《33》Solo piénsalo.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Óscar

Mi padre me habla de que deberíamos pasar las vacaciones de navidad en un lugar con nieve. Él sugiere Alemania, lo que me hace pensar que es más sugerencia de mi madre que de él. Quiero seguir prestando atención a su lista de razones por lo cual ese país es la mejor opción.

Pero la pelinegra, que acaba de salir a tomar sol, me atrapa por completo. Ha despojado de su cuerpo aquel vestido blanco que le hacía ver como un ángel y ahora su bikini de color azul, tan intenso como el mar, hace que cada parte de su cuerpo resalte. Tal vez debería disimular, aunque sea un poco, sin embargo, me siento incapaz de retirar mi mirada sobre ella.

Se encuentra hablando con su madre mientras ambas se encuentran sentadas tratando conseguir un bronceado. La sonrisa que decora su rostro ilumina todo mi mundo.

Suponía que volver a sentirla junto a mí, haría que mi alrededor se torne totalmente insignificante. Pero ahora me doy cuenta de que no tiene que estar a mi lado para traer paz a mi vida, con el hecho de tenerla cerca, con tal de verla. Mi corazón se siente pleno.

No puedo negar el hecho de que poder haberle contado algo de lo sucedido en estos años separados, trajo alivio a mi cuerpo. Porque sentía que le estaba ocultando partes de mi vida y no quiero eso, quiero que ella conozca todas mis capas, incluso la que detesto. No exijo ni por un momento que ella se abra conmigo, solo porque lo hice. Necesito que lo haga cuando se sienta libre de hacerlo.

No olvido que para ambos fue más fácil abrirse cuando solo fuimos amigos, porque no hubo presiones. Solo era una chica y un chico que amaban la compañía del otro, que se sentían en confianza de ser ellos mismos.

—Y me divorciaré de tu madre.

Las palabras de mi padre me hacen girar mi cabeza de golpe para posar mis ojos en él.

—¿Qué? —Debí escuchar mal.

—Oh, ¿si estás escuchando? —Una sonrisa burlona aparece en su rostro—Pensé que estaba hablando solo.

—Lo siento, me distraje.

—Lo noté, créeme—Termina de tomarse su jugo —Estoy feliz por ti—Su mirada se posa sobre Isabela unos segundos para luego volver a mirarme—Espero que esta vez no haya comas en su historia.

—A mí no me pareció una coma, temí que fuera un punto final y aún no estoy seguro de que no lo sea. —confieso.

Sé que ambos estamos tratando de avanzar en este camino, pero la vida suele ser un caos. Conocemos el día de hoy, pero el mañana es un completo desconocido.

—No le temas a eso, tú esfuérzate, da lo mejor y disfruta de cada momento junto a ella—Su voz es profunda y segura —Si en algún momento se acaba, no tendrás el remordimiento de que no diste lo mejor de ti.

Mi mayor temor es que dé todo de mí y eso no sea suficiente. Ni siquiera me atrevo a decirlo en voz alta, pero es la verdad.

—Si la vuelvo a perder— aclaro mi garganta — perdería la razón por la cual no me rindo cada día.

—Si la pierdes, encontrarás algo más por la cual querrás vivir. Tendrás que hacerlo.

No es una sugerencia, es una exigencia.

—He perdido más de una razón y sigo aquí.

—No lo entiendes.

Él suelta un suspiro lleno de frustración.

—Escúchame, yo quiero que seas feliz, pero también te quiero vivo. Te necesito vivo. No puedo... perderte a ti también—Puedo percibir lo tenso que se encuentra en este momento. Aprieta el vaso de vidrio en sus manos, pero supongo que decide soltarlo porque no sabe cuanta fuerza pueda soportar.

Todas las piezas se acomodan en mi cabeza: Celeste.

—Si sientes que todo se vuelve muy oscuro, quiero que vengas a mí y haré que haya luz en tu mundo, aunque deba quemar parte del mío.

—Papá.

Él se levanta de su asiento.

—Lo entiendo, sientes que Isabela es tu mundo, tu hermana lo era para mí. No soy capaz de decir nada más. Porque esas palabras fueron suficientes para comprender. Lo único que quiere hacerme entender es que, si no funciona con Isabela, no será el fin del mundo, aunque se sienta así.

—Me iré a recostar un momento, le dices a tu madre por favor.

Quiero que se quede y que hable conmigo, pero él no es así. Siempre ha sido de mantener la calma, de estar sereno, permanecer en silencio y transmitir paz cuando todos sentimos caos. Pero cuando su mundo se desordena, aunque sea un poco y necesita un momento para respirar.

Algunos dirán que nunca han visto a mi padre perdiendo el control, eso me incluye. Pero eso sí, lo he visto a su límite y cuando llega a ese punto prefiere que su única compañía sea una taza de café.

No sé si debería decirle a mi madre, ellos han funcionado todos estos años, porque aprendieron aquellos detalles que uno no suele contar, pero al pasar tanto tiempo con otra persona los descubres.

El universo me confirma que debo decirle, cuando veo a mi madre acercarse a mí, ella tiene su celular sobre su oreja, es evidente que está en una llamada. Percibo como se despide entre risas de la otra persona.

—¿Y tu padre? —cuestiona con una sonrisa en sus labios.

—Necesitaba un momento... a solas—comento para que me entienda sin tener que darle más detalles.

—¿Qué ha pasado? —Su sonrisa se borra de inmediato.

—Celeste —Me limito a decir.

Ella deja de mirarme y noto como lucha con ella misma, ganas de ir a estar con él no le faltan. Es evidente.

—Disculpe, —Llama la atención del barman—¿Podría prepararle una taza de café al señor Fernando y llevárselo?

—Por supuesto—responde el barman—Lo haré enseguida.

—Está en su habitación—Ella le indica —Que sea totalmente negro y con una cucharada de miel, por favor.

Mi madre peina su cabello y posa su mirada en el mar azul que nos rodea. Me levanto de mi asiento para acercarme a ella y poder abrazarla por detrás.

—Él estará bien.

—Lo sé—responde. Deposito un beso en su mejilla—Eres igual a él, también necesitas tus momentos. Pero ella, era igual a mí. Incluso necesitando estar sola, prefería estar acompañada —Suelta un leve suspiro.

Lo recuerdo, ¿Cómo podría olvidar algo de ella?

—Pero obvio que estará bien, en unos minutos, iré a asegurarme de eso. Luego que se tome su café.

Sus palabras solo transmiten una cosa: calma.

—Quiero lo de ustedes—sale de mí, antes de que pueda pensar mis palabras.

Ella se aparta de mi abrazo para mirarme a los ojos.

—¿En qué sentido?

—Quiero a alguien que me conozca lo suficiente para saber lo que necesito, sin tener que pedirlo.

—Eso es fácil, solo pasa con alguien 29 años—Ella sonríe— Te aseguro que se conocerán.

—Disculpa, Cielo —Ambos giramos en la misma dirección para encontrarnos con la madre de Isabela—Creo que ahora es buen momento para hablar de ese tema pendiente.

—Oh, es cierto, —Mi madre asiente con su cabeza con algo de rapidez—ven vayamos a un lugar más privado.

Ambas me regalan una pequeña sonrisa para luego perderse en el interior del barco. Mis ojos buscan Isabela y noto que ahora se ha volteado para que el otro lado de cuerpo también se broncee. Mis piernas se mueven solas hasta llegar a ella.

—Espero que te hayas colocado protector solar—comento para que note mi presencia.

—Lo he hecho—Ella sonríe.

No puedo asegurar que tiene sus ojos cerrados o abiertos, sus gafas de sol no me lo permiten.

—Me parece una falta de respeto que te hayas colocado tu sola, sin mi ayuda.

—Me disculpo—Suelta una leve risa.

Decido sentarme a su lado. Ella decide retirarse las gafas de sol, eso me da la oportunidad de admirar esos impresionantes ojos que tiene. Aunque hay algo que interrumpe mi apreciación, esa curvatura ubicada después de su espalda, me llama con insistencia.

—¿Estás bien? —Sus palabras me sacan de mi trance.

Mis ojos vuelven a los suyos.

—Se me hace complicado mirarte a los ojos, si tu trasero, está gritándome: mírame—niego mi cabeza con decepción.

—No te grita nada—ríe un poco.

—Pero si tengo que preferir, prefiero mirar tus ojos —digo con sinceridad. No mentiré me encanta admirar aquella curvatura de su cuerpo, pero sus ojos solo me transmiten una cosa: paz—¿Cómo no elegir a esos únicos e incomparables ojos tuyos?

Noto como sus mejillas se enrojecen y esa simple acción me hacen sonreír.

—Quiero que nuestros hijos, los tengan—Cuando las palabras salen de mi boca es que me percato lo que acabo de decir.

—Tienes un problema, —Veo como se gira para sentarse —¿Cuál es tu necesidad de hablar de hijos de la nada?

Sé que recuerda como se lo comenté hace años, cuando ni siquiera éramos novios. Pero es una parte de mí que siempre ha querido formar una familia, esa es la que habla por mí de vez en cuando.

—No estoy diciendo que ahora, ni mañana. Tal vez en algunos años si todo sale bien para nosotros—explico tomando su mano para dejar caricias sobre su piel—Pero ¿No crees que es el siguiente paso para mí?

—El siguiente paso para ti, es conseguir novia.

Abro mi boca con intenciones de responderle, pero la vuelvo a cerrar.

—Touché.

Me limito a decir, porque más verdad no pueden tener sus palabras.

—Luego que tengas novia, debes pedirle matrimonio de una forma cautivadora que le haga llorar. Después se casan y tienen...—hace una pequeña pausa— tal vez dos hijos.

Me causa gracia la forma tan seria que dice todo.

—Quiero cinco, Isabela—Le recuerdo.

Estoy seguro de que lo he comentado antes.

—Dos y un perro—dice mientras entrecierra sus ojos.

—Cinco y dos perros—Imito su acción.

Ella libera una risa que llena de alegría mi vida. Me atrevo a acercarme para poder ubicar mi mano sobre su mejilla.

—Solo piénsalo—susurro.

—Lo haré.

Eso es suficiente para mí. Elimino la distancia entre nuestras bocas, me paseo por eso adictivos labios. El día de hoy sé que podría vivir sin ellos, pero elijo no hacerlo.

...............................................

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro