Episodio 2

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"Viejo amigo, ¿cómo has estado durante todos estos años? En mi caso he estado bien, como sabrás estoy a cargo de Rusia y de la Unión, no ha sido fácil, no te voy a mentir pero aún así soy el único que puede hacer el trabajo que una vez mi padre hizo. Me desvíe del tema, mi carta principalmente era para felicitarte por tú ascenso a canciller y ahora gobernante, te subestime, no creí que lo lograrías en tan poco tiempo pero como sea... Felicidades ThirdReich, te iré a visitar cuando pueda para que celebremos apropiadamente.

- Se despide, URSS"

Reich sin querer soltó la pluma que tenía en su mano, la cual rodó y cayó al suelo luego de leer lo que decía en la carta enviada por el soviético, incluso tenía la boca levemente abierta por la sorpresa, "¿Una carta de felicitacion?" pensó el menor sin creerse la, en el tiempo que conoció a URSS este jamás había hecho algo parecido, pero supuso que el tiempo le había cambiado y también sus responsabilidades. Movió el asiento y se agachó para levantar la pluma que había botado sin querer, guardandola en su respectivo cajón, aunque al abrirlo dentro vió una foto que le hizo tentarse levemente, la tomó con su otra mano para mirarla mejor, su labio tembló levemente antes de que lo mordiera para obligarse a calmarse.

Cuando lo logró, llevó la foto a su bolsillo y la guardó ahí volviendo a la acción anterior de guardar la pluma en el cajón. Se levantó de su asiento dejando la carta guardada en su sobre, cerrandola para luego salir de su oficina, tenía ganas de realizar su pasatiempo pero tendría que ser después lamentablemente. Bajó al primer piso y ahí ordenó a algunos trabajadores que compraran lo que su habitación necesitaba, indicándoles que cosas quería con mucho detalle y la ubicación de la habitación a decorar, los trabajadores no tardaron en obedecer al jóven gobernante. Se tardarían unas horas en traer lo que pidió así que se dirigió a su siguiente destino dentro de esa misma mansión, buscó cierta sala en el tercer piso, abrió la puerta en la que se detuvo y pudo contemplar una de las zonas que más le gustaba para realizar su hobby, la pintura.

ThirdReich: Esto no ha cambiado nada... -se dijo así mismo mientras entraba a la habitación llena de productos de artes, unas manchas de pinturas de aquí para allá, cuadros sin terminar en una estantería, lienzos blancos, pinceles y frascos de pintura acumulados sobre una mesa, también algunos caballetes apoyados en una pared-. Pensar que pintaba con mi padre aquí... aunque usaba las manos en ese tiempo... -se dijo así mismo indagando en sus más viejos recuerdos-.

Reich se quitó la parte de arriba de su traje militar negro dejándolo colgado en un pecheros junto a su sombrero, se subió las mangas de su camisa blanca y se colocó un delantal con algunas manchas de pintura, tomó un lienzo en blanco, pinturas y varios pinceles de diferentes tamaños, ya con todo preparado miró el lienzo sobre el caballete y su mente se puso en blanco. No lo entendía, hace solo unos momentos tenía muchas ganas de pintar y ahora ninguna idea quería llevar a su cabeza. Cerró sus ojos intentando pensar en cualquier cosa, los abrió mirando pensativo el lienzo, por su mente pasaba el contenido de la carta que el soviético le había mandado, le seguía impresionando el cambio que aparentaba en ella y la mención de su visita para celebrar su llegada al poder, aunque desconocía completamente cuando sería.

Sin darse cuenta vio que su mano se movía junto al pincel sobre el lienzo pintando el rostro que recordaba de su "viejo amigo" dejó el pincel a un lado y su cara mostraba pura sorpresa.

ThirdReich: Mein Gott -dijo pasándose una mano por el rostro-. ¿Qué hago pintando a URSS? -se preguntó a sí mismo mirando con los ojos levemente cerrados el retrato recién pintando-. Debo tirar esto... -tomó el cuadro dispuesto a hacer lo dicho, pero antes de hacerlo alguien tocó la puerta de esa habitación, no sabía porque entró en pánico y ocultó el cuadro del soviético detrás de otros que estaban sin terminar, poniendo rápidamente un lienzo limpio en el caballete que antes usaba y así fue a abrir la puerta-. ¿Si?

Trabajador: Führer -saludó-. Le hemos traído todo lo que pidió y necesitamos su ayuda para acomodarlo todo...

ThirdReich: ¿Tan rápido? -murmuro confundido, juraba que no había pasado tanto tiempo pero en realidad habían pasado horas desde que entró a esa habitación-. Iré en un minuto -volvió a meterse para quitarse el delantal, ponerse su chaqueta y sombrero militar-. Vamos -sin esperar a la afirmación del otro, comenzó a avanzar por el pasillo hasta las escaleras y bajar al segundo piso donde estaba su futura habitación-.

No tardo en empezar a poner orden en esa gran habitación, indicando con detalles en que lado iba cada cosa, los trabajadores obedecían sin chistar cada una de las órdenes del joven. Luego de un tiempo pudo mirar con satisfacción lo que ahora era su recámara, todo se veía exactamente como se lo había imaginado, la gran cama de calidad con algunas cortinas un poco translúcidas (lo suficiente para ver una silueta durante el día) situada justo en una de las murallas y al lado del ventanal, un escritorio en frente de la cama apegado a la muralla de enfrente, dos mesitas de noche a cada lado de la cama con lámparas en cada una más un reloj en una de ellas y un ropero (clóset) a un lado del escritorio a una distancia prudente. También había algunos cuadros de artistas que el admiraba adornando las paredes, una alfombra que cubría gran parte del suelo de la habitación, las cortinas rojas cubriendo el ventanal y finalmente un pequeño estante junto a la puerta con algunos libros, donde había un pequeño sofá para una persona y una mesita baja. Todo lucia excelente y acogedor, sin omitir que también elegante y cómodo digno de alguien de grandeza.

ThirdReich: Muy buen trabajo -reconoció Reich, pues habian puesto todo tal y como él quería. Sacó una libreta pequeña de su bolsillo más un lápiz, escribió unas cosas en ella, puso su firma, arrancó la hoja y se la entregó a uno de los trabajadores-. Con esto podrán retirar una generosa paga con el secretario del Palacio Bellevue, ya pueden irse.

Los hombres obedecieron de inmediato, contentos por la generosidad de su líder, por su parte Reich solo entró en su habitación para sentarse en la orilla de la cama (la cual ya estaba hecha y ordenada) y soltar un pequeño bostezo. Se sentía cansado después de años de estudio y trabajo intensivo, echó su cuerpo hacía atrás sintiendo las suaves frazadas y el blando colchón recibir a su cansado cuerpo.

Estuvo un momento pensando en lo que se vendría a futuro en su Nación, las cosas que debería hacer para sacarla a flote en su totalidad y finalmente devolverle su reputación. Mientras pensaba en eso, a su mente nuevamente llegó la carta del soviético, sacudió su cabeza mientras soltaba un gruñido, no le gustaba distraerse con algo como una simple carta de alguien que creyó haber olvidado de hace años. Ya estaba oscuro, así que se levantó de la cama para ir a darse una ducha rápida, ponerse sus nuevos pijamas y finalmente acostarse en esa cama en la que fácilmente caerían tres personas.

Cerró sus ojos para intentar dormir y lo logró al cabo de algunos minutos.

Mientras tanto varios kilómetros de allí, más bien en un país diferente, un ruso se encontraba revisando unos papeles con tranquilidad mientras por su cabeza la cara de un Reich pequeño se paseaba de manera insistente, no era la primera vez, esto pasaba desde que el mencionado se había marchado de Rusia para volver a sus tierras.

El soviético estuvo tan ocupado que no había podido enviarle una carta antes a su viejo amigo, pero no hubo un día en el que no se preguntará como estaría, incluso pensó en visitarlo varias veces en el pasado pero simplemente no pudo, debía mantener a toda la Unión unida para variar, a parte de estable.

Pero la excusa perfecta había llegado para mandar una carta, y era el ascenso del alemán al poder, puso sus sinceras felicitaciones y el aviso de que pronto iría a visitarlo para "celebrar" su azaña a tan corta edad, pues si no se equivocaba él debería estar ya en sus 16 mientras que el soviético en sus 18 años.

Una vez termino el papeleo de ese día, se levantó y dirigió a su habitación con algo de entusiasmo, tomó una maleta cualquiera y comenzó su guardar sus cosas en ella, sin apuro y de manera ordenada, tampoco quería dar vergüenza si esque el alemán llegaba a ver su maleta. Quería verle y ni él sabía exactamente porque, por lo que había preparado un viaje en avión para mañana en la mañana, así podría llegar temprano y disfrutar más su estadía en Berlín, aunque no sabía cuanto tiempo exactamente se iba a quedar, según el serían dos semanas, pero cualquier cosa podría pasar en su ausencia que le obligara a volver a sus tierras antes de lo previsto.

Con varias ideas en su cabeza sobre que hacer una vez en Berlín, logró quedarse dormido sin saber ni cómo, pues ansiaba que las horas pasarán más rápido.

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