Capítulo 3: Yo te cuido

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Mayu

Al salir de clases con Ayuda de Asami – y el indeseable de Yoichi – logré convencer a la profesora de que me iría sola a casa y con el dinero que traía perfectamente podría comprar los ingredientes perfectos para el okonomiyaky** que tanto le guastaba a mi papá. Por supuesto que mucha gente en el transporte público y la calle me peguntaban constantemente por mis papás o la persona que me acompañaba. Sin embargo, logré escaparme de todos ellos. El centro comercial donde mi papá y yo solíamos hacer las compras se encontraba a la alameda, así que tuve que tomar un bus.

Mi memoria nunca ha sido muy buena, pero por suerte una viejita me ayudó a llegar y me dio algunos consejos de cocina. Todos a excepción de ella eran irritantes hasta cierto punto. Al viajar por primera vez sola me sentía un poco nerviosa, pero no iba a dar marcha atrás, haré a papá sonreír, lo haré porque sé que es lo que mamá haría sin dudar, hacer felices a las personas.

El verdadero problema fue la cajera, pues, no dejaba de hacer preguntas incómodas, pero tal como papá me enseñó, me salí con la mía, como soy pequeña y muy dulce podía llorar y lograr que la suspendieran. Estudiar bien a tu enemigo y usar sus bondades en su contra es algo que papá me enseñó – aunque me dijo que no lo pusiera en práctica a menos que fuera de vida o muerte, y esta, es una de esas ocasiones – ¡Soy genial!

Al volver a casa me di cuenta de que realmente no conocía por completo el camino, y esta vez no había una mujer amable dispuesta a ayudarme. Sin perder el tiempo pedí direcciones a una mujer de mediana edad, quien no dudo en comenzar con sus preguntas, evadirla no fue nada fácil. Me tomó del brazo creyendo que aquello que había comprado era robado y estaba por llevarme con un policía. Tenía miedo, mucho. Estaba en un lugar desconocido sin mi papá y además, estaba completamente sola. Como pude me zafé y corrí, corrí tan rápido y lo más lejos que pude.

Al detenerme estaba completamente cansada, hambrienta y me había dado cuenta de que la estación de autobuses no se veía por ningún lado.

Me senté, abracé mis rodillas y lloré. >>Papá ven por mí, tengo miedo<<. Veía la gente pasarme de largo y mi pánico aumentaba mientras la nieve caía sobre mi cabeza y el cielo se nublaba. Mientras lloraba pensaba en lo peor del mundo: separarme de mi papá. Desde que tengo memoria él siempre ha estado junto a mí y nunca me había dejado sola.

>>Mami, ayúdame. No quiero separarme de mi papá<< pensé mientras temblaba de frío.

No pasó micho cuando sentí una nariz húmeda olfateando mi pelo. Al levantar mi vista era un perro San Bernardo muy lindo que de inmediato lamió mi cara.

-- Oye, ¿Estás bien?

Nunca en mi vida... había visto unos ojos tan azules y sin luz.

Karma

El trabajo es mi dosis diaria de estrés y desespero. Aunque también me ayudaba a distraerme de todo lo que mi cabeza no se cansaba en recordarme a cada instante. Mis empleados son personas trabajadoras y en su mayoría amables y juguetones, tal vez esa sea la razón por la cual aunque los explote laboralmente no han renunciado. Soy el jefe de los demonios que tiene a su servicio una decena de bufones.

Junto a ellos mi vida privada no lo era tanto, todos sabían quién era Mayu, sabían su cumpleaños, su tipo de sangre, su comida favorita y demás. Tanto que si me atrasaba un minuto en ir a recogerla todos se encargaban de molerme a quejas. En verdad son insoportables – en el buen sentido, quiero creer –

Caminar era otra de mis torturas – al igual que lavar trastes – pues pensar era lo peor en el mundo, prefería mantener mi mente ocupada en asunto que consideraba más "importantes".

-- Karma – volteé y me encontré con Kayano, quien vestía un abrigo café bastante abrigado -- ¿Podemos hablar?

Nos sentamos en unas bancas frente a la escuela esperando a que Mayu saliera y su conversación era lo mismo de siempre, que debía superarlo, reconstruirme, trabajar menos – Por las noches, cuando Mayu dormía, volvía a la oficina a seguir trabajando hasta el amanecer, que era cuando Mayu despertaba – vivir algo más que solo mi hija.

¡Qué tontería! Mi hija lo es todo. No hay otra cosa que deba hacer, es lo único que necesito para sobrevivir.

-- Tú lo has dicho Karma, sobrevivir, no vivir. Karma aunque ella sea tu mundo, tú también mereces ser tu propio dueño, tú propia persona, disfrutarte a ti mismo, cuidarte, volver a ser el Karma Akabane juguetón, sádico y burlón que todo conocimos.

-- ¡Esta conversación ya me está cansando, Kayano. Tu sabes que estoy perfectamente bien así. Mayu es feliz y eso es suficiente!

-- ¿Y tú? En verdad estás cumpliendo la promesa que le hiciste a Manami. Karma no somos ciegos, ¡Mírate! Eres más delgado que una modelo de lencería, tienes ojeras que casi abarcan todo tu rostro y tus manos parecen las de un muerto. ¡Karma, esto no es vivir!

Cerré mis ojos negándome a escuchar de nuevo aquel sermón. Escuché como estaba dispuesta seguir hablando hasta que Rio apareció de repente. Nos saludó notando la tensión entre nosotros y preguntó por Mayu

-- ¡¿Qué no estaba en la escuela?!

>>No... Todo menos Mayu<<

-- Pues, hoy fui la última de los maestros en salir, acaban de cerrar la escuela, no hay ningún niño adentro...

>>MALDITA SEA<<

Como loco comencé a hacer llamadas a su profesora, quien me confirmó que había salido a la hora exacta para "encontrarme en el parque". Sin más colgué y comencé a buscarla por los alrededores mientras Rio y Kayano llamaban a la policía.

Por mi parte pedía ayuda a mis trabajadores, quienes sin pensarlo se alistaron para buscar. Mientras, yo corría hacia el parque en busca de pistas que me llevaran hacia mi hija. Por supuesto, no esperé a Kayano y Rio, tenía que moverme rápido antes de que algo malo le pasara.

>>Te doy mi vida si quieres, Dios, pero no me arrebates a Mayu, es lo único que tengo<< rogué al cielo por segunda vez.

A cada persona que veía preguntaba tomando de referencia la foto que tenia de ella en mi cartera. Cada respuesta negativa era como un golpe al corazón. La adrenalina, el miedo, el coraje, la negatividad, todo se acumulaba haciendo que un nudo se atorará en mi garganta y no me dejaba respirar. Mientras más tiempo pasaba, pensaba seriamente en como demandar a la escuela y cerrarla definitivamente.

En el parque, con la respiración entre cortada di un vistazo en cada juego que había. No sé si fue por la falta de sueño de ese mes, o la falta de alimento de esa semana, pero lo que vi, me hizo sentir como si ya no perteneciera a este mundo: Una mujer de sonrisa tranquila, ojos violetas y cabello negro ondulado.

Aquel nudo en mi garganta pareció ensancharse más y hacerme derramar una lágrima.

-- ¿Manami?

¿¿¿???

-- Oye, ¿Estas bien? -- pregunté

Había decidido ir a vender mis aves a la alameda, aunque, no sabía por qué; por alguna razón a mitad de mi camino habitual decidí tomar un desvío. Al acercarse navidad la gente se alborotaba con la venta de regalo, y los más extravagantes y excéntricos preferían dar regalos fuera de lo común: aves, por ejemplo.

Por el sonido de su llanto supuse que estaba sentada en el suelo, por lo que me arrodillé hasta su altura y acaricié su cabeza. De inmediato sentí su calidez, era un calor tierno y a la vez hacia muchas cosquillas, >>Es una buena niña, aunque algo inquieta<<, pensé.

Le sonreí esperando que aquello que la atormentara se desvaneciera. Claramente podía sentir como las palpitaciones de su corazón denotaban miedo y angustia, así que hice mi mejor esfuerzo para que se sintiera segura y relajada, por supuesto Jack me ayudó mucho, los niños adoran a Jack una vez que lo conocen.

-- Dime, ¿Qué pasa?

-- Me perdí y no sé dónde está mi papá

-- ¿Venías con él?

Negó con su cabeza

-- Quería darle una sorpresa, por eso vine a comprar ingredientes para cocinar. ¡Pero perdí el camino y no puedo volver! ¡¿Cómo me va a encontrar mi papá?! Me quedaré sola.

-- ¿Has preguntado a un policía?

-- Me dan miedo sus armas...

Sentí como se abrazaba así misma con terror y sin poder evitarlo recordé a cierta niña que conocí hace mucho tiempo, una que lloraba por haberse quedado sola... y aún sigue sola.

"Nagisa, no estás sola hay mucha gente que se preocupa por ti, estoy segura de que alguien te está buscando..."

Callé aquel recuerdo y me levante para que de las jaulas que llevaba conmigo – todas atadas con cuidado en una carretita pequeña – pudiera sacar un pajarito color blanco con algunas plumas doradas y rojizas. El pequeño al mirarla no dudó en posarse en su hombro y hacerle mimos.

-- Estoy segura de que tu padre te está buscando como un loco. ¿Qué tal si vamos a un lugar en el que te pueda encontrar fácilmente? ¡Mira, el árbol de Navidad de la alameda acaba de encender sus luces! ¿Te parece bien ir ahí?

Las luces de aquel árbol era de las pocas cosas que podía apreciar, las manchas de colores brillantes a través de tanta niebla, parecía como si fuera magia. Siempre adoré aquellos adornos. Sentí un tirón en mi mano. La niña se había levantado y al dejar aquel rincón oscuro donde lloraba y acercarse a la luz, pude ver que su cabello era una mancha de un color parecido al azabache aunque un poco rojizo, era pequeñita, pequeñita.

Tomé su mano – con mi mano diestra, pues la otra llevaba la pequeña carretita con las jaulas - con seguridad y le sonreí sintiendo como su corazón se había aligerado un poco de la angustia que la consumía. Dejé que Jack guiara el camino y que ella sintiera más confianza a mi lado.

-- Me llamo Mayu Akabane.

-- Mucho gusto, yo soy Nagisa Shiota.

Karma

Su figura estaba igual como la recordaba y sus ojos denotaban esa amabilidad que siempre la caracterizó. Sin embargo desprendía una luz inusual, casi irreal.

-- ¿Estás aquí?...

No lo podía creer. Quise alcanzarla y con pasos temblorosos por la conmoción me acerque a ella. Manami solo me sonrió con ternura y pude percibir un poco de tristeza en su mirada.

>>Mayu<< pude leer en sus labios.

Antes de que pudiera tocar su mano, su figura se desvaneció dejando en su lugar una mariposa blanca que sin más comenzó a volar hacia adelante. Por instinto, supe que ella había escuchado mis plegarias.

-- ¡ESPERA!

Corrí tras de ella y la mariposa se posó en una de las bancas de la estación de autobuses y abordó al vehículo. Como era de esperarse la seguí y subí también, en ninguna parte del trayecto la perdí de vista. Tras unas cuantas paradas se bajó volando y yo, empujando gente, también bajé. Conocía la parada, eso era seguro, pero no me detuve a pensar, solo corrí tras la mariposa pidiendo disculpas cada vez que golpeaba a gente por error.

>> No tengas miedo, Mayu, papá te busca <<

Nagisa

Hacía demasiado frío en aquella banca bajo del árbol pero por suerte Mayu llevaba ropa que le hacían ver el doble de grande, sin embargo la falda escolar no era de mucha ayuda. Sus piernas temblaban de frío. Me quité mi suéter y tapé sus piernas con cuidado

-- ¿Tienes hambre?

Al principio se negó, pero un sonido proveniente de su estómago inevitablemente la delató. De una bolsa de tela saqué algunos emparedados que había preparado para Jack y para mí. Sin pensarlo le ofrecí el mío. Como era de esperarse preguntó por mí, sin embrago le expliqué que siempre compartía mi comida con Jack desde que lo conocí. Se emocionó mucho al saber el nombre de mi peludo compañero, y como si fuera una tira cómica se presentó formalmente con él. Jack ladraba constantemente en señal de afirmación y cariño demostrando su agrado hacia la niña. Cuando terminamos los empardados le ofrecí las tartas de fresa que había horneado esta mañana. Con cada mordida que daba parecía que tocaba el cielo. Noté su amor por los dulces.

Cuando menos lo esperamos la nieve comenzó a caer en grandes cantidades, sin embargo el gran árbol nos hacía sombra evitando que nos mojáramos con la nieve. Mi única vestimenta era un vestido blanco y un delgado suéter adicional al que le había proporcionado a Mayu. Aun cuando le aseguré a Mayu de que Jack era suficiente fuente de calor ella se acercó más a mí y me abrazó fuertemente por la cintura.

-- Entonces, yo seré calientita por Nagisa también ¡¡Nagisa ha sido muy buena conmigo, así que seré buena con ella!!

Me sorprendió su acción, porque a diferencia de muchas personas que conocía, ella no se acercó a mí con malicia o malas intenciones, era completamente sincera y pura tal cual la nieve que caía a montones del cielo. Con el paso del tiempo noté como cerraba sus ojos con cansancio así que la recosté en mi regazo con cuidado acariciando su cabello, sintiendo un dejavú en el proceso.

-- Mayu, ¿Cómo se llama tu papá? Para así poder identificarlo.

Pregunté al notar que el detalle más importante se me había pasado.

-- Karma, Karma Akabane. Es muy alto como un poste de luz y su cabello es tan rojo como un tomate.

Me susurró antes de caer completamente dormida.

Mi maestro solía decirme que los caminos de la gente están entrelazados, que no hay nadie que realmente este solo en este mundo. Mi maestro me dijo que desde que nacemos nuestros lazos ya están atados. En ese instante no pude evitar preguntarme si esto era obra del destino o de algo más.

Aún con la duda instalada en mi pecho al haber reconocido aquel nombre, bajé mi mirada y contemplé su rostro completamente relajado, aunque con rastros de lágrimas en sus mejillas. Acaricié su pelo y siendo abrazada por el calor de los dos que me acompañaban cerré mis ojos con completa paz dejando que el destino siguiera su curso.

Karma

Cuando llegué cerca del Árbol de navidad que adornaba la alameda la mariposa se detuvo a unos metros de mí y tomo de nuevo su apariencia humana. Me detuve a contemplarla queriendo alcanzarla con mi mano, sin embargo ella me sonrió de nuevo con dulzura y se desvaneció en miles de luces que se perdían junto a los copos de nieve que caían del cielo. Me quedé anonadado unos instantes sintiéndome triste y decepcionado por no poder conversar o tocarla, sin embargo, tenía algo que hacer. Había demasiada gente en ese lugar y buscar sería más complicado, así que decidí comenzar en campo libre. El árbol.

La gente sin duda se detenía a admirarlo, pero en ese momento la gente se preocupaba más por llegar secos a sus casas, así que el pobre era pasado de largo por la mayoría de la gente.

Y ahí, en una banca bajo el árbol, que parecía estar apartada de todo, se encontraba mi preciada hija junto a una mujer de cabello azul como el mismo cielo y un perro acompañándolas.

Al ver a Mayu sentí como si el mundo volviera a tener oxígeno para mí, quería llorar de la alegría. Me acerqué corriendo con la intención de tomar a Mayu, pero el perro comenzó a ladrar frenéticamente haciendo a extraña mujer despertar lentamente y alzar su rostro hacia mí.

Su piel era blanca, casi de porcelana y su cabello estaba un poco alborotado por su siesta. Lo que más me impresionó de aquella misteriosa mujer eran sus ojos azules. Tan grandes y redondos que parecían canicas, sin embargo, estaban cubiertos por un velo blanco que los hacia carecer de brillo alguno. Aunque estaba sentada en la banca podía decir que era bajita, probablemente la mujer más bajita que había visto. Parecía un poco desorientada.

Me miró con intensidad haciéndome sentir extraño. Entrecerró sus ojos enfocándome con exageración.

-- Mancha roja – susurró para sí misma, tan suavemente que bien pude haberlo imaginado.

Acarició el pelaje del perro para que este dejara de gruñirme y con cuidado de no despertar a Mayu la cargó junto a todas sus cosas haciendo una mueca de dolor en el proceso, que no pude pasar por desapercibida.

-- Esta exhausta. Lloró mucho, es mejor que descanse por hoy.

Con la misma delicadeza me la entregó y una vez en mis brazos colocó aquel suéter desconocido para mí, sobre su cabeza evitando que la nieve la mojara. A su vez, vi como un pájaro de color blanco se acomodaba cerca de Mayu sobre mi hombro haciéndose bolita cubriéndose del frio.

-- No seas tan duro con ella. Solo quería hacerte feliz – me dijo mirándome con la misma intensidad que hace un momento.

-- ¿Quién eres?

-- No te preocupes, probablemente no será la última vez que nos veamos...

Tomó lo que parecían ser jaulas y me dio la espalda.

--... Karma Akabane

Sin más se fue entre la nieve dejándome con una sensación de lo más extraña en el pecho. Definitivamente hoy había sido un día muy extraño.

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** El okonomiaki (お好み焼き) es conocido en Occidente como pizza japonesa lo cierto es que el okonomiyaki , por su elaboración e ingredientes, se asemeja más a una tortilla o a una tortita y puede llevar casi cualquier ingrediente. De hecho, su nombre significa lo que te guste, a la plancha.  

¡¡He aquí el encuentro más esperado de toda América Latina!! (O eso creo)

Recuerden niños, nunca deben separarse de sus padres, nononono, ustedes no están en un fanfic, así que no sé si tendrán tanta suerte

Cuídense y tomen mucha agüita

Besos en el ******* Bye

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