Capítulo 9 - Huevo diamante

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

        —En cualquier momento obtendrá su diamante...-Dijo una aldiaciana de pelo rubio.

        — O sus diamantes — Interrumpió otro aldiaciano- Obviamente van a ser 2 diamantes.

        La mujer levantó su ceja derecha, formando una expresión de asombro y Quintillones bebé regaló una tierna y pequeña sonrisa.

        — ¡Buscaré mi Bultardo, tengo que guardar este momento!

        — Ouuuf- Soltó la mamá.

    Los bultardos eran unos aparatos parecidos a los celulares, pero mucho mejores. Tenían varios terabytes de memoria, sacaban fotos como una cámara réflex, podían hacerse mas grandes desplegando su pantalla, el agua no les causaba daño, eran casi resistentes como una roca, su debilidad era el aceite de Ludña (una flor de Aldian proveniente de la planta "Ploludñas") con Lipra (Una fruta con un sabor un poco mas ácido que el de la naranja).

    El aldiaciano se dirigió a la cocina y buscó con la percepción su bultardo, pero lamentablemente no estaba, por eso se dirigió al baño, posiblemente lo había dejado al lado del escusado, normalmente le pasaba, se quedaba viendo alguna noticia mientras hacía su necesidades y una vez que terminaba dejaba al pobre bultardo encerrado en el baño, ¡solo por despiste!

    Seguía buscando, cuando la voz de su esposa lo llamó:

    — ¡Ya le está saliendo un diamante! ¡VEN! ¡NO IMPORTA GRABARLO!

    Eso era cierto, lo importante para él, era ver que le salieran 2 diamantes, quería que su hijo tuviera un poder como él y su esposa. (Los aldiacianos no nacen directamente con diamantes, sino que estos se dejan ver a los días de nacer, conseguir uno significa que tienen un talento, conseguir 2 significa que tienen un poder, pero como ya se sabe, Quintillones obtuvo un solo diamante).

    El padre miró rabioso a la madre, luego al bebé, nuevamente a la madre y finalmente salió del cuarto.

...

    La mamá de Quintillones miró un poco enojada y agobiada, la ventana, ¡otra vez se había roto el control satelital! ¿Ahora cómo vería otra realidad? ¡Sin duda no quería ver a su desgraciado esposo refunfuñando, por la estupidez de que su hijo no tenía poderes! ¿No podía aceptar que su hijo tenía un talento y ya?

    Cada vez que lo escuchaba diciendo eso le daba ganas de... de... ¡encajarle una gran pero GRAN cachetada!, pero bueno, no podía hacer nada.

    Su hijo era muy pequeño y como no podía contar mucho con la ayuda de su esposo, se la pasaba mucho tiempo sola y esto le generaba aburrimiento. Normalmente usaba su bultardo (pero estaba sin batería) o un sistema de video que proyectaba las imágenes en el aire y se le podía dar la dimensión que uno quería, un proyector que no necesitaba una superficie, sino que generaba sus imagines a modo de hologramas, pero lamentablemente tenía roto su control principal. La madre de Quintillones suspiró resignada por la situación y cerró sus ojos, iba a pensar qué hacer, cuando de la nada su hijo apareció.

    —Mamá— Dijo Quintillones, con voz fuerte y tocándole el hombro­­ a su madre— ¿Qué le pasa a papá?—Preguntó inocentemente.

    La mamá lo miró, ella tenía las pupilas dilatadas y el corazón latiendo rápidamente por el sobresalto que le había causado su hijo, que por cierto tenía 7 años.

    -Huh...- ¿Qué le podía decir al chiquitín? La verdad no le quería causar traumas o culpa. Mm... ¿Y si le decía que su padre se había pinchado el pie? Podía funcionar.

    — Tu padre se clavó una astilla de Hyftormina en el pie, ya se la sacó pero le sigue doliendo — La Hyftormina era algo parecido al metal que provenía de las minas y que muchas veces se encontraba en pedazos astillados.

    — Que mal— Dijo Quinti — Espero que el dolor se le pase.

    El mini aldiaciano estaba a punto de dirigirse a su cuarto, pero un recuerdo lo hizo acercarse rápidamente a su mamá.

    — ¿Aun está roto el control? Es que me gustaría arreglarlo— Preguntó.

    — Sí, aun sigue roto.

    Quintillones felizmente miró el control remoto, era un objeto medio triangular, con solapas expansibles, unos cuantos botones y una pequeña antena en su extremo superior.

    El niño entusiasmado corrió a buscar herramientas y un racimo de cables de donde cuidadosamente eligió uno y con él, reemplazó otro dañado en el control remoto. Después insertó otras pequeñas cositas, extrajo unos fragmentos de piezas rotas, unió las dos partes del control y se lo dio a su mamá para que lo probara, antes de irse a su cuarto.

    La mamá sorprendida vio el resultado... ¡Funcionaba completamente bien!

    Una sonrisa se formó en su cara, miró la puerta de la habitación de Quinti.

    "Sin duda éste es su talento", pensó.

...

    Quintillones llevado por el aburrimiento recorría la casa, era un día lluvioso y con muy poca luz, por eso no podía jugar afuera ,soltó un suspiro, hace una hora que no paraba de llover ,estaba taaaaaaaaaaan abuuuuurrido. Se levantó del sillón en donde estaba sentado, por ahí la convencía a su mamá para que lo dejara salir a jugar.

    Caminó como un Zombie por los pasillos, mientras su aburrimiento persistía.

    — ¡AGH! ¡SOPLI DE PORQUERÍA! ¡¿POR QUÉ ME TRATAS ASÍ?!— Dijo entre resoplidos el padre de Quintillones.

    El pequeñín se dirigió al lugar de donde provenía el grito, era del cuarto en donde trabajaba su papá.

    Se quedó casi adentro de la habitación y preguntó:

    — ¿Estás bien papá?

    El Aldiaciano mayor lo miró y luego miró hacia la sopli.

    —Hem... sí —Respondió secamente.

    — ¡Que bien!

    Quintillones le regaló una sonrisa, aunque el padre ni la notó...

    El mini Aldiaciano siguió mirando lo que hacía su papá, hasta que éste le dijo:

    — ¿No tendrías que irte de aquí? El fuego es muy peligroso para unimantes como tu — (Los aldiacianos llaman unimantes a todos aquellos que poseen un diamante y bimantes a los que tienen dos).

    — Mhh...

    — ¡Que el fuego te puede hacer daño te dije! así que es mejor que te vayas— Dijo entre dientes el padre de Quinti.

    — Entendido— Quintillones estaba a punto de irse, pero algo lo distrajo.

    El Aldiaciano mayor había agarrado algo, creyendo que su hijo ya se había ido.

    — ¿Qué es eso?

    El padre de Quinti ocultó rápidamente su posesión detrás de la espalda

    — No es nada- Respondió, otra vez con frialdad el mayor.

    — Bueno...

    Quintillones se retiró del cuarto y al rato observó al padre (que aun estaba adentro trabajando).

    Divisó bien y pudo ver que lo que tenía, se trataba de una "Bristola" un aparato que pulverizaba un líquido ácido y brillante ¿Para que necesitaba eso?

...

    Quintillones salió de su cuarto y se dirigió a la cocina, le urgía un aperitivo nocturno.

    Sacó una firinsa (Una especie de fritura) de la heladera y decidió caminar hacia su cuarto, pero un barullo proveniente del cuarto de sus padres lo atrajo como imán al metal.

    — ¡105 tengamos otro hijo! —Sugirió el padre.

    — No lo sé 41— Respondió 105.

    — ¡DALE! ¡Quiero tener otro hijo!

    — ...

    — ¡TENGAMOS OTRO HIJO!

    — ...

    —¡¡¡¡TENGAMOS UN HIJO!!!!

    — ¡¡TU LO UNICO QUE QUIERES ES TENER UN HIJO CON PODERES!!

    41 la miró con una cara explosiva (o sea... ¡muy! ¡Pero muy! ¡ENOJADO!

    — Escúchame...— El aldiaciano bajó rápidamente la cabeza, el quería lo que quería-¡VAMOS A TENER UN HIJO Y NO ME IMPORTA SI QUIERES O NO!

    105 se quedó paralizada, nunca había visto tan cabreado a su esposo.

    — Mañana vayamos al sorteador de números, para conseguirle un nombre a nuestro futuro crío.

    —Bien...— El padre formó una sonrisa malvada y Quintillones retiró el ojo de la cerradura, si lo hubieran atrapado fisgoneando posiblemente le hubieran sacado su Bultardo por un mes, pero eso no tenía mas importancia que lo que había escuchado ¡sería hermano mayor!

...

    — Adiós mi pequeñín...— Se trató de despedir 105.

    — Adiós mami.

    — Espera, espera, prométeme... ¡Que vas a estar genial!

    — Mamá tengo 8, ya sé protegerme- Respondió con una ceja levantada el niño.

    — ¡Prométemelo igual!- Exclamó entre risitas 105.

    — Está bieeen, ¡Prometo que cuando vuelvas estaré sano y salvo!

    — Bueno, adiós- La mamá le dio un besito en la frente y luego se fue.

    La nave (o más bien auto flotante) avanzo hacia el sureste, la dirección a donde se dirigían sus padres, el centro de números, un lugar en donde había un conjunto de maquinas, que otorgaban un numero al azar. Pero... ¿Por qué un numero y no un nombre? Pues ese número era también el número de su R.D.A (Registro de Aldiacianos).

    Quintillones cerró la puerta y abrió otra, la curiosidad.

    Estaba solo, sus padres tardarían mucho, ya que normalmente había filas largas para la maquina de números. Así que... tenía suficiente tiempo para ver lo que ocultaba su padre ¿No?

    Se dirigió hacia el taller de herramientas.

    Abrió la puerta del cuarto y se adentró lentamente, el suelo estaba lleno de objetos peligrosos, como una sopli cargando,

    La sopli era una herramienta bastante útil, era una especie de soplete evolucionado. Según como se le armara, ya que venía con un kit de distintas piezas, podía largar fuego, agua o aire a presión, así como también se la podía usar para pintar.

    Quintillones buscó con la mirada algo fuera de lo normal...y lamentablemente... lo encontró...

    Él caminaba con cuidado, pero no fue suficiente... ya que pisó una astilla de vidrio, lo que causó que se sostuviera el pie, acto seguido, terminó arriba del proyecto de su padre (el cual estaba a punto de caerse) ¿Y qué pasaba si se caía? ¡SE ROMPÍA!

    Quintillones no podía dejar de aplastar el proyecto de su padre porque el hecho le había provocado un susto tan grande que su mente estaba en blanco.

    Las pupilas se le achicaron, su corazón avanzo más rápido de lo normal y lentamente los nervios afloraron...

    Pasó un tiempo hasta que Quintillones salió del shock.

    El proyecto de su padre era un arma media extraña, grande, parecía ser algo de uso militar por sus características.

    Quinti, solía leer sobre elementos tecnológicos y armas que se utilizaban para protección o posibles guerras.

    Su intriga era tal que tomó la decisión de investigar sobre todo lo que le era desconocido y su afán de aprender lo mantuvo inquieto y ansioso.

    El niño ordenó todo tal y como estaba, de todas formas mientras limpiaba, no podía dejar de pensar en lo ocurrido y esto le nublaba la mente. Tenía que relajarse y comer algo, total ya casi terminaba, el cuarto de su padre estaba bien.

    Sacó su Bultardo y leyó unos cómics, los Aldiacianos admiraban mucho a los humanos, aparte su planeta era parecido, así que... ¿Por qué no tener las mismas costumbres (pero un poco cambiadas)?

    El nerviosismo de Quintillones se había ido, tomó la escoba y empezó a barrer la casa.

    El aburrimiento se hizo presente y Quintillones empezó a pensar con que divertirse, esto lo llevó a pensar nuevamente en lo que le había visto en el cuarto de herramientas de su padre. ¿Qué era? Quintillones sabía muy bien lo que era, pero se preguntaba:

    ¿Por qué lo fabricó?

    ¿Un cliente se lo pidió? Podría ser.

    ¿Para usarlo? Había un único uso para eso... matar.

    Para lo que fuera que haría su padre con eso, no iba a terminar bien.

    Sin duda era sospechoso.

    ¿Por qué era sospechoso? Por construir una arma militar.

...

    La puerta se abrió de golpe.

    41 y 105 entraron con algo especial, ¿Un huevo?

    Quintillones formó una gran sonrisa, adentro de ese huevo estaba su nuevo familiar.

    Los Aldiacianos tenían varios métodos de procreación. De forma natural y por procesos de laboratorio. Muchos elegían el método de "Huevo Diamante", porque acortaba el tiempo de gestación y era mucho mas saludable para el bebe y para la mama.

    — ¿Es niño o niña? ¿Me va a querer? ¿Crees que seré buen hermano?...

    —Tranquilo Quinti, nadie puede saber si te va querer o no, pero estoy segura que serás el mejor hermano mayor.

    — Pero... ¿Es chico o es chica?

    —Aun no se sabe

    — Y ¿Cómo se va a llamar?

    — Treinta mil ¡un nombre muy parecido tocó! ¿No?

...

 Kimil retiró rápidamente la mano de la frente de Quintillones.

    — ¿Qué pasa Kimil? — Preguntó con una ceja levantada el aldiaciano.

    — Pues...mi mano se estaba quemando ¡ja ja ja!

    — ¿Qué?

     — Que mi mano se estaba quemando, mira— Kimil le mostró su mano roja a Quintillones que terminó sorprendido.

    — Parece que las acciones de tu padre te afectaron mucho, igual, sigo sin entender porqué eres tan sobreprotector.

     — Muy pronto sabrás el porqué... ¡Eso sí! tienes que esperar hasta que se te enfríe la mano, no quiero que te hagas daño.

    —Quintillones... no puedo descansar ya que la curiosidad no me lo permite.  

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro