Episodio 1

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El cielo en ese país estaba levemente nublado, dándole un toque lúgubre al lugar que ya había logrado levantarse de las ruinas causadas por la Gran Guerra. Aún así, se podía sentir el ánimo en las calles por la gente que celebraba el comienzo de un nuevo gobierno que prometía riquezas y grandeza para la raza. El Gobierno Nazi era el que ahora había tomado las riendas del país, había comenzado bien esos años en 1933 y ahora 1934, muchos cambios serían implementados logrando que poco a poco el país se levantara, pero eso es para más adelante. Ahora mismo un jóven de no más de 16 años se encontraba encerrado en una oficina por voluntad propia, leyendo y firmando algunos papeles con expresión sería, o más bien, concentrada en cada hoja de papel que revisaba.

Quien lo diría, con solo 16 años de edad ThirdReich ya cargaba con el peso de un país entero sobre sus espaldas. Pero no le molestaba, es más, estaba decidido a devolver su grandeza a aquellas tierras que estuvieron devastadas hace no tantos años, ahora se vendrían severos cambios mientras el país estuviese bajo su mando en los años siguientes. Salió de sus pensamientos cuando sintió que alguien golpeaba su puerta, despegó sus ojos del papel que leía para mirar a la puerta.

ThirdReich: ¡Vorwärts! -(¡Adelante!) dijo en voz alta con la mirada en la puerta con su característico tono serio, podía tener 16 años pero no los aparentaba para nada tanto mental como físicamente, pues tuvo que madurar mucho antes de lo normal-.

Soldado: -abrió la puerta con sigilo, procurando no hacer un ruido desagradable con el rechinido de las bisagras que ya estaban un poco desgastadas-. ¡Guten tag mein Führer! -(¡Buen día mi líder!) saludó el soldado desde la entrada levantando un brazo como el clásico saludo Nazi-.

ThirdReich: Descansa. -Ordenó al soldado quien obedeció de inmediato-. ¿Qué sucede? -preguntó mientras volvía a hechar un vistazo al papel en sus manos, volviendo a tomar su pluma para firmarlo-.

Soldado: Me ordenaron traerle el informe sobre la construcción de las autopistas que había pedido, Führer. -explicó el soldado, acercándose cuando tuvo el permiso del contrario y luego extendiendole una carpeta que traía-.

ThirdReich: Oh... -soltó sin más recibiendo la carpeta y abriendola de inmediato para ver los papeles que contenía dándoles una mirada rápida-. Mmh, las nuevas autopistas van bien -cerró la carpeta y volvió su visita al soldado que parecía aliviado de no haber cambiado el ánimo de su líder para mal-. ¿Eso es todo? -preguntó esperando más noticias-.

Soldado: por ahora sí señor -informó el soldado con un poco de nerviosismo, su líder le hizo una seña con su mano para que se retirara y este obedeció de inmediato-.

ThirdReich: necesito un descanso... -susurró una vez se aseguró de que estaba solo en la oficina, dejó los papeles de lado y se levantó de su asiento para voltearse mirando por la ventana que antes tenía a sus espaldas, la ciudad de Berlín-.

Se podían ver las banderas Nazis adornar el patio del Palacio de Bellevue en el que estaba, y más allá a la gente moverse de aquí para allá, algunos haciendo sus cosas y otros aún celebrando, también se podían ver a algunos soldados marchando para mantener el orden y uno que otro auto avanzar por las cercanías de manera lenta debido a la gente. "Todo en orden" sonrió levemente el líder Nazi ante este pensamiento. Volvió a mirar los papeles en el escritorio y los tomó todos para guardarlos en una sola carpeta seguido de un maletín de color negro con el símbolo de los nazis, le gustaba ese símbolo pues para él representaban los logros que había obtenido, aparte que el nombre lo había elegido en honor a como su padre le decía de pequeño. Una vez todo guardado en su maletín se dispuso a salir de su oficina y caminar por el largo pasillo hasta las escaleras que daban al primer piso, bajando por ellas desde el tercero, los soldados que se encontraban en el camino se ponían firmes y le saludaban inmediatamente, esperando a que él se alejara para poder seguir con su camino y/o quehaceres.

Quería irse a su hogar, la mansión que una vez compartió con su difunto padre, no había podido ir a ese lugar en años desde que volvió de Rusia a los 7 años de edad, pero que con tanto trabajo y estudios no había vuelto a visitar. Iba a hacer lo dicho, pero un soldado se acercó a él corriendo con una carta en mano, parecía ser urgente para que el otro se le acercara de esa manera.

ThirdReich: ¿qué pasa? -preguntó cuando el soldado se detuvo delante de él, saludandole y firme-.

Soldado: ¡Guten tag mein Führer! -saludó el soldado, escucho a su líder decir "Descanse" e inmediatamente le extendió la Carta que tenía en una de sus manos-. Llegó una carta para usted desde Rusia, supuse que era urgente porque su líder es quien la envía -explicó el soldado-.

ThirdReich: ¿qué? -murmuro para si mismo disimulando de manera perfecta su asombro ante el emisor de la carta-. ¿URSS? -pensó mirando la carta, no había oído noticias del Ruso desde hace años, osea, desde que Imperio Ruso falleció y tuvo que volver a su nación para hacerse cargo de ella-. Oh, buen trabajo -dijo tomando la carta cuando salió de sus pensamientos, el soldado sonrió levemente y se retiró, dejando a Reich intrigado por lo que podría contener esa carta-. Esto es inesperado... ¿Que querrá ahora? Pensé que habíamos cortado los lazos cuando volví aquí... -pensó el de traje militar-.

Guardó la carta en uno de sus bolsillos, ya la leería después, retomando su camino a la mansión que, por supuesto, mantenía bien cuidada y en orden desde hace mucho, esperaba que así fuera sino algunos la iban a pasar muy mal.

Después de unos minutos de viaje, pudo llegar a su hogar, observó desde la entrada la imponente mansión que disponía de algunos guardias para resguardarla, Reich hizo una pequeña mueca, a su parecer la seguridad era muy poca.

Se quedó un poco conforme de todos modos, pues el estado de la mansión era impecable al menos por fuera y los jardines estaban bien cuidados. Avanzó por el camino que daba a las puertas de la gran casa siendo saludado de inmediato por los soldados que hacían de guardias en el lugar, Reich saludó también y finalmente pudo poner los pies dentro de su viejo hogar, la nostalgia le invadió al ver que todo estaba tal cual a cuando se fue a Rusia.

Reich se quedó unos minutos sumergido en sus pensamientos, más bien, memoria de sus pocos años viviendo en ese lugar (y que recordaba pues era muy pequeño) junto a su padre, soltó un pequeño suspiro y subió por las escaleras que daban al segundo piso del lugar, estas estaban justo frente a la puerta principal unidas al salón principal. Subió hasta la que sería su habitación después de unos minutos caminando por el pasillo, cuando abrió la puerta pudo notar que nada había cambiado ahí, su cama, algunos juguetes en buen estado y otros rotos, un clóset lleno de la ropa que usaba de niño incluso, soltó una pequeña risa, definitivamente no podría usar ese cuarto, tendría que mudarse a uno más grande y decorarlo a su gusto.

Buscó una habitación vacía entre las varias que había, paró al ver la puerta de la pieza que antes pertenecía a su padre, se quedó mirándola haciendo una mueca y siguió de largo, la siguiente puerta que abrió se ajustaba perfectamente a lo que tenía en mente, era amplia y tenía un gran ventanal que iluminaba toda la habitación. "Perfecto" pensó Reich al ver el lugar, mentalizo como se vería su nueva zona de descanso con las cosas que compraría a futuro para decorarla, ya más tarde se encargaría de eso, ahora tenía papeles y otras cosas que revisar que requerían más atención, como la carta que el soviético le había mandado hace casi 1 hora.

Salió de su futura habitación cerrando la puerta tras de sí, caminó nuevamente por el pasillo hasta el final de este, se detuvo frente a la última puerta para luego abrirla observando lo que antes era la oficina de su padre, notando que estaba todo ordenado y limpio. Se acercó a la silla del escritorio posando una mano en el respaldo moviendola un poco hacia atrás, lo suficiente para poder sentarse y observar todo el lugar desde ahí.

Se puso a pensar en todo lo que tuvo que haber pasado su padre en esta oficina, no pudo evitar recordar la vista que tuvo de él muriendo ante sus ojos, se preguntó a si mismo ¿Acaso todos tendrían el mismo destino que su padre al acabar un régimen? ¿No había una manera de evitar que eso pasara?

Después de unos minutos reflexionando llegó a la conclusión de que si todos los países estuviesen unidos bajo un mismo regimen, nadie más tendría que pasar por lo de su padre otra vez, y por supuesto que su gobernante debía ser la Alemania Nazi, en otras palabras, él.

Con eso en la mente, tomó su maletín para volver al trabajo que había pausado, en su hogar se sentía mejor que en la oficina del palacio central, pues sabía que aquí muy difícilmente alguien le iría a distraer con una que otra noticia o llegada de más papeleo.

Recordó la carta que tenía en su bolsillo, mentiría si dijera que no estaba intrigado de lo que podría decir, la sacó de su bolsillo y la dejó sobre el escritorio un poco apartada para que no se mezclará con los papeles de sus negocios u otras cosas del país. Ya más tarde se encargaría de leerla detenidamente, ahora quería terminar el trabajo que tenía enfrente para luego tener un poco de tiempo libre y realizar uno de sus hobbies para entretenerse además de relajarse.

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