Igls

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Una suave luz se coló por los párpados de Dios. Aún estaba tumbada, pero en vez de sobre en frío suelo de la habitación oscura en la que había despertado la primera vez, se encontraba sobre algo mullido y cómodo.

    Abrió los ojos, y se encontró con un techo blanco. Se incorporó y se pudo dar cuenta de que ahora estaba en una cama de sábanas anaranjadas. Tenía todas sus heridas vendadas, y casi no le dolían ya.

    La habitación en la que había despertado estaba completamente vacía, excepto por la cama en la que Etihw se hallaba, un armario pegado a la pared de enfrente y una puerta justo a su derecha.

    Bajó su mirada a su vestido. Estaba roto por algunos lados, y tenía bastantes manchas de sangre seca por todos lados.

    Se levantó y caminó hacia el armario. Al abrirlo, le sorprendió encontrarse un bonito vestido de tirantes del mismo color que la puesta de sol, con tres soles de distintos tamaños dibujados en el pecho.

    Era bastante sencillo para una diosa, pero a ella le encantó. Lo cambió por su vestido habitual y se calzó unas botas de cuero con detalles naranjas que se encontraban junto a su cama.
Se dirigió hacia la puerta y giró el pomo. Sorprendentemente, ésta se abrió, dando paso a un largo pasillo en cuyo final se hallaba otra puerta. Etihw tomó aire, y con el ceño fruncido cruzó el pasillo.

    Abrió la puerta algo bruscamente sin querer, pero no le importó demasiado.

    Ahora estaba en una amplia sala bien iluminada por una gran lámpara de cristal que pendía del techo. En el centro del lugar, había dos aparentemente cómodos sofás blancos, uno frente al otro. Entre ellos estaba una pequeña mesita de cristal sosteniendo una bandeja con un plato lleno de galletas y una taza humeante.

    Etihw se acercó desconfiada a uno de los sofás. Miró a todos lados y se sentó con algo de nerviosismo.

    —No hace falta que te pongas nerviosa —rió una voz muy odiosamente familiar detrás suya.
Etihw ni se molestó en volverse. Tan sólo agarró un galleta y le dio un par de mordisquitos.
Pudo escuchar pasos a sus espaldas. Entonces, la mujer que le había atacado el día anterior apareció junto a ella y tomó asiento en el otro sofá.

   Como la primera vez que se habían visto, ella tenía los ojos cerrados, y sonreía de forma un tanto siniestra.

    Etihw tragó lo que tenía en la boca y miró a la rubia con el ceño fruncido.

    —¿Qué quieres de mí? —dijo amenazante.

    —¿Eh, qué quieres decir? —se hizo la inocente esa mujer— Sólo quería traerte a mi hogar y tener un buen rato juntas... Ya sabes, estrechar lazos y todo eso...

    —Estrechar lazos incluye herirme y encerrarme en una habitación a oscuras mientras me desangro durante todo el día? —preguntó la diosa. Dicho esto, volvió a morder su galleta— Por cierto, estas galletas están deliciosas Igls...

    La ángel frunció el ceño y cruzó las piernas.

    —Sabes mi nombre... —murmuró.

    —Por supuesto; soy Dios, ¿recuerdas? —Etihw sonrió levemente— Por cierto, querida, no creo que a tu padre le haga mucha gracia que le hagas esto a tu tía, ¿no?

    Igls pareció sorprendida.

    —¿Padre y tú...? —dijo.

    Etihw no respondió. Sólo continuó comiendo e interrogando a la mujer.

    —También quiero saber algo... ¿A qué viene todo esto de repente?

    La sonrisa de Igls volvió a su rostro. Separó lentamente los párpados dejando ver su oros naranja y miró con malicia a su prisionera.

    —Tan sólo... quiero tu poder —rió.

    —¿Hum? ¿Y eso por qué? —siguió insistiendo.

    —Eres Dios, ¿no deberías saberlo?

    —Prefiero que me lo digas tú... —Esas palabras hirieron un poco a Etihw al decirlas, pues le recordaban a una conversación que había tenido en otro momento con el Diablo de su mundo.

    —Bueno, digamos... —Igls se quedó en silencio unos segundos, eligiendo las palabras adecuadas— que quiero traer a alguien a mi mundo, pero no tengo suficiente poder como para hacerlo yo sola.

    —¿Oh, en serio? ¿Y por qué no le pides ayuda a Siralos? Seguro que estaría encantado de...

    —¡No! —la interrumpió la ángel rubia— ¡Él no debe enterarse de nada de esto, ¿oyes?!

    Etihw se sacudió las migas de galleta del vestido y tomó un sorbo de la bebida de la taza. Sabía bien...

    —Entiendo, tranquila —respondió devolviendo la taza al mismo lugar de antes—. Pero ahora, ¿puedo saber de quién se trata esa persona?

    Igls le dedicó una mirada de profundo odio a la diosa. ¿Por qué se lo tomaba todo con tanta calma?

    —Quiero traer de vuelta a mi hermano, que fue desterrado hace ya mucho tiempo... —dijo ella intentando calmarse.

    La diosa la miró. Realmente sólo le estaba haciendo todas esas preguntas para que la que iba a hacerle ahora la pillara algo por sorpresa.

    —Una última cosa, Igls... —dijo, mirándola con la expresión seria— ¿Por qué de repente tan amable conmigo? Primero me haces sufrir, y ahora me curas y me das todas las comodidades necesarias. ¿Qué pretendes?

    La sonrisa de Igls se torció en una mueca maliciosa.

    —Oh, sólo te trato bien ahora para que luego todo lo demás sea más rápido...

    Etihw arqueó una ceja.

    —"¿Lo demás?" —repitió.

    —Cómo ya sabes... —Igls se cruzó de brazos y entornó los ojos, torciendo más su sonrisa— para poder quitarle a alguien el poder, antes hay que matarlo.


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