La parte de arriba era la más larga, con el cabello cayéndole a un costado, hasta llegarle al mentón. El tipo miró a Jackie desde su porte elegante, pero cuando se fijó mejor en ella frunció el ceño. Había olvidado que era humana.

—Buenas —saludó Star, con porte calmado—, queremos hablar con el jefe del lugar. Un tal —miró su mano, donde tenía escrito algo—, ¿Letosh?

—¿Por qué debería escuchar la petición de un par de mewmanas cuando se encuentran en territorio enemigo?

—Por dos razones —dijo Star, poniéndose de pie y apoyando las manos en la barra—. La primera, es porque no somos enemigos. Y la segunda —se quitó la capucha—, es porque soy la heredera al trono de Mewni.

Las mejillas de Star brillaron, y el camarero se echó hacia atrás de la sorpresa, chocando con una de las estanterías a su espalda y provocando el repentino tintineo de las botellas en esta.

—No puede ser. Eres la chica de las historias —dijo el camarero, con un rostro entre sorprendido y alterado. Se giró hacia Jackie—. Entonces, ¿tú eres? —preguntó, casi con miedo.

Jackie también se sacó la capucha y mostró su rostro.

—Hola, soy Jackie —dijo, serena.

El camarero se la quedó mirando un momento, dubitativo, luego agitó la cabeza.

—¿Quién?

—Estamos aquí porque tengo algo importante que anunciarles a todos. Y necesito que Letosh esté presente —dijo Star, recordándole su presencia.

El camarero asintió, y se metió por una puerta que estaba detrás de la barra. Mientras esperaban, Jackie se fijó que los otros dos camareros miraban hacia ellas, conservando las distancias. Pese a la música, los murmullos a sus espaldas se hacían notorios. Sentía las miradas en ellas, pero, sobre todo, en Star.

—Es ella —dijo uno de los que estaban en la pista. No estaba claro de quién se trataba, debido a la multitud de gente—. Es la princesa que acabó con Toffee.

—La que evitó que el reino de Mewni cayera.

—¿Es verdad que dispara rayos por los ojos?

Star y Jackie se miraron entre ellas por un momento.

—Sabía que serías conocida por ser de la realeza, pero no tanto —comentó Jackie.

—Ya somos dos.

—Star Butterfly —pronunció una voz a sus espaldas, una voz con un acento que a Jackie se le antojó un tanto francés—. La mismísima princesa de Mewni. —Ambas chicas se giraron y vieron a un semi bestia felino corpulento y de barriga ancha. Su pelaje era anaranjado con rayas en los brazos y en su rostro. Los ojos verdes y afilados, mirando a Star y luego a ella. Este llevaba un delantal blanco y un sombrero de chef. ¿A caso era el cocinero del lugar?—. ¿A qué debo el placer? —sus palabras no eran de complacencia, más bien parecían falsa hospitalidad. El tipo de tono que usa alguien cuando intenta mantener la compostura para no insultar antes de tiempo.

Star alzó la mirada y clavó sus ojos en los del felino.

—Tú debes ser Letosh.

—El mismo —respondió—. ¿Qué? ¿Me identificas antes de que unos guardias reales irrumpan en mi establecimiento y me saquen a rastras de aquí? —La mirada del felino era desafiante, y Star la sostenía, pero esta relajó las facciones de su rostro.

—No. Nada de eso —se puso de pie en el banco para que todos la vean aún más—. Yo no soy como ustedes creen. —Se llevó una mano al pecho—. Seré una Butterfly, y también seré heredera al trono, pero no soy heredera de los actos del pasado. Vengo aquí, desarmada —levantó las manos—, y solo con una amiga de compañía, en son de paz, y con una propuesta.

La música se detuvo. Hubo más murmullos, curiosos, pero temerosos de ser escuchados.

—¿Qué clase de propuesta? —inquirió Letosh.

—Quiero comenzar una nueva era. Una donde los mewmanos y los monstruos podamos ser amigos. Una donde ya no haya más batallas o disputas. Quiero un futuro unidos, porque he visto que no somos tan diferentes, pese a todo.

—Falacias —gritó alguien.

—Está mintiendo —dijo otro.

Comenzaron a acusarla. Jackie pensó que Star se pondría nerviosa, pero conservó la calma. Tenía que acallar a la multitud si quería ser escuchada. De pronto, un silbido resonó en todo el local, provocando que todos se callaran. Las miradas se dirigieron al mismo lugar del que provino el sonido agudo, y dieron con Janna, la cual estaba bajando por las escaleras.

—Eh, al menos terminen de escuchar lo que tienen que decir —dijo la chica, y se bajó de un salto antes de ir con ellas y asentir de forma cómplice.

Star le agradeció con la mirada, y luego miró a todo el grupo.

—Sé que mis palabras sonarán a mentira. En el pasado mi gente les hizo cosas horribles a los suyos. Y no busco el perdón, porque ni yo ni ustedes somos responsables de los actos de esos días —hizo una pausa, señalándose a sí misma, y dedicándole a todos una mirada—, pero sí somos responsables de los actos del presente. Como dije, quiero un futuro distinto al que hemos tenido hasta ahora. Quiero dejar atrás el racismo y los prejuicios entre nuestras razas, y plantar la semilla de la convivencia. —Perecía que Star había conseguido captar la atención de todos. Ella también se había dado cuenta. Metió una mano en su gabardina y sacó unos cuantos papeles—. Este fin de semana quiero dar una fiesta. Una fiesta para los jóvenes, para nosotros. Una fiesta a la que acudirán integrantes de las razas aliadas a mi reino, y a la cual están invitados todos los aquí presentes. —Star les entregó a Jackie y a Janna la mitad de los papeles, y sin medir palabra, ellas comprendieron que tenían que ir pasándolos—. Sería una gran alegría para mi verlos allí. Quiero dar el primer paso, pero para hacerlo, necesito que me presten su confianza.

Hubo un silencio incómodo. La gente parecía plantearse sus palabras, pero estaba claro que no estaban del todo convencidos. Escucharon una risa en la barra. Era Letosh.

—Star Butterfly, ¿de verdad esperas que creamos tus palabras y vayamos a tu territorio para estar rodeados por el enemigo?

—No, no estaremos en mi reino. Si miran en los panfletos que les he dado, la fiesta se hará en un sitio abandonado y amplio. Mi gente lo ve como un lugar prohibido porque fue allí donde Eclipsa se escondió con su esposo. Allí nadie nos molestará —aseguró ella.

—¿Y cómo podemos confiar que no nos estarás esperando con un ejército rodeando el castillo? ¿Cómo sabremos que no se trata de una trampa?

Star meditó las palabras del felino, y luego se llevó las manos a la cabeza, hacia su tiara.

—Esta es la tiara que me regaló Tom Lucitor, el príncipe del Inframundo, un símbolo de paz y unión entre nuestros pueblos. Y esta —buscó en su gabardina, y colocó la varita junto a la tierra con cuernos sobre la barra—, es la varita de los Butterfly. —Por primera vez, Letosh pareció sorprenderse—. Está desactivada, y no podrá usarse a menos que utilice un conjuro de reactivación. Pero quiero dártela como un salvoconducto, para que veas que voy en serio. Para que sepas que no les haré daño. Así podrán venir a la fiesta tranquilos, y sin preocupaciones. Y cuando esta termine y todos estén en sus casas volveré para recuperar la varita.

Letosh se quedó mirando los artefactos en la barra, atónito, luego miró a Star, y recobró la compostura.

—¿Por qué dejarías la varita a un desconocido? ¿Cómo sabes que no la destruiré o intentaré venderla en el mercado negro?

—Porque me han hablado de ti, Letosh. No eres alguien que busque hacerle daño a nadie. Solo quieres pasarlo bien con los tuyos, al igual que yo quiero hacerlo con los míos. Lo que les estoy pidiendo es un acto de fe enorme. Así que veo justo hacer un acto de fe por mi parte de iguales proporciones.

Pese a todo, Letosh parecía seguir dudando. Star lo estaba dando todo para que su plan saliera bien. El felino tal vez aceptaría, pero un tal vez no era suficiente con todo lo que había en juego. Jackie quiso que aquella posibilidad fuese una certeza.

—Vamos, gente, será una fiesta impresionante —comenzó a decir ella en voz alta. Todos la miraban. Los nervios le subieron por la espalda en un parpadeo, pero no podía abandonar a su amiga. No otra vez—. Habrá buena música, una enorme pista de baile, bebidas y mucha comida deliciosa. Además, Letosh —lo miró a él y captó su atención—, te gusta cocinar, ¿no? ¿No te gustaría probar las maravillas culinarias que probamos en la tierra? Porque en esta fiesta no solo habrá comida de Mewni, sino también comida de la mejor gastronomía humana —aseguró—. Platos que harán que la lengua les arda de sabor. Todo venido de la mano del gran chef Marco.

El felino levantó una ceja, intrigado.

—Además, podrán ver un montón de trucos de magia y artes ilusorias —dijo Janna, sacando una moneda de la oreja de uno de los bestiales de la pista, y devolviéndole el reloj a otro, el cual no se había dado cuenta de en qué momento se lo habían quitado—. ¿Era este el anillo que habías perdido? —le preguntó a otro semi bestia sobre el cual se apoyó con gesto relajado. Este vio el anillo y abrió los ojos, sorprendido. En su rostro se podía ver escrita la pregunta: ¿cómo lo hizo?, mientras Janna se alejaba—. Deberían venir, no solo porque es el primer paso hacia la tregua entre mewmanos y monstruos, sino porque va a ser una fiesta legendaria, la primera en la historia entre mewmanos y monstruos. ¿De verdad no quieren asistir a un evento como ese?

Las palabras de Janna parecieron acabar de rematar la faena. Los rostros dubitativos de los presentes ahora se mostraban intrigados. Star comenzó a tener esperanza en que la fiesta fuera posible.

Un golpe en la mesa llamó la atención de todos, era Letosh. Este miraba con rostro severo a Star. Una expresión que Jackie no supo cómo deberían interpretar.

—Está bien, Star Butterfly, tienes mi voto de confianza. Puedes contar conmigo en la fiesta. Pero, por tu bien y el de esta varita, será mejor que no nos traiciones. —Letosh extendió su pata y la dejó en el aire para que Star la estrechara.

La chica sonrió y miró al felino a los ojos. La estrechó sin dudarlo.

—Llámame Star. Y puedes estar tranquilo, jamás traicionaría una oportunidad como esta.

El público estalló en gritos y silbidos. Era impresionante. Hasta hace un momento Jackie no sabía si la situación se les vendría encima, pero Star había conseguido convencerlos.

Las tres chicas se reunieron y se despidieron de todos, mientras los gritos de ovación aún sonaban cuando subían la escalera. Se colocaron las capuchas y avanzaron hacia la salida.

—Estuviste genial, Star —dijo Jackie.

—No sabía que tenías esas dotes diplomáticas, amiga —dijo Janna.

Star tenía el rostro paralizado en una sonrisa nerviosa.

—Chicas, no sé ni como lo he conseguido. No sé ni como la presión no acabó conmigo —dijo, entre nerviosa y en estado de shock—. Janna, ¿cómo entraste aquí?

—Tengo mis trucos. Ahora salgamos de aquí para que te dé el aire.

Ambas apoyaron las manos en la espalda de Star y la ayudaron a salir de allí. Caminaron con paso ligero, pero sin prisa hasta llegar a donde estaba Buff Frog.

—¿Qué tal fue? —preguntó él.

—Lo conseguimos —dijo Star, casi perdiendo el aliento—. No puedo creer que lo hayamos conseguido —decía entre temblores—. Joder, miren mis manos. No puedo pararlas. Chicas, gracias, estuvieron increíbles.

—Tú estuviste increíble, Star —dijo Jackie.

—Gracias, solo espero no necesitar la varita hasta después de la fiesta —dijo con ojos nerviosos y abiertos.

—¿Qué ocurrió con la varita? —preguntó Buff Frog.

—Te lo contaremos por el camino —dijo Jackie—. Vamos, creo que Star necesita un buen descanso después de esto.

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En el siguiente capítulo comenzaremos la verdadera fiesta. Los espero.

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