2. Bitten

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Siempre he sido un rebelde, tú, en cambio, has sido esclavo de todo lo que ha ejercido poder sobre ti.

- Lestat (Crónicas vampíricas)

II

Despierto con lentitud. El dolor palpita en diferentes partes de mi cuerpo y me recuerda todo lo que pasé: el bosque, el cruentus y el Purasangre. La ira y la impotencia corren por mis venas; aun así no abro los ojos, mi cuerpo se demora en despertar por completo.

—La encontramos inconsciente en el bosque, tiene marcas de mordeduras por todas partes. —La voz está llena de tristeza, como si todo lo que dijera lo estuviera lastimando.

—¿Señales de abuso sexual? —pregunta una voz femenina que reconozco: Lyla. Ella es una vampira madura de nuestro clan; sus habilidades son curativas, se podría decir que es la doctora del grupo y, también, la mano derecha de nuestro líder.

—No, no creo que haya ido tan lejos, su ropa estaba intacta —responde Ian—. Esa esencia... Fue un Purasangre, estoy seguro. ¡Juro que lo encontraré! ¡Lo mataré con mis propias manos!

—Si no puedes controlarte, debes salir de la habitación —comenta Lyla con la serenidad que siempre tiene.

—Está bien, puede quedarse —gruño de dolor al sentarme. Las lesiones hechas por Purasangres tardan más tiempo en sanar. Inmediatamente, Ian corre hacia mí.

—Morgan, ¿estás bien? —pregunta preocupado, sosteniendo mi cara en sus manos.

—Estoy bien. —Sueno tan incómoda como me siento, no me gusta ser el centro de atención.

—¿Estás segura? ¿Qué fue lo que pasó?

—No la presiones, Ian —dice Lyla, salvándome de su interrogatorio.

—Lo siento, solo contéstame esto —comienza él de nuevo.

—Ian —le advierte la vampira.

—Fue un Purasangre, ¿verdad? —Me mira directamente a los ojos. Mi silencio le da su respuesta—. Te prometo que lo encontraré, Morgan, y lo mataré, ¡Quemaré cada pedazo de él!

Las llamas se forman y ondean en sus manos.

—¡Contrólate, Ian! —exclama Lyla. A pesar de estar ahí, mi cabeza se encuentra en otra parte. Mi mente está en un proceso de aceptación...

Un proceso de asimilación.

Recordé al vampiro.

Sus colmillos...

Recordé su voz...

Sus ojos negros sin alma.

Me levanto y camino hacia Ian, quien todavía tiene las llamas en sus manos. Lo agarro del cuello de la camisa y el fuego desaparece mientras él me mira con sorpresa. Lyla permanece en silencio.

—No actúes como un inmaduro. No harás nada estúpido, no lo permitiré, ¡estoy bien! —Sueno mas dura de lo que quiero, pero necesito asegurarme de que no haga nada estúpido. No puedo dejar que se arriesgue por mí, es lo más parecido a un hermano que tengo—. Ahora, si me disculpan, necesito privacidad.

Cuando se marchan, me dirijo al baño. Mi reflejo en el espejo me hace estremecer: estoy más pálida que de costumbre. Moretones y marcas de mordidas me marcan el cuello, los hombros y los brazos hasta las muñecas. «Bastardo». Lentamente, levanto mi camisón para examinar el daño. Tengo marcas en el abdomen; algo capta mi atención, en la parte baja de mi vientre, a un lado, hay una letra marcada, probablemente hecha con garras. Es la letra B. «¡Bastardo!». Me ha marcado con lo que supongo es su inicial. Un golpe en la puerta me trae de vuelta a la realidad. Bajo la camiseta; espero que no sea Ian con sus preguntas. Abro de mala gana.

—¿Qué quieres? —Cierro la boca cuando veo a nuestro líder delante de mí. Él frunce el ceño, nunca le he hablado de esa forma—. Lo siento, señor, pensé que...

—¿Puedo pasar? —pregunta indiferente sin dejarme terminar.

Me aparto. Nunca ha estado en mi habitación antes, no puedo evitar sentirme nerviosa. Él solo se queda allí, observándome con esos ojos azules con los que nunca he compartido una mirada tan directa.

—Cierra la puerta.

Obedezco; mis manos temblando un poco sobre el pomo de la puerta cuando la cierro.

—¿En qué puedo ayudar? —pregunto rompiendo el silencio.

Él pone las manos detrás de la espalda y las sostiene allí sin despegar sus ojos de los míos.

—Tengo que morderte —declara sin piedad.

—¿Qué? ¿Por qué? —No debo cuestionar sus decisiones, pero no estoy en mi mejor momento.

—Es la única manera en la que puedo ver en tus recuerdos lo que pasó —explica lentamente. Cuando un vampiro muerde a otro, por lo general recibe los recuerdos y sentimientos del sujeto al que muerden.

«Esto no es bueno», pienso; no quiero que sepa sobre la atracción que siento por él.

—Puedo decirte lo que pasó —digo para tratar de evitar sus colmillos a toda costa.

—No es lo mismo; necesito ver con detalle para identificar quién es este Purasangre.

Él se acerca a mí y yo retrocedo.

—Ahora no es un buen momento —repito.

No sé cómo reaccionaré si él me muerde. Generalmente, las mordidas vienen con una sensación de lujuria o bienestar para hacer que el cuerpo se relaje y así la sangre pueda ser tomada fácilmente. Aunque el vampiro puede elegir hacerla tan dolorosa como sea posible si eso quiere, como lo hizo ese Purasangre conmigo.

—Morgan. —Su tono cambia, está listo para ordenarme—. Dame tu sangre, ahora.

Nunca había usado el poder que tiene sobre mí hasta ahora. Mi cuerpo reacciona y le ofrezco el cuello. Él enrosca la mano en la parte de atrás de mi cabello y mueve mi cabeza hacia un lado. Cierro los ojos, incapaz de soportar verlo tan cerca de mí.

Me entierra sus colmillos rápida y profundamente en la piel. La sensación de bienestar corre por mis venas, es difícil controlarme. Lo siento beber de mí, robando mi energía. La lujuria me conduce a agarrarme de sus fuertes brazos y apretarlos. Él no muestra ninguna señal de satisfacción; se queda como una estatua. Tal vez soy indiferente para él, tal vez soy solo una inmadura y no puede verme como algo más. Mis manos bajan a su pecho en una caricia lenta. Lo escucho gruñir, pero enseguida me suelta y caigo al suelo, debilitada por la pérdida de sangre.

—No vuelvas a tocarme —ordena seriamente.

—Lo siento. —Me pongo de pie solo para verlo salir apresurado de la habitación.

«¿Qué me ha pasado?».

Nunca he perdido el control de esa manera. Me he atrevido a tocarlo, ¿estoy loca? ¿Cómo he podido tocarlo sin su permiso? Probablemente piensa que soy una de esas convertidas que lo persiguen todo el tiempo. Mi garganta seca y mi falta de energía me recuerdan que necesito sangre. En mi camino a la salida, paso por el pequeño lugar donde solemos pasar el rato los de clan cuando estamos aburridos.

Lyla e Ian están hablando entre sí, y dos vampiros más del grupo también están allí: Drake, que es casi tan frío y reservado como nuestro líder, es alto, rubio y de ojos verdes. Los otros vampiros siempre lo molestan con que luce como el típico príncipe encantador, excepto que no es nada encantador, apenas habla. Y Luke, el gracioso, el que hace bromas incluso si nadie se ríe. Es de poca estatura, de piel oscura y pelo negro y rizado con un par de preciosos ojos miel.

—Buena noches —saludo. Todos se quedan en silencio, la lástima obvia en sus ojos—. Estoy bien. —Necesito que dejen de mirarme de esa forma.

Luke es el primero en hablar, él es el único vampiro divertido que conozco. La mayoría de los de nuestra especie son jodidamente fríos. Cuando se puede vivir para siempre, los sentimientos tienden a congelarse con el tiempo.

—¡Morgy! —Odio el apodo que ha inventado para mí, pero ya estoy acostumbrada—. Acabamos de regresar de nuestro viaje, ¡te extrañé!

Me abraza con fuerza; no puedo evitar la sonrisa tonta que se forma en mis labios. Su buen humor es contagioso.

—Basta, Luke —me quejo, alejándome de él.

—¿Estás bien? —Me sorprende escuchar a Drake hablar.

—Sí. —Le dedico una sonrisa rápida.

—Lamentamos mucho que no estuviéramos aquí para defenderte —comenta Luke, pasándome un brazo por encima del hombro—. Ese Purasangre pagará, Morgy.

Le doy una mirada fría a Ian.

—¿Les dijiste?

Él solo me dedica una sonrisa de disculpa.

—Somos un clan, no hay secretos entre nosotros.

—Tiene razón —lo apoya Lyla.

Empujé el brazo de Luke, quitándomelo del hombro.

—¿Han visto a Travis? —Travis es uno de los contados humanos que vive con nosotros aquí en el territorio sobrenatural. El territorio humano envía a los criminales y a los que consideran un estorbo su sociedad a este lado de los escudos. Me he estado alimentando de él durante los últimos dos años.

—Oh —Luke me sonríe—, me preguntaba la razón de tu mal humor; la he encontrado. —Me señala con el dedo—. Tú, malhumorada, tienes un caso curable de hambre.

Pongo los ojos en blanco.

—¿Lo has visto o no?

—Ha salido —responde Ian, masticando algo—. Dijo que necesitaba un poco de aire.

—¿Qué hay de una carrera más tarde? —grita Luke mientras camino a la salida—. Después de que comas, por supuesto.

—¡Me apunto! —grito, alcanzando el agujero.

Estoy a punto de saltar cuando Ian aparece frente a mí.

—No puedes salir de nuevo.

—Por supuesto que puedo.

—Morgan, ¿por qué eres tan imprudente? Es peligroso, sabes lo que te pasó anoche.

—Preocúpate por tu propia vida, Ian. —Lo ignoro, dejándolo atrás.

No me resulta difícil encontrar a Travis, no está lejos de la entrada.

—Morgan —me saluda. Es buen humano, joven, pero de complexión fuerte y definida. Tiene el cabello largo y negro atado en una cola. Ya casi cumple treinta años; se ve más viejo que yo, incluso cuando es todo lo contrario.

—Tengo sed. —Me acerco pero él solo me mira antes de meterse aún más entre los árboles—. ¿A dónde vas, Travis? —lo llamo, pero no me muevo. No quiero admitirlo, pero en realidad tengo miedo de volver a entrar en el bosque.

Él sigue caminando y la sed duele, mi garganta ya arde. No estoy segura de poder sobrevivir otra noche sin sangre; he perdido demasiada con ese Purasangre y con el líder del clan. Maldiciendo por lo bajo, lo sigo y rápidamente aparezco frente a él bloqueando su camino.

—Travis, para, el bosque es peligroso.

—¿Te gustó lo de anoche, pequeña? —La boca del hombre se mueve, pero no es su voz.

Me pongo rígida de inmediato. El Purasangre lo está controlando. Algunos seres humanos pueden ser mentalmente dominados por vampiros, especialmente por Purasangres. Doy un paso atrás. Travis me brinda una sonrisa maliciosa que no encaja con su inocente rostro humano. Escaneo el lugar; el Purasangre que lo controla tiene que estar cerca de nosotros.

—Muéstrate —ordeno, mis ojos en vigilia observando los alrededores.

—¿Quieres repetir lo de anoche? —Sus preguntas me enfurecen.

—Déjalo ir ahora. —Saco el cuchillo de caza de mi cinturón, lo he traído conmigo por si acaso. Travis parpadea y luego cae al suelo inconsciente. Ojeo el lugar, pero no veo ni huelo a ningún vampiro; tal vez se ha ido. De repente, alguien me tira del pelo con fuerza y me arrastra hacia el bosque.

«No... Esto de nuevo...».

Me arroja contra un árbol y caigo al suelo abruptamente. Estoy muy débil, no solo por las heridas que tuve, sino por la pérdida de sangre que aún no he recuperado. Me pongo de pie para enfrentarlo de nuevo. El Purasangre lleva esa rara máscara y sonríe burlonamente... Es el bastardo que me hizo tanto daño anoche. De repente, una ola de llamas se dirige a él, quien la esquiva en un movimiento rápido.

—¡No te atrevas a tocarla otra vez! —exclama Ian, poniéndose de manera protectora frente a mí. Me muevo para estar junto a él—. Quédate atrás.

—No, soy un vampiro, no una damisela en apuros. —Agarro mi cuchillo con fuerza.

—¿Quién eres tú? —pregunta Ian extendiendo las llamas al vampiro, que solo sigue sonriendo.

Mi amigo gruñe furioso y le arroja todo el fuego que puede controlar. El Purasangre sonríe mientras sus manos se mueven en círculos, formando dos gigantescas bolas de aguas, las cuales empuja y se estrellan contra nosotros. Las llamas de Ian se extinguen por completo; estamos empapados.

—Solo necesito una cosa y te dejaré ir, pequeña — dice el vampiro, caminando hacia nosotros. Lo observo desenvainar su espada.

—¡No te dejaré tocarla! —declara Ian de manera defensiva.

—¿Qué es lo que quieres? —pregunto amargamente.

—No lo harás voluntariamente.

—Solo dilo —insisto, tratando de ganar algo de tiempo. Este Purasangre puede hacernos mucho daño, incluso matarnos con facilidad.

—Quiero que bebas mi sangre.

Su fría afirmación me sorprende. Esperaba que pidiera más de mi sangre, no que me diera de la suya. De igual forma, no lo haré. Él ya ha bebido de mí, lo que significa que, si me alimento de él, estableceremos una conexión mental y física. Cuando dos vampiros comparten su sangre, se crea un fuerte vínculo entre ellos.

—No lo haré —le digo claramente. No quiero tener una conexión con ese bastardo.

Él sigue sonriendo. De pronto, se mueve, tan rápido que apenas lo puedo ver, para clavar su espada en el estómago de Ian. Me llevo la mano a la boca en un gesto de sorpresa; la sangre sale de la boca de mi amigo, espantándome.

«¡No!».

—¡Ian! —No puedo evitar llamarlo, aunque sé que es mostrar mi debilidad a mi enemigo, pero no me importa.

El Purasangre saca su espada e Ian cae al suelo. No puedo moverme. Él levanta su arma de nuevo por encima de la cabeza de Ian. La punta de la misma toca su cabello, la sangre gotea de ella.

—¿Lo has pensado mejor? —pregunta el bastardo, esa maldita sonrisa en sus labios. No puedo creer que Ian esté en el suelo desangrándose. Su herida sanará, pero no se cuánto tiempo le tomará y qué tipo de espada es esa; he escuchado que algunas pueden estar hechas para causar heridas profundas difíciles de sanar. Me arrodillo frente a mi compañero y coloco su cabeza sobre mi regazo, tratando de calmarlo. Mi respiración es errática. Él intenta hablar, pero lo único que sale de su boca es sangre. Su expresión de dolor hace que me duela el corazón.

—Está bien. Estarás bien —le prometo. Ian cierra los ojos, haciendo una mueca de dolor.

—Si estás pensando en llamar a tu clan, para cuando lleguen aquí, ya habré matado a tu amigo —me recuerda el Purasangre con frialdad.

—Lo haré. —Observo a mi amigo ahogarse en su propia sangre. Mantener mi fachada de vampiresa fría con él ha sido una tarea, pero sabe que lo quiero como un hermano y, lamentablemente, en este mundo de cazar o ser cazado, querer a alguien es una debilidad.

—Levántate —ordena el Purasangre.

Lentamente, acaricio la mejilla de Ian antes de poner su cabeza en el suelo. Temblorosa, me pongo de pie. El bastardo se me acerca y sostiene mi barbilla para moverme la cara hacia un lado.

—¿Quién te ha mordido? —pregunta con curiosidad—. ¿Acaso ha sido ese líder que admiras y deseas en secreto?

Él lo sabe todo: cada recuerdo, cada sentimiento que he experimentado; ha bebido mi sangre, después de todo. No respondo, y entonces pasa...

Lo percibo antes de verlo, así de extravagante es su poder. El aire se enfría y se vuelve pesado; el bosque cae en un silencio absoluto, como si la naturaleza se doblegara ante él.

—Suficiente —ordena una voz profunda a un lado de nosotros. Mi corazón se acelera al oírlo, una extraña sensación revolotea en mi estómago. Siento la necesidad de bajar la cabeza, de rendirle respeto, pero me contengo. Mis ojos buscan al dueño de esa voz.

Muy alto...

Todo de negro, con el característico uniforme y máscara que solo un vampiro Purasangre usaría, y con la marca en el cuello para confirmarlo. Solo puedo ver sus ojos, de color rojo carmesí, ardiendo con cientos de años de historia y dolor. Él camina como lo que es:, un ser poderoso, capaz de acabar con cualquiera que se metiera en su camino sin mucho esfuerzo. Cuando su mirada se cruza con la mía, algo en mí se paraliza, se retuerce y solo puedo sostener mi pecho frente a él.

«¿Quién es?».

—Tenemos que irnos. —El ser poderoso habla de nuevo, su voz tiene una pizca de dominio. ¿Por qué no puedo dejar de mirarlo fijamente? Él es mucho más fuerte que el Purasangre delante de mí—. Ahora, Byron.

El bastardo que ahora sé que se llama Byron me suelta y camina hacia él.

—Esto no ha terminado, pequeña, volveré —promete el Purasangre y desaparece en la oscuridad.

Ojos carmesíes se quedan mirándome en silencio. Trago grueso, sintiéndome un poco intimidada.

—Será mejor que encuentres otro escondite.

Aún me sorprende la profundidad y dominio de su voz. Sé que tengo que darle las gracias por salvarme de beber la sangre de Byron, pero mi ego no me deja; solo asiento y él desaparece.

#

Han transcurrido unas horas desde que traje a Ian al escondite. Lyla ha estado con él en la habitación curando su herida. Permanezco fuera de esta, la resequedad de mi garganta quemándome. Estoy poniendo a todo mi clan en peligro. Ese Purasangre no va a rendirse; a su especie le encantan los retos, y yo me acabo de convertir en uno para él.

«Será mejor que encuentres otro escondite». El consejo del otro Purasangre llega a mi mente. Es demasiado egoísta hacer que todo mi clan se mueva por mi culpa. Nuestro líder aparece en el pasillo en ese momento. Me pongo de pie, un poco nerviosa después de lo que ha pasado entre nosotros; me siento un poco avergonzada, pero Aidan ni siquiera me mira.

«¿Ha sido ese líder que admiras y deseas en secreto?».

Las palabras de Byron aún me molestan, ¿deseo a mi creador? ¿A caso eso no es normal? No, no lo es, es normal sentir gratitud y lealtad por tu creador, pero no desearlo. Lo peor de esta situación es que Aidan debe haberlo visto todo en mi sangre.

—Señor, tengo algo que decirle.

—Habla —responde, aún sin mirarme.

—Quiero dejar el clan.


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