Capítulo 73: Comienza el plan III

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Ya se cumplía una semana de su secuestro. Hasta ahora no vio a nadie más que no fuera Astrid. Jackie y ella terminaron por hablar con mayor soltura entre ellas. Jackie le pedía cada vez que se quede más tiempo, y Astrid cada vez cedía más ante sus peticiones para hablar. Conoció en mayor profundidad a la licántropa (ahora ya sabía cuál era su raza). Supo que tenía un marido llamado Ulric, que ambos perdieron a sus hijos y que ahora estaban con el grupo de monstruos que la secuestraron porque con ellos podría defender a los más pequeños y evitar que otro padre o madre sufriera la misma pérdida.

Si Jackie tenía que tener una opinión de esa mujer, solo podía decir que era alguien de buen corazón, pero que se vio obligada a hacer cosas que no quería porque la situación lo requería. Gracias a ello pudo confiar en sus palabras. Todo y que aún seguía ahí y no sabía cuándo iban a soltarla. Porque después de conocer a Astrid estaba segura de que en algún momento iban a soltarla. O eso quería creer.

Escuchó a alguien golpear la puerta dos veces.

—Pasa, Astrid —dijo Jackie, pero quién abrió no era la licántropa.

Un monstruo de la misma altura que un niño, piel verde, ojos amarillos y un pico entró a la habitación. Detrás de él había otro monstruo mucho más alto y corpulento. Una especie de hombre lagarto con piel verde claro, un brazo mecánico y una amatista como ojo izquierdo. Este último intimidaba mucho más que el primero. Sin embargo, por la forma de caminar del pequeño y la forma de seguirlo del grande, parecía que el de mayor rango era el primer mencionado.

El lagarto cerró la puerta, se cruzó de brazos y apoyó la espalda contra esta. El más pequeño se acercó con gesto serio. Vestía ropas de cuero negro hechas a medida y una capa que le llegaba a los tobillos. Le faltaba la mitad del brazo izquierdo.

—Hola, Jackie —dijo el monstruo—, me llamo Ludo, y estoy aquí porque te necesito.

—¿Ludo? Eres el enemigo del que Marco tanto me ha hablado.

—¿Te ha hablado de mí? —dijo, algo sorprendido—. Eso facilita un poco las cosas. Mira, seré breve, necesito que tu novio venga aquí a buscarte, así que lo llamaremos —dijo Ludo, sacando el espejo de bolsillo de Jackie. Al verlo, esta se sorprendió—. En algún momento él me pedirá hablar contigo, estoy bastante seguro de ello. Entonces yo te pasaré el espejo y tú le hablarás para que sepa que estás bien. Sin embargo —el lagarto se despegó de la puerta y comenzó a caminar hacia ella—, solo le podrás decir eso y poco más. Si intentas algo —el lagarto desenvainó una espada enorme de su espalda utilizando solo una mano y la hizo caer justo entre las piernas de Jackie, provocando que se le helara la sangre—, no dudaré en cortar lo que haga falta. De hecho, tus gritos de agonía podrían hacer que Marco viniera antes, incluso. —El lagarto arrastró la espada, dejando una leve marca en la madera, y volvió a guardarla con presteza en la vaina de su espalda—. Así que, si sabes lo que te conviene, mejor haz lo que yo te diga.

Jackie tragó saliva. De pronto, el ambiente tranquilo que se mantuvo durante su estadía en esa habitación, se tornó hostil, inseguro y peligroso. Las palabras de Ludo eran secas y cargadas de seriedad. No sabía qué decir.

—A-Astrid me dijo que no me harían daño —dijo con voz entrecortada y temblorosa.

Ludo se la quedó mirando con gesto inexpresivo, indiferente a lo que acababa de decirle.

—Y Astrid no te mintió. Mi intención no es hacerte daño. No necesito información que solo tu dispongas. No quiero que hagas algo que solo tú y nadie más puedes hacer. No necesito nada que tú y solo tú tengas. Tan solo eres una rehén, una carnada, y nada más. No tengo que tomarme el tiempo ni la molestia de hacerte daño, siempre y cuando hagas lo que necesito que hagas. ¿Entiendes? —Jackie volvió a tragar saliva, pero luego asintió. Ludo dibujó una leve sonrisa en su rostro—. Mejor. Ahora —abrió el espejo de bolsillo—, ¿qué te parece si llamamos a Marco?


Era Jackie. Jackie le estaba llamando. La sorpresa fue tal que se quedó parado por unos segundos. ¿Por qué le llamaba por ahí? ¿Por qué no por el teléfono? Sacudió la cabeza. No tenía tiempo para hacerse esas cuestiones. Rápido, contestó la llamada y se llevó el espejo al oído.

—¿Jackie? —preguntó al instante.

—No, Marco, no soy Jackie —respondió alguien más al otro lado. Una voz masculina, y algo familiar. El corazón se le encogió. Si su lógica era correcta, ahora mismo estaba hablando con el secuestrador de Jackie—. ¿Sabes con quién estás hablando?

—No —respondió con voz tensa.

—Soy yo, Ludo.

La sorpresa fue grande, casi tanto como la confusión.

—¿Ludo? Pensé que estabas perdido por ninguna parte.

—Como puedes comprobar, no es así.

Aún estaba confundido por la presencia del monstruo, pero en esos momentos había algo que le importaba más que eso.

—Quiero hablar con Jackie —dijo, intentando sonar firme, pero no lo consiguió.

Hubo silencio por un momento. Marco se puso nervioso. Tal vez había presionado más de lo que debía. Si algo le pasaba a Jackie por su culpa, no se lo perdonaría jamás.

—¿Marco? —respondió Jackie.

—Jackie —dijo este, aliviado de poder volver a escucharla—. Gracias al cielo. ¿Estás bien?

—Sí. Estoy bien —la voz le temblaba—. Estoy bien.

—Me alegro. —Marco intentó contener las lágrimas y controlar el nudo en su garganta—. No te preocupes, voy a salvarte. ¿Sí? Voy a salvarte, Jackie. —Ella no respondió—. ¿Jackie?

—Te tendrás que conformar con eso —respondió Ludo.

—Ludo, déjame hablar con ella, o sino...

—Vaya, ¿solo porque te dejo hablar un momento con ella piensas que voy a ceder a todas tus peticiones? Creo que se te ha subido la valentía a la cabeza. Pero, vamos, dime, ¿qué harás? ¿Tienes siquiera la más remota idea de dónde puedo estar? —No pudo responder a eso—. Exacto. Yo, en cambio, sé dónde estás, sé dónde vives. Y te recuerdo que soy yo el que está junto a tu novia y un tipo de más de dos metros de altura que no tiene reparo alguno en romperle cuantos dedos hagan falta para que entres en razón y se te bajen los humos.

Marco apretó el puño, impotente. Se mordió la lengua para no gritarle y provocarlo aún más. Suspiró con pesar y continuó.

—¿Qué es lo que quieres? —preguntó, resignado.

—Esto es lo que quiero. Vas a escuchar todo lo que te tengo que decir, en silencio, y cuando acabe vas a aceptar, porque, y esto lo voy a dejar muy claro, esto no es una negociación. Si haces todo lo que te digo, no te pasará nada a ti ni a tu novia. ¿Entendido?

Marco tragó saliva, intentando relajarse.

—Entendido.

—Muy bien. Mañana irás a la antigua casa de los Henderson a las cinco de la tarde y esperarás en el sótano. Irás solo. Uno de mis subordinados te recibirá. Si le haces algo, o si no vuelve antes del tiempo establecido, el cual no vas a saber, le romperemos un dedo a Jackie por cada minuto que pase por encima del tiempo establecido. Así que te sugiero ser puntual. Y, lo más importante, no le dirás nada a nadie, ni que hablaste conmigo, ni que Jackie está bien, ni que sabes dónde está. Absolutamente nada. Has todo esto, y nadie tendrá que salir lastimado. —Hizo una pausa—. ¿Lo has entendido?

No le gustaba nada, pero nada de nada. Ludo había cambiado. No se comportaba ni hablaba de la misma forma que lo hacía antes. Era alguien mucho más centrado, mucho menos arrogante, y muy metódico. Era como si su forma de ser hubiese dado un giro de ciento ochenta grados. Fuera como fuera, estaba arrinconado. Sin opciones.

—Lo he entendido.

—Perfecto. Ya sabes lo que tienes que hacer.

—Espera —dijo. Ludo no respondió, pero la llamada seguía activa—, ¿puedo hablar con ella una vez más?

No hubo respuesta. Marco apretó el espejo y cerró los ojos, casi rezando: "Por favor. Por favor. Por favor".

—Marco —respondió Jackie.

—Jackie. Te salvaré, ¿sí? No te preocupes.

—Marco, lo siento.

—Jackie, escúchame, no tienes la culpa de nada. ¿Me oíste? Yo me encargaré de esto.

—Te quiero —dijo al final.

—Yo también te quiero.

La llamada se cortó, y el silencio se hizo presente. Mucho más pesado que antes. Marco dejó el espejo en el escritorio y luego se limpió los ojos con las manos. Había llorado sin darse cuenta.

Se fue un momento al lavabo y se lavó la cara. Se miró al espejo. Tenía los ojos rojos y una expresión deprimida.

Mañana. Tenía hasta mañana para prepararse y dejarlo todo listo antes de irse. Necesitaba una excusa para justificar su ausencia a sus padres. Aunque, ahora que lo pensaba, no sabía lo que ocurriría. No sabía si volvería a casa esa misma tarde, o si estaría ausente un tiempo indefinido. Tenía que pensar algo, y tenía poco tiempo para hacerlo.

Esperaba volver a ver a Jackie.

Delante suyo estaba el edificio que tiempo atrás le suscitó algo de miedo. Ahora, solo significaba un mero trámite para intentar salvar a Jackie.

Entró sin dudarlo. Se ayudó de la luz de una linterna para avanzar. Cuando llegó al sótano comprobó que la hora fuera la correcta. Las cinco en punto. Miró a su alrededor para ver si encontraba algo, cuando la luz dio sin querer al rostro de una criatura que lo hizo dar un paso hacia atrás. Un licántropo.

—Tú debes ser Marco —dijo el monstruo.

—Y tú debes ser el enviado de Ludo.

—Ulric. Apaga tu antorcha y pon las manos en la espalda.

—No es una... Da igual.

Marco hizo caso a Ulric. Notó como este rodeaba sus manos con cuerdas, luego sus pies y luego ataba ambas para que no pudiera hacer trucos.

—No entiendo cómo Ludo puede ser tan precavido con un simple niño.

—Te sorprendería —dijo Marco.

—Viniendo de Ludo, confío en que estas medidas son del todo justificadas. —Ulric abrió un portal utilizando unas tijeras dimensionales negras, seguramente de Ludo, y empujó a Marco hacia adelante—. Vamos. Nos están esperando.

Al principio dudó por inercia. Pero no tenía caso hacerlo. Aunque no le diese buena espina. Aunque todo se tratase de una trampa, no tenía opción. Si quería salvar a Jackie tenía que ir.

Dio un par de pasos y atravesó el portal. Al cruzarlo, apareció en una habitación redonda sin muebles más allá de una cama. Sin embargo, sus ojos se detuvieron en lo único de esa habitación que le importó de verdad.

—Marco —dijo ella al verlo. Su voz sonaba suave. Cálida. Pero también reflejaba cierta melancolía.

—Jackie —dijo él, intentando que la añoranza no le quebrase la voz.

Estaba sentada en la cama, y se levantó de un salto para ir hacía él. Marco hizo lo propio e intentó acercarse hacia ella, pero alguien lo sujetó de las cuerdas y no le dejó avanzar. Entonces Marco vio que Jackie tampoco podía llegar hasta él. Una cadena enganchada a su tobillo no le dejaba.

—Lo siento, Marco, pero me temo que tu reencuentro tendrá que esperar un poco más —dijo Ludo a su espalda, provocando que se girase hacia este.

El monstruo se veía diferente de la última vez que lo vio. Ya no tenía la barba de antes. Llevaba puesta una armadura de cuero negro y una capa igual de oscura cubriéndole los brazos. Su mirada era más seria, más severa.

—Ludo —pronunció con un deje de desprecio—. Hice lo que me pediste. Ahora deja ir a Jackie.

—Vaya, debo estar mal de la memoria, porque no recuerdo haberte dicho que la liberaría si venías aquí —sonrió con malicia.

—Maldito —se quejó este, intentando lanzarse hacia Ludo. Ulric lo sujetó con fuerza y le impidió acercarse.

—Tranquilo, casanova, sigo manteniendo lo que te dije: no le he hecho daño a ella, ni a ti. Y así seguirá siendo mientras hagas lo que te digo.

—Y yo debo confiar ciegamente en tu palabra, ¿no?

—No tienes alternativa.

—Pues dime, ya que no tengo alternativa, ¿tienes pensado liberarnos en algún momento?

—Tan pronto obtenga lo que necesito, serán libres.

—¿Y eso cuándo será?

Ludo sonrió.

—Eso dependerá de la princesa —dijo antes de darse media vuelta.

—¿Qué?

—Regístrenlo y quítenle todo lo que pueda ser peligroso, o útil. Luego pónganle las mismas cadenas que a su novia.

—Espera —le gritó Marco, y Ludo se giró con gesto indiferente—. No eres como el Ludo que siempre estuvo detrás de Star y la varita. ¿Qué fue lo que te ocurrió?

—Las circunstancias de la vida me llevaron a esto. A cambiar. A dejar atrás al inútil que era yo y convertirme en alguien capaz —dijo con cierta indiferencia—. Hablaremos más tarde. Hazte a la idea de que este será tu nuevo hogar, de momento.

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Marco ha podido reunirse con Jackie de nuevo, pero su reencuentro no será como ellos hubieran querido. ¿Qué les ocurrirá ahora que ambos están atrapados por Ludo y sus secuaces?

Síganme para saberlo.

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