El secreto del arenque.

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Al llegar a Waterfall, donde unas diez estrellas falsas brillaban en el techo de la caverna, nuestro esqueleto protagonista fue hacia la casa de Undyne, más bien conocida como la señorita Arenque.

La sirena azul abrió la puerta de su hogar cuando Sans la tocó. Al salir, Sans le explicó su situación tal y como se la había contado a Papyrus. Undyne escuchó con una ceja alzada en todo momento, y cuando su amigo hubo acabado de relatar se rascó la barbilla y abrió la boca varias veces, pero siempre se retiraba cuando iba a decir algo.

Toriel los observaba desde la lejanía, disfrazada de Riverwoman. Intentando escuchar la conversación como podía, no se dio cuenta de la presencia de alguien junto a ella.

—ja, i haora s pone ah lijar con l pes... —murmuró.

—Oiga.

Toriel se giró para encontrarse con la mirada enfadada de la verdadera Riverwoman, que se encontraba de pie, en ropa interior y con mala cara.

Toriel rio pausadamente, y rápida se deshizo de las ropas de aquella mujer para luego salir corriendo en dirección a Hotland.

—Sans... —mientras tanto, la Arenque se agachó para quedar a la altura del esqueleto. Con una mirada cargada de purpurina y destellos, alzó el dedo pulgar y sonrió— Yo no puedo ayudarte, pero Alphys ve mucho anime y seguro que encuentra una manera de conquistar a ese condimento tuyo. Ánimo.

Y sin decir o hacer nada más, entró de nuevo a su casa haciendo la croqueta.

Sans suspiró. Eso se estaba complicando, ¡pero jamás se rendiría, conquistaría al bote de kétchup!

Entonces, volvió a correr cual princesa hacia Hotland.

Undyne se apoyó en la puerta de su casa y se sacó del bolsillo una pequeña foto en la que salía ella abrazada a una botella de mayonesa. Una lágrima escapó de su ojo, cayendo así en la fotografía.

—Mayonesa, querida... —dijo.

No se había atrevido a decírselo a Sans, pero las relaciones amorosas con condimentos estaban más que prohibidas. Tiempo atrás, Asgore había matado a su Mayonesa... y eso haría con Kétchup si Sans no iba con cuidado. 

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