Capítulo 57: Defensa III

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Krukk salió disparado e impactó contra un edificio. El golpe debió de ser mucho más fuerte que el que Ludo recibió, porque el orco desfalleció al instante.

Otros guerreros vinieron a ayudar, pero Veros parecía incansable pese a las heridas que Ludo había hecho.

Se sentía impotente. Los brazos se le habían entumecido y tenía la garganta destrozada. Apenas podía emitir quejidos sordos, más que palabras, y cada intento por hablar resultaba en un terrible dolor. Ni tan siquiera podía tragar sin temer por la descarga de dolor que recibiría tras hacerlo. Era como un lobo sin dientes, incapaz de hacer nada. Indefenso ante el peligro.

¿Cómo se supone que iban a derrotar a esos dos? Veros se movía con agilidad y destreza, bailando entre los ataques de los enemigos como si fuesen las hojas de un árbol. Luego golpeaba de forma certera y eliminaba a los oponentes, no parecía matarlos, al menos no a todos, pero tampoco le hacía falta. Ellos no se levantarían, y cuando todos estuviesen abatidos, seguro que los exterminaría.

A saber, cómo estaría la situación allí donde estuviese Lara. Simplemente era imposible ganar. Pero, en el hipotético caso de que lo hicieran, ¿qué harían contra Edwin? Nunca había visto a un solari de primera generación luchando, pero tampoco hacía falta para imaginarse que los resultados serían más desastrosos que los que pudiera causar uno de tercera.

De pronto, un grito estruendoso retumbó entre los edificios. Un grito que, como era de esperarse, llamó la atención de Veros. Ludo sonrió al escucharlo. Los pasos destrozando el suelo a medida que se acercaban. Salió de una calle con un salto vertiginoso, alzándose como un coloso. Si alguien de allí tenía oportunidad en derrotar a Veros o Lara, ese era Mogh: el ogro de piel gris. Era más grande y robusto que Edwin. Sus piernas eran cortas y gruesas, pero sus brazos, además de también ser gruesos, eran largos, y tal vez las manoplas de metal en cada mano lo ayudasen a defenderse y atacar de mejor forma.

Mogh corrió directo a Veros con un grito de poder y lanzó un puñetazo. El moreno hizo lo mismo y se produjo un choque que retumbó en el ambiente. El impacto fue lo suficientemente fuerte como para hacer que el ogro se echase hacia atrás, sin embargo, Veros también pareció sufrir efectos similares. Este sacudía la mano. Era increíble. El golpe le había hecho daño a Veros en un duelo de fuerza. Tal vez sí tendrían oportunidad después de todo. Edwin no dejaba de ser una preocupación, pero de poco servía mirar hacia la montaña más alta cuando aún no se ha escalado la primera en el camino.

Mogh pareció recuperarse, y volvió a atacar. Veros aún tenía el brazo entumecido, pero no dudó en responder. El ogro levantó ambas manos y se preparó para descargarlas encima del solari como si fuesen un martillo. Veros dio un salto hacia atrás, y se elevó en el aire, esquivando el golpe que hizo crujir el suelo. Luego dio varios giros laterales para acabar propinándole una patada de talón en el rostro a Mogh. El golpe fue tan fuerte que le desplazó la cabeza, obligándolo a levantar las manos y tambalearse hacia un lado. Veros no le dio oportunidad de recuperarse, sino que continuó arremetiendo con varias patadas aéreas que Mogh no era capaz de esquivar. Intentaba responder lanzando puñetazos a ciegas, pero ninguno lograba conectar con el objetivo. Estaba en una completa desventaja. Mogh solía pelear contra adversarios más pequeños que él, por lo que solía atacar hacia abajo. Sus golpes eran lentos y toscos, inútiles ante un oponente ágil y rápido como Veros. Si era incapaz de darle, de poco importaba que pudiese competir e incluso superar a Veros en fuerza.

Ludo sintió la mano de alguien posarse en su hombro. Se giró de golpe y vio a Eadric, estaba sudando y respiraba de forma entrecortada.

—Vine tan rápido como pude —dijo, mirando el combate—. Llego tarde.

Tarde para defender a nadie, pero justo a tiempo para ver caer a Mogh, y junto con él, las esperanzas de Ludo por sobrevivir.

Veros tumbó al ogro y le propinó tantos goles en el rostro que el suelo debajo de la cabeza de la criatura se agrietó. Eadric abandonó a Ludo y caminó hasta el solari.

—Veros —llamó Eadric, alzando la voz, y captando la atención del moreno.

Veros detuvo su ataque y se puso de pie. Tenía sangre pegajosa en los puños.

—Eadric —dijo Veros a modo de saludo—, te las has arreglado para sobrevivir al hoyo. Pero de poco ha valido si has sido capturado por los monstruos de esta ciudad. Aunque parece que también has conseguido escaparte de ellos.

—No he sido capturado —dijo este mientras seguía caminando—, estoy aquí por voluntad propia.

Eadric se detuvo a unos dos metros de Veros.

—Eso es ridículo. ¿Por qué un solari estaría rodeado de monstruos si no es para matarlos?

—Porque no hay motivo alguno para matarlos. —Al escuchar eso, Veros enarcó una ceja—. Detente, ahora que aún estás a tiempo.

—¿Por qué lo haría? Este es mi propósito. La razón de mi existencia. ¿Por qué iba a negarme a hacer aquello para lo que nací?

—Porque no es la razón de tu existencia. Eso es lo que los de primera generación quieren que seamos, pero sabes tan bien como yo que ellos tienen el cerebro podrido y solo piensan en matar monstruos.

—Mide tus palabras, segunda generación —dijo este, en tono agresivo, acercándose a Eadric y levantando el dedo índice—. O podrías ser acusado de alta traición. —Veros dirigió su mirada a los cielos sin mover la cabeza, apuntando hacia Edwin con los ojos. Eadric entendió el gesto, alzó la mirada, y se quedó paralizado por unos segundos. Cuando volvió a mirar a Veros, su rostro parecía haber palidecido un poco—. Ahora entiendes a lo que me refiero.

Eadric tragó saliva e intentó conservar la calma.

—Veros, no puedes confiar en ellos. Solo quieren matar monstruos de forma indiscriminada. Pero su sed de sangre es desmedida. Nunca estarán satisfechos. Pero nosotros... tú y yo no somos como ellos. Podemos elegir un camino diferente.

—¿Por qué habría de elegir un camino diferente? —cuestionó con más firmeza que antes.

—Porque los de primera generación no ponen tope alguno a sus convicciones. Harán lo que sea para alcanzarlas —guardó silencio por un momento—. Incluso matar a sus propios hijos.

—Ellos no mataron a nadie. La propia debilidad de todos los de segunda generación fue la que los mató.

—Enviaron a sus hijos a una muerte segura, Veros —dijo Eadric, con gesto adusto—. Los enviaron para comprobar si eran aptos, y cuando vieron que no lo eran, siguieron enviando más y más. Y sabes por qué, porque no les servían de nada. Porque los consideraban débiles, a sus propios hijos —enfatizó, denotando rabia y asco en su voz, pero, a su vez, cuidando de no hablar muy alto—. Ahora esto no te afecta, pero es cuestión de tiempo para que deje de ser así. Algún día considerarán inútiles al resto de mewmanos, y tal vez hasta se deshagan de ellos. Y otro día, cuando ya no quede ningún otro aliado con el que comparar su valía mediante el poder, los considerarán inútiles a ustedes.

—Te equivocas —dijo Veros, acercando el rostro a Eadric y apuntándole con el índice—. Eso no pasará. Los solaris eliminaremos a todos los monstruos y los mewmanos no tendrán que preocuparse jamás por ellos. Solo tienes envidia de no haber nacido con las habilidades de los de tercera generación. Nosotros nunca seremos inútiles.

Una sombra pasó por encima de ellos, provocando que alzaran la mirada. Ludo también hizo lo mismo, extrañado. Algo cayó en picado, como si se tratase de un meteorito, y se estrelló contra un edificio, levantando una nube de polvo. Esta se fue disipando poco a poco, hasta revelar la inaudita escena. Nefraxis se encontraba encima de Lara, mordiéndole un brazo hasta sacarle sangre. Lara yacía en el suelo, recostada contra el edificio, inmóvil.

—Lara —gritaron Veros y Eadric al unísono.

Ludo no daba crédito a lo que veía.

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Se viene lo bueno. Confíen en mí y permanezcan atentos al próximo capítulo.

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