¿Reconciliación?

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—Fushiguro —Yuuji lo llamó bajando la voz, lo más parecido que pudo a un susurro—, tu novia está esperando.

Al percatarse de que Megumi continuaba inmóvil, la sonrisa de Nobara se esfumó.

—No somos novios —ella admitió de repente—. Solo —suspiró—, estábamos fingiendo. Itadori, no quería que tuvieras una novia antes que yo. Suena tonto, lo sé, pero en ese momento lo creía buena idea.

Yuuji abrió los ojos, tanto como se lo permitió su capacidad, unió los pulgares y se los llevó a los labios, en una pose pensativa.

—Oh —Se rascó la cabeza—. Pues... juré que estaban enamorados. Todo lo que vi entre ustedes parecía tan real. Fushiguro está acá conmigo, para recuperarte, y te sigue los juegos, a pesar de que es evidente que le parecen tontos y tú, Kugisaki, estás abriendo más tu corazón. No debería meterme, pero ya lo he hecho y si están seguros de que no sienten nada el uno por el otro, está bien, aunque si no es así, no esperen para ser sinceros con ustedes mismos. A veces, la vida no perdona. Sé los digo yo, ahora que me faltan unos cuantos dedos por reunir, disfruten mientras puedan y procuren tener una larga vida. Es lo que más deseo para ambos.

El ambiente tenso se enfrió. Megumi y Nobara voltearon hacia Yuuji.

—Yuuji —Nobara se abalanzó a él, ahogando un quejido, y estiró el brazo hacia Megumi para que se uniera a ellos.

Los tres se abrazaron con fuerza y permanecieron apretujados por unos minutos hasta que la chica del grupo sugirió revivir los buenos momentos y optaron por recorrer la zona. Más de una vez, Megumi escuchó a Yuuji y a Nobara reír de sus típicas bromas y decidió vigilarlos para que no se metieran en problemas.

Hasta entonces había sido así, Yuuji como el nexo entre Nobara y Megumi, pero quizá después del juego absurdo en el que se vieron envueltos, la relación entre los dos se tornó un tanto diferente. Aunque evitaron hablar, sin Yuuji de por medio, se dedicaron miradas que reflejaban un fuerte deseo de estar juntos.

—Bueno, chicos será mejor que me vaya. Quedé con Todou —su mejor amigo, en común, les comentó despidiéndose de ambos con un abrazo—. Sigan ustedes. Necesitan hablar. En serio, háganlo.

Cuando Yuuji se fue, Nobara y Megumi siguieron caminando, en silencio y sin rumbo, hasta que Nobara se detuvo a sentarse en una banca y golpeó el otro lado, pidiéndole a Megumi que la acompañara.

—Lo que dijo Itadori —Ella se colocó un mechón detrás de la oreja—. ¿Tienes algo que confesar, Fushiguro?

—No lo creo.

—¿Estás seguro? —Nobara buscó la mirada de Megumi, pero éste se mantuvo callado haciéndola gruñir—. ¡Al diablo, no me lo voy a seguir guardando! ¡Somos hechiceros, peleamos contra maldiciones, y Yuuji no es el único expuesto! —gritó parándose en la banca. Los demás transeúntes voltearon hacia ella, por lo que al sentirse el centro de atención, volvió a sentarse—. Lo que quiero decirte es que algo pasó entre tú y yo más allá del juego, lo sabes, y debemos discutirlo.

—No, no hay nada qué discutir.

—¿Entonces no sentiste nada? —Las mejillas de Nobara enrojecieron—. Mira, al igual que tú, no abro mi corazón tan fácilmente. Si ganaste un espacio ahí dentro, y te lo estoy diciendo, es porque realmente me importas y duele tu indiferencia.

Ella cerró los ojos, pero al sentir el brazo de Megumi sobre el suyo, los volvió a abrir quedando cara a cara con él.

—Kugisaki, no —Megumi le dijo—, no es que no sienta nada. Simplemente... esto no puede ser.

—¿Qué? —Nobara se apartó y lo desafió con la mirada—. ¿Por qué? ¿Me estás rechazando?

Megumi la esquivó visualmente, mientras se frotaba el hombro izquierdo.

—Porque somos hechiceros, tú lo dijiste, podríamos morir en cualquier momento.

—¿Y...? ¿Qué hay con eso? Deberíamos aprovechar nuestras vidas, mientras las tengamos. ¿Y si en nuestros últimos minutos de existencia nos arrepentimos de no haber hecho algo que verdaderamente deseábamos?

—Kugisaki, el jujutsu es un deporte que se practica en solitario —Megumi le dijo recordando las palabras de Gojo—. Cuando mueres, lo haces solo.

Nobara se giró para ocultar su rostro, los cabellos castaños cayeron desordenadamente cubriéndole los rasgos.

—Déjalo, no tiene caso.

Esta vez, Megumi tomó su mano.

—No quiero que dejemos de ser amigos —Se precipitó acercándola a él—. Nobara, yo... no quiero perderte.

—Y no lo harás. Jamás, Megumi —ella le respondió y se estiró para tomarle la cara con las manos—. Si me quieres, haz que funcione. Sé que no es el mejor ambiente para una relación, pero no seremos la primera ni la última pareja de hechiceros.

Nobara aproximó los labios a Megumi y él la besó con desesperación. Su experiencia nula era evidente, por lo que ella, aunque también corta de ésta, decidió tomar el control de la situación y lanzarse a probar.

—Espera —Megumi la detuvo—. ¿Aún quieres que sea tu novio para que le venzas a Itadori?

—¿Qué? —Nobara arrugó la nariz—. ¿Por quién me tomas, Fushiguro?

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