《 13》 Un sol (Parte 1)

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Oscar

Escucho la puerta de mi habitación abrirse, pero ni me molesto en averiguar quién es. Solo quiero concentrarme en el aire que entra y sale de mis pulmones. Las palabras de Isabela me han afectado de una manera que no sabía que era posible.

Sí, tenía pleno conocimiento de que al irme de su vida como lo hice, le haría daño. Pero solo lo hice porque sabía que esto era lo mejor para ella. Sé que ella no estaba lista para acéptalo, aún había cosas que debía madurar y heridas que debía sanar. Mi presencia no era de ayuda, así que me marché.

Durante el año que pudimos ser amigos, me dio la oportunidad de conocerla de una manera que como pareja no tuve la oportunidad. Creamos una confianza que en realidad pensé que no podría ser destruida, pero al parecer me equivoqué. No tengo dudas de que hoy en día no confía en mí ni en mis palabras. Lo cual puedo entender.

—¿Y esa maleta sobre la cama? —La voz de Amelia me saca de mis pensamientos.

—Creo que me quedaré en un hotel.

—¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué sucedió?

Mis ojos siguen cerrados, pero estoy seguro que está justo frente a mi.

—Creo que es lo mejor.

—¿Lo mejor para quién? —Amelia aumenta su tono de voz.

—Para ella, no quiero incomodarla más. Es la boda de su mejor amiga, ella merece disfrutar de todo esto sin tener que verme la cara. Le diré a Carol y Mateo que nos desfilaré...—Me interrumpe.

—No te voy a permitir hacer eso.

Habla con una autoridad que me hace arrugar mis cejas ¿Ella quien se cree?

—No es que puedas detenerme—Abro mis ojos para mirarla. Agradezco su amistad durante estos años, pero que no permitiré que crea que puede ordenarme u obligarme hacer algo que yo no quiero hacer—ella no quiere escucharme, debes aceptarlo y superarlo, yo lo hice.

Mi voz es ronca y fría. No voy a gritarle, pero tampoco dejaré que cruce esa línea. Ella se queda en silencio unos segundos y la escucho soltar un suspiro largo mientras peina su cabello castaño.

—Espera que quiera hacerlo, debes tener paciencia, le debes eso—Se apoya del barandal— Ambos sabíamos que esto no sería fácil, pero debes mantenerte fuerte. Por ti, por ella.

—Está saliendo con Hugo —escupo.

El malestar que ha mantenido en mi estómago desde que la he escuchado a Isabela decir eso, solo aumenta.

—Oh —Es lo único que sale de ella.

Ambos pensábamos que lo que había sucedido entre ellos hace unos meses de había acabado, eso nos informó Mateo, pero al parecer no es así. Ella quería intentarlo con él y yo no era nadie para interponerme. Después de todo solo quiero que sea feliz, lo merece.

—Tal vez él es lo que ella necesita, el...—No me deja hablar.

—No te atrevas a decir eso, tu corazón la ha elegido a ella Oscar—grita Amelia como si le he ofendido con mis palabras —. Te alejaste para protegerla y cuidarla cuando tú lo único que necesitabas era a ella. No te importó perderte a ti mismo con tal de que ella no se perdiera así misma.

—Amelia entiende...—Vuelve a interrumpirme.

—Dime ¿Por qué te alejaste? —pregunta sabiendo a la perfección la respuesta—Quiero que lo digas para que lo recuerdes. No te castigues por hacer lo que pensaste que era lo mejor para ella.

Niego con mi cabeza, no puedo creer que sea tan terca. Me levanto del sillón y camino al interior de la habitación con intención de irme lejos de ella.

—Bien te lo acordaré, lo has hecho porque tenías miedo de que ella se aferrara a ti luego de haber perdido tanto —Sus palabras me hacen que detenga mis pasos justo cuando estoy al frente de la puerta —Sabes que una de las peores cosas es estar aferrado emocionalmente a alguien.  Porque en el momento que tú le faltaras todo su mundo se destruiría. Tú y yo sabemos que hoy estamos aquí, pero el mañana es incierto.

—Basta —suplico con mi voz. Hoy no estoy de humor para esta conversación.

—Hiciste lo correcto Oscar, te alejaste para que ella pudiera sanar heridas que no podría hacerlo contigo en su vida —Ella se acerca a mí y coloca su mano sobre uno de mis hombros. Eso provoca que me relaje —Tal vez existían mejores maneras de hacerlo y sé que ha sido aún proceso perdonarte a ti mismo por eso, ahora debes darle tiempo para que ella lo haga.

Una leve sonrisa se posa sobre sus labios, aunque quiero imitarla no lo consigo. La veo caminar hacia mi cama.

—Si ella quiere estar con alguien más puede hacerlo. Pero antes debes luchar por ella. Debes demostrar que nadie la amará como tú la amas. Puedo mantenerme al margen en muchas cosas porque sé que es tu vida, pero lo único que no permitiré es que dejes de luchar —dice mientras vuelve a colocar todas mis cosas en el closet.

No la detengo, tal vez tiene razón. No puedo rendirme sin ni siquiera haber iniciado una batalla.

—Rendirse está bien, siempre que hayas luchado con tu último aliento—Sus palabras hacen que mi corazón se oprima en mi pecho.

Son palabras escritas por Celeste. Ángel no solo se ha preocupado porque sus propios escritos sean publicados, sino también los de ella. No tenía ni una gota de duda de que a las personas les encantarían sus historias. Me alegra saber que una parte de ella siempre vivirá en sus libros.

Veo a mis padres caminar hacia mí con una sonrisa sobre sus rostros. Hoy llegaron el resto de los integrantes tanto de la familia de Carol como de la mía. A la primera que saludo es a mi madre, rodeo mis brazos en su espalda y siento un beso de su parte en mi mejilla.

—Cariño, estás precioso—dice al separarnos del abrazo.

—¿Cómo no estarlo? Me parezco a ti.

Luego saludo a mi padre, es un abrazo fuerte y afectuoso. Unos años atrás esto no solía suceder al menos que fuera una fecha especial, como su cumpleaños o el mío. Pero creo que después de todo lo que hemos pasado, nos abrazamos como si cada uno fuera el último.

—¿Y Carol? Debo de darle su regalo de bodas—Noto la emoción en la voz de mi madre.

—Cielo debe estar saludando a su familia— Comenta mi padre. Lo cual debe ser cierto.

—También somos su familia—expone mi madre.

—Si, pero tranquila tendrás tiempo de hostigarla con todo tu amor por mucho tiempo— le recuerdo.

—¿Hostigarla de amor? —pregunta Carol uniéndose a la conversación —Espero que hablen de mi

—Por supuesto que sí mi niña, —responde mi madre. La rodea con sus brazos para abrazarla—estás preciosa.

—Decir preciosa, es quedarse corto —agrega mi Padre al saludarla con mucho cariño.

—No digan eso que me sonrojo— Comenta Carol moviendo sus manos para echar un poco de aire a su rostro.

—Te hemos traído un pequeño regalo—Nos expone mi madre.

—Pensaba que la casa en Londres, había sido su regalo—comenta con confusión Carol.

—Bueno este es algo más para ti —explica mi madre— Oscar.

Mi madre posa su mirada en mí. Pensaba que se lo daríamos al estar en un sitio más privado, no rodeados de tantas personas. Pero mi madre nunca ha podido guardarse nada, parece una niña pequeña llena de entusiasmo.

Saco la pequeña caja de mi chaqueta y se la entrego a Carol. Esta me sonríe con levedad, ella y yo no hemos hablado desde que llegué. Sigue estando enojada conmigo por como terminaron las cosas entre Isabela y yo, entiendo que apoye a su amiga. Pero también no puedo negar que necesito que esté del lado de la relación, porque no olvido que, al inicio de todo, fue nuestra mejor aliada.

—Es...—Ella no es capaz de articular más palabras al ver el contenido de la caja.

—Era suyo —Comento al ver que toma la cadena de Celeste entre sus dedos. Esa misma que estuvo con ella durante la mitad de su vida.

—Estoy segura de que le hubiera encantado estar aquí —Añade mi madre —Hubiera amado verte tan feliz y creo que esta es una forma de sentirla más cerca.

Me percato de las lágrimas en los ojos de Carol. Mi padre se mueve con rapidez y saca un puchuelo de su chaqueta para entregárselo.

—Hoy no es momento de llorar.

—Es que esto demasiado, yo no puedo...—La interrumpo.

—Todos estamos de acuerdo que si alguien debe tenerlo eres tú.

—Gracias —seca las lágrimas de sus ojos y vuelve a guardar la cadena en la pequeña caja— Vengan por favor, mi madre estará feliz de verlos—dice como puede.

Ella camina delante de nosotros y sin dudar la seguimos.


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