𝐱. lupin's favouritism

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capítulo diez
EL FAVORITISMO DE LUPIN

Draco por fin se había librado de su cabestrillo, y aprovechaba cada momento que tenía para imitar a Harry cayéndose de su escoba. Hoy, por ejemplo, mientras estaban sentados en Defensa, se pasó casi diez minutos burlándose de Harry.

—Cállate, Draco. Dios, ¿cómo es que soy prima contigo? —ladró Aurora, dirigiéndose hacia el chico de pelo rubio, que la fulminó con la mirada.

Lupin pasó los dedos por su chaqueta, y empezó a hablar. La primera pregunta que hizo fue cómo les había ido la clase con Snape, lo que probablemente no fue muy inteligente teniendo en cuenta que se habían pasado la noche anterior quejándose mucho del profesor.

—No es justo. Sólo estaba haciendo una sustitución. ¿Por qué tenía que mandarnos trabajo?

—No sabemos nada sobre los hombres lobo─

—¡... dos pergaminos!

—¿Le dijisteis al profesor Snape que todavía no habíamos llegado ahí? —preguntó el profesor Lupin, frunciendo un poco el entrecejo.

—Sí, pero dijo que íbamos muy atrasados─

—. . . no nos escuchó─

El profesor Lupin sonrió ante la indignación que se dibujaba en todas las caras.

—No os preocupéis. Hablaré con el profesor Snape. No tendréis que hacer el trabajo.

A Aurora realmente no le importaba si él le asignaba o no hacer el castigo, él no era el profesor— así que ¿por qué tendría que hacer cualquier cosa que él dijera para esa clase? Estaría bien si fuera el profesor de esa clase, pero no lo era.

—¡Oh, no! —exclamó Hermione, decepcionada desde la primera fila—. ¡Yo ya lo he terminado!

—¿Eso significa que no tengo que hacer el castigo? —preguntó Aurora.

Lupin dirigió su atención a la chica de pelo negro sentada junto a Harry. Ella lo mira con ojos grises radiantes.

—No es culpa mía que estuviera siendo un total─

Lupin tuvo una extraña sensación de nostalgia cuando ella pronunció esa palabra. Todo en lo que podía pensar era en su padre.

—... Bola de cal —terminó Aurora con un gruñido molesto mientras se recostaba en su asiento.

Remus salió de sus pensamientos cuando los alumnos lo miraron confundidos.

—No, claro que no. Le convenceré para que te deje salirte con la tuya, esta vez.

Una gran sonrisa apareció en su cara y llamó a Hermione, que se dio la vuelta para ser recibida con una sonrisa burlona.

La clase en sí fue bastante entretenida, incluso a ella le pareció buena. Lupin era un buen profesor, tal vez incluso el mejor de los que han tenido. El profesor Lupin había llevado una caja de cristal que contenía un hinkypunk, una criatura pequeña de una sola pata que parecía hecha de humo, enclenque y aparentemente inofensiva.

—Atrae a los viajeros a las ciénagas —instruyó Lupin, mientras indicaba a Aurora que tomara apuntes como estaba haciendo el resto de la clase.

Hizo un pequeño gesto de caligrafía con las manos.

Al sonar el timbre, Aurora se levantó de un salto de su asiento, recogiendo sus libros. Estaba a punto de salir por la puerta cuando oyó que el profesor Lupin la llamaba.

—Esperad un momento, Aurora, Harry, me gustaría hablar un momento con vosotros.

Volvió sobre sus pasos y se dirigió hacia la parte superior de la habitación, donde Lupin ya estaba con Harry.

—Me han contado lo del partido. Y lamento mucho lo de tu escoba, Harry. ¿Será posible arreglarla?

—No —contestó Harry—, el árbol la hizo trizas.

Lupin suspiró.

—Plantaron el sauce boxeador el mismo año que llegué a Hogwarts —explicó Lupin alegremente—. La gente jugaba a un juego que consistía en aproximarse lo suficiente para tocar el tronco. Un chico llamado Davey Gudgeon casi perdió un ojo y se nos prohibió acercarnos. Ninguna escoba habría salido airosa.

—¿Alguien se ha acercado alguna vez lo suficiente? —preguntó Aurora.

—No, nunca, y yo que tú no lo intentaría —su tono era ligero, pero había una ligera preocupación en él—. Es sólo un árbol. No vale la pena perder la vida por un árbol.

Ella sonrió suavemente.

—Es verdad.

—¿Ha oído también lo de los dementores? —le preguntó Harry a Lupin.

Él asintió.

—Sí, lo he oído. Creo que nadie ha visto nunca tan enfadado al profesor Dumbledore. Están cada vez más rabiosos porque Dumbledore se niega a dejarlos entrar en los terrenos del colegio... Fue la razón por la que te caíste, ¿no?

Su pregunta dio pie a una conversación sobre el miedo de Harry a los dementores y el efecto que tenían en él.

Una parte de ella deseaba haber temido a los Dementores, sólo porque quería entender su miedo a ellos.

Ella no temía muchas cosas, no las temía. Odiaba a sus abuelos, no les temía. Tal vez temía a sus abuelos, no lo sabía, no podía decirlo. No lo sabía. No les temía por ella, les temía por lo que harían si descubrían que se preocupaba por sus amigos. Si se enteraba de Harry, Luke, Ron, Hermione.

Cualquiera de ellos. Todos ellos.

—Azkaban debe de ser horrible.

Esta frase hizo que levantara los ojos hacia Harry.

Al parecer, era horrible. Ella nunca había estado allí, pero los mortífagos se lo habían contado. Teniendo en cuenta que prácticamente vivían en su casa durante las Navidades, tuvo algunas conversaciones con ellos. Decían que era un lugar frío y desagradable. Usaron otras palabras, pero ella prefirió no pensar en ellas.

—La fortaleza está en una pequeña isla perdida en el mar. Pero no hacen falta muros ni agua para tener a los presos encerrados, porque todos están atrapados dentro de su propia cabza, incapaces de tener un pensamiento alegre. La mayoría enloquece al cabo de unas semanas.

—Pero Sirius Black escapó —intervino Harry despacio, cuyos ojos se desviaron un instante hacia ella y luego volvieron a Lupin— Escapó...

El maletín de Lupin cayó de la mesa. Tuvo que inclinarse para recogerlo.

—Sí —dijo incorporándose—. Black debe de haber descubierto la manera de hacerles frente. Yo no lo habría creído posible... En teoría, los dementores quitan al brujo todos sus poderes si están con él el tiempo suficiente.

—¿Cree que tuvo ayuda? —Aurora habló en voz alta.

Lupin niega con la cabeza.

—Lo dudo. Black es un... o eso creo que es un tío listo, llevaría mucho tiempo planeando una fuga.

—¿Todavía no hay rastro de él?

Lupin niega con la cabeza, otra vez.

—Desgraciadamente, no. Tal vez sea lo mejor. No volverá a acercarse al castillo.

—¿Cree que venía a matarme?

—No, claro que no —Remus no dudó en contestar y se dio cuenta de su error al hacerlo. Su boca se abrió de inmediato—. Porque sería bastante tonto teniendo en cuenta que estarías protegida por todos los profesores aquí. ¿Un solo hombre contra todo el castillo? No tendría ninguna oportunidad

—¿Pero cree que él quiere hacerlo?

—Esperemos que no —dice Lupin. Estaba en conflicto. Sirius la había adorado cuando era una niña, pero ahora era un hombre cambiado—. Estás protegida aquí, y en casa, ¿espero?

Ella asintió y forzó una sonrisa.

—Sí, claro.

—Usted ahuyentó en el tren a aquel dementor —empezó Harry, y ella se dio cuenta de que había algo más en lo que estaba insinuando.

Él asiente.

—Hay algunas defensas que─

—¿Qué defensas? —preguntó Harry en cuanto las palabras salieron de la boca de Lupin—. ¿Puede enseñarme?

—Me disculpo por él. Está muy necesitado —murmuró Aurora.

—Bueno, de acuerdo. Intentaré ayudarte. Pero me temo que no podrá ser hasta el próximo trimestre. Tengo mucho que hacer antes de las vacaciones. Elegí un momento muy inoportuno para caer enfermo.

—Perfecto. Entonces, ¡ya nos veremos! —le dijo Harry alegremente, antes de salir del aula.

—Señorita Black─

—¿Puede llamarme Aurora? Señorita Black suena como una señora mayor.

—Aurora, también me preguntaba por qué estás ausente en muchas de mis clases. Y si estás aquí, tu mente parece estar en otra parte. No puedo evitar preguntarme si es por mi forma de enseñar o─

—No se lo tome como algo personal —interrumpe ella—. No es por su forma de dar la clase. En realidad es usted un buen profesor, a todo el mundo le cae mucho mejor que Snape. —Ante esto él sonríe—. Debo admitir que he tenido muchas cosas en la cabeza.

—Es bueno saber que no era por mi forma de enseñar. ¿Puedo preguntar qué tienes en la cabeza? —inquirió Lupin—. Si es privado no tienes que hacerlo.

Ella dudó. No se le daba muy bien decirle a la gente lo que sentía. Nunca lo era. Nunca hablaba de sus sentimientos. No sabía explicar lo que sentía tan bien como los demás.

Si estaba triste, lo superaba.

—No he estado durmiendo muy bien —admite ella, y él se sienta más erguido y asiente ante sus palabras—. He estado teniendo estos sueños... en realidad podrías llamarlos pesadillas. Además, el hecho de que mi padre sea un asesino en masa que podría intentar matarme... No me sienta exactamente bien.

—Y estas pesadillas, ¿qué ocurre en ellas?

—Salgo herida, a veces muero. También de formas extrañas. A veces me caigo, otras veces me matan esas figuras encapuchadas─

—¿Figuras encapuchadas? —suena alarmado—. ¿De qué color eran las capas?

Ella piensa, sin acordarse. Por extraño que parezca, una parte de ella quería decir blancas.

—No me acuerdo. Es extraño, un poco preocupante —puso los ojos en blanco ante la última parte. La hacía sentir débil que una pesadilla la asustara. No tenía cuatro años, pero la primera vez que tuvo una pesadilla, sus abuelos le dijeron que no hablara de ello—. No me preocupa la pesadilla. Sólo estoy cansada de no dormir.

—Puedo asegurarte que Black no volverá a entrar en el castillo. En cuanto a las pesadillas, déjamelo a mí. Intentaré pensar en algo.

—Espero que no. Porque si lo hiciera se arrepentiría de haber salido de Azkaban.

Lupin suspiró y murmuró:

—Tan dramática.

Ella hace una pausa un minuto antes de añadir:

—Gracias, por cierto, profesor Lupin.

—No hay problema, Aurora. De verdad, si necesitas algo no dudes en venir a hablar conmigo. Será mejor que te dirijas a tu próxima clase ahora, no querrás llegar tarde.

Después de esto va a su siguiente clase, que por desgracia era Herbología.

¿Podría empeorar este día?


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