❧ 11 ☙

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—Un combo número tres, por favor.

Estoy en la cafetería del cine. Disfruto bastante venir aquí, así que no me pude negar cuando Emil y Alex me invitaron. Mateo me informó que iría por mí a las ocho, así que tengo tiempo suficiente para ver la película y volver a casa. Al entregarme mi pedido, me uno a Emil y Alex, los cuales esperan por mí para entrar a la sala.

—¿Cuál veremos? —cuestiono.

—La segunda parte de Avatar —me informa Emil.

—¿Esa es una caricatura?

Ellos saben a la perfección que esta es una de las pocas categorías que veo en el cine, porque no voy a pagar para que me asusten, ni para que me hagan llorar. Aunque sí puedo pagar para que me hagan reír.

Los tres nos ubicamos en nuestros lugares. En el momento que inicia la película, fijo mis ojos en Emil, el cual no está a mi lado, sino al lado de Alex.

—Alguien va a morir y me hará llorar, ¿cierto? —investigo.

—Por supuesto que no —responde Emil.

—Alex. —Toco su hombro varias veces buscando una respuesta sincera. No confío en la palabra de Emil.

—Tal vez —responde Alex.

—Oye, no le digas eso —pide Emil.

—Pero es muy buena. Te va a gustar, Carol, lo prometo —agrega Alex.

—Los odio a los dos.

—Nos ama —comenta Emil bebiendo un poco de su soda.

No dudo en tomar un poco de mis palomitas y tirarlas hacia él. Emil se queja, pero no se atreve a devolverme las palomitas, sabe que al hacerlo solo estaría provocando una guerra que terminaría con nosotros siendo sacados de la sala del cine.

La película está en sus últimos minutos y solo quiero levantarme de mi asiento para asesinar a Emil, ya que mis ojos se llenan de lágrimas.

—Ha sido una película bastante emotiva —comenta Emil mientras salimos de la sala.

—Cierto, necesito que hagan una tercera —expone Alex mientras tira toda nuestra basura en el bote de basura.

—Vi a alguien llorando —se burla Emil.

Sé que se burla de mí y no me faltan ganas para hacerlo caer al suelo.

—Sí, a ti mismo —gruño.

—No sabíamos que la película te haría llorar, no con certeza. —Ríe.

Al carajo todo, yo lo mato.

Estoy a punto de golpear a Emil, pero Alex me sostiene de la cintura para evitar que lo haga. Es algo increíble como este pelirrojo que apenas tiene cuatro meses conociéndonos, interviene entre Emil y yo como lo ha hecho Celeste por los últimos años.

—Deberíamos ir a comer algo —dice Alex cuando estoy más calmada.

—Me parece bien. ¿De qué tienen ganas? —investiga Emil al salir del cine.

El frío de la noche hace que un escalofrío recorra todo mi cuerpo. Debí traer un abrigo, qué tonta fui al no hacerlo. Entonces siento que algo se posa en mis hombros y sonrío al ver que Alex me ha puesto su chaqueta.

—No es necesario.

—No, no lo es. Ella debía traer su propia chaqueta —expone Emil.

—No hablo contigo —le grito a Emil—. Y es cierto, debí traer mi chaqueta, no quiero que pases frío por mi culpa.

Trato de quitar la chaqueta de mis hombros, pero Alex niega rápido con su cabeza.

—No tengo frío, tranquila. —Una leve sonrisa se posa en mis labios.

—Mentiroso. —Tose Emil, lo cual me hace blanquear mis ojos mientras Alex solo decide reír.

Los tres nos introducimos al auto. Habíamos venido en el de Alex. Emil está en el asiento de copiloto y yo en el de atrás.

—Entonces, ¿dónde iremos a cenar? —cuestiona Alex al encender el auto.

—Yo tengo que ir a mi casa, no los podré acompañar.

—¿No? —se asegura Alex.

—No, pero vayan ustedes.

—¿Por qué no puedes? —pregunta Emil de inmediato.

—Porque tengo un compromiso.

—¿Qué tipo de compromiso, Carolina? —Emil se gira a verme mientras siento que el auto se pone en marcha.

Ni siquiera intento responderle. Para mí esa pregunta no ha existido. Sus ojos buscan los míos, pero los evito a toda costa.

—Vas a salir con Mateo, ¿cierto?

Es un hechicero, estoy cien por ciento segura.

—No es de tu incumbencia.

La risa de Emil inunda todo el vehículo, porque sabe que tiene razón.

—Espera, ¿quién es Mateo? —Noto la mirada de Alex por el retrovisor.

—Oh, verdad, Alex no está informado. —Emil deja de reír para poder hablar con claridad—. Mateo es el chico con el cual nuestra querida Carol está saliendo.

—¿Estás saliendo con alguien? ¿Por qué no lo sabía?

—Porque, primero, no estoy saliendo con él. Y segundo, es algo muy reciente. —Enumero con mis dedos—. Solo pasaré el día de mañana con él, no es la gran cosa.

—¿Se van hoy y vuelven mañana? —interroga Emil levantando su tono de voz—. A ver, ¿qué les dijiste a tus padres? ¿Que estarás en mi casa o en la de Celeste?

—En ninguna de las dos, saben que voy con él —digo sin ganas de decirlo.

—¿Disculpa? ¿Tus padres saben? —Emil abre los ojos como nunca, creo que hasta le ha dolido hacer aquello.

—Sí. —Suelto un suspiro—. Parece que mis padres conocen a sus padres de toda la vida y yo ni siquiera sabía.

Me encojo de hombros, restándole importancia.

—Entonces, mi pregunta es... —Emil hace una pausa—: ¿cuándo será la boda?

—Mmh... creo que justo un día después de tu funeral, así que no vas a poder ir.

Él vuelve a reír con fuerza.

En este momento lamento tanto no haber venido en mi auto, ya que me tuve que aguantar un sin números de preguntas y comentarios de parte de Emil. . Sin embargo, me limito a ignorar cualquier palabra que viniera de parte del tonto que tengo como mejor amigo.

Le agradezco tanto a Alex que lo haya llevado primero a él a su casa. Suspiro con alivio cuando lo veo bajarse del auto. Al fin paz.

El camino hacia mi casa es extremadamente silencioso, algo común cuando estoy solo con Alex. El silencio no suele ser incómodo, sino agradable. Pero por alguna razón que desconozco, se siente el ambiente pesado, o tal vez son cosas mías.

Al llegar a mi casa, me despido con un beso en su mejilla y no dudo en entregarle su chaqueta. Pero al tratar de bajar, noto que no ha quitado el seguro del auto. Eso hace que me voltee para mirarlo.

—¿Qué pasa?

—Este chico... Mateo... —No lo dejo terminar.

—Es solo un chico, Alex.

—Nunca habías cancelado un plan con nosotros para salir con un chico. Incluso si el plan con esa persona haya sido organizado con anticipación, siempre has elegido compartir con nosotros. —Eso hace que me quede en silencio, porque, en efecto, él tiene razón—. Lo que me hace pensar que no es solo un chico. —Él se ha mantenido viendo hacia el frente, pero toma un poco de aire y lo suelta, como si tuviera tomando valentía. Eso me parece extraño y no puedo evitar arrugar mis cejas—. ¿Lo vas a ver más de tres veces?

Su pregunta me hace negar con mi cabeza con rapidez.

—Sabes que esa es mi única regla —expreso con firmeza—. De hecho, esta es la última vez que nos veremos.

—¿No lo vas a ver más de tres veces por la estúpida regla? —Levanta su tono de voz. ¿Acaso está enojado?—. Tengo la sospecha de que quieres verlo más.

—No, eso... —Me interrumpe.

—No deberías perder una oportunidad de estar con alguien que al parecer te interesa solo por tener miedo.

—No tengo miedo.

—Claro que sientes miedo.

—A ver, ¿de qué tengo miedo?

—De enamorarte.

Sus palabras me hacen reír, es absurdo lo que dice. Yo no tengo miedo de enamorarme, simplemente no tengo interés en el amor y todo lo que eso conlleva. Me siento cómoda y feliz de la forma que estoy viviendo mi vida.

—¿Sabes qué? Es tarde, no tardan en venir por mí. Así que, por favor, abre la puerta —exijo.

Lo escucho bufar, pero accede a quitar el seguro de mi puerta.

—Enamorarte no es lo peor que te puede pasar en la vida, Carol —lo escucho decir mientras me bajo de su auto.

—Para mí sí. —Cierro la puerta con fuerza y me volteo para caminar hacia la entrada de mi casa.



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