❧ 9 ☙

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Mateo está justo a mi lado, mientras que mis padres están frente a nosotros en la mesa. Porque sí, en efecto lo han invitado a quedarse a cenar, y al parecer Mateo no tenía la capacidad de decir que no. Es una palabra que aprendí a decir a los dos años y debo aceptar que es una de mis palabras favoritas en este mundo, más cuando se trata de mis padres.

—La última vez que te vi creo que fue en un partido de tenis de tu escuela —comenta mi padre—. ¿Lo sigues practicando?

—Oh, sí, no tan seguido como antes. El trabajo no me deja tanto tiempo libre —responde Mateo mientras come.

Han preparado salmón con puré de papas y vegetales. Si no hubiera comido antes de venir, tal vez tendría apetito. Pero ahora solo me entro uno de dos bocados cada vez que mi madre me mira. En cambio, Mateo come con entusiasmo, parece disfrutarlo.

Desde donde estoy puedo verlo de perfil y tengo que admitirlo, este hombre en realidad es atractivo. Todas sus facciones lo hacen ver elegante y distinguido. Es simpático con mis padres, responde cada una de sus preguntas con amabilidad, hasta ha hecho algunos chistes que les han causado gracia a mis padres.

No he aportado a la conversación más de lo necesario. Pensaba que me iba necesitar para sacarlo de las "típicas preguntas incómodas". Pero no, él ha sido capaz de desenvolverse y responder cada una de ellas sin necesitar mi ayuda.

—Eres el contable de todos los hoteles y restaurantes, ¿cierto? —cuestiona mi madre.

Parece una entrevista de trabajo, o peor, un interrogatorio para saber si es el candidato indicado para ser mi novio.

—Sí, llevo dirigiendo las finanzas de todo hace un año.

—Debe ser mucha responsabilidad, ¿no? —investiga mi madre.

—Un poco sí, pero al entrar tuve la guía de mi tío Alonso y de mi abuelo, así que cogí el ritmo con prontitud.

—Eres en definitiva un gran joven, Benjamín debe estar orgulloso. Me imagino que se sintió feliz al saber que ibas a unirte al negocio familiar.

Mateo no comenta nada, solo asiente. Entonces lo veo bajar su cabeza y concentrarse en su plato, lo cual me hace pensar que se ha sentido algo incómodo con lo que ha dicho mi padre.

—Ya sé lo que haces y no es necesario —intervengo—. He dicho que para mí es un honor ser parte algún día del negocio familiar.

—No lo decía por eso, Carolina. —Una leve sonrisa se posa en los labios de mi padre. Tenía mucho sin verlo sonreír—. Solo reconozco que me agrada que tengas alguien como Mateo en tu vida, alguien que pueda ser buena influencia para ti.

En ese instante suena el celular de mi padre. Reconocía ese ringtone a kilómetros, y la verdad me había parecido extraño que haya durado tanto en la cena, siempre hay algo más importante que compartir con su única hija.

—Discúlpenme, pensaba que lo tenía en silencio —dice sacando su celular—. Voy a tener que retirarme, debo tomar esta llamada. —Se coloca de pie.

—No se preocupe, yo entiendo que cuando el deber llama, hay que acudir.

—Así es. Fue un placer volverte a ver, Mateo. —Mateo se levanta para estrechar la mano de mi padre—. Me le das saludos a tus padres, por favor.

—Por supuesto —comenta Mateo, sentándose de nuevo.

Mi padre se marcha del salón y la siguiente en levantarse de la mesa es mi madre.

—Iré por el postre, espérenme aquí —avisa.

Sin más que agregar, sale también del salón mientras las chicas de limpieza retiran los platos del comedor y acomodan todo para poder disfrutar del postre.

—Te pediría perdón por lo que te han hecho pasar —giro mi cabeza para mirarlo—, pero todo esto fue tu culpa, porque claramente dije que tenías que ir a trabajar y tu única responsabilidad era decir que no podías quedarte —hablo con rapidez—. Pero no, el señorito quiso entrar, sentarse y aceptar la invitación de cenar.

—¿Acaso querías dijera: "No, me tengo que ir"? —Sus ojos se posan en mí. Una sonrisa divertida decora su rostro.

—Sí, exactamente eso. Era algo muy sencillo.

—Tranquila, la próxima vez no entraré y simplemente me marcharé.

—Ni pienses que va a haber una próxima vez —digo de inmediato.

—Te puedo asegurar que sí. —Me guiña un ojo.

La seguridad de sus palabras hace que niegue con mi cabeza mientras una sonrisa se aloja en mis labios.

—Mateo, vas a ver que te vas a quedar con ganas de volver a comer estos brownies —dice mi madre al unirse a nosotros de nuevo.

—No tengo dudas de que será así —expone él.

Mi madre se dispone a servirnos a los dos y luego tomar asiento de nuevo en su lugar. No dudo en comer, ya que sé a la perfección que ha sido ella quien los ha preparado. Es de las pocas cosas que me enseñó a preparar cuando era más joven. Pero aunque están deliciosos, no los puedo disfrutar. Porque sé a la perfección que los prepara solo cuando va a obligarte a hacer algo.

—Dime, ¿qué me pedirás?

—¿De qué hablas? —Mi madre se hace la desentendida.

—Mamá, hiciste brownies, ambas sabemos qué significa eso. —No tenía sentido que lo atrasara más—. Solo dilo.

—Hija, creo que es un tema que podemos discutir después. —Sus ojos están sobre Mateo, el cual está concentrando en disfrutar su postre.

—Tranquila, a Mateo no le molesta, ¿cierto? —Llevo mi mano hacia su pierna para que ponga atención y así pueda apoyarme.

—No, por supuesto que no —dice de inmediato.

—Esperamos por ti, mamá. —Ambos miramos a mi madre.

Ella me mira con ojos desafiantes, pero yo le mantengo la mirada. Sé que no quiere hablar de esto delante de Mateo, pero yo sí. Al hacerlo delante de él, no podrá gritarme ni buscar la manera de convencerme, o más bien a obligarme a hacer lo que tiene en mente.

—Solo quiero que este fin de semana nos acompañes a los viñedos. —Su voz es suave y relajada—. Tenemos una reunión con todos nuestros clientes y sería adecuado que nos acompañaras.

Lo sabía, otra fiesta llena de personas petulantes que se creen lo más importante en este mundo.

—No voy a poder ir —anuncio de inmediato.

—Carol, debes ir, y no está en discusión. —Su voz sigue siendo calmada y por eso trato de que la mía también sea de ese modo.

—Es que no puedo, Mateo me había invitado a salir y le he dicho que sí. —La mentira sale con tan naturalidad de mí que hasta me preocupa—. ¿Ahora quieres que le cancele? Solo porque no me has avisado con tiempo de aquella reunión, a la cual me encantaría asistir.

—No, por supuesto que no —expone mi madre—. No sabía que tenías planes.

—Yo no sabía que ella tenía un compromiso —interviene Mateo—. Voy este fin de semana para unos hoteles que tenemos cerca de la costa y pues la invité, pensé que sería una gran oportunidad para Carol, sé que le interesan las finanzas.

Agradezco mucho que me siga la corriente.

—No sabía que te interesaban las finanzas —expresa mi madre.

—Por supuesto que me interesa, madre, los viñedos pronto estarán totalmente bajo mi dirección y creo que sería conveniente que estuviera lo mejor preparada.

Es verdad, pienso hacer un posgrado en finanzas luego de terminar la carrera de negocios internacionales. Pero no se lo había comentado. ¿Cuándo lo haría? Apenas la veía, y en las pocas cenas que tenía con ella, siempre había un tema que tratar.

—Pero vas a trabajar. ¿Carolina no sería una distracción?

Abro mi boca para responderle a mi madre, pero Mateo es más rápido.

—Para nada, Carol se mostró muy interesada en mi trabajo. Sería un honor para mí que me acompañara y así tener la oportunidad de enseñarle un poco de lo que hago. Nos iríamos el viernes después de ella salir de la escuela y volveríamos el sábado, por supuesto, con su permiso.

Ni yo lo hubiera dicho mejor. Mi madre se queda en silencio unos segundos, sé que está buscando las palabras para negarse, pero estoy segura de que no las encontrará.

—Está bien, creo que podrías acompañarnos en otra ocasión —accede ella.

Lo cual me hace sonreír con levedad mientras aprieto la pierna de Mateo en forma de agradecimiento.

Al terminar el postre, nos movemos hacia el salón. Mateo se encuentra a mi lado en un sofá y mi madre enfrente de nosotros en un sillón pequeño. Luego de interrogar un poco más al chico a mi lado, se despide de nosotros con la excusa de darnos un momento para poder platicar a gusto.

—Gracias por todo —digo en el momento que mi madre sale de nuestro campo auditivo.

—Me debes una.

—Sí, tengo varias ideas de cómo pagarte esa deuda. —Elimino la distancia que habíamos mantenido por la presencia de mi madre.

—Me da curiosidad saber cómo vas a saldar tu deuda. —Sonríe de lado—. Pero ahora no sería prudente.

—¿Por qué? —pregunto sobre su oído.

Hay silencio de su parte. Así que continúo con mi intención y dejo besos desde su oreja hasta su cuello. Mi mano se mueve por su pierna hasta llegar a su entrepierna.

—Tus padres —dice con dificultad.

—No vendrán a interrumpirnos. —Comienzo a dejar caricias sobre su miembro, el cual ha empezado a endurecerse. Mis labios se mueven con agilidad por todo su cuello. Mi lengua no se hace esperar. Me atrevo a succionar esta área a mi antojo.

—Carol... aquí no. —Siento como aparta mi mano de su entrepierna.

Mis ojos suben a los suyos buscando una explicación, pero sé a la perfección la razón. Mi corazón casi se escapa de mi pecho al ver la intensidad de sus ojos. El deseo es evidente en aquel gris.

—Quiero que sigas como no te imaginas. —Me besa por unos cortos, pero deliciosos segundos—. Pero me moriría de pena si tus padres o alguien más nos encuentran aquí haciendo algo... imprudente.

Suelto un suspiro mientras me coloco de pie.

—Bien, señor prudente. —Tomo su mano para hacer que este también se levante—. Vayamos a un lugar más privado. —Hago que me siga hasta las escaleras. Las subimos con rapidez y cautela, para así dirigirnos hacia mi habitación.


--------

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro