Amistad fallida

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Mi novio me parece un ser muy optimista, me levanta el ánimo y siento buenas vibras que provienen de él —dijo Monique excusándose.

¿Es un buen partido, amiga? —exclamó Mathilde.

No creo que haya una química real entre ustedes dos. No creo que vaya a funcionar —dije, lanzando la negativa.

La impresión que tengo de el salchichero no es estupenda, es un ex convicto y tiene una energía negativa, aunque podría conocerlo más —inquirió mi esposa.

No. Ese hombre luce como un vampiro recién salido de una urna —agregué.

La gente siempre intenta lavarme la cabeza y decirme que hacer —dijo Monique con una voz teatral.

Eso no es verdad —dije y resoplé.

Tengo una apariencia de ser una mujer ruda, pero en mi interior siempre quise tener una conexión con alguien. Pienso que mi pareja ideal sería con alguien aventurero, que le encante sentir la adrenalina, pero en el fondo soy una romántica empedernida que solo quiere encontrar a alguien para hacer un click —insistió Monique—. Tu hermano es un caso perdido. Si me quisiera de verdad ya me lo hubiese dicho a la cara.

No seas tonta —replicó Mathilde—. ¿No es Matheus el hombre de tus sueños? Llámalo.

Monique arrugó la frente y tosió.

¿Para qué? —preguntó cansinamente—. El se besó con una camarera durante tu boda.

Mathilde se sentó en la silla y le colocó a Monique el teléfono en su mano.

Ya marqué el número de mi hermano —le suplicó con el semblante serio—. Habla con él por favor.

Monique salió al patio para tener una charla amena con el rubio. Luego entró a la casa y se la veía silvando esa canción que tanto le gusta.

¿Qué te dijo mi hermano?

Tienes razón, amiga. Debo ser paciente. Debo tomar una desición, pensaré en todo. Y entonces...

¿Entonces, qué? —exclamé.

Matheus me acaba de decir que si abandono a mi novio, él me pedirá que nos casemos —respondió con los ojos vidriosos.

Benditos sean los dos —dije y me acerqué para besar la frente de Monique.

¿Qué vas a hacer con el palurdo y estúpido salchichero? —preguntó mi esposa con brusquedad, aunque retóricamente, trataba de avergonzarla y, de paso, quería una respuesta sincera.

No lo sé. Pero si se llega a enterar que Matheus me ha pedido matrimonio, irá a su casa para repartir golpes a diestra y siniestra, en un inaudito ataque de celos —dijo Monique, mordiéndose el labio inferior.

Por favor, amiga, ¿son éstas maneras de tratar a alguien por celos? Eso no puede pasar. ¿Qué pasaría si te golpea a ti? —dijo Mathilde sin vacilación ni temor.

¡Dios mío! —dice Monique, y se cae al suelo.

Antes de que pudiese atraparla, Monique se habia golpeado la cara contra el suelo. Mathilde hizo una mueca y se llevó las manos a su cabeza.

Cuando Monique vuelve en sí, como era predecible su nariz le estaba sangrando, pero ella decía que no sentía ningún dolor, ni en su rostro, ni en su cuerpo. Mathilde va a buscar el algodón al cuarto de baño y después hizo dos bolitas con sus manos.

Póntelas en la nariz para detener el goteo —dijo.

Monique, visiblemente nerviosa, se acercó hacia mi rostro, cabizbaja se como asiento junto a mi, con un viejo taburete de madera de pino.

Demetrius... —susurró Monique.

Ella levantó su cabello rojo con suspicacia.

¿Quieres ir al médico? —pregunté con aspereza. Tu caída fue algo fuerte.

Estoy bien, no me duele nada. Solo tuve un mareo repentino —replicó Monique.

Pe... pero ¿qué te ocurre? Mathilde, tu amiga también está preocupada.

Los ojos de Mathilde se le nublaron, luego de eso puso una expresión de asombro y le dijo:

¿El salchichero te golpea?

No —dijo y negó con la cabeza.

¿Cómo sabré que dices la verdad, que nunca te ha levantado la mano por celos? Me permitirías examinar tu cuerpo —dijo Mathilde.

Ya te dije que nunca me golpeó —susurró.

Monique extiende su mano temblorosa y le devuelve el teléfono celular a mi esposa.

Cierra tu puño —ordenó Mathilde.

—¿Qué tiene? pregunté.

Tiene los nudillos enrojecidos y la piel levantada —añadió Mathilde.

¿Cómo te sucedió esto? —chillé.

¡Demetrius, no te das cuenta de que se cagan a palos estos dos tontos! gritó mi mujer.

¿Por qué? exclamé abochornado.

No esperaba que lo descubrieras de este modo —dijo avergonzada, con las mejillas encendidas.

Desde hoy, vas a dormir en esta casa —replicó Mathilde con la voz ronca—. ¿Creés que podrás traer tus cachivaches y tu ropa?

Mathilde había encendido la cafetera y la radio al mismo tiempo.

Deja de luchar y deja que te guie, amiga —dijo Mathilde.

Mathilde sube el volumen y pasaron una canción de Los Ramones, esta música comenzó a retumbar en nuestras consciencias. Monique aprovechó la situación para pensar y analizar la propuesta de la rubia.

Se te nota que estas muy estresada, traeré el narguile y miraremos una película hindi —añadió Mathilde—. Aprovechando que es domingo y no se trabaja.

Monique asiente con admiración y decide sacarse los pompones de algodón.

Cuando estés preparada quiero que me cuentes sobre la violencia que aplicaba el salchichero en vos —dijo Mathilde mientras barría el piso.

No te ocultaré cuál era la razón, ya que él es un adulto. El odia a tu hermano y por alguna razón quiere que me embarace de él —dijo gimoteando.

¿Por qué lo odia?

No lo sé con exactitud.

¿Para que quiere un bebé? —pregunté.

Supongo que quiere reterme.

No debo enfadarme contigo, pero nunca te dejes golpear por un hombre —chilló mi esposa.

Al final él se quedará con su ex esposa —espetó Monique, rabiosa.

Certeza —agregué—, que no te quede dudas.

Mathilde sabe cómo descubrir cosas. Tiene las alarmas encendidas —dijo Monique nerviosa.

¡Ja! Mi esposa no tendría que haber abandonado sus clases de teatro —dije lanzando una risilla.

Por supuesto que tienes razón —dijo. Después de todo me encantaría ser actriz, pero, la verdad, tengo que preocuparme por mi hipotensión —alegó Mathilde—deberíamos brindar por tener una amistad genuina.

Habría que brindar por tenernos el uno al otro, por el orgullo y el amor propio —añadí.

Mi esposo tiene buena energía. ¿Qué te parece si salimos a cenar esta noche?

¿Vendrá Matheus? —exclamó Monique con los ojos centellantes.

Pero... Monique... —La queja de Mathilde es débil.

Eso quiere decir que finalmente has elegido a Matheus ¿verdad? —exclamé.

¿Y bien? ¿No tienes nada que responder? —dijo mi esposa.

No desperdicies tu vida con un canalla de poca monta —agregué.

Monique no responde...

¿Te emociona volver a ver a mi hermano —dijo Mathilde, mientras se maquillaba frente al espejo del baño.

Bueno, la verdad no. No sé, no puedo explicarlo, tengo una sensación de alivio por estar contigo y aquí. He querido hablar de esto, pero tenía miedo que te estresaras y de que me grites por no tener amor propio. Como sabés hay algo en mi relación que no está nada bien. Es que estoy descubriendo muchas cosas de él que antes no conocía. La vida y el noviazgo no es lo que pensaba que sería junto a él. ¿Es algo anormal? —explicó Monique.

Entiendo que algo se apagó. Amiga eso es anormal. Tampoco es normal que no quieras irte a tu casa para encontrarte con tu novio —dijo atónita.

Esta es la etapa de la relación en que deberían estar obsesionados el uno por el otro y extrañarse. Él esta loco por ti, pero vos estás enamorada de Matheus objetó Mathilde.

Estuve entusiasmada por un año y la forma en que yo me sentía, es la misma forma de romance que tú tienes con Demetrius. Tu hermano no me aprecia lo suficiente como para querer correr a sus brazos y casarme con él dijo Monique con la mirada esquiva.

Amiga, todos los seres humanos se dejan dominar por la hipocresía y el egoísmo de querer acaparar todo a su paso. Mi hermano no es un santo, pero su corazón es puro —añadió Mathilde.

¡Eso! Debería decírmelo a la cara y delante de todos, que es un hombre de verdad, pero que al fin y al cabo solo es un inmaduro dijo Monique y puso sus ojos en blanco.

Dirías, delante de Boyd —dijo Mathilde en un tono risible.

Eso no es gracioso. Ustedes quieren que me case con el rubio. Ahora tengo un problema, estoy desesperada. No es que me esté haciendo la mosquita muerta, ¡eh!
Yo no sé que demonios hacer, ya no tengo voluntad para emerger a la superficie —chilló Monique.

¡Qué lo-ca que es-tás! —exclamé, curvando la comisura de mis labios.

Demetrius, vos no entendés nada... —dijo Monique sollozando.

¡Pobre mi hermanito!

¿Pobre? ¡Si es un tarado que intenta cogerse a cualquiera! Es un hombre fuera de sus cabales, no creo que me este diciendo la verdad —dijo Monique con la mirada altiva.

Ya se le pasará. No es un mujeriego. Solo tiene empatía por ciertas mujeres...—dijo Mathilde excusándose.

¡Ja!, yo soy una mujer inteligente, bella, serena y sobre todo comprensiva.

Vos te auto elogias —dijo Mathilde indignada porque se sintió manipulada emocionalmente por su amiga.

Ay, querida, no dije que fuese una santa. Soy como soy, chicos. Lo único que quiero es que el estólido de Matheus me sea fiel —gritó encolerizada.

Monique, no haces más que quejarte y ¿querés que agregue algo? Deberías cerrar el pico. Vos te fuiste con el idiota del vendedor de bocadillos de salchichas —exclamó enojada.

¿Y qué tiene? Él es una excelente compañía cuando me siento sola y angustiada —chilló Monique con una mirada lacerante.

Todos hicimos un breve silencio.

Vete a tu casa, entonces...—susurró Monique.

No quiero que luches por mí, simplemente quiero que me escuches —dijo Monique

No quiero —dijo Mathilde con la mirada escrutadora.

Me voy. Pareces un perro rabioso.

Monique abrió su bolso y metió toda su ropa de mala gana. Refunfuñando salió de la casa pegando un gran portazo que resonó en las mentes de todos.









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