🌌CAPÍTULO 13🌌

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PD: En éste capítulo tal vez hayan problemas con los diálogos o párrafos (como dos palabras juntas). Será algo que mañana con tiempo arreglaré.

PD2: Escuchen la canción de arribita :)

Un jardín  florece en el corazón de un abuelo.

  Suelo ser consciente de que mi manera más fácil de expresarme es haciendo comparaciones. Comparaba el pasado con una bala que, al ser disparada contra una pared, rebota y se gira contra quien disparó, como si fuese circunstancia que solo ocurriría en las películas. Muchas veces el pasado, como las balas, vuelven y hacen una herida, destrozan un punto y dejan la cicatriz como recuerdo de esa mala suerte, si es que no mueres antes; mi pasado, ésa bala, apuntó directo a mi corazón, y aunque no me mató sí me causó dolor.

Una mañana me encontraba platicando fluidamente con Larissa, Larry y Fred en una cafetería. Era un día entre semana feriado, por lo que una salida suponía gran plan para acabar con el aburrimiento. Estar con ellos era mejor que escuchar a Emi hablando de cuán genial se llevaba con Giselle.

—Yo digo que el mejor anime del mundo es Naruto —iba comentando Fred, a lo que Larissa resopló, lista para llevarle lacontraria.

 —Está claro que los Kdramas son mejores que los animes. Y, si hubiera un anime que mereciera ser el mejor, ese seríaSword Art Online.

—Niñerías —les cortó Larry, rodando los ojos—. El verdadero anime en todos los tiempos es Shingeki no Kyojin, y no pienso discutirlo con un falso otaku y una obsesionada con los chinos.

—No son chinos, sino coreanos. Se llamaban Bts y son más guapos que tú —atacó Laris, aniquilando con la mirada a suhermano mayor.

—Eso sí, están buenísimos —le dio la razón y se volteó a mí—. ¿Y tú qué opinas, Kaela-Ela?

—Parecerá lógico para quienes tenemos neuronas, pero sí, Shingeki no Kyojin le gana a Naruto y Sao; y los coreanos están como café en las mañana.

—¿Cómo? —preguntó Fred, confundido.

—Riquísimos —le dijimos todos a la vez.

—Si Erika estuviera aquí... —murmuró Fred, quien se había estado quejando todo el rato de que él no nos entendía ni nosotros le entendíamos. Digamos que ahora su conexión con Erika ya lo era todo—. ¿Os apetece ir a su librería a hacerle una visita?

—¡Uh! —exclamó Larry, subiendo y bajando las cejas—. Parece que alguien quiere hacerle una visita a su chica.

—No es mi chica —frunció el ceño de inmediato, pero aflojó sus facciones al agregar—: aun...

—Ya, Freddy, no te esfuerces por ocultar lo obvio —le dije yo—. Sabemos que te mueres por ella.

—O vive por ella —añadió Larry.

—No sean exagerados, solamente... Erika se ha vuelto una chica muy especial. Sabía que al conocerla mejor me gustaría más pero...

—Qué cursi —Laris puso los ojos en blanco de manera exagerada, gesto que me hizo recordar el parentesco a Larry—.Has pasado de ser el mujeriego al cursi enamorado. Gran avance, Fred.

—Yo creo que va por buen camino —sonreí mostrando los brackets y haciendo que Fred me sonriera incluso con los ojos achinados.

—Hey, Kaela-Ela, ya olvidé por qué Erika no pudo venir con nosotros. ¿Me lo recuerdas?

—Ay, Larry Harry, tienes memoria de pez muerto. Erika está ocupada organizando una estantería que accidentalmente secayó, o eso me dijo.

—Eso fue hace unos... ¿cinco minutos?

—Exacto.

—Vayamos a ayudarla, queda muy cerca y yo me sé la dirección de memoria.

Nadie dijo nada, pero todos al escuchar a Fredy queríamos soltar lo mismo: «¡Uyyy, se sabe la dirección de memoria!». Y,como habrán supuesto, llegamos en cuestión de minutos. Por lo menos hubo una divertida pelea entre los hermanosanaranjados sobre qué era mejor: si la pizza hawaiana o la pizza de chorizo —terminaron en empate y se ignoraron durante el resto del camino.

El rubiales de pequitas regadas por el rostro aparcó en frente de la librería. Entramos a la misma, percibiendo el agradable olor de las páginas de los libros organizados en secciones en las estanterías de madera. Se me antojó un lugar particular, de paredes que hace mucho no recibían pintura pero eran decoradas por discos de vinil colgados en clavos y cuadros, tanto familiares como una que otra fotografía de cómo era aquella librería años atrás. En un mostrador nos encontramos con la sorpresa de que, a pesar de que el inconfundible olor a galletas intentando ser horneadas de pronto esparció cualquier otro olor, Erika no estaba atendiendo.El local era lo suficientemente grande como para que curioseáramos unos segundos hasta que una puerta de madera bonita se abrió, mostrando a una Erika con los lentes torcidos, un delantal chamuscado de polvo y una sonrisilla de niña traviesa que se apoyó al umbral.

—¿En qué chimenea te metiste, cuatro ojos? —preguntó Larry, poniéndose la mano en el pecho como todo trágico. Ahorasu confianza con Erika suponía un diez de diez.

—Estaba intentando hacer galletas —se excusó, avergonzada—, pero digamos que el hada de la cocina me odia a muerte.

—Yo te podría ayudar —se ofreció Fred, dando un paso al frente para que ella notara su presencia.

—Yo puedo ayudar a Fred a ayudarte —Larry agudizó la voz, cómico—. No soy hada, pero echo unos polvos que...

—Silénciate, Juanito —su hermana le dio un golpecito en la cabeza que lo hizo chillar.

—¡Te he dicho que frente a los demás no digas mi segundo nombre, Larissa Martina!

—¡Basta de perder el tiempo! —exclamé yo, negando con la cabeza.

Pero Larry, acariciándose el cuero cabelludo, no se quedaría callado, sino que ahora me tendría manía por arruinar su drama. Me observó primero de reojo y se giró completamente a mí, enarcando una ceja y poniendo su rostro más sensual posible en lo que se me acercaba.

—Qué estresada, cariño, parece que necesitas que te regale de mis polvos mágicos —insinuó.

—¿A quién engañas, Larry Juanito Harry? —le molesté—. Si Larissa te pillara con polvos mágicos, no estarías vivo paracontarlo.

—En realidad eso ya sucedió una vez y un pelirrojo terminó siendo esclavo de una pelirroja para que su padre no se enterara —contó Fred, disfrutando de ver el rostro de Larry y sonriendo ante su molestia.

—Ya nadie me respeta en éste grupo de traicioneros.

Decidimos simplemente ignorarlo y ser guiados por Erika, quien nos dejó pasar por aquella puerta para introducirnos en su propiedad. Porque sí, la casa de Erika además de ser tan hogareña como una de las más antiguas de la ciudad, daba puerta con puerta a la librería de su madre, cosa que les solucionaba la vida.

Pasado un rato, Larry se encontraba sentado en la mesa comiendo algunas galletas mal hechas por él, pero como quería tener el orgullo intacto decía que estaban buenísimas. Laris, por otro lado, se quejaba cómicamente porque todo le salía mal. En cuanto a Erika y Fred, ambos se ocupaban del horno en lo que charlaban de a saber qué —cosas que, aunque no eran de la incumbencia de nadie, Larry escuchaba atento. Y... yo... Digamos que era la que menos masa traía en el delantal de flores. Me entretenía charlando con Amalie, la joven madre de Erika, quien nos había estado instruyendo eneso de la cocina.

De Amelie me sorprendía lo muy bajo que hablaba, como Erika, con ese dulce tono y su gran paciencia y amabilidad con nosotros. En el físico, Erika era la copia menor de su madre, quien rondaría unos treinta en aquel entonces, sin embargo no había alguna cana en su cabello castaño recogido en una cebolla.

—Kae, querida, ¿me podrías alcanzar ese cuchillo? —pidió en un momento determinado, en lo que solo Erika nos prestabaatención.

—¿Para qué necesitas un cuchillo para hacer galletas, mamá?

—No es para las galletas, sino para abrir ésto...

Comenzaba a rebuscar el cuchillo entre la masa, las bolsas de arina y los platos o bols que estaban encima de la isla de la cocina. Erika y su madre continuaban hablando mientras.

—Ah, mamá, ¿dónde está la cosa ésa rosada?

—Encima del deso de mi habitación.

—¿Dentro de la lata de galletas donde guardas los hilos?

—No, cariño. En la caja de zapatos.

—¿Y si no está ahí?

—Busca debajo de la cama, ahí siempre está todo lo perdido.

—¿Ésta conversación no es la que hemos tenido todos con nuestras madres? —preguntó de repente Larry, sosteniendo una risa en lo que apartaba disimuladamente sus galletas a la otra esquina de la mesa.

—Creo que acabo de encontrar el cuchi... ¡¡¡Ahg!!!

Me entretuve tanto en sus charlas que el cuchillo cayó de mis manos, dejándome un caminillo de sangre que bajaba hasta mi muñeca. En la palma de mi mano se concentró un dolor agudo que ni cerrando con fuerza los ojos o mordiendo mi lengua se igualaba. Ya las miradas estaban encima de mí; todos atentos y reaccionando de poco en poco.

—¡Caramba, Kaela-Ela, estás sangrando!

—No te lo creo, genio —rodé los ojos con hastío, dejando que Amelie me tomase de la mano para ver mi palma. Encima puso un pañuelo; a pesar del dolor, tampoco era tanto como para no ser capaz de echarme a reír o a correr ahí mismo.

—¿A quién se le ocurre agarrar el cuchillo por la hoja? —me regañó Erika, negando con la cabeza, decepcionada.

—Chicos, continúen ustedes, yo me encargaré de Kaela.

Terminé en el baño de la familia Roberts, siendo atendida por Amelie, quien con una bendita me aseguró que fue un corte a rente a la piel, por lo tanto no era profundo ni taaan preocupante. Saliendo del baño junto a ella me preguntaba por qué todos los pasillos estrechos en esa casa tenían un cuadro diferente con un mismo hombre. Era un anciano que, en muchas fotografías, cargaba a una niña morena. Muchas fotos parecían tener más de sesenta años, cosa obvia porque algunaseran en negro y blanco y comenzaban a verse amarillentas aun detrás del cristal de los cuadros.Lo más lindo, además de la fachada antigua que me recordaba a una de esas casas de terror, fue notar tantos ventanales con cortinas claras, quienes permitían contemplar un patio trasero amplio y bien cuidado. Ni siquiera recordaba que tenía a la mujer a mi lado, atenta a mis ojos curiosos.

—Erika hace buen trabajo cuidando del patio —comentó ella, observando mi mano cubierta por las vendas. Instintivamente la cubrí con mi otra mano; ya no sentía ese dolor agudo como si me clavasen un clavo en la palma de la mano—. Dicen que un patio representa a su dueño.

—Sin duda Erika es agraciada como esas flores —le dije yo, sonriéndole a las flores plantadas. ¡Qué guay era pasar portantos ventanales! Pasé por otro cuadro algo reciente, quizás de tres o cuatro años antes, y vi que ese mismo anciano ahora se veía arrugado, decaído y tan frágil, dando la impresión de ser de porcelana.

Lo que me mostraron esos cuadros, más allá de los cambios físicos de aquel anciano, era que en todos su sonrisa seguía. La sonrisa continúa siendo la misma con el pasar de los años, o eso me encanta creer.

—Él es mi padre —señaló con la vista al cuadro—, el abuelo de Erika.

—Sonreía en cada una de las fotografías —observé.

—¿No es eso lo que hacen todos? —enarcó una ceja, sin comprender.

—A lo que me refiero es a que... su sonrisa no ha cambiado, mientras él ha envejecido. Se ve tan... cálido sonriendo, como si desde las primeras fotos hasta ésta no hubiera pasado el tiempo, no hubiese perdido su alegría.

Amelie abrió la boca para decir algo. Calló y contempló la fotografía una vez más, accediendo con la cabeza con unasonrisa que instantáneamente cambió a una más... sincera, confiada.

—Veo que eres muy observadora, Kaela.

—¿Es eso un defecto?

—Es, más bien, la habilidad de notar lo que otros no. Algo me dice que tu familia debe estar contenta de tener a una chica como tú.

Torcí un poco la sonrisa sin que se diera cuenta y continuamos la caminata.

—No lo sé. A veces siento que mi abuela no estaría orgullosa de mí.

—A tu edad también creía que quienes me rodeaban no estaban orgullosos de mí —contó, quitándose el delantal yalisando su blusa—. Me asustaba pensar que mi abuelo no estaría contento con mis pequeños pasos al crecer pero...¿sabes qué? Pasé tanto tiempo creyéndolo que no veía la realidad: los abuelos están orgullosos de sus nietos a pesar de todo y todos.

Sí saben que soy de esas que toman la confianza como si fuese una bolsa de pan en el supermercado, ¿cierto? Esa tarde, digamos que me sirvió de mucho desahogarme con Amelie, quien daba tanto apoyo moral como su hija. De tal madre talhija, ¿no?

Ya media hora más tarde, habíamos devorado todas las galletas que salieron poco quemadas del horno. Ayudamos a Amelie con los quehaceres de la librería por la llana razón de que la estantería en el suelo estuvo siendo ignorada por Erika hasta entonces. Hecho ésto, los hermanos anaranjados —supongo que sabe que me refiero a Laris y Larry—decidieron marcharse a casa para no dejar mucho tiempo a solas a su padre, quien era el único que vivía con ellos. Fred, por su lado, tuvo que irse por un inconveniente donde no contó detalles, pero al parecer su madre, lo llamó para informarle que a Giselle le sucedía algo. Claro que me preocupé por esa niña, pero indagar no era lo mejor. Y, aun si quisiera, él se fue tan rápido que ni se despidió. La angustia repentina por su hermana fue entendible y evidente.

—¿... Se supone que yo deba saberlo? —preguntaba Erika, subiéndose encima del mostrador de la librería. Estaba yo perdida en un universo paralelo donde le respondía a Erika—. ¿Hola? ¿Hay alguien ahí que se llame Kaela Quins?

 —¿Eh?

—¿No has oído nada?

—No, lo siento, estaba entretenida. ¿Me lo resumes?

Apartó un mechón de su cabello con un resoplido.

—Que mi madre tiene sospechas de que mi vecina Florinda se acuesta con el lechero, y resulta que su hijo es novio de la hija del lechero. Horrible, ¿no? Se pone peor: la hija del lechero engaña al hijo de Florinda con el drogadicto del barrio de al lado. Mi madre me preguntó si yo sabía todo el chisme, pero ¿se supone que yo deba saberlo?

—Mucha información innecesaria —ni siquiera noté cuándo abrí tanto la boca.

—Aquí siempre ocurre algo así —ella rodó los ojos con hastío y suspiró—. A veces quisiera irme a vivir lejos de aquí, en una granjita donde solo estemos mi cámara y yo.

—¿Y dónde dejas a...?

Un ruido.

Nos quedamos quietas porque al principio no reaccionamos. Entendimos que el ruido provenía de la esquina más alejada del local.

Otro ruido más agudo. Algo se estrelló contra el suelo, algo como un libro extra grueso.

Pasé saliva porque éstas cosas solo ocurrían en las películas. Solo en las películas, ¿verdad...? Vamos, no saldría un espíritu o un asesino de repente, ni nos acuchillaría —ya había tenido suficiente cuchillo por esa tarde—, y mucho menos nos haría correr desesperadas. ¿O sí?

Tú y tus pensamientos exagerados.

—Creo que se han caído unos libros, como siempre —Erika, relajada, procedió a bajar de la mesa y la seguí hasta aquella esquina, donde, efectivamente, comprobamos que habían dos libros en el suelo, abiertos por la mitad. La morena los volvió a su estantería—. ¡Listo! Ahora no molestarán más.

—¿Ésto pasa a menudo?

—Eh... ¿sí?

—Dios, qué miedito.

—Vamos, solo han sido dos libros.

Otro ruido.

 Y otro.

Los dos libros volvieron a caer al suelo, abiertos por las mismas páginas y haciéndome dar un brinquito que a Erika ni lehizo inmutarse. Me fijé una vez por todas en uno de esos libros, que mostraban un parque en sus primeros años, apenas con una fuente en construcción y trabajadores esforzándose. Los árboles comenzaban a elevarse a las alturas y cada persona en esa foto traía una herramienta de construcción o excavación, además de una muy amplia sonrisa. La foto era en blanco y negro, muy curiosa.

—¿Ése es el Parque de Invierno?

—Sí, el mismísimo —no permitió que lo viera más; se agachó y lo tomo en manos junto al otro, como si fuera su mayor tesoro y lo escondiera de un pirata—. Se fundó hace muchos años por la familia adinerada de Fred y... es una historia aburrida.

—Sigue siendo extraño que los libros se caigan porque sí...

—El viento en éstos días es insoportable, Kae.

—Eso solo en las noches.

—Sí, pero ya me entiendes —pareció incómoda cuando toqueteó sus lentes por entretenimiento.

Mis intenciones de hablar fueron interrumpidas por un maullido en cuanto Erika intentó poner los libros en su lugar. Dio pasos atrás con ellos en mano y yo, confundida, me giré a la estantería para ver la razón por la que Erika no pudo ponerlos libros: un minino apareció de pronto en el lugar vacío, como si se hubiese subido allí hace muchísimo y no lo notáramos.

El pelaje del gatito era de un gris claro, llevando consigo unos ojos saltones y oscuros que me hacían preguntarme cómoveía y una cola cortita. Me hizo recordar a Luna enseguida; de los dos, ese minino se veía regordete y pequeñito.

—¡Venus!

El chillido de Erika hizo que el minino se lanzace con torpeza hasta quedar frente a ella, sentadito y con la cabecitagacha.

—Conque eras tú quien nos asustaba —dije yo, sonriente, agachándome y llamando la atención de Venus, quien se dejóacariciar a mí.

El silencio reinó y sabía por experiencia que, aunque Erika no solía ser tan parlanchina, al menos con sus cercanos no dejaba silencios a no ser que hubiese algo alarmante. Y, como creí, su rostro era desconcierto puro. Repasaba al animalillo y a mí de tal manera que parecía nunca haber visto un gato y una humana. Incomodidad fue lo próximo que sentí. Por alguna razón me sentía inquieta e incómoda por la poca reacción de Erika, aun sabiendo que ella escondía tantas cosas que no sabría cuál de ellas era la que siempre, en todo momento, la dejaba así de perdida —como cuando le conté sobre Galen, por ejemplo.

Claro que yo no era tan bobita, me daba cuenta de quealgo iba mal con ella en cuanto intentó mantener la compostura.

—Tierra llamando a Erika Roberts —dije yo, haciendo que por fin pestañeara—. ¿Sucedió algo?

—Es solo que... Venus no suele dejar que se le acerque alguien que no sea yo y... —se lo pensó— me sorprendí porque tedejase acariciarlo. Es todo.

—Es una monada éste gatito.

Comenzaba a apretujarlo, cargarlo y acariciarlo en lo que escuchaba sus ronroneos y su garganta vibrante. Realmente síparecía un gatito cariñosito.

—F-fue un regalo de mi... ¿abuelo?

¿Por qué dudó tanto en ese instante? No lo noté por estar tonteando con el pobre gato, que ya poco a poco se cansabade mi intensidad.

—Tu abuelo me cae bien y ni siquiera lo conozco.

—Él... ya falleció.

—Oh...

Por milésima vez en ése año, quise lanzarme de un avión sin paracaídas y caer en el Triángulo de las Bermudas para desaparecer para siempre del planeta Tierra. Me di una cachetada mental como mejor pude hacer.

—Pero no te preocupes —sonrió; no supe describir su sonrisa, si tenía algo de tristeza o felicidad en ella—..., él siempre vivirá en mi corazón. Ya han pasado años y... duele, sí, pero quienes se van de seguro quisieran que no nos atormentarámos.

—Lo siento —con mi cabeza cabizbaja me levanté del suelo con el minino en brazos. Bufé sonoramente—. Soy... tan tonta. Me sucede hace tiempo que cada persona que mencione ya ha fallecido, ¡y es algo terrible!

—Nadie fallece para siempre mientras vive en el corazón de alguien —tomó ella al minino en mano y acarició su naricita—.Lo verdaderamente terrible es soportar la muerte de un ser querido. Y ojalá jamás te suceda, pero ley de vida es que a alguien pierdas.

Con el alma estrujada en la mano y el corazón hecho trizas en la otra, decidí extender la charla con tal de desahogarme de una vez por todas. Era necesario que lo dijera una vez, una sola vez en voz alta, aunque doliera y tal vez me hiciera derramar una lágrima, pero debía tomar valor para decir que:

—Mi abuela también falleció. Y la extraño muchísimo.

Cruzamos nuestras miradas. Dolía decirlo, supongo que el dolor es una parte esencial de la vida, que aunque es cruel sigue siendo un sentimiento de lo más vivo, uno que los ojos de Erika no pudieron ocultar y de seguro tampoco.

Abuelos.

Qué palabra tan maravillosa que tiene como significado noches de navidad con un suéter de lana hecho con mucho amor,una merienda asegurada, unas historias de lo más cortas y atrapantes que te dejan enseñanzas duraderas, unosconsejos que ningún escritor famoso igualaría y el continuamiento del árbol familiar del que tú eres parte gracias a tus abuelos y padres.

Sería absurdo que alguien se parase en frente de ti y te dijera que no le dolió la muerte de algun familiar cercano y querido como un abuelo o abuela. Al menos, por mi parte, lloré durante dos semanas hasta que decidí retomar el rumbode mi vida; un rumbo que necesitaba ser guiado por alguien, porque no me encontraba capacitada para ser una líder. Ethan no merece que acepte que lo escogí a él para que me guiara, siendo una seguidora y no una líder hasta que yo tomé las riendas de mi vida.

—Mi abuelo... —la morena de verdad quería desahogarse. ¿Alguna vez la vería vulnerable, llorando, otan solo yo en el mundo podía llegar a eso por cosas del pasado?—. E-era un gran hombre y fanático a las tradiciones dela ciudad, como... el festival de invierno... Ganó un premio en el concurso de fotografía y yo quiero ganar uno en su honor.

—Es lo más sincero que te he escuchado decir —le dediqué una media sonrisa.

—A veces tengo mis momentos —me devolvió la sonrisa.

—Él estaría orgulloso de ti.

—Él está orgulloso de mí. Eso me dijo.

—No lo olvides nunca entonces; quisiera que mi abuela me hubiera dicho lo mismo un día antes de fallecer.

—Te aseguro que cualquier persona que te conozca estará orgulloso de todo lo que eres.

¿De verdad mi abuela estaría orgullosa si supiera que me dejé manipular por un chico durante once meses solo por miedo a quedarme sola y perdida? Necesitaba oírlo de ella para creérmelo; no bastaba conque pensara lo que hubiera y no hubiera dicho.

Gracias a todos los dioses, como os dije antes, Erika hacía trabajo de pilar en mi vida, por lo que se encargó de hacerme entrar en otros temas mientras jugaba con Venus, quien minutos después desapareció; Erika aseguraba que iría a pedirlecon los ojitos comida a Amelie. Procuré olvidarme del temblor de mis huesos y la sensación de frío en mi espalda en lo que hablábamos de trivialidades.

Volviendo a casa, comenzaba a anochecer y si no llegaba en diez minutos mi madre causaría un simulacro con tal de buscarme por cielo y tierra, de eso estaba segura. Me preguntaba qué cara pondría si descubriera lo que su hija hacía en las noches. Aunque, si me pongo a pensar, podría estar traficando órganos o drogas o quedando con viejos verdes en las noches, así que debía de estar orgullosa de su hija.

Mi celular tembló en el bolsillo de mi pantalón holgado, ése que compré con la ayuda de la querida Erika. Lo ignoré porcompleto hasta llegar a casa y ver a toda la familia reunida en el sofá grande del salón, mirando con aburrimiento los canales de la televisión. Meti mi mano vendada en el bolsillo de mi pantalón y logré que no se notase. Lo que menos quería era preocupar a alguien con una tontería.

—¡Cariño! —exclamó mi madre al verme, levantándose de inmediato y acercándose a mí. Oh no, interrogatorio—. ¿Por qué tardaste tanto? ¿No viniste con Fred?

—Me distraje y... sí, Fred me trajo, pero se tuvo que ir —vamos, si le decía la verdad se enojaría con Fredy y el pobre no lomerecía.

—Mhm —pronunció, analítica—. ¿Vas a cenar con nosotros?

Suspiré mentalmente, aliviada por el cambio de tema.

—Sí, solo deja que suba a bañarme.

—¡Pero apresúrate porque hasta aquí llega el mal olor! —chilló Emi, concentrada en su celular; esa enana no sedespegaba de Wattpad ni un mísero segundo.

—¡Ajá, enana obsesionada!

Subí las escaleras con aburrimiento mientras oía su risilla macabra. Ya en mi habitación procedía a encender las lucespara darme cuenta de que de pronto se me antojaban pegar unas luces led en la pared. Ni idea de por qué, pero necesita nueva decoración más que un peluche y posters. Mi cuarto era tan poco yo...

Me quité la blusa para lanzarla al cesto de ropa sucia, no sin antes hacerla una pelotita para hacerlo divertido. Saqué elcelular del bolsillo de mi pantalón y, como si a mi única neurona se le antojara servir para algo, recordé que había recibidouna llamada y pensé enseguida que sería de Fred.

Sí y no.

Un mensaje en la bandeja de entrada me esperaba, uno que decía ser de Fredy. No lo abrí. Lo ignoré, lastimosamente.Ignoré de pronto todo lo que tenía a mi alrededor, me olvidé de mi propia existencia y sentía que volaba entre nubes oscuras al ver la segunda notificación.

Una llamada perdida.

Ethan.

Una llamada perdida de Ethan y fue suficiente para dejar mi mente en un bloqueo instantáneo. Me volví un revoltijo de sentimientos, todos malos, y no hacía más que intentar contestar yo misma las preguntas con las que mi mente me atacaba:

¿Sería ésto real?

¿Por qué ahora?

¿Por qué ahora que lo saqué de mi vida finalmente?

¿Qué quiere de mí después de que le di todo lo que tenía?

¿Acaso querrá atraparme de nuevo en sus redes?

Quizás la pregunta estrella sería: ¿yo caería de nuevo? Comenzaba a dudarlo cuando mi dedo se arrastró solo hasta borrarla notificación y volví a tener control de todo, el conocimiento de la hora y lugar en el que me encontraba y la furia quecrecía porque mi propia consciencia creaba tantas historias sobre por qué Ethan me había llamado como para dejarme en paz.

Y yo... ¿qué debía hacer? De nuevo estaba perdida. ¿Debía arreglar las cosas y dejarlo como amigos? ¿Debía ignorarlo?¿Era mejor bloquearlo para siempre? Cada respuesta tenía su pro y contra.

Oh, abuela, tú sí me darías la respuesta correcta. Discúlpame por no haber tomado una decisión esa misma noche y simplemente borrar la notificación.

¿Recuerdan aquél pasado al que comparaba con una bala? Esas dos cosas tienen un nombre: Ethan, quien apuntó a mi corazón cuando quedaba nada para olvidarlo por completo gracias a Galen.

Al menos ahora sé que todo está escrito por algo, con diferentes tiempos incluidos.

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