Capítulo 26: Boom

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Cayó sobre las calles empedradas de la ciudad. Sus botas metálicas resonaron un poco al golpear la roca, pero eso no lo importaba a Kleyn. Había aterrizado justo delante del callejón del cual se había producido la explosión, por lo que, si alguien intentaba escapar, tendría que pasar por encima de él.

Kleyn observó la escena. Algo había explotado justo entre dos contenedores. Había marcas de hollín por el suelo y los muros, además de los contenedores. Todo era iluminado por las llamas producidas por la explosión, mostrando restos de basura y comida ardiendo, llenando el ambiente de un olor desagradable.

Kleyn arrugó la nariz y luego se cubrió con su mano para evitar el horrible aroma. Algunos de los ciudadanos cercanos al callejón comenzaron a salir de sus hogares para ver que había ocurrido. Pronto Kleyn tenía a trece personas a su espalda, fisgoneando.

— ¿Qué fue ese ruido tan fuerte? —dijo una mujer mayor, quien se encontraba de mal humor.

— Estaba durmiendo a mi niño cuando mi marido y yo escuchamos el escándalo —mencionó una mujer junto a su pareja. Esta sujetaba entre sus brazos a un bebé, el cual estaba llorando a más no poder.

Parece que se te está acumulando el trabajo.

Tenía razón, Kleyn frunció un poco el ceño, a sabiendas de que la gente solo entorpecería su trabajo, así que invocó tres clones para que mantuvieran a la gente a raya.

— A ver, ciudadanos —comenzó el clon de en medio—, manténgase a una distancia segura de este lugar. Estamos investigando.

— ¿Acaba de explotar algo en mi vecindario y no voy a poder ver qué mierda ha ocurrid? —se quejó la señora de antes.

— Si el mismo Forjador está aquí, entonces no tiene que estar preocupándose, señora. Así que deje de quejarse, anciana chismosa —le dijo uno de los vecinos.

— A mí no me hables así, mequetrefe.

Pronto estalló la discusión entre los vecinos y los clones intentaron calmarlos a todos.

Kleyn negó con la cabeza, y luego volvió su atención al fuego. Con un movimiento de mano eliminó el incendio y consumió las llamas. Sin embargo, había algo que seguía iluminando el lugar, algo oculto tras uno de los contenedores. Confundido, se acercó para ver de qué se trataba. Y cuando llegó, vio algo que le llamó la atención: una especie de esfera metálica con agujeros en los seis extremos. La esfera no era muy grande, podía cubrirla por completo cerrando la mano. Pero lo curioso era el brillo que emitía, el cual salía por los seis agujeros que mostraba. Estos estaban cubiertos por alguna especie de cristal, o algo, que impedía meter los dedos en esos agujeros, y que hacía que aquella cosa conservase su forma esférica. Miró aquella cosa desde distintos ángulos, incluso desde abajo, y lo único que vio era que aquella cosa que iluminaba la esfera era una clase de líquido espeso que emitía calor.

— ¿Y esto qué es? —se dijo a sí mismo.

Mientras este se intrigaba a sí mismo observando la esfera desde diferentes puntos, la luz en el interior de esta comenzó a hacerse más fuerte.

— Pero que...

Otra fuerte explosión se produjo en el callejón. La pequeña onda expansiva apagó las llamas de los clones de Kleyn, eliminándolos.

La gente que antes discutía, ahora corría asustada por las calles, dirigiéndose a sus casas. Mientras todos gritaban y huían llenos de pavor, una criatura se reía desde las alturas, en los tejados. Un goblin que sonreía a más no poder mostrando sus dientes de sierra. Tomó el antifaz que le cubría los ojos y se lo llevó a la frente para poder limpiarse las lágrimas producidas por la risa.

— Funcionó, jefe. Tal y como usted quería, el Forjador está muerto —se decía a sí mismo con voz chillona y aguda.

Pero un portal rojo que apareció encima de él lo hizo parar su jolgorio y moverse hacia un lado lo más rápido posible.

Kleyn cayó sobre el sitio en el cual, segundos antes, el goblin se retorcía de la risa.

— Hmmm. Fallé —dijo, girándose hacia la criatura verde.

— Pensé que habías muerto —dijo el goblin, poniéndose de pie.

— Sí, yo también lo pensé. Supongo que nos decepcioné a ambos —justo al terminar de decir esa frase, el Forjador se lanzó hacia el tipo.

Este, metió la mano en una bolsa de la cual sacó otra esfera, igual a la anterior, y se la lanzó a Kleyn antes de echarse hacia atrás.

El pelirrojo abrió bien los ojos al ver aquel dispositivo de nuevo, y se cubrió con sus brazos como si fueran una equis.

De nuevo, otra explosión. Esta vez, sobre el tejado.

— ¿Te gustó eso, maldito? —gritó el goblin.

Una figura salió despedida del humo y fue directo hacia el tipo verde y le dio una patada. El goblin no tuvo tiempo para tomar una nueva bomba y lanzársela al pelirrojo, por lo que intentó cubrirse como pudo y utilizar el pie del muchacho como trampolín para alejarse aún más de él. Ahora que estaba en el aire, sí que pudo sacar otra bomba y lanzarla.

— Cómete esto, maldito hombre. antorcha.

Kleyn vio la esfera acercarse, y le lanzó una enorme llamarada para hacerla detonar en el aire antes de que llegase a él. Sin embargo, las llamas fueron consumidas por la esfera, la cual resplandeció de un rojo muy intenso e incandescente.

— No puede ser... —consiguió pronunciar antes de que una explosión aún mayor se produjera justo cuando la bomba lo alcanzó.

El goblin cayó al suelo y de nuevo se comenzó a reír sin control.

— Ahí tienes, idiota. Eso es lo que te mereces.

El goblin volvía a cantar victoria, pero un portal rojo se abrió a sus pies, y cayó en su interior. Apareció en el medio del cielo nocturno, a kilómetros de distancia del suelo, y comenzó a caer. Frente a él se encontraba un Kleyn con la camiseta de tirantes hecha añicos.

— Estoy harto de que los enemigos tengan objetos que absorben el fuego —se quejó este. Luego juntó las manos y canalizó llamas en sus palmas—. Absorbe esto —gritó, y un enorme torrente de llamas salió desprendido de él.

El fuego parecía que iba a chamuscar al tipo verde, pero todas las llamas fueron redirigidas hacia la bolsa que este llevaba consigo, y a la mochila que tenía en su espalda. Un montón de esferas comenzaron a brillar de forma incandescente, y el goblin gritó de pavor, y se quitó la mochila y la bolsa tan rápido como pudo.

— Ahora —dijo Kleyn.

Fuego salió disparado de sus pies, y esto lo propulsó hacia su enemigo, y lo atrapó. Rápido abrió un portal y los sacó a ambos de allí, volviendo a tierra. Desde la seguridad del suelo, ambos vieron la enorme explosión múltiple que hubo en el cielo.

— Cielos, gracias por salvarme —dijo el goblin, quien estaba siendo sujetado por las enormes manos blancas del Forjador.

Al oír las palabras del tipo, Kleyn comenzó a sacudirlo del cuello de su vestimenta. Después de unos segundos se detuvo.

— Deja de acerté el tonto. Dime quién eres y qué es lo que estás haciendo aquí. Y, sobre todo, ¿quién te dio esas bombas? —dijo Kleyn, frunciendo el ceño. Sus ojos rojos refulgieron por un segundo.

El goblin tragó saliva. Una gota de sudor le cayó desde la frente, evidenciando su nerviosismo. Pese a ello, volvió a sonreír, mostrando de nuevo su dentada de sierra.

— Comprendo que estés confundido, Forjador. Pero, creo que hay otras cosas de las que deberías de preocuparte antes que intentar sacarme información —dijo este, sacando una especie de tuvo metálico, el cual tenía un botón. Y lo presionó.

— ¿Qué es eso?

— Esto, querido Forjador, es un dispositivo creado por alguien que es capaz de superarte como forjador. Y lo que hace es activar las miles y miles de bombas que distribuí por toda la ciudad, y que explotarán en unos pocos minutos.

— No puedes estar hablando en serio —dijo, un tanto incrédulo.

Pero aquella incredulidad se convirtió en terror cuando, de la fuente que estaba junto ellos, comenzó a salir una luz anaranjada del agua. Kleyn creo un clon para que sujetara al tipo por él y pudiera acercarse a ver de qué se trataba. Cuando Kleyn asomó la cabeza vio una esfera metálica metida en la fuente, brillando como lo había hecho la primera que había visto. Si no fuera porque su piel era blanca, el goblin podría haber visto palidecer el rostro del albino.

— A juzgar por la intensidad de la iluminación, diría que tienes menos de un minuto y medio para intentar deshacerte de las bombas —dijo el goblin, y comenzó a reírse.

Pero que rastrero.

Sin pensárselo, Kleyn comenzó a crear muchos clones, los cuales salieron corriendo en todas las direcciones posibles en busca de bombas.

— Espero que seas rápido, Forjador... —de nuevo, el goblin amagó con reírse, pero el clon le dio un puñetazo en el estómago, el cual lo desmayó.

Mientras tanto, Kleyn comenzaba a pensar en cómo deshacerse de las bombas mientras sus clones las buscaban. Quizá abrir portales y cubrir la ciudad con agua para minimizar los daños. No. Eso era estúpido. ¿Llamar a los de la Orden para pedir ayuda? No había tiempo. ¿A los reyes? Tampoco.

— Maldición, necesito tiempo —gritó Kleyn, sujetándose la cabeza con ambas manos.

Desesperado, abrió un portal y desapareció. Segundos después Kleyn apareció por un portal en lo alto del cielo nocturno, fuera de los límites del reino, y dirigiéndose a este, como si estuviese por volar sobre Mewni. De pronto, todos los clones que recorrían las calles en buscad de bombas, frenaron un segundo, y luego comenzaron a correr otra vez, pero, esta vez no buscaron bombas. No. Sino que se dispusieron a bloquear las puertas de todos los hogares y a refugiar a aquellos a quienes encontrasen sueltos por las calles.

Por su parte, Kleyn disparó fuego de sus pies para impulsarse y mantenerse en el aire el mayor tiempo posible, y con una de sus garras comenzó a rasgar el tejido dimensional, abriendo un portal que se hacía cada vez más y más grande a medida que avanzaba.

— Cariño, mira eso —señaló un hombre que iba tomado del brazo de su mujer.

Ella miró al cielo y vio como una línea roja que se hacía cada vez más grande comenzaba a ensancharse.

— Wow.

— Y eso —volvió a decir el tipo, señalando esta vez a un resplandor proveniente de uno de los cubos de basura que había cerca.

Y la chica volvió a sorprenderse. Pero uno de los clones de Kleyn apareció de golpe y tomó a la pareja por sorpresa.

— Lo siento, pero deben esconderse.

— Es el Forjador —dijeron al unísono.

Este los llevó a ambos hasta una casa cercana y golpeó la puerta. Una niña pequeña le abrió al tipo, y esta se asombró al ver a Kleyn.

— Oh, es el Forja...

— Sí, soy el Forjador. Necesito que resguardes a esta pareja un momento. Es una emergencia —dijo de forma apresurada.

Sin esperar la respuesta de la niña, o que los padres aparecieran para pedírselo a ellos, el clon cerró la puerta y se quedó allí para evitar que nadie saliera.

Así, todos y cada uno de los clones fue resguardando a cuantos ciudadanos podía, y luego se quedaba allí a esperar cerca de la puerta.

— No somos suficientes para cubrir todas las puertas —dijo uno de ellos, viendo que alguna puerta cercana a él no estaba siendo bloqueada.

— Eso no importa. Lo importante es que la gente que esté por las calles se resguarde y los que están en sus casas permanezcan encerrados —dijo otro.

— Cuanto tiempo se tardará Kleyn en terminar lo que está haciendo.

— A saber, es la primera vez que hace una locura como esta.

Kleyn apretaba los dientes e intentaba mantener el impulso con la propulsión de las llamas. Pero no se había detenido ni un solo segundo, y necesitaba respirar para recuperar su fuego.

— Ya casi... —se decía a sí mismo, al ver que casi estaba sobre el límite opuesto del reino, pero, tal y como este se lo había temido, sus llamas se apagaron, y su mano dejó de abrir el portal—. Mierda.

Kleyn cayó al vacío, y mientras lo hacía vio como el tejido rasgado por sus garras se abría, como si de un ojo se tratase, hasta cubrir prácticamente todo el reino.

— Ahí viene —Esto no me gusta Kleyn. Es una mala idea. Una muy mala idea.

De pronto, del gigantesco portal que se había abierto en el cielo, una fuerza comenzó a succionar el aire sobre Mewni, y con él, también al Forjador.

En la ciudad: las bombas, las carretas, la basura, y todo aquello que no estuviese resguardado en el interior de un edificio, comenzó a elevarse por los cielos, debido a la succión proveniente del portal. Incluyendo a las bombas que había sueltas por allí.

Los clones se sujetaron de los marcos de las puertas para evitar ser jalados por la fuerza de succión, mientras observaban como todas las bombas se estaban alejando de la ciudad.

— Miren, está funcionando —señaló uno de los clones.

— ¡O no! Hay personas que todavía están afuera —señaló otro, al ver a algunos ciudadanos salir flotando.

Pronto, otros clones dejaron de sujetarse a los edificios y salieron en ayuda de aquellas personas que no habían podido refugiarse. Se sirvieron de la misma técnica que usó Kleyn con sus pies para propulsarse mejor y llegar más rápido hasta los ciudadanos. Luego, intentaron luchar contra la fuerza de succión tanto como podían para no ser arrastrados junto con todo lo demás.

— Vamos —decía Kleyn. Que ya estaba cerca de atravesar el portal.

Tomó aire y luego cerró los ojos un momento, hasta que sintió que su cuerpo atravesó el portal. Inmediatamente abrió los ojos y se vio suspendido en la oscuridad del espacio. Detrás suyo, y muy cerca, el sol.

Lo hiciste, estamos en el espacio, y puedo seguir hablando. Oh, pero tú no, ¿verdad?

Por poder, Kleyn no podía ni respirar. Estaba aguantando la respiración mientras esperaba que todas las bombas cruzasen el portal.

No sé por qué, pero siento que no saldremos vivos de esta.

De haber podido Kleyn le habría dicho a la voz que se callase, pero no estaba en condiciones de poder hacerlo.

Vio las bombas aparecer a través del portal, junto con un montón de cosas más. Como basura, carros y agua.

Ahí están, ahí están las bombas. Vamos, Kleyn, cierra el portal y volvamos a casa. Rápido.

Le habría gustado, pero allí no estaban todas las bombas, pues seguían apareciendo más y más del portal. Tenía que esperar a que no entrase ninguna otra, pero tenía que estar muy atento, o no le daría tiempo para intentar regresar.

Una última bomba salió del portal, y no parecieron aparecer más. Un poco inseguro, Kleyn contó: uno, dos, hasta cinco, y como no había aparecido ninguna otra bomba pasado ese tiempo, cerró el portal desde lejos y trató de abrir uno junto a él para volver a casa. Pero, cuando este se abrió, una enorme corriente de viento lo empujó, y lo envió hacia el sol.

No puedes escapar de esa forma. La succión del espacio evitará que pueda salir por un portal. Necesitarás un impulso muy fuerte si quieres traspasar la fuerza de succión.

Ya lo sabía, pero las situaciones límites siempre lo llevaban a intentar estupideces.

Se giró en el espacio y apuntó hacia el sol. Entonces, las bombas finalmente explotaron y enviaron a Kleyn hacia el gigante rojo. "Justo a tiempo", pensó él. Aprovechó el impulso y comenzó a propulsarse usando el fuego de sus pies dirigiéndose al sol. La gravedad de la estrella estaba ayudando a Kleyn a tomar impulso, pero no estaba seguro de si había alcanzado la fuerza suficiente para intentar volver.

Date prisa, Kleyn.


Sí, tenía que darse prisa. Utilizar su fuego estaba acabando con el poco oxigeno que le quedaba, pero quería llegar al límite para estar seguro de que la velocidad alcanzada era la necesaria. Cuando sintió que sus últimos segundos de aire iban a acabarse, abrió rápido un portal que consiguió atravesar, pese a la fuerza de succión. Cuando apareció en el cielo, respiró como nunca lo había hecho antes, y cerró el portal tras de sí. Debido a la repentina entrada de aire en sus pulmones, comenzó a toser mientras caía.

Kleyn, rápido, tienes que recuperarte, o terminarás hecho papilla contra la tierra.

Todavía le costaba respirar bien, por lo que seguía tosiendo.

¡Kleyn, vamos!

— C-ca... —intentaba decir.

¿Qué?

— C-ca... cállate.

Una vez contento, abrió un portal antes de estamparse contra el suelo y salió disparado sobre el agua, como si fuese una piedra rebotando en el mar. Rebotó tanto que al final llegó hasta el borde de la playa. El albino yacía en la arena con su rostro enterrado en esta. Mientras que un cangrejo que pasaba cerca comenzó a subir por la espalda de este.

¿Kleyn, sigues con vida?

Al oír a la voz en su cabeza, la llama que siempre permanecía encendida entre los cuernos del muchacho, volvió a mostrarse. Luego se levantó y se quitó toda la arena de la cara. Luego soltó un suspiro de cansancio y abrió un portal de regreso a Mewni.

Apareció en la plaza, junto a sus clones. Intentó ponerse de pie, pero las piernas le fallaron, y se tuvo que arrodillar. Uno de los suyos vino y lo ayudó a levantarse, dejándole que se recargara en su hombro.

— ¿Cuál es la situación? ¿No ha habido daños? —le preguntó al clon.

— Bueno... pese a que te llevaste una gran cantidad de bombas, hubo algunas que explotaron aquí. Por suerte no fueron más de cinco explosiones que afectaron la ciudad. El resto explotaron en el aire.

Kleyn suspiró.

— Supongo que no fue un plan infalible, después de todo.

— Pero fue un buen plan. Salvaste a todos los ciudadanos... o al menos a la mayoría.

— Sí... supongo que las enseñanzas acerca de la gravedad que me dio aquel erudito hace mucho tiempo sirvieron de algo. En cualquier caso, aún quedan cosas por hacer. ¿Dónde está el goblin?

El clon apuntó a uno de sus compañeros, el cual sostenía entre sus manos al goblin desmayado.

— Perfecto, tenemos que llevarlo a la guarida de la Orden para interrogarlo. También necesitamos avisar de lo ocurrido al resto. Con un poco de suerte Kelly ya lo estará haciendo. Y también hay que ayudar a los afectados por las explosiones.

— Entendido —dijo el clon.

— Bien. Ahora, ayúdame a llegar hasta la guarida y desvanécete para que el resto sepa cuáles son sus órdenes —dijo, y abrió un portal que llevaba a la guarida de la Orden—. El del goblin —le gritó al otro clon—, tú también te vienes con nosotros.

Este asintió y siguió al original.

Tal y como Kleyn había dicho, Kelly había visto todo desde las cámaras y se había puesto a mover al resto de miembros para atender la situación. Cuando Kleyn apareció, rápido llevaron al prisionero a una celda y lo encerraron, mientras que Tryda se encargaba de tratar las heridas del albino.

Todos tuvieron una noche agitada, aquel día, pero a la mañana siguiente Kleyn estaba esperando a que el goblin despertara. La criatura verde abrió los ojos y vio que se encontraba en una celda. Rápido miró a todas partes con sus ojos y halló al Forjador sentado en una banqueta al otro lado de la celda.

— Vaya, por fin despiertas —dijo este—. Talux —llamó colocando una mano junto a su boca para hacerse oír—, ya está despierto.

El hombre del parche en el ojo apareció junto a Kleyn poco después de ser llamado.

— Parece que por fin despertó —mencionó este—. ¿Quieres hacer los honores?

— Sería un placer —respondió Kleyn, y luego carraspeó su garganta—. Bien, comencemos por lo sencillo. ¿Quién eres? —le dijo al goblin

Este miraba a ambos y luego tragaba saliva.

— Se ven muy tranquilos —frunció el ceño—. Las bombas, ¿acaso no explotaron?

— Bien, vamos a dejar algunas cosas claras. Primero, nosotros somos quienes hacen las preguntas aquí. Segundo, las bombas es algo de lo que no tienes que preocuparte —dijo, mostrando una sonrisa fanfarrona.

El goblin se mostraba confundido, pero en unos segundos comprendió lo que estaba pasando.

— Así que lo conseguiste. Pudiste salvar a este reino y a sus habitantes —la expresión del goblin cambió en una de incredulidad y luego en una de risa. El goblin comenzó a carcajear, y los tipos al otro lado de la celda se miraron un momento y ambos levantaron una ceja—. Parece que el jefe te subestimó un poco. Bien, responderé, pues me has impresionado.

Kleyn no dijo nada, solo entornó la mirada y clavó sus ojos en los del goblin.

— ¿Quién eres?

— Toddit Rascachispa.

— Eres parte de los traficantes.

— En efecto.

— ¿Cómo metiste todas esas bombas en Mewni sin que nadie se diera cuenta?

Toddit se rio.

— Con tiempo, Forjador. Mucho tiempo y cautela.

— ¿Quién las hizo?

— Nuestro jefe.

Kleyn se acercó aún más a los barrotes de la celda.

— ¿Y quién es ese jefe tuyo?

— Gornak —dijo, sonriente.

Ahí estaba. Ese era el nombre de su siguiente objetivo, suponiendo que las palabras del goblin fuesen ciertas.

— Muy bien, ahora dime, ¿dónde se esconde ese tal Gornak?

— Lo siento, pero eso es todo lo que obtendrás de mí. Adiós, Forjador. Fue interesante poder concerté —dijo el goblin de forma maliciosa.

Toddit mordió uno de sus dientes con fuerza y tanto Kleyn como Talux oyeron un pequeño crujido, segundos después un pitido, y lo siguiente que vieron, fue la cabeza del goblin explotar en mil pedazos.

Los dos tipos se habían cubierto, el rostro con sus brazos. Cuando se descubrieron vieron el cuerpo decapitado del goblin tirado en el suelo, sobre un charco de sangre que se hacía cada vez más y más grande.

Kleyn apretó los dientes y le dio una fuerte patada a los barrotes, los cuales resonaron debido al choque de metales con la bota del albino.

— Maldición. Tan cerca —se quejó.

— Puaj. Ahora habrá que limpiar este estropicio —se quejó Talux, abandonando el lugar.

Kleyn se quedó un poco más, solo para lamentarse por haber tenido tan cerca la oportunidad de averiguar quién era su siguiente objetivo, y perderla.

Al final volvió con el resto, pues no había nada que hacer al respecto, solo recoger las pertenencias del goblin y ver en alguna de estas se podía encontrar alguna pista que les indicase la procedencia de este.

El tipo se pasó parte del día examinando la ropa y las pertenencias de Toddit, pero no halló nada relevante. La ropa era normal, nada que le llamase la atención. Y el resto de cosas igual. Suspiró resignado, y se echó hacia atrás en la silla sobre la cual se hallaba recostado.

— No tiene caso —se dijo a sí mismo.

— ¿Qué ocurre? —preguntó Fritz, que pasaba por allí.

— Eh, Frtiz. Nada. Es solo que no consigo averiguar la procedencia del goblin bombardero loco que nos atacó anoche.

— ¿Qué es un bombardero?

— Alguien que crea o utiliza bombas. En este caso, esferas de metal con una clase de líquido extraño resplandeciente en su interior.

— Ah. Te refieras a una de estas —dijo el medio-trol, sacando una esfera envuelta en hielo.

Kleyn casi se cae de la silla al ver lo que Fritz tenía entre sus manos.

— A ver —dijo este, tomando el trozo de hielo de entre las manos de Fritz.

Efectivamente, era una de las bombas que había visto anoche, pero el líquido brillante de su interior se había oscurecido y endurecido.

— ¿De dónde sacaste esto?

— Anoche salí a dar una vuelta por la ciudad y vi a una de esas cosas escondidas en una maceta. Brillaba, pero estaba caliente. Así que frío y congelación me dijeron que me encargase de ella. Y la congelé. Me pareció extraña, así que la traje conmigo.

— Frtiz, a lo mejor esto puede ayudarme en algo. Quizás no a hallar al tal Gornak, pero sí a saber cómo hizo este dispositivo.

— Sí. Al parecer este tipo ha estado creando armas y armaduras capaces de absorber las llamas, y se supone que solo yo puedo hacer eso. Si investigo un poco esta cosa, a lo mejor puedo saber cómo el desgraciado consiguió añadirles la propiedad defensiva ígnea a sus creaciones.

Usando el calor de sus manos, Kleyn derritió el hielo que recubría la esfera y luego la abrió, aprovechando que aquel liquido en su interior era ahora una roca negra. Al parecer, aquel metal había pasado por un tipo de fundición que le permitía adquirir la propiedad de defensa ígnea, ¿pero qué tipo de fundición era ese? ¿Acaso sería el mismo que el suyo? No, no podía serlo. Después de todo el utilizaba lava... Abrió los ojos perplejo y rápido tomó el trozo de roca negra que había dentro de la esfera. Llenó su mano de un calor intenso y derritió la piedra, hasta que esta se convirtió en lava y cayó al suelo.

— Eso es. Eso era el líquido dentro de la esfera: lava. Ese desgraciado aprendió a usar la lava para dotar a sus creaciones de propiedades relacionadas con el fuego. Pero no solo eso. El tipo encontró una forma de hacer que sus creaciones utilizaran la lava en su interior como detonante para crear bombas potentes.

— Oh, ¿y eso qué significa?

— Muchas cosas. Significa que hay alguien capaz de hacerme frente en cuanto a mis habilidades de forja. Y, al parecer, me tiene odio, por lo que dijo el goblin. Pero eso no es todo. Sea donde sea que esté, debe estar cerca de un volcán. Y eso nos da una pista de su ubicación —dijo Kleyn, alegre de haber conseguido algo concluyente.

— El único volcán que hay por el mapa es el que está en la zona sur. En un territorio montañoso en el que habitan los enanos y los grols —dijo Ágata, que estaba escuchando desde el marco de la puerta.

Kleyn se levantó rápido y se acercó a la chica.

— ¿Sabes dónde está y cómo llegar? —ella asintió—. En ese caso, tenemos un nuevo objetivo —dijo, sonriente.

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Buenas, peña. Hay nuevo nombre y nuevos objetivo. ¿A dónde llevará esto a Kleyn y a sus compañeros? Todo esto y más en... perdón, he vuelto a caer en el adelanto que solía hacer pokemon al final de sus capítulos. Ya sabrán qué es lo que pasará.

Sí te gustó el capítulo deja un like, o mejor aún, escribe un comentario, el que sea, sin importar que estés leyendo esto después de uno o dos años de su publicación, siempre me alegra leer los comentarios de mis lectores.

Gracias por el apoyo, y nos vemos en la próxima ocasión.

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