ꗃ xxxvi. hearts in the storm.

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written by 𝗆𝗂𝗄𝖺𝗌𝖺𝗆𝗎𝗇
♯🥊 ‧₊⋆ CAPÍTULO TREINTA Y SEIS ❜🗞️ೃ∗
today we present: Corazones en la tormenta.

Mientras caminaba con paso firme y decidido por los pasillos del imponente edificio donde trabajaba, intentaba mantener mi cordura. La dureza con la que mi jefe me había tratado ese día resonaba en mi cabeza, amenazando con hacerme tambalear. Si bien era conocido por su severidad con sus empleados, hay algo en su tono, una especie de filo agudo, que me decía que su ira estaba dirigida específicamente a mí. No habíamos tenido la oportunidad de conversar sobre el incidente en mi departamento, ese desafortunado evento que parecía haber desatado su ira.

Lo que más me frustraba era la idea de que su enojo pudiera deberse a la violación de algunas de las regla que él mismo impuso y rompió. Si ese fuera el caso, debería estar enfadado con la persona que realmente rompió la regla, no conmigo.

Tras ser expulsada de su casa, después de que me haya usado para coger, me vi obligada a regresar al NG Jadongcha, mi lugar de trabajo en la empresa automovilística. Mi entrada al edificio fue marcada por el avistamiento de una mujer que conversaba animadamente con un grupo de personas, todas ellas colgadas de sus palabras con entusiasmo. A pesar de la curiosidad que despertó en mí, decidí no prestarles atención y me dirigí directamente a mi puesto de trabajo, una fortaleza de papeles y responsabilidades que esperaban ser atendidos.

Eran las 15:49 de la tarde, y el reloj parecía burlarse de mí con su lento avance. Aún me quedaban varias horas de labor antes de que cayera la noche, horas que se estiraban ante mí como un camino interminable. La ira hervía en mi interior, una mezcla de autorecriminación y resentimiento hacia el CEO Bang Chan, cuyo trato desconsiderado hacia mí se convertir en una constante en los últimos tiempos.

Durante esas horas de estrés y frustración, noté la ausencia tanto del presidente en su despacho como de la señorita Ga Hye. Lo poco que sabía era que él ha tenido que ausentarse para atender un asunto personal. Jun In Ki, siempre dispuesta a compartir los cotilleos de la oficina más recientes, me informó que tenía que ver con la mujer que he visto antes. Resultó ser la madre del CEO Bang Chan.

—Quiero irme...—susurré, permitiendo que mi cabeza cayera sobre mis manos en un gesto de derrota.

La idea de quedarme en la empresa, vacía de dirección y propósito debido a la ausencia del presidente, parecía un castigo cruel. No obstante, la señorita Shin Ga Hye regresó, arrastrándome de vuelta a la realidad con la tarea de resolver algunos problemas con unos documentos y luego guardarlos en los archivos de la empresa. Esa responsabilidad me mantuvo en vilo, luchando contra el sueño y el agotamiento, hasta bien entrada la noche, pasadas las 22:00 de la noche, sin darme cuenta, me había quedado dormida por unos minutos en la zona de registro. El sonido de la puerta abriéndose me sobresaltó, haciendo que mi corazón latiera con fuerza en mi pecho.

—¡Demonios!—exclamé, mi voz resonando en el silencio de la oficina vacía.

Él se giró, sus ojos mostraban una clara molestia.

—¿Qué haces aún aquí?—preguntó Yong Bok, su rostro reflejaba su irritación. En ese momento es cuando mis ojos van al reloj que yace en la pared, dándome cuenta de que ya debíamos irnos.—Ya son más de las 22:30 de la noche, ¿no tienes un hogar al que regresar?

—¿Sabes qué? No me importa, ni voy a responderte. Lo único que espero es que no te atrevas a cerrar esa puer—mi frase se vio interrumpida al darme cuenta de que él ya ha accionado el cerrojo de la puerta.— ...ta.

Lee Yong Bok me miró con una ceja arqueada, intentó abrir la puerta nuevamente, pero parecía estar atascada. Probablemente, debido a que era eléctrica y dejaba de funcionar cuando el personal de servicio se marchaba de la empresa, así que solté un quejido de frustración, incapaz de creer que me estaba sucediendo esto. Y para colmo, estoy atrapada con el abogado Lee Yong Bok, la persona que más me irritaba en la empresa, aparte de mi jefe.

Él soltó una risa sarcástica y dijo:

—Vaya, parece que estamos atrapados juntos. ¿No es esto irónico? Justo cuando pensaba que mi noche no podía empeorar.

Miércoles por la tarde.

Apenas recibí el mensaje de mi segunda asistente, una sombra pareció cubrir mi estado de ánimo. Lo que más me molestaba era que mi madre apareciera en mi edificio sin previo aviso, no es que no quisiera ser un buen hijo, o que no amara a mi madre, simplemente, me disgustaba la idea de que pudiera notar alguna disfunción dentro de mi construcción. Además, estaba en medio de una reunión por videoconferencia, y no podía únicamente abandonarla. Por lo tanto, tuve que esperar media hora antes de poder salir de mi despacho a pedirle a mi madre que dejara de hacer esas visitas sorpresa, sin embargo, a unos pocos pasos del lugar en donde mi madre decidió hacer su recorrido me encontré con mi hermana Bang Min Ye, luciendo una expresión de ironía.

—Hola, hermanito. ¿Nervioso porque no encuentras a nuestra madre?—la voz de Min Ye resonó en el pasillo vacío, su sonrisa burlona parecía brillar en la penumbra del edificio.

Bufé, rodando los ojos ante la mera idea de que mi hermana eligiera este preciso instante para molestarme. Nuestra relación cambió drásticamente desde nuestros días universitarios, cuando éramos solo dos jóvenes tratando de encontrar nuestro camino. Ahora, parecíamos dos gladiadores en una arena, siempre listos para el próximo enfrentamiento. Parecía que vivíamos en una competencia constante, una batalla de voluntades que nunca terminaba. Quizás fue la severidad de nuestro padre, que siempre me prefería a mí por ser el hijo varón, lo que la impulsó a esforzarse al máximo por obtener su aprobación. O tal vez fue el amor incondicional de nuestra madre, que siempre intentaba apaciguar nuestras rivalidades, pero solamente conseguía avivarlas.

Así que, sí.

Cada vez que mi hermana y yo nos encontrábamos, nunca era para tener una conversación agradable. Ella se deleitaba en su sarcasmo y en encontrar nuevas formas de herirme, mientras que yo no dejaba de tratarla como a una hermana menor, expresándole constantemente lo decepcionada que dejaba a toda la familia y minimizando sus sentimientos.

—¿Tú qué haces aquí?—pregunté, cruzándome de brazos, mi postura defensiva era un intento inútil de protegerme de sus palabras afiladas.

Bang Min Ye se encogió de hombros y respondió con una sonrisa maliciosa.

—Oh, solo vine a recordarte lo «excelente» que lo hiciste en el juicio. Sabes—dijo Min Ye, sus ojos se abrieron de par en par mientras se acercaba a mí, su tono de voz lleno de sarcasmo.—, el que ganaste a pesar de ser un jefe horrible que maltrata a sus empleados. ¿Recuerdas? ¿No?

Mordí mis labios, esforzándome por mantener una fachada de seguridad.

No quería tener esta desagradable conversación con mi hermana, no en este momento. Lo único que quería era tener una conversación con mi madre, nada más que eso. Sin embargo, Min Ye siempre tenía la habilidad especial de sacarme de mis casillas, y esta vez no fue la excepción. A pesar de que cada fibra de mi ser me gritaba que no me dejara provocar, no pude evitar responderle.

—Bueno, Min Ye—comencé, mi voz se mantenía firme a pesar de la irritación que sentía.—, si recuerdo bien, tú eras la abogada de la parte contraria en ese juicio. ¿No es así?—hice una pausa, permitiendo que mis palabras se asentaran.—Tal vez si fueras una mejor abogada, las cosas hubieran salido de otra manera. Pero, ¿qué puedo decir? Al final del día, un juez imparcial decidió a mi favor. Ahora hazte a un lado.

Min Ye se apartó, sus brazos cruzados y su mirada clavada en el suelo. Ignoró mi comentario sobre su competencia como abogada, como si las palabras no le afectaran. Empero, conocía a mi hermana; no iba a dejar que la conversación terminara sin tener la última palabra.

—Haré como que no me has dicho nada, hermanito. Y solo voy a reírme de ti por un momento, porque si tienes tanta necesidad de ir corriendo por nuestra madre es porque te da miedo de que le ofrezca trabajo a otra persona, ¿no?

Me detuve en seco, confundido por sus palabras.

—¿De qué estás hablando?—pregunté, mi frente se arrugó en confusión.

—Ya sabes—dijo Min Ye, una sonrisa misteriosa en su rostro.—, nuestra madre es una gran figura clave en «Arrecifes Resilientes», una prestigiosa organización de conservación de la vida marina.

Desde el momento en que Min Ye pronunció esas palabras y se alejó con orgullo, supe que había logrado lo que quería: herirme. Los Bang no somos tontos; siempre hay uno más inteligente que el otro, pero la inteligencia es un rasgo común en nuestra familia. Probablemente, mi astuta hermana menor ya notó algo extraño con una de mis asistentes, específicamente con Sasaki Miharu.

Eso me impulsó a buscar a mi madre de inmediato. Si lograba llegar antes que Min Ye, tal vez tendría la suerte de evitar que ella intentara quitarme a uno de mis valiosos miembros del equipo.

Miércoles por la noche.

Perdí la noción del tiempo, las horas parecían fusionarse en un solo instante interminable. Lo único que sabía es que era tarde, demasiado tarde. En un día normal, podría haber aprovechado la escasez de trabajo asignado por mi superior para descansar un poco, empero, este día no era uno normal. Gracias al abogado imbécil del Presidente Bang Chan, nos encontrábamos atrapados en la zona de registro de la empresa, sentados en el suelo frío y duro, esperando a que alguien se diera cuenta de que aún estábamos allí. Mi móvil, mi única línea de comunicación con el mundo exterior, yacía olvidado en mi escritorio.

Una mirada a Lee Yong Bok confirmó que él yace en la misma situación. Su expresión frustrada reflejaba mi propio disgusto, no es que me importara mucho su opinión; nunca me había caído bien, y estoy bastante segura de que el sentimiento era mutuo. El silencio incómodo que nos rodeaba simplemente se veía interrumpido por el zumbido ocasional de las luces fluorescentes y el lejano murmullo de la ciudad nocturna. Juraba que cada segundo que pasaba parecía una eternidad, y cada minuto, una agonía que necesitaba que se termine.

—Tenemos que hacer algo.

Declaró Yong Bok, levantándose del suelo una vez más. Recorrió con la mirada la puerta cerrada, buscando una salida a nuestra desafortunada situación. Pero el simple hecho de oírlo hablar desataba una ola de frustración en mi interior. Después de todo, era por su culpa que nos encontrábamos en esta posición.

—Ya has hecho bastante, ¿no crees?—respondí, mi tono cargado de sarcasmo.

Su rostro se endureció ante mi respuesta. Sus ojos se encontraron con los míos, una chispa de desagrado brillando en ellos.

—Me olvidé de este pequeño detalle, ¿de acuerdo?—admitió, retomando su lugar en el suelo.—Al igual que tú te olvidaste de que te revuelcas con tu superior.

Mi paciencia llegó a su límite al escuchar su última respuesta. Un calor furioso se encendió en mi pecho, irradiando a través de mi cuerpo. Mis puños se apretaron involuntariamente, mis uñas se clavaron en la palma de mis manos. Mis labios se contrajeron en una mueca de desagrado, mis dientes apretados para contener las palabras hirientes que amenazaban con escapar. Sin embargo, tenía que intentar controlarme de cierta manera, todavía dependía de este puesto de trabajo para sobrevivir sin la necesidad de tener que volver a mi ciudad de origen o pedirle ayuda al tonto de mi hermano adoptivo.

Decidí mantener el silencio, enfocando mi atención en cualquier cosa que no fuera el inútil abogado que tenía a mi lado. La palabra «inútil» resonaba en mi mente, pero me obligué a admitir que tal vez no era del todo adecuada.

Después de todo, había algo en él que ha contribuido a ganar aquel juicio, me hallaba divagando en pensamientos de «qué pasaría sí...». ¿Qué habría sucedido si hubiéramos perdido ese juicio? Capaz el CEO Bang se habría convertido en una mejor persona. Pero entonces, una duda persistente se arrastró en mi mente. ¿Qué fue lo que transformó al Presidente Bang en la persona que era hoy en día? Un hombre frío, despiadado, sin rastro de humanidad en su mirada.

Sí, tenía mis propios fetiches, mis propios secretos oscuros, solamente que eso no me hacía merecedora del trato cruel que recibía constantemente. Menos aún de la humillación en público. Antes, yo era diferente. Era más fuerte, más resistente. Empero, ahora, sentía que estaba llegando a mi límite, la impotencia y la frustración se apoderaban de mí, alimentando un impulso casi irresistible de salir de esta sala de archivos, de ir a su casa y enfrentarlo. Quería decirle todo lo que pensaba, decirle que no merecía el trato inhumano que se encontraba dándome. No cuando él fue el primero en romper una de sus propias reglas antes de comenzar con este juego sexual, es cuando recuerdo que no me encuentro sola, ya que la voz del amigo más íntimo del CEO decide hablar.

—¿Por qué te aferras a alguien que te maltrata de esa manera?

Sus palabras me dejaron atónita, como si hubiera leído mis pensamientos más íntimos y los hubiera traído a la luz. Hasta parecía que sus fanales me escrutaban, como si intentaran descifrar el enigma que se escondía detrás de mi silencio.

—Quizás porque disfruto del dolor, porque a pesar de tener la puerta abierta frente a mí, no tengo el deseo de escapar, Lee Yong Bok.

Una risa suave y amarga escapó de sus labios, como si estuviera sumergido en un mar de pensamientos y recuerdos. Sus ojos permanecían clavados en el suelo, como si no tuviera la energía o la voluntad de levantar la mirada. Apoyó su cabeza contra la pared, su mirada perdida en la pared frente a él, hasta que lentamente giró sus ojos hacia mí.

—Te pido que seas honesta, solo por una vez, Miharu. ¿Qué esperas obtener a cambio? ¿De verdad crees que sacarás algo positivo de todo esto? Él es mi mejor amigo. Lo conozco mejor que nadie y si tú estás esperando que él...—mi mirada cayó al suelo, una señal clara de que ha dado en el blanco.—No puede ser, Sasaki Miharu. ¿Tú realmente crees que él puede llegar a sentir amor por ti?

La frase final la pronunció con un sarcasmo tan agudo que parecía tangible, como si pudiera cortar el aire tenso que nos rodeaba. Sentí un impulso abrasador de gritarle, de levantarme y golpearlo con todas mis fuerzas, de hacerle entender que no estoy en condiciones de tolerar su cinismo en ese momento. Pero, ¿por qué haría algo así cuando él tenía toda la razón del mundo? Era un sentimiento frustrante, un sentimiento que parecía no tener fin.

Fue en ese instante en que me golpeó la cruda realidad debido a que el presidente probablemente nunca albergaría los mismos sentimientos que yo tenía por él. Sería mejor dar un paso atrás, poner fin al juego peligroso que hemos iniciado. Sería mejor que me viera solo como su asistente principal, nada más. No obstante, había una inquietante certeza en mi corazón de que si le revelaba todo esto, tal vez al día siguiente ya no tendría un lugar en esta empresa.

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