Capítulo 35: Torneos III

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Marco y Cris se saludaron haciendo una reverencia. El chico le mostraba una sonrisa de confianza, pero Marco vio en las manos del muchacho lo nervioso que estaba. No podía culparlo. Todos los combates anteriores habían sido triviales para él. Desde la perspectiva de sus oponentes, él se había convertido en su Toffee, o su Mina.

Ambos contrincantes se pusieron en posición de combate, esperando la señal. El árbitro parecía estirar la espera a propósito. Sonó el timbre que dio inicio al combate. Tres minutos para decidir a un ganador.

Cris decidió tomar la delantera, lanzándose hacia él. A Marco le sorprendió que tomase la iniciativa, teniendo en cuenta los nervios.

Ese chico tenía valor.

Esquivó un puñetazo que iba directo a su rostro. Se notaba que iba por la mayor cantidad posible de puntos. Marco le devolvió el golpe. Cris se echó hacia atrás para evitarlo, pero Marco consiguió darle de todas formas. Gracias a las protecciones no le hizo daño alguno, pero Cris parecía frustrado.

—Tres puntos para Marco —dijo el árbitro.

Ambos volvieron a su posición, hasta que el árbitro volvió a sonar el timbre. Cris volvió a lanzarse de nuevo, pero esta vez esperó antes de atacar. Evaluaba sus movimientos. Estaba aprendiendo.

Cris lanzó un golpe, de nuevo, directo al rostro. Otra vez, Marco lo esquivó y trató de golpearlo una vez más, pero Cris se cubrió. Marco trató de darle una patada. Cris la bloqueó con su pierna, cargando todo su peso en una pierna, dejando una posición bastante débil de apoyo. Marco dio un golpe con ambos puños, el cual desequilibró a Cris y lo hizo caer. Aprovechó el momento de la caída para conectar una patada en el abdomen. Cris consiguió recomponerse en medio de la caída y apoyar ambos pies en la arena, pero era tarde.

—Dos puntos para Marco —anunció el árbitro.

Cris chasqueó la lengua y volvió a su posición. Se estaba empleando a fondo. Su sonrisa se había convertido en una línea fina en su rostro, y sus ojos expresaban una gran determinación. Eso llevó a Marco preguntarse: ¿por qué alguien como él, que había perdido la emoción por el combate, tenía que ganarle a alguien que se estaba dejando la piel por ganar?

Sonó el timbre una vez más. Y Marco esperó paciente. Cris también lo hizo. Parecía estar evaluando si atacar o esperar. Con tan solo verlo, se notaba que se había preparado de verdad, como él se lo había dicho. Tal vez hubiese muchos como Cris allí. Todos ellos preparándose para dar lo mejor. Para enfrentarse a sus iguales en el torneo. Marco, en cambio, se había preparado con la intención de derrotar a oponentes del nivel de Toffee o Mina. Había una diferencia de dieciséis años, y de un entrenamiento que, literalmente fue realizado para salvar la vida. No había punto de comparación.

Decidió atacar primero. Cris se defendió, con un brazo y luego intentó golpear. Marco esquivó y trató de retomar el golpe, pero Cris retrocedió. Marco lo siguió con presteza, pero todo era parte del plan del pelinegro. En cierto punto, Cris se detuvo y lanzó una patada hacia adelante. Por desgracia para él, había anunciado su movimiento. Marco se hizo a un lado y esquivó la patada. Cris, pese a estar en una posición desventajosa, trató de dar un puñetazo, pero Marco desvió el golpe con su brazo y golpeó al pecho. Cris volvió a recomponerse para evitar caerse, pero eso de poco servía.

—Dos puntos para Marco.

Un punto más, y Marco sería el ganador del torneo. Miró el reloj. Quedaba un minuto. Cris parecía aún más nervioso que antes. Pero, también más decidido.

—¿Te doy miedo? —preguntó Marco.

—¿Qué pregunta es esa? —dijo Cris, dibujando una sonrisa en el rostro—. ¿No ves mis manos? Pareciera que tengo párkinson.

Marco sonrió.

—Aun así, no parece que quieras rendirte.

—¿Bromeas? Es el mejor combate que he tenido en mi vida. No me importa si pierdo o gano, lo que me importa es poder sacar toda la experiencia posible de aquí.

Sí, Cris tenía razón. Tal vez fuera una pelea injusta, al igual que pudo haberlo sido la suya contra Toffee o Mina. Pero, a lo largo de su camino, y del de todos, iba a haber un montón de peleas injustas. Fuera cual fuera el lado en el que él estuviese, tenía que pelear con honor, y dar lo necesario para conseguir sus objetivos.

Sonó el timbre. Esta vez, ambos fueron al ataque. Marco lanzó dos golpes que Cris bloqueó. Luego le lanzó una patada y el chico esquivó haciéndose a un lado. Se reincorporó y trató de atacar con otra patada, pero frontal. Marco la hizo a un lado con un golpe de canto de su mano. Se preparó para atacar, pero Cris aprovechó que tenía la pierna izquierda en el aire, y la utilizó para impulsarse y lanzar una patada lateral a la altura de la cabeza. No era difícil de esquivar, tan solo tenía que agacharse. Pero ese muchacho había demostrado dedicación en el karate.

Se lo había ganado.

El golpe le dio de lleno en el lado izquierdo de la cara, provocando que cayera al suelo. Cris, raudo como una serpiente, se colocó encima y puso un puño delante de su cara. Marco comenzó a reírse.

—Ese fue un buen golpe —dijo, pese al ardor que le recorría la cara. Las protecciones habían hecho su trabajo, pero no eran perfectas.

—Tres puntos para Cris —dijo el árbitro. El tiempo llegó al límite—. Tiempo. Por una diferencia de cuatro puntos, el ganador del combate es Marco Díaz.

Cris le extendió la mano y él la aceptó.

—Fue un gran combate —dijo Cris.

—Sí que lo fue. Espero que sigas mejorando para ganar la próxima vez.

El público gritó de emoción. Sus padres también lo hicieron, tanto que los escuchó por encima del resto de personas.

Antes de que pudiera darse cuenta, se encontraba sujetando el trofeo del primer lugar de su categoría y sonriendo para la fotografía. Seguía sin estar del todo conforme con lo que había obtenido, pero no era momento para sentirse mal. Tenía que terminar la ceremonia e ir a ver el torneo de Jackie.

Cuando las fotos acabaron, y Marco se vistió, entregó el trofeo a sus padres y también el bolso deportivo con la ropa de karate. Ellos se ofrecieron a llevarlo al torneo, pero él no quiso. Con las tijeras iría más rápido. Se despidió de ellos y se dispuso a marchar, pero un hombre lo detuvo.

—Perdona, eres Marco Díaz, ¿verdad? —preguntó un señor vestido de uniforme de policía. Era un hombre joven, que rondaría la treintena, y con buen estado físico.

—Hola, sí, soy yo.

—Te hemos visto en el torneo. Estuviste increíble. ¿Qué edad tenías?

—Gracias. Quince años, señor.

—Por favor, llámame Billy. Te preguntarás por qué te he llamado. Como podrás ver, pertenezco al cuerpo de seguridad local —dijo, haciendo gala de su uniforme—. De vez en cuando venimos a este tipo de eventos para buscar jóvenes con talento. Y debo decir que tú sin duda lo tienes. Todavía eres muy joven, pero, si estás interesado en usar tus cualidades para hacer el bien, eres más que bienvenido a realizar las pruebas de actitud para opositar para el cuerpo —dijo este, entregándole un panfleto con instrucciones. Marco abrió los ojos, maravillado, y tomó el papel—. A partir de los dieciséis puedes prepararte para ello con el permiso de tus padres. Y si todo va bien, a los dieciocho podrías entrar al cuerpo directamente.

Marco estaba sin habla. No se había esperado algo así.

—No sé qué decir —dijo, entre tartamudeos.

—No hace falta que nos digas nada. Disfruta de tu victoria del día de hoy. Lee el panfleto cuando tengas un momento, y si te llama la atención lo que ofrecemos, ven a visitarnos.

—Lo haré —aseguró—. Gracias, Billy.

El oficial se llevó una mano a la visera de su gorra de policía y asintió a modo de saludo antes de alejarse. Marco sonrió y miró el panfleto. Tal vez aquella fuese una de las oportunidades que estaba buscando. Un objetivo. La posibilidad de ayudar. Sí, se estaba haciendo mayor, y pronto entraría al mundo laboral. La idea, ahora que tenía un camino claro que ver, hacía que se le llenase el pecho de entusiasmo. Tenía ganas de ver a Jackie y contárselo.

No perdió tiempo. Se fue a una parte alejada del resto de participantes y abrió un portal hacia el torneo de patineta. Apareció detrás de un arbusto. Todavía había luz del sol, pero ya era media tarde. Tuvo que dar un rodeo para entrar al recinto, pero no tuvo problemas para acceder.

Al entrar, vio a un chico al que estaban grabando en cámara mientras sujetaba un trofeo. Marco maldijo por dentro y buscó a Jackie. Había llegado tarde, tan solo esperaba que no lo suficiente como para que se hubiesen ido. Buscó por todas partes, pero no la encontró. Probó a llamar a su teléfono, pero no respondía. Pensó que podría estar en los vestuarios. Probó a buscar a Leo o a Jack, pero tampoco conseguía dar con ninguno.

Había algunos concursantes hablando entre ellos. Tal vez supieran algo.

—Disculpen —dijo, metiéndose en la conversación—. ¿Alguno sabe dónde está Jackie, una participante?

—¿Jackie Lynn Thomas? —preguntó uno de los muchachos.

—Sí, ella. Es que acabo de salir de un evento y venía a verla. —Los chicos se miraron entre ellos con expresión insegura—. ¿Pasa algo?

El chico que preguntó primero se separó un poco del grupo y se acercó a Marco.

—Lo siento, compañero, pero Jackie sufrió un accidente. Está en el hospital.

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Una victoria amarga para nuestro protagonista. Y peor aún, una noticia desagradable.

¿Cuál es el estado de Jackie y cómo se encuentra?

Sigan en contacto para saberlo.

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