Capítulo 3: Un nuevo forjador

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Delante de ellos se encontraba parado encima de la mesa de reuniones, aquel que acababa de aparecer de un portal idéntico al de Hekapoo y proclamaba ser el nuevo forjador de tijeras dimensionales.

Se encontraban descolocados, fuera de la situación. Una maraña de emociones y pensamientos se revolvía en el interior de cada uno de los presentes. Sorpresa, intriga, duda, extrañeza, confusión e, incluso, alegría.

Cada uno intentaba sacar su propia conclusión lógica en esa pequeña fracción de tiempo en la que el silencio se apoderó de la sala.

De entre ellos, Star era la que más confundida estaba. Había sentido en sus carnes el fallecimiento de Marco y Hekapoo cuando tocó aquella esfera extraña hace cinco años. Incluso había ido a la dimensión de Hekapoo para ver con sus propios ojos aquello que había sentido. Solo para comprobar que tenía razón.

Por ello no sabía si debía tomar la palabra de aquel tipo que, si bien poseía características similares a las de Hekapoo, para ella era un completo desconocido. Así que lo único que asoló su pensamiento, fue el escepticismo.

¿Ves lo que hiciste? Entraste de golpe y sin permiso a su tranquila reunión, ahora los dejaste sin habla debido a la repentina intromisión. Espero que estés contento. El autoproclamado forjador echo una vista rápida a las personas a su alrededor.

Vio a un tipo con la cabeza de cristal, al parecer, era manco de un brazo. Cerca de este había una mujer mayor de pelo plateado, rombos en sus mejillas y vestimenta elegante, bien podría ser la reina. A su izquierda había un cráneo en una bola de cristal, este tenía una grieta que iba desde su ojo izquierdo hasta su mandíbula, además de que el cuerno formado por espadas de su lado izquierdo estaba roto. Al lado de esta bola, había un tritón con vestimenta autoritaria, parecía pertenecer a alguna clase de guardia. Junto a este estaba sentado un mewmano vestido con armadura de cuero y malla, tenía el ojo derecho cubierto por un parche, además de un cabello castaño y rebelde. Y, por último, la chica rubia de ojos azules y corazones en sus mejillas. Llevaba un vestido celeste y pomposo, pero elegante y una corona en su cabeza; era la reina. Junto a ella; un dragón motocicleta con una cicatriz en su ojo derecho y un collar con los números seis, seis y siete.

Le pareció notar que los presentes, más que disgustados, estaban absortos.

De entre los presentes, el primero en moverse fue Nachos. Este se aproximó con cautela, olfateando al desconocido. Al principio, se había dejado llevar por el repentino olor de un intruso. Pero, ahora que le prestaba más atención a su esencia, no le parecía un aroma hostil. Más bien, le resultaba acogedor.

Se aproximó a la mesa y acercó el hocico hacia el desconocido. Eh, esa cosa es la que casi nos quema vivos, ten cuidado. Al ver al dragón de forma tan dócil, Kleyn se puso en cuclillas y le acercó la mano.

Nachos miró la palma del desconocido y expiró humo por su nariz en un soplido seco. Kleyn sonrió, inspiró hondo, y realizó el mismo gesto que la criatura, expulsando humo. Es verdad, preocuparme de que seamos quemados es una estupidez.

Finalmente, el dragón apoyó el hocico en la mano del joven y comenzó a revolverse en ella. Viendo que se había ganado su confianza, Kleyn se dispuso a acariciar a la criatura con una sonrisa en el rostro. Parece que alguien ha hecho un nuevo amigo.

― ¿Cuánto tiempo tenemos que permanecer en silencio? ―preguntó Rhombulus, incómodo por la situación.

― Eso depende de ustedes. ―respondió el tipo encima de la mesa.

Star sacudió la cabeza y se intentó reincorporar a la situación, la cual, al parecer, había tomado un nuevo punto clave.

― A ver, ¿exactamente quién eres y qué haces aquí? ¿Y porque apareciste encima de la mesa? ―preguntó la reina un tanto recelosa.

Creo que quiere que te bajes de la mesa. Kleyn dejó de acariciar al dragón y se puso de pie. Carraspeó su voz antes de hablar. No me escuches. Total, siendo el único que puede escucharme, ¿por qué harías siquiera el esfuerzo?

― Soy Kleyn, el nuevo forjador de tijeras dimensionales. ―repitió― Y estoy aquí porque, según tengo entendido, el forjador pertenece a la Alta Comisión Mágica.

― Un desconocido irrumpe en el castillo, cae encima de la mesa de la sala de reuniones y dice ser el nuevo forjador. ¿Tú le creerías? ―preguntó Star.

Ha remarcado lo de la mesa, en serio, creo que deberías bajarte.

― He visto la estatua de la antigua forjadora. Sus características físicas son idénticas a las mías. ¿No es esa una prueba concluyente? ―cuestionó levantando una ceja, sin llegar a ser pretencioso.

Los presentes coincidieron en que el allegado tenía razón. Todos excepto Moon, que prefirió quedarse expectante para ver qué rumbo tomaría la reunión.

― Cómo sabemos que no eres alguna especie de demonio que solo guarda similitud con la forjadora? ―inquirió Star― Los demonios también tienen cuernos, pieles de muchos tonos, y la gran mayoría son capaces de controlar el fuego. Tranquilamente podrías haber abierto un portal camuflándolo con llamas para que pareciera rojo, y dejar una pequeña llama en tu cabeza.

― Sabes mucho de demonios.

― Es que me casé con uno.

Parece muy joven para casarse ya. Que locos están los monarcas de hoy en día. Aunque aquello era algo de lo más normal en individuos de sangre real. Kleyn lo sabía, pero no tenía ganas de refutárselo a la voz en su cabeza. Si ya de por sí, pocas veces le respondía, mucho menos lo haría delante de un grupo de personas desconocidas y estando en la situación en la que estaban.

― Em, Kleyn ―le llamó tranquilo Omnitraxus a su espalda, y este se giró para verlo a los ojos― Comprenderás que has aparecido de forma repentina en mitad de una reunión. Y proclamar ser el forjador de tijeras dimensionales puede ser algo de muy mal gusto en caso de estar mintiendo.

― Pero no estoy mintiendo, incluso les traje un regalo de buena fe.

Todos comenzaron a mirar a su alrededor para ver si por algún casual había algo allí que antes no lo estaba. Pero, al comprobar que no era así, volvieron a dirigir sus miradas hacia el muchacho.

― Y, ¿dónde está? ―quiso saber Omnitraxus.

― Pues no debería tardar en llegar, ya ha pasado un rato considerable. ―explicó él.

Se giró hacia la puerta y clavó su mirada allí, esperando que llegase aquello que había proclamado como un regalo para los presentes.

El resto hizo lo mismo y se giró hacia la puerta, menos Star, que solo dio un vistazo de reojo y luego volvió a llevar su mirada a donde estaba el tipo. No quería perderlo de vista, todo aquello le resultaba muy extraño.

Pasaron casi unos cinco minutos sin que nada ocurriese. Y los allí reunidos comenzaron a pensar que este hombre podría ser solo un mentiroso y un farsante. Mas, el sonido de los golpes en la puerta los hizo reaccionar.

― Alteza, soy un guardia, traigo un comunicado muy muy importante. ―exclamó alguien tras la puerta.

Star suspiró.

― Déjenlo pasar.

De nuevo, Rhombulus volvió a abrirle la puerta a aquel que llamaba. Allí estaba un guardia escoltando a un prisionero. Este tenía los rasgos de un semibestia. Para ser precisos, de uno que era mitad mapache. Estaba atado de manos y llevaba un bozal.

― Su alteza. ―saludó a Star con una leve inclinación― General. ―saludó a Buff Frog llevándose el puño al pecho― Tenemos aquí a uno de los ladrones de tijeras dimensionales.

Los presentes mostraron una notoria impresión al escuchar aquella afirmación, teniendo en cuenta que, hasta la fecha, jamás habían atrapado a uno solo de los ladrones. Aquello era algo que merecía ser escuchado con todo detalle.

― ¿Cómo lo hicieron? ―interrogó Buff Frog.

― Em, no lo atrapamos nosotros. Lo hizo alguien más. Luego nos lo entregó y nos pidió poder acompañarnos. Se que no es algo que se suela siquiera pensar, pero en vista de que no era algo que hiciese cualquiera, le concedimos la petición. ―informó― Es este joven de aquí.

Detrás del guardia se asomó un tipo encapuchado y con un manto cubriéndole todo el cuerpo. Se quitó la capucha y desveló su rostro. Era exactamente igual que el de Kleyn. Saludó al forjador parado en la mesa y le sonrió al resto. El guardia que estaba a su lado sólo pudo mirar a ambos tipos confundido.

― Ese era el regalo del que les hablaba. ―señaló el tipo de cabello rojo.

― Clones. ―exclamó Omnitraxus.

― ¿Entonces, no fueron ustedes los que atraparon al ladrón? ―preguntó su general.

― No, señor.

― ¿Entonces, como saben que él es el ladrón? ―inquirió Star.

― Porque los guardias que estaban por la zona pudieron verlo un poco cuando huía. Y cuando este joven nos lo trajo, lo reconocieron.

Aquella respuesta no parecía convencer a Star. Le lanzó una mirada de complicidad a Buff Frog, evidenciando lo que opinaba al respecto sin necesidad de pronunciar palabra alguna.

― Soldado, llévate al sospechoso a una habitación y espérame allí. Tú, acompáñalo. ― le dijo al otro guardia presente.

Ambos asintieron y se llevaron al semibestia.

― Y quítenle el bozal.

Solo se pudo oír la queja del semibestia a lo lejos en el pasillo cuando le quitaron el bozal.

El clon se había quedado allí delante de la puerta mirando la pintoresca situación de la sala.

― ¿Me creen ahora? ―reiteró Kleyn.

A Star le hubiese gustado poder entregarse a la confianza que tanto solicitaba aquel sujeto. Las posibilidades de que fuese un nuevo forjador de tijeras dimensionales eran, para ella, prácticamente, un cien por cien. Pero, aunque así lo fuera, no estaba del todo segura en confiar o no en aquel tipo, no después de lo que le había ocurrido cuando Eclipsa había escapado de su prisión de cristal.

Evaluó con la mirada la conclusión a la que el resto habría llegado. Se sorprendió al comprobar que varios de ellos tenían una expresión suave, como si cualquier duda o inquietud hacia aquel desconocido se hubiese esfumado. Aun así, su madre y Talux permanecían impasibles.

― Mi reina, ―inició Buff Frog― no quiero parecer poco precavido, pero creo que él realmente puede tratarse de un nuevo forjador. Y también creo que sus intenciones no son malas.

― Si sus intenciones no son malas, ¿por qué entrar de golpe por un portal encima de la mesa y no de forma tranquila como todo el mundo? Seguro que los administradores te habrían traído de inmediato si les explicabas la situación a detalle.

En esta ocasión, la voz en la cabeza de Kleyn no dijo nada. Lo cual, él agradeció para sus adentros.

― Si vine aquí a través de un portal sin previo aviso, fue porque, por lo que sé, la situación por la que están pasando no es la mejor de todas. Consideré que la situación lo ameritaba. ―aclaró. A lo que los presentes se miraron unos a otros susurrando en palabras de comprensión ante aquel argumento― Además, sí que intenté entrar por medios convencionales.

― ¿Y cómo puedo saber eso yo? ―cuestionó Star.

Por la puerta apareció uno de los administradores que estaban en el salón de la entrada del castillo. La puerta no se había cerrado, así que este simplemente se presentó de forma cortés. Se le veía agitado, como si tuviese algo importante que comentarles a todos los presentes.

― Reina Star, reina Star. ―intentó no ahogarse en su propio nerviosismo― Un joven ha venido hasta nosotros proclamando ser el nuevo forjador de tijeras dimensionales. Tengo varios motivos para creer que lo que dice no es una farsa. ―continuó― Es este tipo.

Estiró su mano a un lado y atrajo a uno de los clones de Kleyn a su lado. Este los miró a todos con una sonrisa, levantó la mano y saludó a los presentes, al original y al otro clon que estaba allí. El administrador miró con asombro a los tres tipos idénticos, o más bien, iguales. Estaba tan sobrecogido por la situación, que no fue capaz de evitar un desmayo repentino debido a las emociones y el cansancio que estaba sufriendo. Fue atrapado entre los brazos del clon para evitar que este se hiciera daño al caer.

― ¿Ves? ―remarcó el forjador cuando su evidencia vino a él por sí sola― Te dije que intenté entrar por medios convencionales. Y, por lo visto, lo conseguí.

La mujer estaba perdiendo la paciencia. No entendía porque le costaba tanto aceptar a aquel tipo. Si bien no tenía los modales más refinados a la hora de dirigirse a la reina, no mostraba tener malas intenciones. Lo cual era extraño que le importase a Star, porque, desde que se había convertido en reina, había pedido que la tratasen como siempre, con soltura, cercanía y confianza. ¿Tanto podría ponerla en alerta la presencia de ese hombre? ¿O acaso sería otra cosa que tenía que ver con él y su llegada?

No tenía tiempo para pensar demasiado, ni para darse el lujo de indagar en aquello que la intrigaba. Estaban en medio de una reunión importante, o al menos lo estaban hasta hace unos momentos. Por lo que debían proceder con el motivo por el cual se habían reunido. Pero, primero tendrían que resolver el nuevo asunto que se les había presentado.

Kleyn intentaba leer la cara de la reina. Parecía que sin importar lo que hiciera ella no cambiaría la expresión de su rostro, el cual permanecía receloso.

Por otro lado, el resto parecía que había aceptado la idea de reconocerlo a él como el nuevo forjador. Menos, a parte de la reina, la mujer que estaba a su lado. Ella solo mantenía un rostro impasible, el cual realmente no le dejaba nada en claro. Bien podría estar de acuerdo con la idea de aceptarlo o bien podría tener sus dudas aún. Lo que sí sabía, era que con lo último que había hecho, se había ganado el carisma de aquel al que llamaban Talux. Este se había echado a reír de forma discreta, sin interrumpir el ambiente en el que estaban.

Al cabo de un momento, la reina hizo ademán de hablar. Primero, soltó un largo suspiro. Había heredado eso de su madre.

― A ver, antes de decir nada, me gustaría que te bajes de la mesa.

¡Ja! ¡Te lo dije, maldito ignorante! Él no puso objeción alguna. Dio un pequeño salto, el cual retumbó un poco al caer al suelo debido a sus suelas de metal, y se colocó delante de la reina. Esta ya tenía que levantar la cabeza para hablarle cuando estaba encima de la mesa, pero, aún después de haberse bajado, tenía que seguir mirando hacia arriba.

― Kleyn, realmente creo que eres el nuevo forjador, eso no lo dudo. Pero, de nuevo, también eres un extraño para nosotros. No puedo aceptarte, así como así, en la Alta Comisión Mágica. Debes demostrarme que eres alguien en quien pueda confiar y que merezca estar entre los miembros de esta sala.

Su madre sonrió al oír la respuesta de la muchacha. El resto asintió conforme ante las palabras de la reina. Rhombulus saltaba y elevaba el brazo de alegría por haber demostrado que él tenía razón, y porque volvían a tener un forjador.

Aunque, de todos ellos, Kleyn no parecía estar satisfecho. Se mostraba pensativo. Como si en su cabeza aún quedase algo pendiente, algo que quería resolver. Se dio un par de golpecitos en el mentón usando su dedo índice. Miró a todos los presentes un momento, debatiéndose en qué hacer. Cuando sus ojos se posaron en la reina, dibujó una pequeña sonrisa en su rostro y luego se encogió de hombros. Gesto que ninguno de los que estaba allí supo interpretar. ¿En qué estás pensando ya?

― Kreig, Key, es tiempo de irse. ―ordenó a sus clones.

Estos asintieron y se esfumaron en una pequeña nube de humo.

El administrador, quien estaba siendo sujetado por Key, cayó al suelo cuando este desapareció.

Cuando sus clones se fueron, Kleyn enarboló una de sus espadas y la hizo bailar en su mano. Luego la empuñó con firmeza y realizó un tajo delante suyo, allí donde no había nadie. Un portal rojo se abrió en el espacio en donde el forjador había realizado el corte, hasta tener el tamaño suficiente para que el sujeto pudiera entrar.

― Síganme. ―indicó con confianza.

Todos se miraron entre ellos antes de decir nada. Debían de admitir que les resultaba un tanto sospechoso que, de la nada, abriese un portal a quien sabe dónde y los invitase a seguirlo.

― Disculpa, Kleyn, pero, estamos en una reunión. ―le recordó Star.

― No todos los días aparece un nuevo forjador. ―respondió sonriendo― Vamos. ―sentenció metiéndose en el portal.

― Si quieres, puedo ir yo en tu lugar, Star. No hace falta que te sientas obligada a ir. ―sugirió el general Buff Frog.

― No me siento obligada a ir, pero es verdad que esto no pasa todos los días. No conozco a este chico, y si te soy sincera, tampoco siento que pueda confiar en él. Pero quizá deba darle este pequeño beneficio de duda. ―se giró para entrar en el portal― Eso sí, si la cosa se pone fea, estate listo para pelear.

― Nunca he dejado de estarlo. ―dijo inflando el pecho― Y nunca dejaré de estarlo.

Ambos caminaron al interior del portal hasta atravesarlo.

― Bueno, supongo que yo también iré. ―concluyó Talux― Esto no es algo que debería perderme.

― Coincido contigo, yo también quiero ver a dónde nos quiere llevar el nuevo forjador. ―coincidió Omnitraxus.

― Yo también voy. ―exclamó Rhombulus casi saltando de alegría.

Todos cruzaron el portal, pero Omnitraxus, que estaba entre los brazos de Talux, se fijó en que Moon no se había movido.

― ¿Señorita Moon, no viene?

― No, creo que mi hija sabe lo que hace. Yo los esperaré aquí sentada.

El señor del tiempo no añadió palabra, solo asintió levemente y le pidió a Talux que avanzasen.

Aquellos que habían sido clamados por Kleyn, se encontraban frente a un tronco enorme del cual salía humo. Delante de este se podía ver una entrada en forma arco, la cual estaba resguardada por dos guardias, dos clones para ser precisos. Cada uno de ellos con una lanza.

Exceptuando a Buff Frog, el resto sabía en donde se encontraban; la dimensión de Hekapoo, o, ahora más bien, la de Kleyn.

Talux y Star notaron sus cuerpos como si estos hubiesen cambiado. Como si fuesen más jóvenes. El caballero comprendió que estos habían adquirido la edad con la que se habían ido de allí. Tiempo atrás, cuando entrenaron para la guerra que tuvieron con Eclipsa, Marco les había explicado cómo funciona el tiempo allí, y como se relaciona con el cuerpo de alguien ajeno a ese lugar.

La reina también se había dado cuenta de ello, pero no era algo a lo que le prestase atención. Su mente estaba en otra parte.

Hacía mucho tiempo que no había puesto un pie en aquel lugar. La última vez que lo hizo, fue algunos años atrás cuando quiso comprobar que lo que había visto al tocar aquella mota ígnea fuese cierto; Marco y Hekapoo habían muerto. Solo fue en aquella ocasión que decidió ir, y, después de comprobar que era verdad lo de su muerte, decidió no volver allí. Consideraría aquel lugar como la verdadera tumba de ambos, y como un sitio sagrado.

Kleyn se aproximó a los guardias de la entrada y los saludó con entusiasmo.

― Krux, Kin. ―pronunció elevando sus palmas y chocando las manos con ambos guardias.

― Miren eso. ―dijo el guardia de la izquierda.

― Si no es otro que el forjador. ―anunció el de la derecha.

― He traído invitados conmigo, déjenlos pasar. ―apuntó hacia atrás con sus pulgares, justo donde estaban los demás, antes de entrar a la guarida.

Aquellos que fueron determinados como los invitados, entraron tras la indicación de Kleyn.

Star se quedó parada unos momentos delante de la entrada. No sabía exactamente qué era lo que el forjador quería mostrarles, y por ello se preguntaba si estaba bien entrar al lugar al que designó como la tumba de sus amigos. Cayó en cuenta de que Kleyn habría limpiado toda la guarida y, quizá, habría hecho alguna remodelación o algo. Eso quería decir que él podría haber quitado o reformado el lugar en donde Marco y Hekapoo habían muerto.

Sin siquiera reflexionar sobre aquella idea, Star se precipitó a entrar a la guarida, casi chocándose con Talux, que era el último que había entrado. Giró la cabeza para hacia el lugar que quería ver. Se fijó en que alrededor de aquel banco en donde había visto la sangre seca y de la fragua donde antes corría lava, había una valla de metal. Ya no podía ver la sangre que alguna vez tiño parte de aquel banco y del suelo, probablemente esta había desaparecido con el tiempo. Quiso preguntarle a Kleyn porqué había hecho eso, pero este ya se encontraba en la parte baja. Por lo que tuvo que apresurase a seguirlo.

El forjador estaba guiando a los presentes hasta su herrería personal, al menos es lo que les había dicho. Pero los presentes, excepto Buff Frog, se percataron de que se estaban dirigiendo a la sala de entrenamiento. Cuál fue su sorpresa cuando al llegar vieron un enorme hoyo en donde antes estaba la zona de práctica. Notaban como de este emergía una brisa de aire caliente. Había un par de escaleras de piedra para bajar, además de un elevador de polea, el cual funcionaba mediante un sistema de engranajes. En el medio del elevador había un botón, el cual activaba el sistema.

― Adelante, suban. ―los invitó el forjador.

En ese momento llegó Star cuando el resto estaba caminando hacia la plataforma para descender. No tuvo tiempo ni de hablar porque estaban a punto de irse, ni siquiera se dio tiempo a preguntarse lo que le había pasado al campo de práctica. Solo se subió a la plataforma y Kleyn presionó el botón que los llevaría aún más profundo en el subsuelo.

Se dieron cuenta de que el mecanismo de descenso se había activado en el momento que escucharon el sonido del botón activándose y cuando vieron que la plataforma se movía, porque, al parecer, el resto del mecanismo parecía no hacer ruido siquiera. Aunque, segundos después se dieron cuenta de que sí hacia ruido, pero uno tenía que concentrarse en escucharlo para saber que estaba ahí.

Aprovechando el tiempo que tardarían en bajar, Star se aproximó al forjador para preguntarle acerca de la valla que había en aquel espacio de la entrada. Hizo ademan de formular su pregunta, pero un fuerte resplandor de tonos naranjas y amarillentos la interrumpió. Ella y el resto miraron hacia abajo. Ante sus ojos se alzaba una enorme herrería debajo de la tierra, en donde forjas, yunques, hornos y fraguas estaban colocadas por todo lo largo y ancho de aquel lugar. Había dos enormes cascadas de lava y agua al final de aquella enorme sala, las cuales desembocaban en el interior de un enorme horno. De este salían dos conductos por los cuales fluían la lava y el agua en direcciones opuestas, pasando por un sistema de abrevaderos para que todos los trabajadores pudieran tomar de ambos materiales, pues estos cruzaban por todas las forjas y hornos que había allí.

Cuando llegaron, comenzaron a caminar por un pasillo recto que los llevaba hasta el horno en donde desembocaban las dos cascadas. Para ese momento, Star se había olvidado de la pregunta que quería hacerle al forjador.

Un sinfín de clones saludaban a Kleyn a medida que lo veían pasar. Este les devolvía el saludo llamándolos a todos por sus nombres: Kron, Klad, Kindal, Kradius, Kenny, Kon, Kel, Kodius, Kernel, Kodix, Kuguix, Kolden, Kardemin, Kol'doh, Kled, Kran, Kunniklun, Kendarmen, y muchos otros que también empezaban con K. Cuando llegaron hasta el enorme horno, vieron a un clon con un mandil, en el cual llevaba una libreta y un lápiz.

― Kleyn. ―saludó este al verlo― Maldito desgraciado. ―le dio la mano y ambos se dieron un fuerte apretón― ¿Qué haces aquí?

― Bob, he traído a unos compañeros de Mewni para mostrarles algo especial. ―se giró hacia sus invitados― Muchachos, este de aquí es Bob, el jefe de la forja cuando yo no estoy.

― Mucho gusto. ―hizo una pequeña reverencia a sabiendas de que la reina estaba frente a él.

― ¿Por qué te llamas Bob? ―quiso saber Buff Frog levantando la mano― Digo, todos los otros clones tienen nombres que empiezan por K.

El clon y el forjador se miraron un momento y sonrieron de forma cómplice.

― Siempre debe haber un Bob en un grupo. ―contestaron a la vez.

― Bueno, no quiero hacerlos perder más tiempo, teniendo en cuenta que estaban en medio de una reunión. Así que les mostraré aquello por lo cual los traje.

Este se giró hacia la forja y se quitó los guantes. Abrió una compuerta que estaba en el centro. En su interior había lava burbujeante, en un estado puramente líquido. Introdujo su mano allí para sacar un poco de lava, además de la que se pegó alrededor de su mano. Alzó esta y comenzó a despegar la lava de su mano usando sus habilidades ígneas. Poco a poco la lava fue tomando forma; moldeándose. Hasta que al final adoptó la forma de una tijera incandescentes. Kleyn atrapó la tijera con las palmas de sus manos. Cuando abrió las manos se podía ver una tijera normal y brillante. Este la tomó por su filo y se la ofreció a la reina para que la tomase de sus dedales.

― Adelante, pruébala. ―invitó.

Star se mostró algo confusa, talvez habría querido realizar una pregunta, pero a esas alturas simplemente quería ver a donde quería llegar el forjador. Abrió la tijera y trazo un corte en el aire, abriendo un portal común y corriente. Aquellos a su alrededor observaron aquello con intriga. Pero Star seguía aun confusa.

― Sabes que ya creía que eras el forjador, ¿no? ―preguntó― No hacía falta que me mostraras que, efectivamente, puedes crear tijeras dimensionales.

― Lo sé, pero no lo hice por eso. ―se dirigió a todos a los que había invitado― ¿Alguno de los aquí presentes vio alguna vez a la antigua forjadora crear alguna tijera?

Ellos comenzaron a mirarse los unos a los otros y a murmurar entre ellos para saber si alguno lo había hecho alguna vez. Pero todos negaron. Entonces Kleyn sonrió.

― A eso me refiero. El forjador no suele mostrar la forja en la que hace las cosas, es algo personal, algo para uno mismo. Si los traje a todos aquí, es para que pudieran verlo, y darles mi propia muestra de confianza.

― Entiendo. ―pronunció Star, sonriendo y devolviéndole la tijera a su creador― Te seré sincera Kleyn, no creo que seas mala persona, pero necesito conocerte más, y por eso no puedo aceptarte en la Alta Comisión Mágica... aun. Primero tendrás que ayudar a Buff Frog y a sus caballeros a atrapar a los ladrones de tijeras. Y según vaya viendo tus hazañas, decidiré si convertirte en miembro o no. Hasta entonces, no podrás asistir a nuestras reuniones. ―explicó con seriedad― Aun así, has demostrado ser el único que ha podido atrapar a uno de los ladrones. Por eso, se te permitirá participar en esta reunión y ver que puedes aportarnos para detener a los ladrones. Tómalo como un pequeño voto de confianza. ¿Qué me dices? ―extendió su mano para sellar su palabra.

El forjador miró la mano de la mujer y luego a ella. Dibujó en su rostro una sonrisa casi diabólica, pero que solo era una de felicidad, al menos para él. Tomó la mano de la chica y le dio un buen apretón, controlando no pasarse con su fuerza.

― Cuenten conmigo.

Ahí comenzaría la integración del nuevo forjador en el reino de Mewni. Star tenía muchas preguntas que hacerle a ese tipo, pues no tenía idea de cómo sabía lo de la alta comisión ni de donde había salido. Pero decidió dejar esas cuestiones para un futuro no tan lejano. En lo que se centraría ahora sería en la situación actual de Mewni.

Pero, en secreto, hubo un detalle que Star no podíaquitarse de la cabeza y que no le había comentado a nadie. El hecho de que vioen la apariencia de Kleyn, cierto parecido con Marco.

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