Cap. 11: Él... (Parte 4)

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Todos alguna vez estuvimos en ese momento incomodo de tener que hacer una confesión, no importa de cual fuera el grado, tan pequeña como la de un niño diciéndole a su mami que rompió un plato o tan grande como la de un médico informándole a sus pacientes de graves enfermedades; tendrías que decidir si contar la verdad o ahogarte en tus mentiras, pero cuando ya no hay forma de que el vaso no se desborde con otra gota, es ahí cuando debes tomarte el agua y con la frente en alto hablar.

May fue esa gota que me obligó a hacerlo, intentó ser la primera en contar lo ocurrido meses atrás y fui yo quien la cortó antes de que pudiese dejarla decir sin quiera la primera letra. Era mi mentira descubierta, tenía que terminar de destaparla y explicar yo misma la situación que ninguno de los cuatro miembros de la mesa se esperó escuchar.

Al principio creyeron que se trataba de una broma de mal gusto, pero luego que May me apoyara y mostrara las fotos que me tomó en plena rehabilitación, quedaron de piedra y completamente en silencio mientras que mi cara se enrojecía y acababa por explicar la verdad tras el viaje, los sueños, el chico sin nombre, Alexis y finalmente la terrible noticia que habíamos querido ignorar un tiempo más; sin embargo, el tiempo se había acabado.

—¿Dicen que solo les queda un día aquí? —preguntaron al mismo tiempo Ricardo y Asim, aturdidos de la misma manera que nuestra familia después de oírlo todo.

—Desgraciadamente, entre los gatos del hospital y del viaje, fueron más de los que creímos y tuvimos que reducir nuestro tiempo de estar para cubrirlo todo sin quedar endeudadas.

Se oyó claramente como el par de primos tragó ruidosamente saliva y luego visualizaban su sorpresa por medio de sus mandíbulas abiertas.

—Mierda... —murmuró Ricardo con agonía en su suspiro.

El silencio fue interrumpido por una fuerte brisa que nos revolvió los cabellos a mi hermana y a mí, obligándonos a recogérnoslo con una pinza cada una. Entonces fue que levanté la cabeza interceptando una estrella fugaz que trazó su larga estela sobre el muy alto de las sombras del horizonte montañoso, dejando su marca entre la constelación.

"¿Contamos estrellas?". Ahí estaba de nuevo, esas dos sencillas palabras transportaban mis ojos a esa noche que he repetido, hasta el cansancio, ser lo único que recuerdo.

—Oye, Mili —Fui llamada y pestañeé, regresando a la realidad y vi a Ricardo, quien agitaba su mano derecha buscando mi atención.

—¿Sí?

—¿Qué harán ahora? No esperan encontrarlo en un día, ¿O sí?

—Aunque tu camino lleve a un precipicio, ¡sáltalo! Solo es otro insignificante obstáculo para lograr tus objetivos.

No tengo ni la menor remota idea de cómo fue que esa frase salió de mi boca, fue cuestión de segundos en que imaginaba que responder y se dijo sin más, seguido de una borrosa imagen del perfil de alguien sonriendo. Dada la redundancia, mi pulso se aceleró en cuanto la visualicé bien y reconocí al famoso protagonista de mis sueños.

"Hasta para responder por mi apareces".

—Sí que eres motivadora —Alagó el Riki, rascando los pelitos que tenía de su barba.

—Bueno, ya la oíste —Interceptó May—. Parece que seguirá la búsqueda, hermanita.

—Le hablaré a Alexis más tarde a ver si consiguió el dibujo para mirarlo mañana y hacer un último esfuerzo.

—¿Qué dibujo? —preguntó Ricardo.

—Alexis, nuestro antiguo compañero de clases, resulta ser un gran artista que de pura casualidad presenció el amor de verano de Mili esa noche, y tiene un dibujo donde los retrató a ella y a él —Miré terriblemente mal a mi hermana abochornada y cubierta de un suave rojo que calentaba mis mejillas.

—¿De pana? —Asentimos—. ¡Qué suerte! ¿Lo ves? Lo identificas, lo buscamos, hablan y chacalaca nuestra Mili regresa.

—Ojalá sea más o menos así, pero sería demasiado fácil —reconocí en voz baja.

—¿Qué tienes pensado hacer entonces? —volvió a preguntar y suspiré.

—No sé, algo se me ocurrirá.

—Pon a funcionar ese coco que mañana ves a tu chico estre...

—Reik —Lo cortó mi hermana.

—¿Sí?

—No te queda —Se burló y el barbudo la miró fastidiado.

—Ssh deja que lo crean vale, hay que animar, no ponernos pesimistas.

—¿Y si mejor busco hielo, te lo meto a la boca y te callo? Eso me daría ánimos.

—¿Y si mejor me metes algo más? —sugirió con una sonrisa insinuante, ganándose una mueca de desagrado de mi hermana.

Quise reír, esos dos eran un show de comedia en vivo. Las insinuantes cejas de nuestro vecino bailaban sincronizadas de forma vertical mientras que los ojos de mi hermana solo se limitaron a rodar e ignorar las indirectas de su adversario.

Por otra parte, nuestro querido Riki seguía provocándola, May luchaba por no perder los estribos dándole honor a su título de "Tolerancia de hierro". Ambos seguían y seguían y ninguno daba su brazo a torcer, yo ni me intentaba meter, disfrutando del dúo supera payasos, y pretendía seguir haciéndolo, pero entonces Asim se metió soltando un gruñido hacia su primo.

—Reik cállate, que asco.

—Oye, te he dicho que solo May me dice...

Fue callado por la desinteresada expresión de Asim, quien, siendo el segundo en ignorar al pobre Ricardo en esa noche, bostezó y se recostó de la silla echando su cabeza hacia atrás y su cuerpo caído hasta adelante.

—Como no te caes, wevon.

Asim ni se inmutó y siguió en la misma posición, descansando sobre la silla como si lo demás, fuera de su pequeño entorno, no importara. El mensaje fue claro para Ricardo y rendido se levantó de su silla, estirando su cuerpo.

—¿Vas a alguna parte? —preguntó mi hermana al verlo moverse hacia la casa.

—Adentro por un poco del jugo de parchita que hizo este marico —señaló a su primo con los ojos—, ¿quieres también?

Mayriol se lo pensó un rato, seguro meditando si era bueno arriesgarse a estar un rato a solas con Ricardo luego de lo sucedido en la lluvia de estrellas; ya creía que diría que no, pero entonces hubo unas miraditas sospechosas entre ambos que ahora me asustaron a mi luego de que May aceptara, se levantara y se fuera con el dueño de la casa —antes abandonada—, dejándome a solas con la tumba humana del grupo.

Hubo un largo silencio que nos envolvía con el viento y, aunque era aceptable su presencia, me estaba incomodando un poco, después de todo no había tenido la mejor relación con él desde un inicio.

Y la verdad me preguntaba, ¿por qué? Él era callado, algo reservado, se guardaba varios comentarios para sí mismo, pero no era amenazante ni me daba pavor estar con él, ¡es más! Desearía por un momento que rompiera esa capa invisible que lo cubría de misterio y frialdad y habláramos normal, sin terminar peleando a los cinco segundos como en otras oportunidades.

Lo más extraño, solo conmigo parecía estarse reservando más, a veces ni me miraba y escondía sus ojos viendo hacia otra parte, jugaba con sus dedos en silencio y se obstruía él mismo en responder preguntas hacia mí. Empezaba a creer que le caía mal y me gustaría saber porque, ya que aparte de insignificantes discutas no le he hecho nada de gran magnitud.

«¿Qué tal si le preguntas?». Sugirió mi consciencia.

"No creo que me responda". Le respondí.

—¿Deseas decirme algo?

Como esa estrella fugaz que atravesó el firmamento, interrumpió el chico con quien discutía en mis pensamientos. Asim había dejado su momento de relajo y ahora me observaba con indiferencia, apoyando su cabeza sobre su mano y el codo en el mango de la silla blanca de plástico.

—¿La verdad? Sí, tengo algo que decirte —Mi respuesta pareció sorprenderlo, su inexpresión se aguó por completo y se volvió a mí, entregándose a su curiosidad.

—¿Qué quieres?

Aunque su corto dialecto sigue siendo el mismo...

—Asim... No es que me concierna, pero ¿te pasa algo hoy...?

La apacibilidad de su rostro volvió a desaparecer, poniendo en su lugar una de ligeras arrugas que denotaban preocupación en su frente, algo lo estaba poniendo nervioso, pero en cuestión de segundos regresó a su inexpresividad y a su tosco —fastidioso— y cortante tono.

—Si dices que no te concierne, ¿por qué te molestas en preguntar?

Unas ganas inmensas de contestarle mal se apoderaron de mí al escucharlo, pero sometiéndome a un control paranormal contuve mi respiración y solté el aire retenido junto a mi explosivo ser, para mirarlo de frente y esperar que entendiera con mis ojos que venía en paz.

—Lo siento... No quise molestarte.

—No lo haces —Aclaró de pronto, desviando la mirada de la mía en cuanto volví a alzarla incrédula—. En fin... ¿Por qué la pregunta?

—¿Te parece que sobra? Has estado distante y más cortante de lo normal, cualquiera diría que tuviste mal día, ¿es eso?

—Tal vez...

—¿Por qué? —Quise saber.

—Dijiste que no te concierne, ¿no?

Aplané los labios en una línea recta, obstruyendo la única vía de escape a las nada bonitas palabras que quería responderle y que de igual manera terminaron por escapar. Al nacer, mi hermana debió llevarse toda la tolerancia, mientras que a mí me dejó todo lo contrario. Esto no iría bien.

—De nuevo, perdón. No sabía que era malo intentar ser amable.

—Nadie te está apuntando y obligando a serlo —Ironizó y apreté más mi quijada.

"Respira, mili, respira". Persuadí a mi ser explosivo, pero ¡al diablo! No funcionó.

—¿Siempre eres así?

—¿Así como?

—¿Respondón y cortante? ¿Frio? ¿Petulante? ¿Qué nadie puede dirigirte la palabra porque le respondes mal?

—¿La verdad? No sé de qué me hablas —Se recostó de la silla, estirando sus piernas, cruzando estas y brazos para apoyar su cabeza.

—Oh, claro que lo sabes, amigo —Apunté, enderezando mi columna para potenciar más mi voz—. Te comportas así desde que te conozco.

—Perdón si lo siguiente te desorienta, pero ¿cuánto es eso?

—¿Una semana? —respondí, como él dijo, sin comprender una palabra.

—Exacto, una semana, siete día, ciento sesenta y ocho horas de haber compartido conmigo, y soy todo eso, y seguro que hasta más.

"¿Qué?".

—Aja y... ¿Qué con eso?

—Tú estás diciendo que soy "malo contigo", entre comilla, pues déjame decirte algo, Milagros —Remarcó cada letra de mi nombre sentándose rectamente en la silla.

—¿Qué?

—Yo también en esta semana te he visto, y sin que me duela puedo decir que eres extremadamente abierta, explosiva, impulsiva, imprudente, no piensas y sueñas demasiado —enumeró.

—¿Pero?

—No, sin peros, te lo estoy diciendo directamente, sin dudar, eso eres y yo soy lo que dijiste, ¿me entiendes?

—Sí y a la vez no, ¿a qué viene eso? —Estaba realmente perdida.

—¿Puedo preguntarte otra cosa?

—Si me ayuda entender a donde va esto, sí.

—Excelente, entonces... —Su mirada se intensificó—. ¿Cuánto tiempo compartiste con él?

Lo miré como si le hubiera salido cuernos de arce, claramente cada vez más confundida de la situación de la que se había desviado mucho del tema del que quería hablar.

—¿Quién...?

—Que, ¿cuánto compartiste con ese chico?

—¿De quién hablas? ¿Alexis?

—El chico sin nombre, Mili —Rodó los ojos—. ¿Ves por qué digo con que no piensas y estás en otro mundo?

"¿Quieres ver mi otro mundo?". ¡Ahora no!

—Si...

—Al menos lo admites.

—¿Qué? —Agité la cabeza—. Aguarda, ¿qué decías?

Los verdosos ojos de mi adversario dieron una vuelta de fastidio y se incrustaron en los míos apenas volver a su punto, cerrándolos un segundo para levantar su cuerpo de la silla e intercambiarla por la que estaba a mi lado, la que una vez fue de mi hermana, para verme otra vez sin titubear o inclinarse a la duda; estaba decidido a decirme lo que fuera que quería decirme.

—Ya que no me prestaste atención, pregunté, señorita al infinito y más allá, que, ¿cuánto tiempo estuviste con la única persona que recuerdas?

—No recuerdo ese detalle, señor apodos ridículos —Reí un poco, enrojecida—, pero según mi hermana fueron unas seis/siete horas, ¿por qué le interesa saber?

—¿Cómo lo trataste a él en esas siete horas?

Mi sonrojo fue notable dada a la escasa cercanía que cortaba él con cada palabra, poniéndome cada vez más nerviosa.

—Parece que muy bien —Se alejó. No mucho, pero si lo suficiente para que pudiera recuperar mi color normal y mirarlo realmente mal.

—Y eso, ¿te concierne acaso?

—No, pero a ti si, Milagros.

—A mí sí, pero y ¿a ti qué?

—Nada, solo curioseo —Se recostó de la silla viendo al cielo—. No es como si me importara que trataras mejor a un desconocido que a mí... —susurró más para él, pero su voz era de esas que sin importar el bajo de su volumen rebotaba fácilmente y se amplificaba para oírse con claridad.

Lo vi algo shockeada, diga lo que diga el uno del otro, Asim parecía celoso de mi peculiar relación con el chico sin nombre al que tanto irónicamente le hemos nombrado desde que se enteraron de mi accidente, pero no podría ser verdad, ¿por qué él estaría celoso de alguien que solo conozco de sueños? ¡Es ilógico! En serio, lejos de encajarme las piezas solo se desarmaba más el rompecabezas.

—A ti bien que te gusta quedarte viendo a la gente cuando piensas, ¿verdad? —Dio por decir, sacándome de mis pensamientos.

—Yo... —No sabía que contestar.

—¿Qué...? —Me miró de reojo.

—Asim... Acaso... ¿Te molesta el chico sin nombre?

Como nunca se me quedó viendo en silencio, descruzando sus brazos en su regazo y ajustando su cuerpo de modo que se notara su alta altura aun sentado frente a mí. Sus orbes verdes danzaron sobre los míos penetrando mis débiles defensas, cubiertas con nervios palpitantes; la callada zona había hecho de protagónicos los ruidos débiles de algunos grillos por el monte de atrás y la transcendente brisa que desordenada nuestros cabellos sin escrúpulos a los lados.

Los cuales fueron cortados de nuevo por su voz más fría que el hielo, pero menos que la noche, suspendiendo una cadena eléctrica de la parte baja de mi estómago a todo el cuerpo, brotando una piel de gallina, erizada sin temblar. Todo quedó sordo, solo oía sus últimas respuestas en seco discutidas con las mías, roja y acharolada, antes de que de la furia ocasionada por sus palabras colapsara y casi plantara la marca de mi mano sobre su cara.

Su expresión no cambió y menos la mía. Moví lentamente mi boca y articulé el contraataque que terminó por callarlo furioso, sin chance de responderme también dado a que inoportunamente volvieron mi hermana y su primo, interrumpiendo nuestra discusión subida de tono.

Nuestros familiares preguntaron el porqué de nuestras caras y callaron al recibir un fuerte —y nada amable— "Nada", ubicándolos en Neptuno, curiosos de saber que había pasado en su ausencia por ir por un jugo; sin embargo, ni yo ni Asim dirigimos una sola palabra haciendo evidente de que habíamos discutido de nuevo, pero no queríamos aceptarlo ni menos vernos o dirigirnos el uno al otro.

Esa última hora fue larga para mí, pidiendo con la mirada Mayriol para irnos de ahí. La cual terminó por interpretar y hecha una cabra rabiosa salí apresurada a encerrarme en mi habitación, sin muchas ganas, y negándome rotundamente, a asistir a los planes de mi último día en la isla.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro