LET'S DATE!

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Saliste del Grillby's tras Sans. Cuando te encontraste afuera, te extrañó ver qué él ya no estaba allí, casi como si se hubiera desvanecido.

    Te encogiste de hombros y comenzaste a caminar. Ya nada podía sorprenderte en aquel lugar. Todo parecía imposible, casi como si se tratara de un sueño. Pero no, tú te sentías muy despierta.

    Era cierto que debías volver cuanto antes a casa, por lo que aceleraste la marcha. Sans te había llevado desde Waterfall de vuelta a Snowdin para tomar algo, y aunque no te apetecía, tuviste que aceptar.

    Entonces, llegaste a la entrada de la casa de los esqueletos. Frente a ella se encontraba Papyrus, que pareció entusiasmarse al verte.

    —¡ASÍ QUE HAS VUELTO PARA TENER UNA CITA CONMIGO! —dijo con una gran sonrisa— DEBES IR MUY EN SERIO CON ESTO...

    ¡Oh, era cierto! Le habías prometido que tendríais una "cita" juntos tras acabar la batalla. Realmente tenías ganas de regresar de una vez a Waterfall para continuar el viaje, pero no querías decepcionar a tu amigo. Así que asentiste y esbozaste una sonrisita.

    Papyrus te tomó la mano de repente y señaló a algún punto lejano.

    —TE LLEVARÉ A UN SITIO MUUUY ESPECIAL... —dijo— ¡UN LUGAR DONDE ME ENCANTA PASAR EL TIEMPO!

    Empezó a correr tirando de ti. Reíste ante su entusiasmo y te dejaste llevar. De repente, dio media vuelta y retomó la carrera. Paró frente a un edificio y lo señaló con ambas manos.

    —¡MI CASAAA!

    Te reíste. Si se hubiera tratado de otra persona, probablemente te hubieras enfadado por tenerte corriendo para llevarte al punto de partida. ¡Pero era imposible cabrearse con alguien que se esforzaba tanto de forma tan adorable!

    Papyrus entró en su casa casi corriendo. Suspiraste.

    —Bueno... La superficie puede esperar —murmuraste, y acto seguido, cruzaste la puerta.

    El hogar de los esqueletos conservaba el mismo frío que fuera, y un aroma a espagueti rondaba por todo el lugar. Era una casita bastante normal, con su sofá, su televisión, su... ¿calcetín?

    —¡BIENVENID@ A MI PINTORESCA CASA! —Papyrus te miraba con curiosidad desde una de las paredes del salón— ¡DISFRUTA, Y TÓMATE TU TIEMPO!

    Echaste un buen vistazo a toda la casa. Averiguaste que el hermoso calcetín que decoraba el salón se trataba de una especie de broma de Sans, el cual había compartido una serie de notas con Papyrus sobre la prenda:

    "¡SANS! ¡POR FAVOR, RECOGE TU CALCETÍN!".

    "ok".

    "¡NO LO PONGAS DE NUEVO ABAJO! ¡MUÉVELO!".

    "ok".

    "¡LO HAS MOVIDO DOS PULGADAS! ¡LLÉVATELO A TU CUARTO!".

    "ok".

    "¡Y NO VUELVAS A TRAERLO!".

    "ok".

    "¡¡SIGUE AQUÍ!!".

    "¿no me acabas de decir que no vuelva a traerlo a mi cuarto?".

    "¡OLVÍDALO!".

    Se te escapó una carcajada. Esos dos, siempre haciéndote reír con sus tonterías. Incluso cuando no lo hacían con intención...

    —¿DE QUÉ TE RÍES, [t/n]?

    —No, no es nada... —respondiste, mientras te girabas al esqueleto.

    Como ya habías investigado por toda la primera planta, decidiste echarle un vistazo a la segunda. Subiste la escalera que daba a ésta y te acercaste a la primera puerta que viste, la cual estaba decorada con pegatinas de "STOP" y lo que parecían cintas de policía en las que se leía: "¡NO PASAR! ¡PELIGRO!".

    —¡ESA ES MI HABITACIÓN! —exclamó Papyrus corriendo a tu lado— SI YA HAS TERMINADO DE MIRAR EL RESTO DE LA CASA, PODEMOS ENTRAR Y... HACER LO QUE QUIERA QUE HAGA LA GENTE EN UNA CITA.

    Te sonrojaste ante las palabras del esqueleto. Sabías qué él era demasiado inocente como para estar hablándote de otra cosa distinta a pasar el rato, por eso tragaste en seco y te calmaste.

    —Sí, claro —respondiste—. ¡Entremos!

    La habitación de Papyrus te pareció tan adorable como él. La cama tenía forma de coche de carreras, y una de las paredes estaba decorada con lo que te recordó a una bandera pirata como las de la superficie. En una caja situada en una de las esquinas del cuarto se encontraba un montón de huesos bastante familiares, algo sucios y de distintos tamaños.

    Te acercaste a ellos y tomaste uno con la mano. A pesar de su pequeño tamaño, era bastante pesado.

    —¡EH, ESOS SON LOS ATAQUES QUE ANTERIORMENTE USÉ CONTIGO! —dijo Papyrus, acercándose a ti. ¡Ah, era cierto! Por eso te sonaban tanto— BUENOS RECUERDOS, ¿EH? PARECE QUE FUE AYER... AUNQUE, BÁSICAMENTE, CASI PODEMOS DECIR QUÉ ACABA DE PASAR...

    Dejaste el hueso en su lugar y miraste por encima del hombro a Papyrus. Desde cerca podías darte cuenta del olor a espagueti que desprendía. De verdad, que ganas de comer pasta te habían entrado.

    Te giraste por completo hacia él que entrecerró los "ojos" y se rascó la parte trasera del cráneo, incómodo.

    —BUENO, SI YA LO HAS VISTO TODO... ¿QUIERES EMPEZAR LA CITA?

    "Acabemos con esto... Debo retomar el viaje" pensaste.

    —¡Claro!

    Papyrus pareció sentirse más cómodo, pues sonrió y dijo con su normal frenesí:

    —¡¡¡VALE!!! ¡¡¡QUÉ EMPIECE LA CITA!!!

    Todo a tu alrededor se tornó negro, menos Papyrus, que se volvió blanco, igual que cuando ibas a entrar en batalla. Tu alma brillaba frente a ti.

    —¡Y AQUÍ ESTAMOS! ¡EN NUESTRA CITA! NUNCA ANTES HABÍA HECHO ESTO, ¡PERO NO TE PREOCUPES! ¡NO PUEDES DECIR "PREPARADO" SIN ALGUNAS LETRAS DE MI NOMBRE!

    Arqueaste una ceja. Lo que Papyrus había dicho no tenía mucho sentido, pero de todas formas, dejaste qué él continuara hablando:

    —¡HE COGIDO UN LIBRO OFICIAL SOBRE CITAS EN LA BIBLIOTECA! —Se señaló con el pulgar, dándose importancia. Tuviste que aguantar la risa— ¡ESTAMOS LISTOS PARA PASAR UN BUEN RATO! —Se cubrió la boca con las manos y se puso a mirar a varios lados con los ojos entrecerrados— VEAMOS...

    Estuvisteis un rato haciendo todo lo que el libro de Papyrus decía. Algunas cosas te parecían ridículas, como cuando el esqueleto te volvió a pedir tener una cita aunque ya estuvierais en una. Tuviste que calmarle con paciencia cuando se alteró diciendo que tú no podías ser mejor en las citas que él, ya que según su libro, tú tenías planeado desde el principio salir con él ya que ibas vestid@ desde el primer momento.

    Tras una laaaarga conversación lograste convencerlo de que tú siempre ibas vestid@ porque ir desnudo no era algo que te fuera mucho. Entonces Papyrus suspiró de puro alivio y se quitó la gorra que se había puesto junto con otras prendas "cools", dejando ver algo envuelto en papel de regalo.

    —¡ENTONCES TOMA! —sonrió, tendiéndote el regalo.

    Alzaste una ceja y lo abriste. Se trataba de un plato de espaguetis fríos con salsa de tomate.

    —Ehh... ¿Gracias?

    Lo volviste a envolver y sonreíste de forma cansada.

    —Luego lo comeré. Ahora no tengo hambre. Muchas gracias, Pap.

    Papyrus pareció sorprenderse.

    —¿¡ME HAS LLAMADO PAP!?

    —Eh... —Te rascaste la mejillas— ¿Sí?

    —¡OH, NO!

    Papyrus se llevó las manos a la cara, sonrojado.

    —¿Papyrus...?

    —¡AHORA LO ENTIENDO TODO!

    De la nada, una lenta música comenzó a sonar por la habitación. Giraste la cabeza hacia todos lados, intentando averiguar de dónde provenía.

    —Oye, Pap, ¿de dónde sale esa música? —preguntaste.

    Pero él sólo se tapó más la cara.

    —¡¡Y LO HAS VUELTO A HACER!! —gimió.

    —Uh... P-perdona, no sabía qué...

    —¡NO! —Papyrus se destapó la cara y, completamente sonrojado, cerró los puños y te dio la espalda— ¡[T/n]! ¡AHORA QUE POR FIN COMPRENDO LO QUÉ SIENTES POR MÍ, YO TAMBIÉN PUEDO REVELAR MIS SENTIMIENTOS HACIA TI!

    Notaste cómo poco a poco tus mejillas se tornaban de color rosa.

    —¿¡Q-q-q-q-qué!? ¡No! ¡Papyrus, te confundes...!

    Papyrus se giró y te puso una mano sobre el hombro.

    —TRANQUIL@, HUMAN@. PUEDES CONFESARMELO, LO ENTIENDO.

   —En serio, estás confundiéndote... ¡Es una GRAN CONFUSIÓN!

   Él negó con la cabeza y miró hacia el techo, haciendo una pose heroica.

    —¡ESTÁS CLARAMENTE ENAMORAD@ LOCAMENTE DE MÍ! Y NO ME EXTRAÑA, CON LO GENIAL Y GRANDE QUE SOY...

    Hundiste el rostro entre tus manos. Dios mío, a ese tipo se le había ido la cabeza. Te ardía la cara, y lo peor es que no tenías idea de por qué te afectaba tanto todo aquello.

    —Dios... —murmuraste.

    Entonces, notaste la mano del esqueleto posándose nuevamente sobre tu hombro. Te destapaste un poco la cara y alzaste la mirada lo suficiente para encontrarte con el rostro también ruborizado levemente de Papyrus.

    —DEBES SABER, HUMAN@, QUE MIS SENTIMIENTOS SON TAMBIÉN MUY F--... NO, ESPERA... ¡NO PUEDO! —Papyrus se agachó y te tomó por los dos hombros— HUMAN@, LO SIENTO, NO PUEDO CORRESPONDERTE, YA QUE EN ALGÚN MOMENTO, TENDRÁS QUE MARCHARTE Y...

    Tú ya no decías nada. Ya ni intentabas hacerle entrar en razón, pues él parecía muy convencido de que a ti te gustaba.

    Lo preocupante era que también te estaba terminando por convencer a ti.

    —EHEM, PERO... —Papyrus carraspeó y desvió la mirada— NO TE MENTIRÉ, YO TAMBIÉN ME SENTÍ DE FORMA... "ESPECIAL" CUANDO TE VI LA PRIMERA VEZ. AUNQUE TAMBIÉN PUDO SER POR LA EMOCIÓN QUE ME SUPONÍA CAPTURAR A UN HUMANO...

    Vaya. Que romántico.

    Y para colmo, la música seguía sonando de forma dramática.

    —HUMAN@, YO... —Papyrus cogió aire y mantuvo la respiración— YO DEBO DECIRTE LO QUE SIENTO, YA QUE TÚ TAMBIÉN LO HAS HECHO... UF, QUE COMPLICADO ES ESTO... BIEN, [T/n], YO...

    TOC TOC.

    —hey, paps, ya va siendo hora de cenar. —La puerta del cuarto fue abierta por Sans.

    —¡AH, SÍ, CLARO! —Papyrus sonrió aliviado de que su hermano hubiera interrumpido lo que iba a decir. La música había callado completamente— ¡PREPARARÉ UNOS BUENOS ESPAGUETIS! ¿TE QUEDAS A CENAR, [t/n]?

    —Eh... —Sacudiste la cabeza para salir del shock en el que habías entrado y negaste con la cabeza— No gracias, debo seguir con mi viaje...

    —¡CÓMO QUIERAS!

    Los dos hermanos te despidieron desde la puerta de su casa.

    —vuelve cuando quieras.

    —¡HASTA PRONTO!

    —¡Adiós chicos!

    Comenzaste a caminar. Tan sólo habías avanzado unos pasos, cuando oíste a Papyrus llamarte:

    —EH... [T/n]

    Te recorrió un escalofrío y te volteaste a verle. Sans ya había entrado en la casa, pero el de la bufanda de miraba desde la puerta, sonriendo incómodamente.

    —¿Qué pasa, Pap... yrus? —te corregiste antes de que se liara de nuevo.

    —CON RESPECTO A LO QUE TE IBA A DECIR ANTES, YO... —Iba a decir algo, pero suspiró y sacudió una mano— ¿SABES? OLVÍDALO. ¡BUEN VIAJE! TE... ECHARÉ DE MENOS...

    No pudiste evitar sonrojarte. Le devolviste la sonrisa y te despediste con la mano.

    —Yo también te echaré de menos, Pap.

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