❧ 7 ☙

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Mateo Anderson

Siento el sudor recorrer por mi espalda, estoy a nada de terminar. Acelero mis movimientos para poder sentir aquella sensación tan liberadora. Suelto un suspiro al ver en mi reloj que lo he logrado: tres kilómetros. Una sonrisa leve se posa en mis labios.

Me detengo justo frente a mi casa y trato de recomponerme un poco mientras seco el sudor de mi rostro con la toalla que había cargado durante todo el trayecto sobre mis hombros. Sabía que iba a poder lograrlo. Apenas son las seis de la mañana y he corrido tres kilómetros, eso es un logro para mí.

Muevo mi mano en la cámara que hay en la entrada para que detecten el movimiento y me permitan entrar. El portal se abre, permitiéndome pasar. La brisa de la mañana golpea mi rostro y no dudo en tomar varias bocanadas del aire fresco que producen aquello pinos altos que decoran la entrada de la casa.

Me niego a entrar por la entrada principal de la casa. Es muy temprano para escuchar la voz de mi madre diciendo que no es necesario salir de la casa para ejercitarme. Sé a la perfección que hay un gimnasio con todo lo necesario aquí, el cual suelo usar algunas noches, pero por las mañanas prefiero una caminata larga o más bien una corrida. Así se empieza el día con el mejor ánimo.

Entro por la puerta trasera de la casa, donde se encuentra la cocina. Primero inspecciono que mi madre no esté, aunque es muy difícil encontrarla en esta área de la casa. Aprovecho que no hay nadie para tomar una botella de agua del refrigerador.

Nunca el agua sabe tan deliciosa como cuando tu cuerpo pide a gritos ser hidratado.

—Joven Anderson, a su madre no le agradaría verlo aquí.

Esa voz hace que el agua tome el camino equivocado, lo cual me hace toser, evitando que el agua siga yéndose por donde no debe. Me fijo que es una de las jóvenes que se encarga de la limpieza y el mantenimiento de la casa.

—Primero, no puedes aparecer así de la nada—digo mientras enumero con mis dedos—. Segundo, a mi madre no le agradan muchas cosas. —Le guiño un ojo—. Y tercero, tranquila, debe estar en su estudio.

El cual está al otro lado de la casa.

La joven asiente sin agregar nada.

—Pero ya me voy, solo por tu paz. —Tomo una manzana y luego salgo de la cocina.

Si fuera por mí, me hubiera encantado quedarme más tiempo en la cocina; es el único lugar que mi madre visita con menos frecuencia. Por lo tanto, desde pequeño ha sido mi lugar favorito de la casa.

No quiero que piensen que a mis veintitrés años me oculto de mi madre, porque no es así. Es solo que mi madre es una persona con opiniones fuertes, siempre trata de imponer sus ideas o principios en los demás. Por eso solemos chocar. Considero que cada uno puede tener su propio punto de vista, no todo es blanco o negro, también puede ser gris. Pero como ella tiene la capacidad de convencer a cualquiera de que su verdad es la única, no solemos tener conversaciones largas y profundas. No es que tenga el tiempo tampoco, ser parte de unos de los bufetes de abogados más prestigiosos del país no le deja mucho tiempo que digamos.

Sé a la perfección que no le agrada que ni mis hermanos, ni yo vengamos a la cocina con frecuencia. Ella dice que si necesitamos algo, solo debemos pedirlo. Pero eso me parece simplemente ridículo: si quiero algo, puedo venir a buscarlo. Después de todo, tengo dos piernas, las cuales funcionan a la perfección.

Subo las escaleras hasta la segunda planta, que es donde se encuentra mi habitación.

Al pasar por la puerta de Bruno, noto que hay mucho silencio, lo cual me hace arrugar mis cejas. Miro la hora en mi reloj, él debe estar despierto, tiene que alistarse para la escuela. Pero podría apostar con mi vida que no lo está. Así que me acerco a su puerta y dejo varios golpes sobre esta. No obtengo ninguna respuesta de su parte, así que procedo a llamarlo con fuerza, mientras dejo más golpes.

Obtengo unos quejidos de su parte y sé que he logrado despertarlo. En unos minutos la puerta frente a mí se abre y puedo ver a mi hermano frotándose los ojos.

—¿Qué quieres, Mateo?

—¿Sabes qué hora es?

—Estaba durmiendo, ¿cómo podría saber eso?

—No me sorprende. —Una voz se escucha a mis espaldas.

No tengo que voltear para saber que es Lucas, el menor de los tres.

—¿A dónde vas? —le pregunta Bruno, lo que me hace voltear y encontrarme con Lucas totalmente vestido con su uniforme, quien lleva su mochila en uno de sus hombros.

—A la escuela —expresa con obviedad.

Bruno me toma de la muñeca para poder ver la hora en mi reloj.

—Faltan cuarenta minutos para irnos, ¡estás loco!

—Hoy tengo práctica de fútbol, sabes que tengo que llegar más temprano —expone Lucas.

—Te lo juro, eres adoptado —grita Bruno—. ¿Por qué tenías que practicar un deporte?

—En defensa de él —señalo a Lucas—, yo también practiqué un deporte durante gran parte de la escuela y la universidad —expreso, lo cual es verdad. Había practicado tenis por los últimos ocho años de mi vida—. Además, aquí de los tres, el único al que no le gusta despertarse temprano eres tú. Así que creo que el adoptado es otro.

Poso mis ojos en Bruno. Puedo notar por la coloración roja que están adquiriendo sus orejas que se está enojando.

—Y eres el único que no tiene cabello rubio —comenta Lucas. Asiento con mi cabeza, dándole toda la razón—. Tengo la teoría de que nuestros padres pensaban que no podrían tener otro hijo después de Mateo y se dieron una oportunidad con la adopción. Pero después llegué yo, el milagro, el ángel de la familia.

Trato de no reír, pero al ver con la seriedad y calma que habla Lucas, no puedo contenerme.

—El demonio, más bien —ruge Bruno.

—¿Hablando de ti, hermanito?—se burla Lucas.

Veo las intenciones de Bruno de acercarse a Lucas, así que coloco mi brazo en su pecho para detenerlo.

—Basta, solo te estamos molestando —digo haciendo que entre de nuevo a su habitación—. Vete a alistar, mejor.

Lo escucho bufar y luego cerrar la puerta de su habitación con fuerza. Eso hace que Lucas y yo riamos.

—Oye, pero creía que no tenías práctica hoy —comento.

Lucas se acerca a mí.

—No tengo, he puesto la alarma mal y me he despertado antes —susurra para que solo yo pueda escucharlo—. Pero no le digas.

—Tranquilo, será nuestro secreto. —Despeino un poco su cabello para luego dirigirme hacia mi habitación.

Tenía que ir a trabajar, así que también debía empezar a alistarme.

➳➳➳➳➳➳➳➳➳

Entro a mi oficina mientras tomo un poco de té. Nunca he sido fan del café. Evité su consumo lo más que pude durante la universidad; no quería tener un vicio a tan temprana edad. Me acomodo en mi escritorio y abro el primer cajón a mi izquierda, ya que quiero mi agenda para verificar los pendientes que tengo para hoy. Pero algo más llama mi atención, es un celular, y me toma unos segundos recordar que es el de Carol. Sin poder evitarlo, una leve sonrisa se posa en mis labios. Recuerdo haberlo dejado aquí para que no se me fuera a olvidar en casa, habíamos quedado en entregárselo hoy.

Lo admito, tenía ganas de verla, la noche que compartimos antes de ayer fue algo memorable. No tengo necesidad de mentirme a mí mismo, esa chica es única. Suelo ser de encuentros de una sola noche, por eso no me molestó que al despertar no estuviera. De hecho, yo suelo ser el que no está cuando la otra persona se despierta. Pero, por alguna razón que aún desconozco, me quedé dormido plácidamente a su lado.

No me suele pasar. Por culpa de todos los viajes que suelo tener por mi trabajo, se me ha descontrolado el sueño y no suelo dormir más de tres horas consecutivas. Pero ese día dormí siete horas seguidas, lo cual fue una gran sorpresa para mí y no, no me molestaría que volviera a pasar.

Escucho dos golpes sobre mi puerta, lo cual me saca de mis pensamientos.

—Adelante. —Tomo mi agenda y cierro el cajón.

Veo entrar a mi asistente en mi oficina.

—Buenos días, hoy tenemos un día estresante —dice Gabriel mientras deja unos documentos sobre mi escritorio—. Son los ingresos de la semana.

—Bien, lo revisaré y comenzaré a hacer el informe —hablo mientras ojeo mi agenda—. ¿Ha llegado el gruñón que tenemos como jefe?

—Sí, está en una reunión.

—Tenemos que enseñarle un presupuesto para el hotel en Londres. ¿Terminaste la diapositiva?

—Sí, todo listo. Cuando termine la reunión, le avisaré —comenta mientras revisa algo en su celular—. Recuerda que debemos programar un viaje para la semana que viene.

—Oh, cierto, te digo en estos días la fecha.

—Perfecto. —Guarda su celular—. Cualquier cosa que necesites, me avisas —dice con intenciones de irse.

—Espera, Gabriel. —Eso evita que salga de la oficina—. Tengo que irme faltando quince para las seis. Sé que tenemos muchos pendientes, pero hoy nos vamos temprano y mañana nos quedamos a amanecer, ¿sí?

No lo digo como orden, sino como sugerencia. Sé que esto es un trabajo con un horario. Pero no puedo perder la oportunidad de ver a Carol. Además, sé que más que mi asistente, Gabriel es mi amigo.

—Bueno, está bien, como ordene el capitán. —Me hace un saludo militar.

—Gracias, marinero. —Río un poco mientras lo veo salir de mi oficina.

➳➳➳➳➳➳➳➳➳

Las horas pasan más rápido de lo he esperado. Me encuentro conduciendo hacia la escuela de Carol. No suelo salir con chicas que aún asisten a la escuela, pero creo que a veces se hacen excepciones. Ella es mayor de edad, lo cual me da paz mental.

Al llegar a la dirección ubicada en el GPS, me estaciono donde encuentro lugar. Es evidente que hay una actividad hoy aquí, ya que el estacionamiento está lleno. Al ver a tantas personas vestidas de rojo y blanco, me hace pensar que hay juego de básquetbol. Sé que esos son los colores del equipo porque mi primo, el cual también estudia aquí, pertenecía a este.

Durante el día, Carol me ha escrito por Instagram para mandarme la dirección del lugar y un número donde podía escribirle para avisarle cuando llegara. Así que saco mi celular para hacer aquello.

Mateo:

"Hola, Carol me ha pedido que le escribiera aquí.

Ya estoy en el estacionamiento".

Al pasar unos minutos me responden.

"Va para allá".

No dudo en salir del auto para que se le haga más fácil encontrarme.



-------

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro