XVI

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Ya había amanecido. Todo en el templo estaba en total paz y calma. Bueno... Casi todo.

–Bonnie... Me estás babeando– el de cabellos celestes intentaba apartar al de cabellos morados, pués estaba sobre él, babeandolo– despierta ya– lo movió un poco.

–No mami, no quiero ir a la escuela...– murmuró entre sueños, acomodándose más sobre él.

–No soy tu mami, ¡Y ya despierta!– le dió un pequeño golpe en la nariz.

–Um... ¿Ah?– abrió lentamente sus ojos– ¿Qué?

–¡Me estás babeando, y además me aplastas!– exclamó, sonrojado, pués el espacio que había entre los rostros de ambos era muy poco.

–¿Eh? Oh, lo siento– se quitó de encima, limpiando su boca. El de mirada esmeralda también se levantó.

–Te salvas de ser lindo...– bufó, aún sonrojado.

–Am... ¿Gracias?– lo miró confundido, y ligeramente sonrojado.

–Vaya, ya era hora de que despertaran. Es hora de desayunar– el de cabellos castaños se acercó a ellos– vengan– salió del templo, seguido de los otros dos. Afuera, todos se encontraban desayunando, incluyendo a Springtrap, el cuál ya se veía bastante bien.

–Uh~ ¿Que vamos a desayunar?– preguntó curioso el de orbes rubí, acercandose a la "cocinera"

–Estofado misterio~ pero con distintos ingredientes– habló alegre la kodama menor, mientras les entregaba a ambos un tazón lleno del "estofado".

–En pocas palabras, calla y come– se apresuró a decir la de cabellos blancos y cortos, mientras comía tranquila. Ellos simplemente se encogieron de hombros y buscaron un lugar en donde sentarse y comer. En eso, el rubio menor se levantó de golpe.

–Algo se aproxima... –al decir esto, todos dejaron de lado lo que hacían, para realizar una formación de defensa, con los humanos en medio de ellos. Pasaron unos minutos... Y nada– oh, fué falsa alarma – soltó simple, para dirigirse a su lugar y continuar desayunando. Un tazón lleno de estofado terminó en su cabeza– ¡Mi cabello!

–Por idiota– soltó Puppet, dirigiéndose hacia su hermana para que le sirviese más, pués lo que le quedaba, se lo había lanzado a Golden.

–¿¡Sabes lo difícil que es arreglar este cabello!? ¡Horas, Puppet! ¡Horas!– gritó enfurecido, mientras intentaba quitarse la sustancia y los trozos de vegetales de su cabello– ¿¡Como lo limpiaré ahora!?

–Yo te ayudo– habló sonriente el rubio mayor. Unas plantas se elevaron, posicionándose sobre el dios del fuego, cayendole agua encima. Las plantas tenían agua, tenían.

–¿¡Pero qué te pasa, Spring!? ¡Estoy empapado!

–Pero ya no tienes estofado en el cabello. No es necesario que me agradezcas– sonrió con burla. A pesar de que Spring es el más bueno de los cinco dioses, le gusta jugarle bromas a sus hermanos. Vamos, que sigue siendo el hermano mayor. Los demás rieron al ver como Golden, refunfuñando, intentaba crear un poco de fuego para secarse, fallidamente, pues, si está mojado, le es imposible crear fuego.

–Déjame ayudarte– esta vez fué Eak quién habló.

–¡No, no, no, no, no! ¡No es necesario! ¡Que ni se te ocurra!– alegó, pero ya había sido demasiado tarde. El de cabellos grisáceos había lanzado una ráfaga de viento hacia su hermano menor. Sí, logró secarlo, pero su rubio cabello quedó peor que antes. Parecía que se había llevado el susto de su vida al ver su "nuevo peinado"– ¡Mi cabello!

–De nada– rió con burla, mientras chocaba el puño con el rubio mayor.

–¡Suficiente! ¡Los voy a acusar con Ainerya!– gritó enfurecido, o más bien haciendo una rabieta. Ambos hermanos cómplices se tensaron.

–Tampoco es necesario llegar al extremo, Golden– el de piel morena rió con nerviosismo.

–Si, hermanito. Solo fué una pequeña broma inocente. No es necesario eso– el rubio olivo rascó su nuca, también nervioso.

–¿Quién es Ainerya?– el peli-celeste se acercó a la mitad dragón. Esta simplemente negó con la cabeza mientras se encogia de hombros.

–¡No! ¡Se metieron con mi cabello, y eso es imperdonable! ¡Los acusare!– la escena de los dioses era el típico momento donde los hermanos mayores molestan al pequeño, y este los amenaza de acusarlos y entran en desesperación, y hacen lo que sea para no ser acusados.

–Son muy infantiles para tener más de trescientos años– habló Puppet. Su hermana asintió, dándole la razón.

–Oigan, ¿No huele a quemado?– el de cabellos morados interrumpió el berrinche de Golden.

–Es verdad, huele a quemado– afirmó el de mirada zafiro.

–Pero... Nada se quema– siguió Mai. En eso, se escuchó una voz ronca detrás de ellos.

–Al fin los encuentro... –el grupo volteo hacia el recién llegado. Bon y Golden se tensaron.

–Ay no... – saltaron ambos. De esta no salían fácilmente.

[…]

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