Era una mañana soleada en el Underground... Sí, aunque el sol no diera allí abajo, pero a veh, de alguna manera había que empezar, ¿ah?

Bueno, pues eso. Había amanecido y nuestro protagonista se encontraba...

Tumbado en la cama echando una siesta, cómo no.

El muy vago de Sans estaba dormido sobre su cómodo colchón con  brazo colgando por el brode, roncando como un bisonte. 

—¡SAAAAAAAAN! ¡EL DESAYUNO ESTÁ LISTO, BAJA A COMER!

La voz de Papyrus le hizo abrir un ojo y gruñir. Con bastante dificultad se incorporó y estiró para luego calzarse sus pantuflas rosas y ponerse su sudadera y salir de la desoganizada habitación.

En la cocina lo esperaba Papyrus, con una enorme olla llena de espaguetis frente a él.

—HOY TOCAN... ¡ESPAGUETIS CON LECHE! —dijo el más pequeño de los hermanos sirviendo los platos.

—¿sabes, bro? no tengo mucha hambre... —bostezó nuestro héroe— invita a undyne a desayunar o... o io khe c...

—¡BUENO, VALE!

Antes esa respuesta tan entusiasta, Sans chasqueó los dedos y se teletransportó a su puesto de Hot Dogs.

Aquella fue una grandiosa mañana de negocios. Logró sobornar a varios clientes, robarle algo de dinero a un niño e incluso comer de los condimentos sin que nadie lo viera.

Entonces, justo cuando se disponía a servir un Hot Cat a un chaval que pasaba por allí... la vio.

Aún no lo había abierto, y tenía la etiqueta perfectamente pegada, en la que se leía fácilmente: KETCHUP.

Sus curvas, su olor, su figura... Sans cogió mucho aire y observó atentamente el bote de aquel condimento de tomate, sin saber qué hacer.

—Señor, ¿está...? —empezó a preguntar el niño.

Pero Sans ya se había teletransportado. Y se había llevado el Hot Cat con él.