Capítulo 8: Kleyn en la Orden Armada

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Frente a él se mostraba Talux, el líder de los Caballeros de la Orden Armada. No desvió la mirada de él mientras le entregaba su espada, tampoco dejaba de apuntarle con su otra espada al rostro del tipo que lo había atacado antes.

― ¿Oye, puedes dejar de apuntarme de una vez? ―preguntó el lancero.

Kleyn lo miró detenidamente. La expresión del tipo era una de molestia, como si estuviese enfadado. No era una expresión que le diese mucha confianza al forjador. Tenía la impresión de que, en el mismo momento que dejase de apuntarle con su espada, este intentaría atacarlo de forma irremediable.

Desvió su mirada hacia Talux, inquiriendo si aquel era un tipo del cual podía fiarse.

― Él es Ronnin. Estaba detrás del portal para comprobar que eras alguien capaz de defenderse por su cuenta. Puedes estar tranquilo, forma parte de la Orden.

Convencido por las palabras de aquel tipo, Kleyn guardó sus armas y le dejó espacio a Ronnin para que se reincorporara.

El lancero volvió a ponerse en pie y recuperó su lanza. Sintió su orgullo herido al haber sido sometido de forma sencilla por aquel hombre. Él ya sabía que se trataba del nuevo forjador, pero, aun así, no pudo evitar sentirse un poco resentido. Cuando vio que Kleyn estaba de espaldas a él, hizo ademán de atacarlo, pero se detuvo a escasos centímetros de su cabeza. Kleyn ni siquiera se había girado.

― Eres un poco confiado para darle la espalda a tu enemigo y no tener la guardia en alto. ―le reprochó Ronnin, sintiendo cierto aire de triunfo en sus palabras por atrapar desprevenido al tipo.

― ¿Qué puedo decir? Siento que tengo la espalda cubierta. Lástima que tú no puedas decir lo mismo.

Confundido por aquel comentario, Ronnin se giró hacia atrás para ver a qué se refería, igualmente, lo mantuvo vigilado por el rabillo del ojo. Detrás suyo había un clon del forjador, este sostenía una espada con ambas manos. Apuntaba su filo hacia su corazón, lo tenía a escasos centímetros de su espalda. Volvió a apretar los dientes, sintiéndose humillado.

― En qué momento...

― Durante la pelea, en uno de los momentos en los que esquivaba tus ataques, creé un clon de tal forma que resultase difícil verlo. Afortunadamente la oscuridad y mi velocidad fueron determinantes para que no te percatases de ello. ―explicó Kleyn, todavía sin voltearse a ver al lancero.

― Impresionante. ―comentó Talux― Y eso que mantuviste tus habilidades ígneas ocultas.

― Star me dijo que no hiciera nada que pudiese revelar mi identidad. Solo me apego a sus órdenes.

― Serás un buen caballero de la Orden Armada. Ahora sígueme, te enseñaré el lugar. ―abrió la puerta que estaba tras de sí y se llevó la antorcha consigo. Kleyn lo siguió justo detrás

― Oigan, oigan, el tipo de la espada aún sigue apuntándome. ―esperó a que alguien dijese algo. Vaya, vaya, parece que alguien no es tan rudo ahora. Pero solo escuchó el sonido de la puerta cerrándose― ¡Ey!

Así, Talux mostró a Kleyn toda la guarida de la orden, la cual estaba bajo tierra. Era un espacio muy muy amplio. Pasaron por la sala de juntas, el comedor, la cocina, la zona de combate, la habitación donde guardaban a los monstruos capturados, el almacén de armas y armaduras, los baños, las habitaciones y un pasillo enorme que conectaba todas estas. Y, también, le mostraron la herrería, aquella que solía ser usada por la antigua forjadora.

― Antes de su muerte, Hekapoo ayudaba a los caballeros proporcionándoles armas y armaduras confeccionadas por ella. ―comenzó a explicar mirando el banco en donde ella solía sentarse― Sus manufacturas eran únicas. El filo de sus armas duraba batallas enteras contra varios enemigos, sus armaduras parecían no dañarse ante los golpes más duros y los cortes más letales. Ella le daba a la Orden la capacidad de enfrentarse a las criaturas más temibles. Eso nos dio la confianza para crecer más como caballeros y convertirnos en la élite del reino. Su servicio con nosotros siempre será recordado.

Kleyn escuchó la historia con intriga, pero, tras oírla, decidió adentrarse en la habitación y examinar el lugar en el que había trabajado su antecesora. Se notaba mucho que era un espacio solo para el forjador. Esa herrería, al estar bajo tierra, debía de producir un calor insoportable para los mewmanos, es por eso que se podía ver qué nadie había usado la forja en todo este tiempo.

Bajó los cierres de su capucha para poder quitársela. Luego encendió una llama con su mano y prendió el horno. Inspiró hondo, sintiendo el olor del resurgir de la herrería, un olor satisfactorio. Desenganchó de su espalda, justo en la parte de la cadera, el martillo que siempre llevaba consigo. Tomó una de las barras de metal que había cerca de los maderos del horno y expulsó llamas sobre ella usando su boca. El metal se tornó incandescente, entonces comenzaron los martillazos.

Normalmente, aquellos herreros que creaban un arma, solían usar un molde para hacer la forma base, esto se debía al estado líquido del metal, pero, el forjador, no necesitaba de tales moldes, el mismo moldeaba la forma de los metales como si estos fueran arcilla.

En tan solo unos minutos, Kleyn Tania un arma moldeada y lista. No parecía necesitar más retoques, como si al primer intento esta ya tuviese la forja ideal y el filo necesario. Con su espada abrió un portal e introdujo el arma allí, vapor comenzó a salir del portal antes de que Kleyn retirase el arma y lo cerrase.

El arma estaba lista, se trataba de una espada corta. Se la entregó a Talux para que le echase un vistazo. Este ya había visto en alguna ocasión puntual la forja de un arma, pero volver a verlo era algo digno de asombro. En tan solo un momento Kleyn había hecho un arma consistente y con un filo muy pulido.

― Es extraordinaria.

― Gracias. ―comentó sin hacer alarde de su habilidad― Dependiendo de cuál sea mi impresión acerca de la Orden Armada, dejaré o no un clon para que se encargue de la herrería de este lugar. ―sentenció Kleyn adivinando las intenciones del líder― Quédate la espada.

Talux asintió conforme con la palabra de Kleyn.

― Me parece justo. Ahora ven, te diré por qué estás aquí.

El líder de los caballeros le explicó a Kleyn que, según los informes, había hecho un gran progreso en la investigación de los ladrones de tijeras. Es por ello que ahora quería que formase parte de los caballeros de la Orden Armada, para así ver cómo trabajaba el forjador y potenciar su capacidad para dar con los ladrones.

Había recibido información sobre lo que Quid le había contado al general Buff Frog. Sus métodos de entrega del material hurtado y la ubicación en donde estos se dejaban.

Kleyn le confirmó que estaba al tanto de todo ello, y que tenía una idea para aprovechar esos datos y atrapar de forma segura a los ladrones.

― Dejaré clones por la zona circundante al punto de entrega de las tijeras. Cada tanto un ladrón tendrá que ir a entregar su mercancía, solo necesitamos atraparlo antes de que el cuervo se vaya con la tijera, y así nos aseguraremos de que no salgan más tijeras de aquí.

― Entiendo, no es un mal plan, pero yo tengo uno mejor. Ven conmigo. ―llevó al forjador a una sala que habían pasado por alto. Dicha sala estaba llena de espejos que actuaban como monitores― Estos son los espejos que llevan nuestras águilas entrenadas, con ellos podemos ver todo lo que ellas ven. Solíamos usarlas para detectar a los monstruos que se inmiscuían por la barrera que antes defendía el reino. Una vez está cayó, los mewmanos levantaron unidos un muro que rodearía todo el reino, y que luego Rhombulus recubriría con cristal. Desde entonces ya no hay tantos monstruos en el interior del reino, es por eso que en estos últimos meses hemos dejado que las águilas rondasen la ciudad en busca de algún ladrón. Pero, como podrás comprobar, son demasiados los espejos que hay aquí. Por lo que es fácil que alguien pase por alto alguno de ellos en el momento en el que ocurre un robo. ―explicó― Ahora que tenemos la información que ustedes consiguieron, solo tendremos que dejar un par de águilas por la zona y listo. Lo mejor es que, como en la torre donde están los cuervos de los ladrones hay toda clase de aves, podemos dejar un águila en el interior también.

― Hm, suena sencillo. ―confesó levantando una ceja y rascándose la barbilla― Si que son útiles esas águilas.

― No invertimos tiempo adiestrándolas por pura diversión. Tu trabajo consistirá en vigilar los espejos que fijan a la torre. Estarás junto a una de los nuestros. ―la silla giratoria que estaba enfrente de todos esos espejos se volteó un momento, en esta se mostró una mujer joven de pelo extremadamente largo y rizado de color turquesa. Llevaba puesta una armadura de cuero gris y negro que defendía muy bien sus partes vitales. Solo se podía distinguir el color de su piel por su rostro, era marrón y este estaba adornado por un par de gafas. Una cosa curiosa de ella; carecía de nariz― Ella es Kelly, se encargará de vigilar contigo y te ayudará a proceder en caso de que vean algo en alguna de las pantallas. ―le comentó apoyando su mano en el hombro de la chica.

― Mucho gusto. ―saludó con aspecto alegre― Me gustaría presentarme como es debido, pero debo continuar vigilando.

― Comprendo. ―respondió sonriendo― Un placer conocerte, Kelly, supongo que ya nos veremos durante el trabajo.

― Puedes apostar que sí. ―afirmó simpática y se dio la vuelta para continuar con la vigilancia.

― Bueno, ya se conocerán, ahora déjame presentarte al resto de tus compañeros.

Así fue como Kleyn conoció al resto de miembros de la Orden Armada. Era un grupo bastante variopinto a su parecer. Varios se encontraban entrenando. Algún otro estaba afilando sus armas y otro engrasando sus armaduras. También había un par cocinando para la hora de la cena.

La noche acabó por llegar, y Kleyn ya había sido presentado a todos los caballeros que estaban allí. Se juntaron todos para la cena. Los caballeros de la Orden no solían tener familia, y quiénes la tenían no solían hablar con ellos. Por lo que, normalmente, casi todos comían juntos y dormitaban allí. Aquella noche comerían pollo con aderezo de miel y puré de patatas.

Por lo que Kleyn había visto durante aquella tarde, los integrantes parecían estar metidos en sus asuntos, lo cual no quitaba el hecho de que fuesen agradables. Pero, en la cena, parecían animados. Algunos hablando de cosas triviales, como el hecho de que algunos monstruos y mewmanos no acababan de llevarse bien. Otro que había roto su arco mientras practicaba su puntería. Talux parecía charlar de forma natural con Kelly. Y otros comentaban abiertamente lo curiosa que les resultaba la vuelta del forjador.

Más de uno decía lo buena forjadora que era Hekapoo, y lo encantados que estaban de volver a tener a un forjador con ellos, no solo en la Orden Armada, sino en el reino.

Todos parecían estar entretenidos, ya sea charlando o preguntándole a Kleyn algo acerca de su vida. Pero este se fijó en que Ronnin parecía mostrarse ajeno a todo ello. Tiempo atrás había visto a tipos como él, vanidosos, así que ya se había hecho una idea de cómo tratar con este.

La persona sentada al lado de Ronnin se había levantado para charlar con una compañera. Kleyn aprovechó ese momento para levantarse y tomar asiento junto a él.

Ronnin vio como el nuevo se sentó a su lado, no le dijo nada, solo tomó su jarra con hidromiel y dio un largo trago.

― Oye, Ronnin, si no me equivoco. ―comenzó él, intentando iniciar una conversación― Me fijé en lo bien que manejabas aquella lanza. Parecía como si hubieses estado moviendo una extensión de tu cuerpo. ―el tipo no le dirigió la palabra solo por escuchar ese comentario, pero sí que hizo que este prestase atención. Kleyn sabía que el orgullo solía estar vinculado con el egocentrismo― Si no me hubiese dado cuenta de que había alguien ahí, probablemente me habrías dado con tu lanza. Y suerte la mía que estábamos en un espacio cerrado, porque en uno abierto podrías haberte movido con mayor soltura y derrotarme de forma rápida.

Efectivamente, Ronnin era alguien orgulloso, pero los años le habían enseñado a sobreponerse a las situaciones generadas por culpa de su orgullo. Aunque los halagos del forjador también ayudaban a que le resultase más fácil dirigirle la palabra.

― Sí, tienes razón, eres un tipo con suerte. Pero también supongo que eres alguien con una habilidad decente en el manejo de espadas, sino no habrías tenido oportunidad, aun teniendo la ventaja terrenal. La próxima vez no la tendrás tan fácil.

― Estaré esperando ese momento con ansias. ―sonrió este― ¿Entonces, ―extendió la mano en señal de buena fe― sin rencores?

Ronnin sonrió gustoso y estrechó la mano del tipo.

― Sin rencores. ―repitió, aceptando la propuesta de Kleyn― Aunque podrías haberle dicho a tu clon que me dejase ir.

― ¿Quién, Kirnax? ―preguntó en tono burlesco― Él es todo un bromista, podrías haberte ido sin problemas, no te habría hecho nada.

― ¿Le pones nombre a tus clones? ―arqueó una ceja al preguntar.

― Claro. ―respondió como si aquello fuese obvio― ¿Cómo les llamarías si no? ¿Clon quinientos cincuenta y tres? Es decir, imagina que tienes contigo a un grupo de siete clones, y todos ellos son números que no son sucesivos, trecientos veintidós, setenta y seis, ochocientos catorce, etcétera. Al principio estábamos así, llamaba a los clones por un número, pero al final comenzó a resultarnos desastroso. Bendito fue el día en el que a uno de ellos se le ocurrió la genial idea de llamarlos por nombres. Inmediatamente hicimos una cola enorme en la que cada clon escribiría su nombre en un muro de piedra para que el siguiente no se pusiera el mismo. Al momento de escribir su nombre, este iría junto a un par de clones que se encargarían de darle una placa metálica con su nombre escrito, así nos iríamos acostumbrando a llamarnos a nosotros mismos por el nombre que habían escogido. La única condición, que el nombre debía empezar por K. Fueron muchos los comederos de cabeza que tuvieron algunos para pensar un nombre cuando ya habían pasado alrededor de doscientos clones por delante, pero siempre hallaban uno. Al final la idea nos mantuvo entretenidos, recordar todos esos nombres nos llevó tiempo a todos, pero al final las placas dejaron de ser necesarias. Eso sí, no faltó el listo que se hizo un nombre tan complicado y largo que tuvo que llevar la placa por más tiempo hasta que nos acostumbrásemos a él. Uno de los que recuerdo con ese caso, era Kuhtalnvandertro. ―comentó sin poder evitar reírse de ese último. Oh, y que lo menciones― Reemplazar los números por nombres fue menos práctico para todos, pero más efectivo a la hora de organizarnos, y también que los clones se sintieron un poco más vivos que ser solo clones.

Ronnin se echó a reír por la historia del muchacho. Los presentes se habían aproximado a medida que Kleyn contaba su historia. Había captado la atención de todos, y también les había provocado una sonrisa. Esa misma noche ya habían aceptado a Kleyn como uno más en la Orden.

La cena ya había acabado. Cada uno de los presentes fue a sus alcobas, aquellos que no, fueron a sus puestos de trabajo. Este era el caso de Kleyn, que fue a la sala de los espejos para hacer de vigilante. Talux le había explicado que una compañera ya se había encargado de llevar las águilas de vigilancia a la zona de entrega de los ladrones. Y ya le había dicho cuáles eran los cuatro espejos que transmitían la vigilancia de esa zona.

El tipo entró a la sala y se encontró con Kelly. Esta estaba sentada en la misma silla en la que la había visto hoy, cuando Talux se la presentó. Sostenía una taza con café en sus manos mientras la soplaba para enfriarla. Cuando se dio cuenta de la presencia de él.

― Hola. ―saludó sonriente― ¿Listo para la ronda nocturna? ―apuntó con la cabeza a una silla que había junto a ella.

― ¿Será entretenida? ―quiso saber, tomando asiento junto a la chica.

― Solo lo entretenida que tú quieras que sea.

― Me gustaría creer en tus palabras, pero, por alguna razón, no me dan mucha confianza.

Ella se rio y giró la silla hacia los espejos.

― Quién sabe, un reino por la noche puede albergar muchas cosas.

Por lo que Kleyn sabía, solo tenía que vigilar los cuatro espejos en donde podría aparecer uno de los ladrones intentando entregar una de las tijeras robadas. Él era alguien paciente, pues su eternidad le había otorgado el don de la espera, pero, al pasar media hora allí, se dio cuenta de que no hacía falta que vigilara aquellos espejos.

Creó un clon que se encargaría de ver aquellos espejos por él.

Se paró un momento a ver el resto de espejos y las imágenes que mostraban. Se podía ver todo, desde las calles y los callejones de la ciudad, hasta los tejados y edificios altos. Vio a varios de sus clones en los espejos, y se le ocurrió una idea.

En aquella enorme sala había al menos unos cincuenta espejos. Varios de ellos eran espejos estáticos colocados en sitios estratégicos, otros eran águilas que dormían. Un individuo sería capaz de controlar la vigilancia de unos cuatro o cinco espejos sin perder detalles de ello.

Doce clones aparecieron, diez para los monitores y dos para reposicionar a los clones que estaban a la vista en los espejos. Kelly vio la escena con intriga. Kleyn le dio un espejo de bolsillo a los dos clones que no se centraron en vigilar los espejos grandes.

― Kurt, tú te encargaras de ir a las locaciones de los monitores donde haya clones. No nos es necesario que estemos vigilando allí donde ya tenemos ojos. ―indicó al clon de la derecha entregándole un espejito― Kultalas, tú le darás a Kurt las indicaciones que debe seguir para llegar a los lugares que hay en los espejos.

Ambos asintieron y se pusieron en marcha. Kleyn le abrió un portal a Kurt para que lo dejase en una zona inhabitada y que nadie lo viese. A partir de ahí se movería por la ciudad siguiendo las indicaciones de Kultalas.

― Oh, eso se ve muy práctico. ―comentó Kelly.

― Gracias. Ahora podemos relajarnos un poco. ―se echó hacia atrás en su silla― Si algo sucede, mis compañeros nos avisarán.

Kelly solo se encogió de hombros, sonrió y se echó hacia atrás al igual que el forjador.

― ¿Y dime, como fue que entraste en la Orden? ―inició Kleyn buscando tener un tema de conversación.

― ¿Conque estás interesado? ―el tipo solo sonrió un poco como contestación. Tampoco es que haya mucho más por hacer aquí, además de hablar. ― Déjame ver por donde debería empezar. ―miró hacia arriba intentando hallar las palabras adecuadas mientras le daba un sorbo al poco café que le quedaba― Supongo que habrás oído hablar de Marco y de la guerra de hace cinco años, ¿verdad?

A veces parece que es lo único que escuchamos.

― Sí, conozco un poco acerca del tema.

― Pues, hace cinco años, cuando nos preparábamos para la guerra, Marco reunió a un grupo de individuos para entrenarlos en la batalla y prepararlos para la lucha que se avecinaba, usando tu dimensión como lugar de entrenamiento. Pues, uno de esos individuos era yo, y otros eran los miembros de la Orden Armada. Esa fue la primera vez que los conocí. ―volteó hacia Kleyn para percatarse de que este la estaba mirando, prestando atención a su historia― Durante la batalla, mis habilidades llamaron la atención de Talux. Ya habíamos entrenado juntos durante un par de años en tu dimensión, pero nunca me había visto en batalla. Me ofreció unirme a la Orden Armada cuando cumpliera dieciséis. Y yo acepté. Se cercioró de que tuviese las habilidades necesarias cuando me presenté ante él. Luego solo fue cuestión de tiempo para integrarme en este sitio.

― Parece que hubiese sido obra del destino que lucharan juntos en aquella batalla, si no, tú no estarías aquí.

― ¿Quién sabe? Lo importante es que estoy aquí. Y la verdad, estoy contenta con lo que hago. ―sonrió conforme con sus palabras y trató de darle un sorbo instintivo a su café, pero se dio cuenta de que ya no había más en su taza.

― ¿Y cuándo fue que tú y Talux comenzaron una relación? ―preguntó de repente, sorprendiendo a la joven.

A Kelly casi se le cayó la taza al oír una pregunta como esa de forma brusca. Dejó la taza en una mesa para no interactuar más con ella, y luego se giró hacia Kleyn.

― ¿Por qué dices eso? ―dijo, pensando que aquella pregunta no podría ser más que una mera casualidad.

― Talux parece la clase de hombre que actúa como un líder nato. Trata a todos sus compañeros por igual, nadie es mejor que nadie y todos valen lo mismo. Ve a todos con los mismos ojos, con los ojos de un guía, alguien que vela por ellos. Pero a ti te mira de otra forma y también te trata de otra forma. Intenta que no se note, pero hay cariño en su forma de interactuar contigo. ―explicó seguro de sus palabras, corroborando, por la expresión de sorpresa en el rostro de Kelly, de que había dado en el clavo.

― Tan solo llevas aquí una noche y ya has descubierto lo que al resto de compañeros les tomó semanas averiguar. ―expresó riéndose de la situación― Pues sí, Talux y yo solíamos tener una relación de noviazgo. Comenzamos a tenerla una vez que yo cumplí los dieciocho, literalmente el mismo día que los cumplí. Ya nos habíamos confesado tiempo atrás, antes de que fuera oficial, incluso nos habíamos besado en alguna ocasión, ―contaba sin poder evitar sonreír de forma tonta y sonrojarse― pero él prefirió esperar a que yo fuese una adulta. Ya sabes, por eso de que él era mayor que yo. ―explicó remarcando eso último, pues se notaba que Talux era un hombre que, actualmente, rondaría los treinta años― A ambos nos preocupaba la opinión de nuestros compañeros. Es decir, Talux era el líder, y yo la chica que estaba haciéndose su reputación dentro de la Orden. No lo sé, era algo... complicado. ¿Tú qué opinas?

Hasta en los lugares más serios puede haber este tipo de relación.

Cómo respuesta, Kleyn se echó a reír levemente, confundiendo a Kelly. Esta no sabía cómo tomarse aquella reacción, pero, de primeras, no muy bien.

― Kelly, ¿cuántos años crees que tengo?

― Pues... ―intentó pensar de forma asertiva― Tienes aspecto de un hombre de veinticinco, más o menos, pero sé que los forjadores viven eternamente, así que... ¿ciento veinticinco?

De nuevo, Kleyn respondió con una pequeña carcajada.

― Tengo más de diez mil años. En todo ese tiempo he tenido decenas de amantes. Puedo asegurarte que para mí la edad no es más que un número.

― Sí, eso mismo pienso yo. ¿Qué importan las edades si ambas personas se quieren? Al menos a mí es algo que me resulta muy sencillo entender. Pero hay algunas personas a las que les cuesta. ―opinó ella, emocionada al ver que Kleyn comprendía su situación, o al menos la de Talux, que era el mayor― Entonces, ¿has tenido muchas novias?

― Bueno, más bien amantes. Novias no he tenido casi ninguna. ―confesó este― Casi.

Sí, casi.

― Si he de serte sincera, ahora mismo Talux y yo no somos una pareja, también somos algo así como amantes. ―confesó ella también.

― ¿Y eso por qué?

Ella sonrió mientras miraba a uno de los espejos. Recordar eso le hacía un poco de gracia, pero solo un poco.

Kleyn pudo notar la nostalgia en los ojos de la chica al hacerle rememorar un momento de su vida con aquella pregunta.

― Tal vez esa sea una historia para otra noche. ―respondió sin quitar esa sonrisa nostálgica de su rostro.

Kleyn no puso objeción alguna, le parecía más que comprensible.

― Me parece bien. ―asintió, mirando a sus clones y viendo como estaban llevando la tarea que les había encomendado.

La primera noche, Kleyn y Kelly no encontraron nada. Cuando el turno de ambos acabó, cada uno se fue a su dormitorio a descansar. Los clones permanecieron allí, vigilando, a pesar de la presencia de otro vigilante.

Durante el resto de días Kleyn se integró más en la Orden, tuvo el gusto de evitar que un monstruo salvaje se aproximase a los campos de trigo. Con la ayuda de sus clones no le hizo falta usar sus habilidades de forjador. Pero no usaba sus portales, pues al ser rojos estos levantarían sospecha si alguien los veía.

Se batió en duelo contra varios de los miembros de la Orden, incluso contra Talux, el cual demostró ser muy bueno manejando el mandoble. Pero las habilidades de Kleyn no se quedaban atrás. Su velocidad superior, junto con la familiaridad que tenía con sus espadas, era lo que le daba la victoria.

Cocinó junto a los demás y les dio a probar sus famosos tacos picantes, los cuales estaban deliciosos. Alguno de los presentes lo prefirió sin nada de picante, pero aun así seguían estando deliciosos.

Había pasado una semana, y aún no había aparecido ninguno de los ladrones en el sitio que Quid había revelado. Se cercioraron de que era ese el sitio, pues algunos cuervos que había allí eran peculiares. Lo cual les confirmó que eran esos los de los ladrones. Tampoco hubo robo alguno durante esa semana, o al menos no que se supiera. Pero solo era cuestión de tiempo hasta que uno apareciera.

Entre tanto, Kleyn y Kelly comenzaron a hablar de cualquier cosa por las noches cuando hacían su vigilancia. Acabaron formando una buena relación de compañeros. Y aquella noche Kelly decidió contarle a Kleyn lo que había pasado entre Talux y ella.

― En el tiempo en el que me entrené aquí y protegí Mewni, me volví muy devota hacia mi trabajo. Talux también lo era, después de todo, es el líder de los caballeros. Fue nuestra devoción por el deber lo que no nos permitió darle a la relación el tiempo que se merecía. Al principio de la relación, todo fue muy bonito, estábamos muy emocionados, así que ambos pasábamos bastante tiempo juntos. Nos dábamos besos, nos abrazábamos. Pero poco a poco fuimos descuidando esa atención que nos dábamos al principio. Mejorar en el uso de la espada, proteger la ciudad, realizar encargos para la Orden, todas aquellas tareas fueron las que nos mantuvieron distraídos. Por la forma en la que ambos nos tomábamos la relación, decidimos que lo mejor sería ser amantes. Un beso, una caricia, una muestra de afecto en algún momento dado. Solo con eso nos bastaría, así no nos sentiríamos mal por no brindarle tiempo a la relación, y podríamos centrarnos adecuadamente en nuestros deberes. ―se giró hacia Kleyn― Y la verdad, es que hasta día de hoy no me arrepiento. Soy feliz con lo que tengo, no creo necesitar más, al menos, no por ahora.

― Da gusto ver qué ambos pudieron llegar a un acuerdo y llevar la relación de una forma adecuada para ambos.

― Sí, yo también. ―recogió sus piernas y las puso encima de la silla, las rodeó con sus brazos y luego apoyó el mentón en ellas. Sonreía por estar a gusto hablando de su relación con Talux con alguien que la entendiera. Alguien que también haya querido a otra persona a pesar de la diferencia de edad. Eso le hizo pensar una cosa― Oye, Kleyn. ―el forjador se giró hacia ella para prestarle atención― ¿Alguna de las amantes que tuviste fue algo más que solo una amante?

Aquella pregunta le hizo evocar recuerdos de su pasado que tenía guardados en lo más profundo de su corazón. Como un cofre que oculta un gran tesoro esperando ser encontrado por algún aventurero. Sonrió por ello, pues recordar a esa persona era algo que le hacía sentirse a gusto.

― Sí, de todas ellas, hubo una que consiguió robarme el corazón. Se llamaba Loretta. Era una mujer de piel caucásica y cabello castaño adornado con los colores del otoño. Sus ojos color miel eran preciosos. Cada vez que me miraba directamente, sentía como una parte de mi era hipnotizada. Era cariñosa y dulce, pero también era una mujer que sabía defenderse y que además era persuasiva. En más de una ocasión consiguió hacer que me avergonzase. Consiguió cambiarme un poco, algo que nadie nunca había conseguido. Nunca supe lo que era yacer de verdad con alguien hasta que lo hice con ella. Tuve una vida plena junto a ella.

― Que hermoso. ―dijo la chica con un brillo de emoción en sus ojos― ¿Y qué fue lo que pasó?

― Pues... como ya te dije, los forjadores somos eternos. Ella vivió junto a mi durante muchos años. Y yo la quise sin importar qué. Aun cuando el paso de los años comenzó a hacer mella en su ser. Su cuerpo se marchitó. Ya no era tan fuerte como antes, ya no podía hacer cosas que antes sí. Aun así, no dejé de amarla. Permanecí a su lado hasta que, finalmente, falleció. Murió a sus sesenta y tres años. Normalmente solía cremar los cuerpos de los fallecidos si en alguna ocasión tenía que lidiar con ello, pero esa vez no fue así. Enterré su cuerpo delante de un árbol en el bosque, un árbol que ella y yo habíamos plantado juntos, a ella le encantaba. Desde aquel día, no dejo de llevarle una flor al año e intercambiar unos momentos con ella. Es un ritual que a día de hoy sigo manteniendo, o al menos mis clones, ya que estando en esta dimensión me es imposible realizar esa tarea. En cualquier caso, es alguien que, a pesar de los años que viví tras su muerte, nunca olvidé, y que no olvidaré. ―suspiró un poco melancólico por su recuerdo, pero ya estaba acostumbrado, por lo que solo sonrió y miró a Kelly. Esta tenía los ojos brillosos, estaban lagrimeando― ¿Estás bien?

― Sí, es solo que es la historia más hermosa que he oído jamás. ―pronunció, secándose las lágrimas.

En poco tiempo ellos se habían convertido en compañeros de confianza, disfrutaban compartiendo sus historias, aunque solía ser Kleyn quien las contaba, pues él era quien tenía más experiencias al haber vivido tanto. Pero aquella noche sería distinto.

― Kleyn, ―llamó uno de los clones, aquel que vigilaba los espejos de la torre donde estaban las aves― creo que querrás ver esto.

Kleyn y Kelly se acercaron a ver de qué se trataba, aunque ambos se hacían una idea bastante segura de lo que sería. En el espejo se veía la imagen oscura de una persona subiendo por las escaleras de la torre, hasta llegar allí donde estaban las aves. Se aproximó a la parte de los cuervos y, de su bolsillo, sacó una tijera dimensional. Kleyn sonrió complacido.

― Ya encontramos al tercero.

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