Capítulo 32: Fiesta monstruosa IX

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Tom sujetaba a Star entre brazos, parecía estar en shock. Jackie miró a todos lados, buscando algo que pudiera hacer, algo que los ayudase.

—Terminemos con esto de una vez —dijo Mina, caminando hacia Star con paso tranquilo.

Tenía que hacer algo. ¿Pero qué? Ella no tenía poderes ni habilidad con la espada, tan solo era una chica normal. ¿Qué se supone que tenía que hacer en una situación así? Quiso levantarse, pero las piernas no le respondieron. Estaba paralizada. No podía apartar la mirada de aquella criatura que se acercaba hacia ellos. Tan solo podía ver como cada vez estaba más cerca, anunciando su lento e inminente final.

—Jackie —escuchó decir a Tom—, cuida de Star.

Jackie se giró, sin comprender lo que ocurría. Tom se puso de pie, dejando a Star en su sitio. Caminó hacia Mina con la misma calma que ella. Pero había algo diferente en él. Sus ojos se volvieron rojos como a las llamas del infierno. Estaba apretando los dientes con tanta fuerza que le temblaban los labios, y en su semblante se podía percibir una ira que caldeaba el ambiente.

Insegura de lo que iba a suceder, Jackie hizo caso y se colocó junto a Star y la tomó entre brazos. Tom comenzó a soltar gruñidos de rabia. Iba dejando huellas incandescentes en el suelo a cada paso que daba. Mina no se inmutaba al respecto. Tom se paró en mitad del camino, separó las piernas y apretó los puños con fuerza. Un aura de llamas surgió del suelo e hizo temblar la estancia. Tom comenzó a rugir como un animal, y su cuerpo comenzó a sufrir cambios. Sus músculos se expandieron y su cuerpo se hizo más grande, rompiendo sus zapatos, camisa y chaqueta. Las garras de las manos y los pies se le acentuaron aún más. Le salió una cola demoníaca y su piel adoptó un tono rojizo. Le crecieron los cuernos, y la piel de su espalda, hombros, pecho y brazos pareció convertirse en una especie de exoesqueleto de pinchos. Ahora el demonio medía lo mismo que la mujer.

—Si crees que eso me impresiona, déjame decirte que...

Tom cargó hacia adelante y golpeó con fuerza el estómago de Mina, produciendo un estruendo. La mujer escupió saliva y abrió los ojos, atónita. Tom la tomó de la cabeza y le propinó un rodillazo en la cara. Luego, sin soltarla, le clavó las garras en el cráneo y comenzó a darle cabezazos. Jackie podía escuchar y sentir los cráneos de los dos estremecerse con cada golpe. Le daba la sensación de que fueran a romperse de un momento a otro.

Mina lo detuvo, dándole un golpe en el pecho, y luego girándole la cara de un derechazo. Tom giró el cuello por el golpe, pero apenas se movió del sitio. Regresó a su posición aprovechando el impulso para darle un puñetazo en el rostro a Mina, la cual también se echó atrás por el golpe, pero también regresó para hacer lo mismo que él.

Ambos intercambiaban puños de forma contundente. Tom parecía ignorar las heridas en su rostro, y Mina comenzaba sangrar, pero tampoco cedía. A cada puñetazo volaban gotas carmesíes que pintaban el suelo y el inmobiliario a su alrededor. Era como ver a dos animales matándose entre ellos.

Escuchó a alguien toser, y bajó la mirada.

—Star —exclamó Jackie, aliviada.

La princesa intentó levantarse, pero Jackie no le dejó.

—Star, estás herida. Tienes que descansar.

—No —dijo, con voz débil—, Tom está peleando a muerte. Tengo que ayudarlo.

—Pero, Star, los hechizos no funcionan, ya lo viste.

—No. Aún hay una cosa que no hemos probado.

Star, pese a estar herida, mostró un rostro serio y decidido. Cerró los ojos y sus mejillas adoptaron un color azul brillante.

—Inmersión —pronunció, como si fuera una plegaria— profunda.

La chica comenzó a brillar en un tono amarillo. El resplandor era tal que Jackie tuvo que cubrirse los ojos. Cuando el resplandor disminuyó, Jackie volvió a mirar a su amiga, y la vio transformada en una especie de mariposa con seis brazos. Tenía un nuevo vestido de color amarillo, y un aura del mismo tono, rodeándola.

Tom y Mina se pararon un momento para ver, y el demonio se quedó embobado. Mina aprovechó el momento para darle un golpe que lo mandó a la barra. Y Star alzó la varita y comenzó a acumular energía.

—Oh, no, no te dejaré —dijo Mina, lanzándose hacia Star con los puños delante.

Jackie pensó que llegaría hasta ellas, pero unas cadenas doradas e incandescentes salieron del suelo y tomaron a Mina por su cintura y extremidades.

—No —dijo Tom, con las manos apoyadas en el suelo, mostrando un brillo saliendo de debajo de la zona donde la apoyaba. Su voz sonaba más gutural y profunda—, yo no te dejaré.

Otra cadena salió de más atrás y tomó a Mina por el cuello. Esta intentó quitársela con ambas manos, pero Star ya estaba lista para atacar.

—Largo de mi fiesta —dijo antes de soltar un rayo amarillo mucho más grande que el que Mina había lanzado.

La energía cubrió a Mina en su totalidad e hizo un agujero aún más grande en la puerta. El rayo partió el cielo nocturno y, por un momento, pareció hacerse de día. Cuando desapareció, las cadenas ya no estaban, y solo quedaba una marca oscura allí donde la magia de Star había pasado.

Janna se asomó por el boquete que Star acababa de hacer y miró a lo lejos con un par de binoculares que Jackie no supo de donde había sacado. La chica se giró hacia ellos y levantó un pulgar en señal de victoria. Star perdió su forma y cayó al suelo. Tom se puso de pie y caminó hacia ellas, volviendo a la normalidad en el trayecto. Tenía la cara echa un desastre, le temblaban los brazos y apenas podía ver por uno de sus ojos, pero, aun así, tomó a Star entre sus brazos. Jackie se fijó en que Tom llevaba el mismo collar que Marco le había enseñado al volver de Mewni.

—Star, háblame —dijo este, acariciándole el rostro.

Star no dijo nada, tan solo abrió los ojos y sonrió, llevando una mano al rostro de Tom, limpiándole un poco de sangre que tenía en el labio. Este sonrió y dejó que un par de lágrimas resbalasen por sus mejillas.

—Gracias al averno. Estás bien —dijo, acercando su rostro y apoyando la frente sobre la de Star.

Ella le colocó la mano en la nuca y tiró de él. Sus labios se tocaron con timidez, incluso con anhelo. Pero, sobre todo, con cariño. El cariño de ver a un ser querido a salvo.

Jackie sonrió y se sintió feliz por ellos. Lo habían conseguido.

Marco sostuvo el brazo de Tom mientras este se recargaba en él. Se le notaba cansado y malherido, pero aún seguía siendo tan terco como para intentar caminar por su cuenta. Jackie y Janna ayudaban a Star de igual forma. Una en cada lado. Todos los invitados estaban saliendo de la fiesta. Después de lo ocurrido, solo querían volver a casa. Él también.

—Letosh —dijo Star cuando lo vio pasar. El felino se paró delante de ella—. Gracias por traer la varita. De no ser por eso, no lo habríamos contado.

—Hiciste por nosotros lo que ningún otro mewmano habría hecho en la vida. La traje pensando que, si me demostrabas que eras de fiar, te la devolvería hoy mismo. —Letosh sonrió—. Y creo que me lo has demostrado con creces. Además, no me gusta cargar con cosas ajenas.

El felino buscó en su delantal y sacó la diadema con cuernos de Star. La chica la observó y le devolvió la sonrisa.

—Gracias.

Jackie tomó la diadema por ella y se la colocó.

—No, gracias a ti, por todo.

El felino saludó y luego bajó por las escaleras. Marco lo vio alejarse, y pensó que aquel era un monstruo honrado. Si el resto eran como él, entonces el sueño de Star en verdad sería posible.

—Vamos, chicos —dijo Star—. Volvamos a casa. Mañana me encargaré de limpiar todo esto.

Marco buscó las tijeras dimensionales en su bolsillo y cuando las sacó, se las quedó mirando fijamente.

—Mierda —se quejó cuando cayó en la cuenta—. Podría haberlas usado para que los invitados escapasen.

—Bien hecho, genio —dijo Janna.

—No importa, Marco, en medio de todo ese alboroto no pude pensar en otra cosa que no morir a manos de Mina —dijo Tom

—Eh, chicos —dijo Kelly en el exterior, justo al final de la subida de las escaleras—, creo que querrán ver esto.

Se acercaron y vieron a varios de los monstruos invitados siendo retenidos y esposados por guardias mewmanos. Todos se quedaron con la boca abierta, preguntándose qué estaba pasando. De ellos, Star fue la primera en abandonar a Jackie y Janna para bajar por las escaleras a toda prisa.

—Star, espera —dijo Jackie—. Ten cuidado.

—Hay que seguirla —dijo Tom.

Bajaron tan rápido como pudieron, dentro de las circunstancias en las que se encontraban. Llegaron abajo del todo y se encontraron con Rhombulus, el cual lideraba al escuadrón de guardias.

—¿Qué está ocurriendo aquí? —preguntó Star, con notable tono de enfado.

—Princesa —dijo Rhombulus—, hemos visto un rayo de luz salir de las ruinas prohibidas de la antigua reina oscura, y vinimos de inmediato a ver lo que ocurría. Como podrá comprobar, hemos reducido a estos vándalos y secuestradores, los cuales tenían cautivos a príncipes y princesas de las razas aliadas —explicó, señalando a los monstruos esposados.

—No son ni vándalos ni secuestradores —se quejó Star—, son mis invitados.

—¿Invitados?

Rhombulus y los guardias se miraron los unos a los otros, confundidos. Pero Star no parecía dispuesta a esperar a que entendieran la situación.

—Llave mágica de la libertad —pronunció ella, alzando la varita.

Un montón de llaves rosadas aparecieron justo encima de las esposas y se introdujeron en las ranuras de estas, liberando a los monstruos.

—Princesa, ¿qué está haciendo? —preguntó Rhombulus, entre confundido y enfadado.

—Liberándolos. No han hecho nada malo, así que no serán esposados por nada. Y no quiero que nadie intente capturarlos —dijo, mirando al miembro de la alta comisión y a los guardias—. Es una orden.

Los guardias se pusieron rectos. Rhombulus los miró, incrédulo, luego miró a Star.

—Hablare con la reina sobre esto.

—Dile lo que quieras. No me importa —dijo Star, con un movimiento de mano al aire. Le dio la espalda a Rhombulus y se dirigió a los invitados a los que había liberado.

—Lo siento mucho —dijo ella, haciendo una inclinación.

Ellos le quitaron importancia a la situación, pero, por sus expresiones, estaba claro que se sentían incómodos y que solo quería irse a casa. Star no los retuvo mucho más, y los dejó ir.

La noche terminó con un final agridulce. No estaba seguro de si volvería a haber un evento como aquel otra vez, no después de lo ocurrido. Pero, en ese momento, ellos también querían volver a casa. Al castillo.

Marco abrió el portal que los dejó a él y a Jackie en la esquina de la acera de ella. Ya era hora de volver a casa. Ambos se miraron y se dieron un beso de despedida.

—Oye, Jackie, queda poco para el torneo de karate, y me gustaría prepararme. ¿Te importa que esté algo ausente la semana que viene?

—Para nada. Después de estar una semana juntos a mí también me apetece ponerme a practicar con la patineta. Mi torneo también se acerca.

—¿A qué hora comenzaba?

—A las cuatro de la tarde. El sábado.

—El mío comienza a las dos, con una pausa para comer. También el sábado —explicó él.

—Podría ir a verte un rato. Aunque no podré quedarme.

—No te preocupes. Yo intentaré ir a verte en cuanto termine.

—Me parece bien. —Se acercó a él y le dio un beso inesperado, luego se separó—. Nos vemos en el torneo.

Marco la miró y sonrió.

—Nos vemos en el torneo.

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Mierda, siguen vivos... digo *cof*. Los protas salen "airosos" de la batalla después de todo. En el siguiente capítulo se viene el torneo. Espero lo disfruten.

Si te gustó el capítulo, escribe un comentario, sin importar que estés leyendo esto después de uno o dos años de su publicación, pues me encantar leer a mis lectores. Y si gustas, también deja un voto.

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