《32》Lo necesito.

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Isabela

Agradezco haber traído un sombrero, así el viento de esta mañana no provoca que mi cabello se dirija a todas las direcciones. Disfruto de la calidez de la mano de Óscar ubicada sobre mi espalda baja, caminamos por el muelle hasta el barco que ha alquilado sus padres. Hoy pasaremos el día con nuestros padres. Mi madre está emocionada por este día, lo he notado al hablar el día de ayer, la he llamado en la noche. Ella es amante del mar y creo que Cielo sabía a la perfección que esta actividad la adoraría.

No solo será un simple paseo, sino que estaremos hasta el día siguiente sobre el mar. Algo que en verdad hace que la emoción de mi madre se me contagie, solo por el hecho de que nunca he estado tanto tiempo navegando. No tengo ni un gramo de duda, este viaje será agradable y nos dará a mí y al hombre a mi lado la oportunidad de descasar, porque en realidad ayer pasamos el día follando como conejos. Creo que mi cuerpo exige descanso, solo quiero llegar, acostarme donde el sol broncee mi piel. Justo debajo del vestido llevo un bikini de color blanco para facilitar mi broceando.

Sin embargo, sé que solo existe una culpable de que mi cuerpo esté completamente cansado y tengo la sospecha que también marcado.

"Quiero que me hagas tuya, cada vez que tú quieras" "y donde tú quieras."

Mis palabras dan vuelta en mi cabeza. Debí suponer que él tomaría mis palabras a pie de la letra, que no debía sorprenderme que lo hiciéramos al tan solo pasar las puertas de la habitación del hotel, justo contra la puerta con una brusquedad que me dejó sin palabras.

Cualquiera sería capaz de deducir cuáles eran sus intenciones al ofrecer que nos bañemos juntos. Por supuesto que no sería una inocente ducha.

Además, era obvio que no veríamos una película antes de dormir, solo recuerdo el "tudum" de Netflix, los gritos que me provocó no me permitieran apreciar nada más de la película. Estoy segura de que si alguien me hubiera escuchado hubiera pensado que me torturaban.

No obstante, sé que estas ganas intensas que ambos sentimos tienen que ver con los años que habíamos estado sin el otro. Aunque hoy solo necesito que mi pobre entrepierna se recupere.

—Es este, hermosa—Óscar se detiene y no dudo en imitar su acción.

Me quito las gafas de sol un momento para admirar el barco frente a nosotros. Al ser solo cinco, pensé que alquilarían un velero, el cual es suficiente grande para nosotros. Pero por supuesto que jamás me pasó por la cabeza que estaría delante del yate más grande que he visto y el más lujoso también.

A pena vista, considero que debe tener al menos cuatro pisos, pero no me sorprendiera saber que tuviera más. Hay pequeños momentos donde se me olvida la cantidad de dinero que maneja Óscar y su familia. Aunque al tener hoteles en los países más turísticos, supongo que es lógico.

Un joven vestido completamente de blanco nos recibe con dos mimosas, Óscar se niega con cortesía a la suya, pero yo en definitiva tomo la mía. Una sonrisa boba se posa en mis labios mientras nos guían al interior. Decido guardar mis gafas en mi bolso para así poder detallar cada parte de este asombroso lugar con mayor facilidad.

Nos llevan directamente a nuestra habitación, para que podamos guardas nuestras cosas.

—Sus padres los esperan en el cuarto nivel, —comenta el joven para después retirarse.

Dejo mi bolso junto a la copa totalmente vacía en una mesa para poder lanzarme sobre la cama. Sí, es extremadamente cómoda, en definitiva, mi cuerpo va a extrañar todas las camas de Grecia. Es que parecen que descansas en un oso enorme.

—¿Te gusta?

Quedo boca arriba para poder verlo. Él sigue de pie cerca de la puerta.

—Obviamente. Esto es simplemente precioso, no puedo creer que estamos aquí.

— Mi padre suele tener buen gusto.

—Pensé que había sido tu madre.

—La de la idea fue ella—dice dejando todas sus cosas sobre el suelo —Pero mi padre es el experto. ¿Sabes que él es quien va a hacer el capitán?

—¿Es en serio? —Me apoyo en mis codos.

—Sabes manejar todo tipo de vehículo, tanto marítimo, como aéreo y obviamente terrenal. Creo que lo único que le falta es el espacio, pero mi madre jamás lo permitiría—Una risa ronca llena la habitación y joder, mi corazón amenaza con salirse de mi pecho.

¿Cómo es posible que aun este hombre pueda gustarme tanto?

—Eso es increíble, ¿tú sabes también?

—¿Navegar? No —niega con su cabeza —No soy muy fan de los barcos.

—Y ¿por qué estamos aquí?

—Porque a nuestras madres le brillaron los ojos al hablar de esto.

Eso es un buen punto, ¿Cómo negarles algo?

—¿Podría pedir otra? —pregunto mirando mi copa vacía.

—Arriba debe haber un bar, puedes tomar las que tú quieras.

Me levanto de inmediato de la cama con una sonrisa llena de emoción, no tomaré demasiado, solo una más. Es que están deliciosa y pues sé a la perfección que al terminar estas pequeñas vacaciones no volveré a tomar nada por mucho tiempo. Bueno hasta que Carol me obligue a ir a desayunar con ella un domingo.

Sí, domingo, son los días que normalmente ambas estamos libres y aunque ambas estemos ocupadas, tratamos de sacar el tiempo para tener un desayuno. En el cual es una tradición las mimosas. Pero supongo que el hecho de que ya sea esposa pueda ser que esas salidas disminuyan y es totalmente comprensible.

Creo que no habíamos entrado en totalidad a la vida de adulta. A penas tenemos veintiuno y ya nuestra vida deberá de dar un giro de 180 grados. Carol ha comenzado a hacer la pasantía con sus padres y creo que ambos le exigirán el máximo. Aunque conociendo a mi mejora miga, sé que dará el 101% de ella. Después de todo, se ha preparado durante toda su vida para este momento, no es como que sus padres la podrán de inmediato al frente del negocio que le ha costado toda la vida construir, obviamente se asegurarán que ella esté capacitada para tener aquella responsabilidad, después de todo, ese será el legado de su familia.

Por cierto, ¿cómo le estará yendo en su luna de miel? No he sabido nada de ella desde el día de la boda. Aunque quisiera comunicarme con ella, sé que no será posible. Me dijo con claridad que no volveré a saber de ella hasta que vuelva al país y me parece justo.

—Puedo pedir que te la traigan a la habitación—Lo escucho decir cuando estoy a punto de salir. Su mano se entrelaza a la mía.

—¿Sí? —por obligación debo subir mi cabeza para poder mirarlo a los ojos.

Hoy no quería usar zapatos con plataforma.

Él asiente con su cabeza mientras me atrae a su cuerpo para rodear mi cintura con su brazo libre. Suelto su mano para poder rodear su cuello y fundirnos en un abrazo.

—¿Tenemos que salir? Podríamos quedarnos a dormir.

Eso me hace pensar que también está cansado.

—Quisiera, pero lamentablemente nos esperan.

Incluso estando en las puntas de mis pies, se siente tan confortable estar en sus brazos.

—Podemos pedir una mimosa para cada uno y así poder hacer un brindis, solo tú y yo—digo dejando un beso sobre su cuello— Luego vamos con ellos.

Silencio es lo único que recibo de él. Eso me hace alejarme un poco para conocer la razón de mantenerse callado.

—¿Qué pasa?

—Yo...—Él no me mira, sino que posa su mirada en algo detrás de mí—No tomo.

Arrugo mis cejas, se me hizo raro que no aceptara la mimosa al llegar, pero mi emoción por entrar al barco, no me dio tiempo de preguntar. Pero no ¿toma?, ¿nada?

—Bueno me limito a no hacerlo. Puedo tomar una copa de vino en un evento social o tal vez tomar un sorbo en medio de un brindis. Pero no estoy consumiendo.

Él elimina todo el contacto entre nuestros cuerpos y da un paso hacia atrás.

—¿Por qué? —Me atrevo a preguntar.

Recuerdo como el día de ayer al almorzar junto a nuestros padres prefirió tomar agua en vez de vino. Eso me hace buscar en mi memoria, el día de la despedida de Carol y Mateo, lo recuerdo dentro de sus cinco sentidos, ¿no había tomado ese día tampoco?

Supuse que todo el mundo lo hizo, aunque tal vez él no.

—Después de la muerte de Celeste, —Se obliga aclarar su garganta—tú eras la única persona que me hacía sentir paz. Incluso con un mensaje y luego de alejarme de ti, necesitaba buscar un refugio donde sea o con lo que sea.

Él pasa su mano por su cabeza, es obvio que esto lo estresa o más bien lo atormenta. No sé si acercarme o darle espacio, pero no quiero quedarme paralizada, aunque mi cuerpo ahora no me responde por alguna razón que desconozco.

—Mi refugio fue... el alcohol—Veo como cierra sus ojos— Al principio solo tomaba whisky los sábados. Pero luego comencé a tomar cada botella que encontraba, no importara que fuera. Con el tiempo dejé de hacerlo los sábados en las noches y comencé a hacerlo los viernes y domingos también.

Él niega con su cabeza como si su cuerpo rechazara sus palabras. Esa es una señal clara de acercarme, no dudo en tomar su mano y guiarlo hasta la cama para hacer que se siente.

—No tienes que seguir... está bien—digo al sentarme a su lado.

Él niega con su cabeza con suavidad. Me percato que aprieta sus labios, sé que siente la necesidad de hablar. Pero es obvio que le cuesta.

—Lo necesito—Sus ojos se fijan en los míos y solo soy capaz de ver solo una cosa: dolor.

Mi corazón se hunde en mi pecho y es como si su sufrimiento recorriera todo mi cuerpo.

—Después lo comencé a hacer todas las noches, no importaba si tenía que trabajar o no —Él hace que nuestros dedos se entrelacen—Solo quería que el dolor de perderla desapareciera, aunque sea por unos minutos. Quise escribirte, quise llamarte, quise tomar un maldito avión para poder estar en entre tus brazos. Pero no podía, porque eso solo te lastimaría—Su vista baja a nuestras manos —No podía lastimarte más.

Su voz se vuelve grave y profunda. Es como si cada palabra le costara más que la anterior.

—Por suerte, mi madre comenzó a trabajar conmigo y pues, pudo darse cuenta antes de que fuera capaz de dañar a otros por mis decisiones. —Hace una pequeña pausa, la cual me parece eterna— Me tomé unas vacaciones de cuatro meses para ir a un lugar que me pudieran ayudar.

¿Qué? ¿Lo internaron?

—Mateo tuvo que ir esos meses a cubrirme, después de todo era el único que tenía el mismo poder en los bancos.

Recuerdo a la perfección, esos meses, Mateo se mantuvo de viaje de un lugar a otro, Carol vino a quejarse más de una vez conmigo.

Quiero preguntar ¿Por qué nadie me dijo? O tal vez quiero gritarlo. Pero sé que esto no se trata de mí, sino de él.

—Pero ahora me gusta pensar que estoy bien, que tomo porque sé que puedo detenerme.

Lo veo secar una lágrima antes de que se caiga por su mejilla y esa simple acción me hace percatarme que estoy a nada de derramar todas las mías.

—Lamento no haber estado—Hablo en un hilo de voz.

—No estabas porque así lo quise y tal vez fue lo mejor, porque me había convertido en alguien que odiarías —Me toma de mi mentón para que nuestras miradas se crucen.

—Imposible, soy incapaz de odiarte, Óscar. No he podido hacerlo, aunque no te mentiré quise hacerlo con cada fibra de mi cuerpo. Pero nunca pude—Mis lágrimas bajan por mis mejillas.

A percatarse de mi estado hace que me acerque y termine sentada en una de sus piernas.

—Perdón por haber...—No soy capaz de terminar aquel susurro casi inexistente.

—Tú me ayudaste—Me rodea con sus brazos haciendo que mi cabeza se apoye su pecho.

—No hice nada y tú... —Me interrumpe.

—Compraste libros, —su mano se posa sobre mi cabeza y deja pequeñas caricias—Esos tres meses no podía revisar mi celular, solo podía usar la computadora una o dos veces a la semana. —explica mientras puedo escuchar con la fuerza que su corazón late—¿Sabes que era lo primero que revisaba? Los recibos de todos los libros que comprabas. Sabía que era tu forma de decir: sigo aquí y quise decírtelo también, pero... apenas era tolerable para mí no reconocerme, no hubiera soportado que tú no lo hicieras.

—Os...

—Piccolina, ahora estoy mejor. No sabes lo agradecido que me siento contigo y por la vida de darnos esta oportunidad.

Me aferro a su cuerpo, no puedo permitir que ninguna circunstancia nos separe. Ni siquiera mis propios pensamientos. Hay heridas que ambos aún debemos sanar y necesito que lo hagamos con el apoyo del otro.

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