Capítulo 18: El pueblo zoruk

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Viento, nieve y hielo era lo único que alguien podía hallar en la parte norte del mapa. Kleyn se hallaba cargando con una enorme mochila en donde llevaban todo lo necesario para sobrevivir hasta llegar al Monte Glaciar, en donde hallarían un pueblo en el cual hospedarse antes de ir al Reino Nevado.

Su compañera iba vestida con ropa de abrigo gruesa. Era un traje hecho de pieles de animales totalmente negro, a excepción la pelusa blanca que adornaba su capucha y los extremos de la vestimenta, como lo eran las mangas y la parte final del pantalón.

Por su parte, Kleyn iba vestido como siempre, solo que esta vez llevaba puesta su capucha para cubrirse la llama de la cabeza. Solo se podía ver el brillo rojo de sus ojos cuando la llevaba puesta, pero no necesitaba nada más, pues su condición como forjador le permitía aguantar las más bajas temperaturas, debido a ser alguien que doblega el fuego a su voluntad.

Pese a todo, a Kleyn no le agradaba aquella clase de clima. La ausencia de calor convertía el lugar en un páramo helado carente de vida en según qué momentos. En un clima como aquel era incapaz de invocar a sus clones, porque estos eran rápidamente extinguidos por la ventisca. Además de que sus habilidades ígneas se veían debilitadas debido al frio constante. Y por si fuera poco, la misma ventisca les impedía ver con claridad aquello que estuviese a más de cincuenta metros, por lo que usar portales era inútil.

A la asesina tampoco le gustaba aquel clima, pues se veía obligada a ir cubierta con todas aquellas pieles para no morir congelada, y eso le dificultaba la tarea de utilizar sus armas, las cuales llevaba debajo de las capas de pieles.

— ¿Cómo vamos? —preguntó Kleyn, acercándose a la joven. Tuvo que alzar la voz para hacerse oír, pues el viento opacaba su voz con facilidad.

— Aun nos falta —respondió ella en el mismo volumen.

— ¿Cuánto?

— No puedo saberlo —esta sacó el mapa y la brújula que estaban dentro de uno de los bolsillos de la enorme mochila que llevaba Kleyn—. No tengo ninguna referencia física que pueda ver en el mapa que nos indique cuanto hemos avanzado, pero sé que vamos por buen camino. Al menos eso es lo que me indica la brújula.

— Déjame ver —tomó ambos objetos y se intentó ubicar mirando a todos lados, pero por más que lo intentaba no conseguía ver ningún punto de referencia—. Ten —le devolvió a Ágata las herramientas que les servían de guía.

— ¿Has podido ver algo?

— No. No tenemos más opción que seguir caminando hasta dar con la ciudad en el Monte Glaciar.

La chica no dijo nada, solo volvió a guardar las herramientas de navegación y siguió caminando mientras Kleyn veía como esta se alejaba. Al cabo de unos segundos la siguió.

¿No crees que Miss Simpatía está algo calmada hoy? Ya se habría quejado de algo a estas alturas.

— A lo mejor se encariñó conmigo.

Teniendo en cuenta que intentó escaparse de tu dimensión trece veces cuando aún seguía en reposo, dudo que se haya podido encariñar contigo. Además, tengo la sensación de que cuanto más te conoce peor le caes.

— Esta ventisca acalla cualquier voz menos la tuya. Una verdadera lástima.

El sentimiento es mutuo. Pero no te quejes, que después de todo tú nunca me escuchas.

— Ojalá fuera tan fácil.

Los dos viajeros siguieron su camino con paso firme, pero sin llegar a apresurarse. Hicieron alguna pausa para comer un poco de carne seca, pues no eran capaces de cocinar nada dado el ambiente en el que se encontraban. Tuvieron que detenerse en el medio de todo para proceder, porque aún seguían sin encontrar cueva, roca o árbol tras el cual cubrirse para poder disfrutar de la comida con calma.

No llevaron una tienda consigo porque confiaron en que llegarían al pueblo antes de que cayese la noche. Y ambos tenían que admitir que sentían dudas de conseguirlo antes de tiempo. Sin embargo, dado las condiciones climáticas, habría dado igual llevar una tienda, pues serían incapaces de hacer que esta se mantuviese en pie durante la tormenta.

Sin darse cuenta la tarde llegó y consigo trajo una sorpresa inesperada, pero agradable, para los viajeros. La ventisca se había calmado después de tanto tiempo entorpeciendo el viaje de ambos. Ahora solo quedaba una brisa ligera, mas seguía siendo tan gélida como el propio hielo.

Pequeños polvos de nieve de los montículos eran arrastrados por ese viento, lo que le daba al ambiente un toque agradable y pacífico, totalmente opuesto al de antes.

Ahora que la nieve no les obstruía la vista del camino podían ver mucho más allá que antes. Kleyn aprovechó la situación para ir abriendo portales que los ayudasen a acortar el trayecto, mientras que Ágata iba controlando con la brújula y el mapa que estuviesen yendo por la dirección correcta.

Algunos animales polares se mostraron a la distancia: osos, zorros, lobos, y también conejos, además de otros que no saltaban tanto a la vista. Incluso parecieron cruzar lo que parecía ser un cementerio de mamuts, ya que el suelo estaba lleno de esqueletos con colmillos enormes. Durante este tramo, algún que otro espectro glaciar se asomaba tras algunos de los restos de estos animales para asechar al Forjador y a la asesina, pero estos desaparecían a los pocos segundos de salir de un portal usando otro.

Aquello que en verdad llegó a maravillar a los viajeros fue el enorme esqueleto de lo que parecía ser una ballena cerca de un océano. Kleyn se desvió un momento solo para poder admirar aquel cadáver hecho huesos. Por la posición de las costillas, el animal parecía haber muerto de espaldas mientras la nieve le terminaba de cubrir la espina dorsal. Tanto pareció gustarle esto al pelirrojo que se puso a palpar estos huesos. Como si estuviera adentro del estómago de la criatura, en el cual cabía más que de sobra, tanto él como la chica.

Entre tanto Kleyn se mantenía distraído con eso, Ágata se puso a escalar uno de los huesos para ver desde lo alto. De su capucha asomó la cabeza la pequeña Mordisquitos para ver junto a su compañera.

— Kleyn —comenzó a llamar la chica desde lo alto.

El tipo alzó la mirada para prestarle atención a esta.

— Tienes que ver esto.

El tipo abrió un pequeño portal por el cual se asomó como si fuese una ventana, y se situó junto a Ágata. Esta apuntaba con su dedo índice a una formación montañosa a lo lejos. Esta no parecía ser muy alta.

— Creo que ese puede ser el lugar que andamos buscando.

— ¿El Monte Glaciar?

La joven asintió.

— Bien, no perdemos nada por ir.

Dichas aquellas palabras Kleyn abrió otro portal desde donde ambos se encontraban y los llevó al pie de aquel lugar. Aparecieron cerca de lo que parecían ser unas escaleras que subían hacia lo alto de un monte, y junto a estas parecían haber dos toboganes y dos antorchas a los extremos, lo cual ayudaba a iluminar por la noche. Cada cierto número de escalones había un nuevo par de antorchas para iluminar el trayecto.

Comenzaron a subir de portal en portal, y en alguno de esos transportes vieron a una criatura deslizándose de pansa por aquel tobogán de hielo. Ágata, de entre los dos, se quedó mirando a aquella figura mientras Kleyn abría otro portal.

— Kleyn —llamó esta y tomó al tipo del hombro para que no atravesase el portal.

— ¿Qué ocurre?

— ¿Qué era eso que acababa de pasar? —apuntó a aquello que aún se seguía deslizando.

El Forjador entornó la mirada y se fijó en el individuo al que su compañera se refería.

— Debe ser un zoruk: humanoides con peculiaridades corporales como las de una morsa. Son robustos, de piel gruesa y con colmillos. Ah, y todos tienen bigote... hasta las mujeres —Comentó con cierta sonrisa de bromista. Por favor, no lo menciones.

Ella no dijo nada al respecto, solo continuó subiendo junto a Kleyn. Cuando llegaron arriba del todo el Forjador abrió los dos cierres de su capucha para poder pasar los cuernos y dejó su rostro y llama al descubierto. Respiró profundo y luego exhaló en abundancia.

— Por fin hemos llegado —dijo mientras miraba con una sonrisa al pueblo de zoruks yendo y viniendo de un lado para otro—. Ya estamos en el Monte Glaciar.

Aquel era un lugar hecho con fuertes troncos y también estaba cubierto de cuero y pieles de animales enormes con los que conformaban sus tejados y barreras rompe viento. Todo sujeto con cuerdas. Junto a cada vivienda había una antorcha clavada al suelo para iluminar las calles y el camino de piedra que le dejaba a uno desplazarse con comodidad por el lugar.

Por estos tramos solía pasearse la gente del lugar, los zoruks. Estos se no le decía nada a ninguno de los dos, a pesar de verse a la legua que eran extranjeros y que uno de ellos era el Forjador.

— Busquemos una posada en donde podamos pasar la noche —propuso Kleyn.

— ¿Una posada? ¿Estás seguro? —inquirió esta y enarcó una ceja.

— Sí, ¿por qué lo dices?

— A caso no recuerdas lo que pasó la última vez que fuiste a una posada o taberna.

Kleyn se llevó la mano al mentón y elevó la mirada para interpretar las palabras de su compañera. Recordó que la última vez que fue a una taberna fue cuando fueron al pueblo antes de ir a ver a Tal'kar. Por la noche, cuando se había ido a dormir, una de las camareras mató a su clon.

— Bueno, pero aquel era un pueblo que estaba bajo la sospecha de ser parte del territorio enemigo... y que al final resultó ser así. En cualquier caso, esta vez será diferente —aseguró con cierto rostro de confianza.

— ¿Cómo puedes estar tan seguro?

— Porque Talux nos dijo que viniésemos aquí, y si el propio líder de la orden nos da una recomendación como esa, entonces este lugar no puede ser territorio enemigo —Aunque la voz de la experiencia te haya dicho lo contrario en muchas otras ocasiones. Como cuando fuiste invitado a la mansión de aquel conde diabólico para firmar un trato y te pidió que lo acompañaras en la cena mientras estabas sentado debajo de un candelabro sujetado por una cuerda convenientemente atada a un enganche que estaba detrás de él.

— Yo nunca me siento segura, incluso si es Talux quien nos recomienda venir aquí. Prefiero mantener la guardia en alto —expuso con cierta seriedad—. Además, si evito que me hieran por culpa de un ataque sorpresa no tendré que volver a tu dimensión para recuperarme.

— Claro, porque es preferible pasar varios meses aquí esperando mientras el enemigo avanza, pero no importa, después de todo Kleyn y sus clones no están aquí, ¿verdad? —dijo, haciendo una burda imitación de la chica—. Pues que sepas que sería inútil intentar evitarme de esa forma, porque entonces habría hecho más clones para que nos hagan compañía.

A pesar de ser una amenaza pobre, Ágata debía de admitir que sintió cierto repelús ante la capacidad de Kleyn para crear tantos clones como le viniese en gana.

Al final decidieron ir a la posada más cercana. Los atendió un zoruk que no hizo comentario alguno del aspecto de ambos individuos, pero le echó una breve mirada de arriba abajo a Kleyn.

— Disculpe, buen hombre, nos gustaría alquilar dos habitaciones —comenzó Kleyn apoyando un codo en la barra y recargándose sobre esta con una sonrisa simpática y un poco ostentosa.

— Lo lamento, pero solo nos queda una habitación, pero tiene dos camas, así que podrían aprovecharla.

El Forjador dirigió su mirada a la chica, la cual estaba de brazos cruzados y con el rostro fruncido. Esta había escuchado la conversación, y le dijo a Kleyn que no quería dormir en la misma habitación que él, usando tan solo la negación con su cabeza. Kleyn asintió conforme y levantó un pulgar en señal de comprensión.

— Perfecto, entonces, la tomamos —respondió alegre. ¡Oh! Eso debió dolerle.

Ágata se quedó boquiabierta por la forma tan burda en la que Kleyn había ignorado su respuesta. Estuvo a punto de protestar, pero el pelirrojo ya había tomado las llaves y se fue rápido a sentarse en una mesa a cenar. Se tuvo que resignar a acompañarlo y comer alguno de los platos calientes que ofrecían en la posada, tal vez eso le ayudase a no pensar en ser ella la próxima mujer que intentase matar a Kleyn.

El pelirrojo vio como la chica se sentaba delante de él y lo miraba con rostro ceñudo. Mas él sonreía porque aquella situación le resultaba bastante cómica.

— ¿Por qué te ves tan enojada? —preguntó de forma retórica y socarrona.

Ella no dijo nada, solo mantuvo su mirada seria de pocos amigos.

— O vamos, necesitábamos una habitación. Además, no te vendrá mal dormir un poco para quitarte ese mal gesto —quiso señalar al ceño fruncido de la joven, pero esta le apartó la mano de un golpe.

— Escúchame, más te vale que nuestras camas estén lo más separadas posibles, no quiero ni escuchar tus ronquidos. Y como te me acerques por la noche o intentes algo raro te clavo una daga en los testículos.

Al oír eso, Kleyn se separó un poco de ella y levantó una ceja. Estoy casi seguro de que no ha tenido un novio en toda su vida.

— De acuerdo, capto el mensaje. ¿Pero a qué viene este cambio de actitud? Cuando estuvimos allá afuera en la ventisca te veías más tranquila.

— Eso era para que no nos perdiésemos entre tanto caos y mantuviésemos una comunicación eficiente y calmada. Pero ya no estamos en una ventisca —le recordó.

— Supongo que tienes razón —Y yo que pensaba que por fin podrías haberle caído menos mal— Ahora, poniéndonos serios, estamos en el monte Glaciar. Estaría bien comenzar a indagar acerca del problema de los robos de tijeras. Cualquier información que nos ayude a acercarnos al líder de esta zona es útil. Pero también tenemos que ir al Reino Nevado, así que... ¿qué piensas?

La asesina miraba al techo pensativa mientras seguía cruzada de brazos.

— Tal vez podríamos quedarnos aquí dos días para intentar sonsacar algo de información de todo esto. Si lo conseguimos nos moveremos hacia el Reino Nevado, si no podemos quedarnos un poco más de tiempo hasta que encontremos algo útil, pero no más de cuatro días.

— Lo veo una buena opción.

— Disculpen —dijo uno de los camareros zoruks de la posada—, ¿qué quieren comer?

Los dos individuos se asintieron el uno al otro y decidieron continuar con la conversación en otro momento.

Cada uno se pidió un estofado junto con una hogaza de pan y una jarra de cerveza. El ambiente fue agradable y tranquilo, aunque a Kleyn le pareció ver a varios zoruks mirándolo de vez en cuando y murmurando entre ellos. No les prestó mucha atención, mas se dijo a sí mismo que aquella noche tendría que dormir con un ojo abierto, solo por si acaso.

Terminaron de cenar sin percance alguno, y justo después de pagar su comida se fueron a la habitación. Ágata decidió pasar al lavabo antes de ir a la cama. Cuando entró a la habitación vio a Kleyn recostado en su cama mirando al techo, había separado esta de la otra y las había puesto contra la pared. Aunque le llamó la atención el clon que estaba parado en una esquina sin decir nada.

— ¿Qué hace ese clon ahí?

— Él hará guardia por nosotros. Si algo ocurre nos despierta. Simple —respondió sin despegar la vista del techo.

La chica no le dio importancia a eso, solo quiso acostarse y descansar, estaba exhausta por todo el trayecto hasta allí. El viaje había durado más de lo esperado, y la ventisca solo consiguió agotar sus energías con mayor velocidad. Se quitó el abrigo de piel y comenzó a sacarse uno a uno todos los cinturones que llevaban dagas, y los dejó debajo de la cama, a excepción de una daga que colocó debajo de la almohada. Solo se quedó con su traje de asesina, aquel que se ceñía a su esvelta figura. Miró a Kleyn por última vez. Este no se había volteado a mirarla en ningún momento, ni siquiera por curiosidad, solo mantenía la vista fija en la madera del techo. Ágata lo prefirió así, y sin decir nada, se introdujo entre las sabanas de su cama y cerró los ojos, con el cuerpo mirando hacia su compañero, pues la puerta estaba del lado de la cama de este, y si alguien entraba reaccionaría antes si lo veía de cara.

— Ágata —llamó este, mientras parecía seguir sumido en sus pensamientos.

Esta soltó un juramento en voz baja y luego abrió los ojos.

— ¿Qué quieres? —resopló.

— ¿Por qué eres tan tajante conmigo?

— De verdad me has despertado solo para...

— Lo digo en serio —se levantó y miró hacia donde estaba ella—. Llevamos bastante tiempo juntos en esto. Bueno —se replanteó—, menos de una semana en esta dimensión, varios meses en la mía, pero el caso es que... después de todo ese tiempo no parece que confíes del todo en mí. Es como si siempre estuvieses con la guardia en alto, en todo.

— Soy una asesina, mi trabajo es sospechar de todos en todo momento.

— Ágata —dijo cortante—, te salvé la vida. Si fuera alguien que quisiera hacerte daño podría haberte dejado morir allí —evidenció con cierto toque de enojo—. ¿De verdad es por ser una asesina, o es que acaso tienes miedo de dejar que los demás se acerquen a ti?

Al escuchar eso la joven entornó la mirada. Kleyn sabía que había dado en el clavo. Tantos milenios y tantas personas a las que había conocido le habían enseñado como tratar con aquellos que se mostraban reticentes a sus compañeros: enfrentarlos de cara.

— Kleyn, escúchame —su tono de voz se volvió más seco y severo—, mientras nuestro objetivo salga bien no tengo por qué tener plena confianza en ti. Tú no me conoces, y lo poco que yo sé de ti ya me parece más que suficiente.

— Entonces deja que te conozca mejor, permíteme ser un compañero de confianza.

— Eso no es necesario. Si en algún momento considero que lo es, yo misma te hablaré de mí. Hasta entonces solo nos asociaremos lo justo y necesario. Pero créeme, es mejor que no te encariñes conmigo.

Las palabras de la chica sonaban fuertes y parecían ir en serio. Pero en la mirada que esta mostraba, a Kleyn le pareció notar algo que le llamó la atención, quizá ese deseo de poder confiar en él, pero no estar segura. Aunque también podrían ser imaginaciones suyas, después de todo Ágata siempre se mostró con aquel humor de perros.

— De acuerdo, no te presionaré si eso es lo que prefieres.

— Buenas noches —soltó, dando la conversación por terminada.

La joven pensó que podrá haberse ido a dormir tranquila y sin nada que la molestase, pero las palabras del albino habían conseguido hacerla enojar, pero no eran horas para dar gritos, además que ella prefería reservar la ira para utilizarla cuando fuese necesaria. Intentó ignorar lo ocurrido y volver a conciliar el sueño. Relajó su cuerpo y se dejó llevar por el cansancio.

— Ágata.

— Con un demonio —se levantó de golpe con el rostro cruzado— ¿Qué quieres ahora?

— Hay algo que me tiene un poco inquieto.

— ¿Y eso a mí qué?

— Es sobre Tal'kar, y algo que me llamó la atención cuando luché contra él —hizo una pequeña pausa antes de continuar— ¿Sabes lo que son las armas o armaduras con propiedades?

Ágata calmó su temple e intentó mostrarse cooperativa en la conversación para que esta terminase lo más pronto posible.

— Sí. Hekapoo era capaz de hacer armas y armaduras con propiedades ígneas, pero decía que nunca nos haría ninguna, pues eran muy peligrosas. Por lo que entiendo, son armas capaces de lanzar fuego a voluntad del usuario, o de extinguirlo según la propiedad de esta.

— Correcto. Pues, el caso es que Tal'kar tenía una lanza con la propiedad de defensa ígnea —expuso de forma contundente—. Mis ataques de fuego nunca llegaban a dañarlo porque este siempre los eliminaba.

Aquello hizo que la asesina se quedase parada un momento y pensase detenidamente en lo que Kleyn acababa de decirle.

— ¿Lo dices en serio?

— Sí.

Esta barajó en su cabeza varias de las posibles explicaciones a eso.

— Quizá la haya robado de algún lugar, es decir, son traficantes de tijeras, ¿por qué no irían a robar armas también?

— No podría ser un arma robada, la cantidad de armas ígneas que hay por todas las dimensiones es muy escasa. Además, esa lanza estaba diseñada para él, pues la podía manejar con gran pericia y era de su tamaño.

— Bueno, pudo haberla imbuido alguien, ¿no? Tengo entendido que hay individuos capaces de imbuir armas con los elementos de la naturaleza.

— Sí, esa podría ser una opción, de no ser por una cosa —levantó su dedo—. El arma de Tal'kar podía manejar muy bien el fuego y en grandes cantidades. Un arma imbuida con un elemento se desgasta muy rápido, porque la magia destruye el metal usado para esta. Pero esta era distinta, su diseño armonizaba con el flujo de la propiedad de defensa ígnea, lo cual, en vez de destruir el arma, la potencia —se levantó un poco— Es como si consiguieras mezclar el agua con el aceite, a priori parece ser imposible.

— Pero tú puedes hacerlo.

— Sí, y es eso lo que me molesta. Un arma como esa solo yo soy capaz de crearla, lo cual me hace pensar que los traficantes tienen a alguien que es capaz de fabricarles este tipo de herramientas.

Ágata se quedó callada por un momento, asimilando lo que aquello significaba.

— Entonces, quieres decir...

— Que si ellos pueden fabricar esas armas en masa... estaremos en serios problemas, porque mi fuego será algo con lo que no podré contar para luchar contra ellos.


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Bua, estas semanas estoy de exámenes. Aún así sigo siendo capaz de seguir trayendo capítulos a esta plataforma. ¿Soy un dios? No... aún.

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Gracias por el apoyo, y nos vemos en la próxima ocasión.

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