Refuerzos

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—... fire... ¡Yosafire! ¡Eh, Yosaf!

    Yosafire abrió los ojos parpadeando. A tientas, agarró sus gafas de la mesita de noche y se las colocó sobre la nariz.

    —¿... Froze? —bostezó— Pero si hoy no hay colegio... ¡Estamos en verano!

    —¡No es eso, idiota! Etihw dice que debemos ir al castillo Blancblack AHORA.

    —¿Y para qué?

    —¡Y yo qué sé! ¡Venga!

    Yosafire se levantó gruñendo. Se cambió el pijama por su ropa habitual y salió a la calle, donde la esperaba Froze cruzada de brazos.

    —Ya era hora.

    —¡Perdón! —se disculpó el demonio, dibujando una sonrisa en su rostro.

    Las dos comenzaron a caminar hacia el gran castillo, intentado averiguar lo que estaba ocurriendo para que necesitaran su ayuda de nuevo, hasta que tras una buena caminata, llegaron a su destino. En la entrada se encontraba un ángel vestida de negro y gris, que llevaba el pelo sujeto en dos largas coletas y cubría su ojo izquierdo con un parche igual al de Wodahs.

    —¡Señorita Grora! —gritó Froze desde la distancia.

    —Vaya, vaya, pero si son Froze y Yosafire —dijo Alela Grora, en cuanto las dos llegaron junto a ella—. ¿Qué tal? ¿Por qué vosotras por aquí?

    —¡Etihw nos reclama! —respondió Yosafire, sonriendo—, aunque ni idea de porqué.

    —Ah, seguramente, por las nuevas.

    —¿Las... nuevas? —preguntó Froze, entornando los ojos.

    —Agh, ya veréis. Bueno, ¡adiós!

    —¡Adiós!

    Las dos chicas cruzaron la gran puerta que daba al interior del castillo Blancblack. Recorrieron esos pasillos que ya se conocían de memoria, subieron largos trechos de escaleras, y al fin, llegaron a la puerta gris donde se habían parado a espiar hacía unos días.

    —Hemos llegado... —dijo Froze.

    Yosafire llamó con fuerza a la puerta, y sin esperar respuesta, a abrió de par en par.

    Nada más entrar, las dos se frenaron en seco, pues en la habitación, entre Kcalb y Etihw, se encontraban dos demonios que nunca habían visto por el Jardín Gris. Una de ellas era casi igual de alta que Etihw, de iris verde oscuro y cabello largo y castaño. Vestía completamente de gris, con una chaqueta de cuero negra y un colgante de una cruz blanca. La otra, que parecía mucho más alegre y animada que la anterior, tenía el pelo más corto, rubio y rizado. Sobre su pequeña nariz, llevaba colocadas unas gafas parecidas a la de Yosafire, tras las cuales brillaban dos saltones ojos azules. Llevaba puesta una camiseta verde y unos vaqueros anchos bastante gastados. Las dos miraron a las recién llegadas con naturalidad.

    —Bienvenidas —dijo Etihw, saludando con la mano a Froze y a Yosafire—. Pasad, no ocurre nada.

    Ellas obedecieron sin salir de su asombro. ¿A eso se refería Grora con "las nuevas"?

    La chica rubia se les acercó y les tendió una mano.

    —¡Hola! —exclamó, con una reluciente sonrisa en el rostro— ¡Me llamo Leila, soy una vieja amiga de Kcalb! ¡Encantada!

    —Yo soy... Froze —se presentó el ángel, aceptando la mano.

    —¡Y yo Yosafire! —dijo Yosafire, agarrando su otra mano con fuerza.

    Leila retrocedió, dando paso a la otra chica. Ésta dio unos cuantos pasos hacia adelante y también les tendió una mano, con una mirada fría como el hielo.

    —Yo también soy una amiga de Kcalb. Es todo un honor —dijo con voz autoritativa.

    —El honor... es nuestro —respondió Froze, tomando la mano con duda.

    —¿No nos dices tu nombre? —preguntó Yosafire después de que las dos se presentaran.

    La chica se cruzó de brazos y puso cara pensativa. Entonces, respondió muy seria:

    —Lo siento, aún no tengo demasiada confianza con vosotras para eso.

    Froze ladeó la cabeza y alzó una ceja.

    —¿Confianza?

    —Al menos, dinos como podemos llamarte —insistió Yosafire.

    —Por ahora... llamadme "Gris", por ejemplo. En honor a vuestro mundo.

    —Encantada, Gris —sonrió la peli-verde.

    Kcalb suspiró y miró a Etihw, pero ella miró hacia otro lado. Parecía enfadada. El Diablo suspiró de nuevo, algo triste, y dijo:

    —Ellas son vuestras nuevas ayudantes, así que id a enseñarles el pueblo.

    Froze miró a Kcalb y ladeó más la cabeza.

    —No entiendo, señor Kcalb. ¿Ayudantes?

    —Las necesitaréis —respondió él—, porque al parecer, el Jardín Gris... está siendo atacado de nuevo.

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