Capítulo 17 _ Frío

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Capítulo 17

6 de Enero del 2012...

"La Venganza es /un platillo Frío /que se sirve en /bandeja de Plata"

Se peinó y dejó caída una buena cantidad de pelo encima del ojo y de la mejilla en la cual todavía quedaba un rastro del moretón, aunque no importaba qué tanto lo escondiera, Lucas se satisfacía cada vez que la veía, recordando cómo la había humillado con esa cachetada. La mañana después del incidente, le había aparecido ese enorme moretón violeta oscuro en la cara. Cintia le había puesto una bolsa de hielo, lo cual había sido lo que Lucas le había "recomendado", pero en lugar de relajarla, el simple contacto le causó un dolor más atroz que el que le había proporcionado la bofetada, un dolor que le sacó quejidos y lágrimas así como sonrisas en los ojos de Lucas. Ahora el moretón tenía un color amarillento, lo cual indicaba que ya no le faltaba mucho para desaparecer. De todas formas, a Alicia le avergonzaba mostrarlo, le avergonzaba tener que vérselo, se avergonzaba de tenerlo, porque representaba la fuerza y el control de Lucas sobre su vida.

Bajó a la cocina, en donde Cintia planchaba ropa. Le dirigió una mirada de soslayo a Lucas, quien contemplaba el exterior desde la ventana del living, no como si añorara salir a compartir un momento con la naturaleza, sino como si estuviera preparándose para una emboscada, como si supiera que algo estaba próximo, un rival.

—¿Necesitás que te ayude, ma? —le preguntó Alicia, delicadamente.

Cintia no respondió. Una vez más, padecía ese estado de piloto automático que Lucas impuso en ella. La convirtió en una criatura autómata, pero sé que todavía siente. No hubiera corrido para ponerme el hielo en la cara... antes de que Lucas interviniera y le dijera que no me lo sacara ni siquiera aunque me doliera, pensó Alicia, primero esperanzada y finalmente desilusionada. Siempre que su madre demostraba tenues rayos de humanidad, Lucas los bloqueaba, pretendiendo que de esa forma Cintia siguiera siendo un títere. Ella era el arma más efectiva que Lucas tenía para dominar a Alicia, pero también era un arma capaz de ponérsele en contra. No voy a dejar escapar mi última esperanza, insistió ella.

Escuchó a Lucas reclinándose sobre la silla desde la cual vigilaba el jardín. Lo miró: fruncía el ceño con una interrogación en su mirada, lo cual no era algo que Alicia viera todos los días. Él se puso de pie y abrió la puerta antes de que Lautaro pudiera tocar.

Alicia maldijo desde el fondo de su ser, pero trató de disimular lo pasmada y espantada que estaba con respecto a esta visita.

Lautaro tenía una mano en alto, lo cual indicaba que iba a golpear la puerta, cuando Lucas lo tomó desprevenido y la abrió. El muchacho miró al vampiro con las cejas arqueadas y con su típica expresión inocente, demasiado inocente. Lucas, en cambio, se mostraba muy rígido e intimidante, lo suficiente como para que Lautaro se petrificara y tragara saliva.

—Eh... —Trató de reaccionar—. Hola, mucho gusto. Este... Estoy buscando a... —Sacó un papel del bolsillo y lo leyó—. ¿Quintero, Alicia?

—¿Para? —lo interrogó Lucas, frívolamente.

—Soy de la Biblioteca. Se supone que tenía que devolver un libro hace unos días, pero como no pasaba, me mandaron a buscarlo.

Lucas observó a Alicia por encima del hombro, fulminándola. Ella se apuró y subió a su cuarto.

—Está castigada, por eso no fue —Volvió a hablarle a Lautaro.

—¡Je, je! ¿De en serio? Porque no parece el tipo de chica que se mete en problemas —bromeó Lautaro.

Sin embargo, borró su sonrisa en cuanto captó que su "intento de chiste" no había hecho más que empeorar el malhumor de Lucas.

Alicia volvió tan rápido como pudo, trayendo el libro Sensatez y Sentimientos entre sus brazos. No quería darle tiempo a Lucas para que hipnotizara a Lautaro. Le entregó el libro y Lautaro le sonrió con simpatía.

—Gracias —le dijo él.

—No hay de qué, y perdón las molestias.

—Nah. No hay drama.

Alicia deseó tener algún medio telepático para comunicarse con Lautaro sin la interferencia de Lucas, pero lo único con lo que contaba, era con su mirada, con la cual le suplicara que no volviera. Era un estúpido por ponerse en peligro y por poner en peligro el complot. Lucas ya no necesitaba más evidencias para deducir que ella tramaba algo.

—¡Ah, por poco me olvido! —Sacó de la mochila otro libro: La Taza de Oro, de John Steinbeck—. ¿Éste era el que buscabas la última vez, no? —Se lo entregó.

—Sí, pero desde hace meses —Lo miró Alicia, un poco confundida.

—Es que el que lo había pedido se mudó y no lo pudimos localizar. Éste nos acaba de llegar, y se me ocurrió traértelo —Esbozó una sonrisa cordial y alegre.

—Ah... Gracias.

—¿No sos muy joven como para ser bibliotecario? —lo inquirió Lucas, siendo muy fútil.

—Soy un asistente, en realidad —respondió Lautaro, intimidado.

—¿Y por qué viniste acá?

Alicia se percató entonces de que los ojos de Lucas estaban enterrados en los de Lautaro, y de que éste no podía escaparse de él, pues ya estaba hipnotizado.

—Para retirar un libro y entregar otro —respondió Lautaro, lo cual sorprendió a Alicia. Acababa de mentir incluso estando bajo el control de Lucas.

—¿Y para qué más? —insistió Lucas.

—... Para ver a la chica que me gusta. No volvió a la biblioteca y pensé que podría venir a verla.

—¡Je! —sonrió con burla—. Qué adorable. Mejor que rajes de acá, porque si no, de la patada que te voy a meter en el culo, vas a volar.

Lautaro obedeció. Lucas ni siquiera pareció darse cuenta de que estaba fingiendo ser persuadido, lo cual tranquilizó a Alicia a pesar de todo su estupor. Necesitaba que Lautaro le explicara cómo impidió ser hipnotizado, y qué había venido a hacer a su casa.

... ¡El libro!

Lucas cerró la puerta y miró a Alicia, sombríamente.

—En un momento... tuve la impresión de que este tarado sabía de la situación en esta casa —dijo, con suspenso—. Sospeché de vos, Alicia, de que habías abierto la boca y contado lo que no debías.

Abrazó el libro como a un escudo. Me descubrió...

—Creía haberte dicho que nada de lo que hagas va a funcionar.

—Lo único que hice estos días fue ir a la biblioteca... —acotó ella, en voz baja.

—Para estudiarme, me imagino. No soy boludo.

Lucas bajó la mirada de los ojos de Alicia hacia el libro, lo cual la inquietó mucho más. Se lo arrebató, y ella no pudo hacer nada al respecto además de fruncir los labios y declararse derrotada. Entre las páginas del libro, Lucas encontró una nota, y al leerla, se echó a reír de manera guasa, lo cual enfureció y confundió a Alicia.

"Alicia —Leyó en voz alta—. Quisiera invitarte a salir. Este sábado voy a estar en la plaza frente a la biblioteca, tipo a la una de la tarde. Espero que no me dejes plantado. Lautaro. P.D.: Si no podés venir, no hay drama, y si no querés... Bueno, lo intenté." ¡Ja, ja, ja, ja, ja!

Alicia quería romperle la cara a Lucas como él se la había roto a ella el otro día, más aún cuando se estaba divirtiendo tanto. Se burlaba de ella porque tenía un "admirador" nerd que trabajaba en la biblioteca, y porque ella no le correspondería.

—¿Te digo algo? Deberías ir —añadió Lucas, espontáneamente, con el mismo aire de sádica diversión—. ¿Quién sabe lo que podría pasarte dentro de poco? ¿Estarías dispuesta a morirte virgen, Alicia?

Alicia masculló algo entre dientes, antes de quitarle el libro e irse corriendo a su habitación. Cerró la puerta y se tumbó en la cama en posición fetal, abrazándose las rodillas. Lucas tenía una manera muy útil pero cruel para advertirle que sus días estaban contados, y que todos sus esfuerzos, por más esmero que pusiera, eran en vano. No podría derrotarlo, porque era cobarde, y porque no tenía los medios para hacerlo. Está muy equivocado si piensa eso de mí, se replicó a sí misma. Alicia se había cargado de valentía estas semanas, para soportar torturas, para vencer a sus demonios y al que vivía en su propia casa.

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