El plan

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Dicen que soy como una máquina, he bebido tu néctar y también tu gasolina. Tengo una última posibilidad, es como la séptima vida de un gato.

—¿Tú y Rubí se arreglaron después? — preguntó Monique, mientras esperabamos a los demás, a la hora del almuerzo.

—No. Ella ya no quiere oírme —susurré, mientras abría una lata de sopa.

—Tal vez no deberías pedirle consejo a su gemela —agregó.

—¿Por qué?

—Porque sus opiniones son una porquería —agregó además— tú la oyes porque Mathilde es sexy.

—¿Sexy? —exclamé dudoso— sí, sexy Hitler.

—Sí, usted está en lo cierto. Yo estoy de acuerdo con eso —agregó Monique.

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—Por otro lado. ¿Matheus es tu novio? — dije, al sentarme en la poltrona.

—Claro que no. El es exquisito como un vino delicioso y su charla siempre es estimulante —dijo, retirándose un poco para mirarme.

—Monique, tienes un aspecto raro —dije.

—¿Cómo así?

—Tú lo sabes perfectamente bien.

—De acuerdo, dímelo... dímelo.

—No estoy tan seguro para decírtelo ahora —mascullé—, aunque creo que prefiero eludir el tema.

—¡Por Cristo! Dímelo ya, Demetrius.

—Honestamente me siento mal por ti. ¿Tú crees que Matheus te está usando?

—No. Más bien yo lo estoy usando a él.

—Hablemos en serio, Monique.

—Lo estoy haciendo.

—Entonces... ¿por qué estas con él?

—Yo no estoy con él.

—¿Estás bromeando? —chillé— ,tú y él estubieron encerrados en mi baño durante una hora y media.

—¡Dios mío! Te diré lo que sucedió —dijo ella— , estabamos tan ebrios que terminamos llenando tu bañera y nos quedamos dormidos en tu cuarto de baño.

—No te creo.

—Bueno, es verdad, asi que créelo — inquirió Monique — , y tú necesitas a la hermana de Mathilde, psicológicamente.

—Absolutamente. No lo niego.

—Lo noto en tus ojos. ¿Qué ha pasado con ella? —reclamó Monique.

—Ella quiere una relación seria y yo no estoy para eso. No tengo suficiente dinero para solventar los gastos de una relación. Desde que papá murió, yo paro la olla en casa.

—¿Y?, ¿es una posibilidad real para ti? — agregó—, ¿será posible explicármelo?

—Nada. No me atrevo —dije— , ella no es para mí.

—Pídele consejo a Matheus, él es un genio en el amor.

—¿Quién?, ¿ese hijo de puta traicionero?

Monique se apoyó en el escritorio y levantó el tubo del teléfono, pidió que suba Matheus a la oficina comedor y finalmente no tuvo respuesta. Volvió a colgar el tubo de un golpe y al mismo tiempo su rostro se había tornado pálido.

Hizo una pausa, hasta que entró a la oficina, Mathilde con un gran sandwich de queso y una latita de cerveza negra. Ella se sentó en una silla bajo la ventana.

—¿Haz visto a Matheus?  —preguntó, Monique.

—Se fue al banco a hacer un depósito — contestó la cajera.

—¿Salió solo? —exclamó Monique, con el rostro enardecido.

—El paragua le dijo que llevara a Zulema y a la princesita Boyd al banco.

Mathilde emitió una risita.

—No seas mojigata —refunfuñó, Monique.

En ese momento decidí bajar a la calle para fumar un cigarrillo. Era demasiado peligroso presenciar una pelea de gatas.

....

Tenía mi cabeza en las nubes y los pies en la tierra. Tengo una casa vacía, que se llena con el dolor de cabeza de una madre.

—¿Volvieron del banco, niñas? —mascullé — , ¿a caso el rubio les esta enseñando a ahorrar?

—Demetrius, desde pequeño vi mucha pobreza y nadie era feliz —dijo Matheus— , mi pensamiento en ese entonces era, que cuando tuviese hijos les enseñaría que todo lo que brilla no es oro, que la mayoría de la población mundial vive bajo la línea de la pobreza.

Seguro, deberías llevarlas a una misión para que se den cuenta de que se trata la vida —agregué, emitiendo una risita— deberían hacer servicio comunitario.

—¿Qué dices? Yo no iré a alimentar a los vagabundos en la noche —dijo Patty— , no le sugieras cosas que no voy a hacer.

—¡Vamos, Patty! Ustedes tienen que ver el otro lado de la vida —exclamé.

—Claro que no. Si estás decepcionado como ser humano, deberías plantearte cuales son mis perspectivas económicas —dijo la pelirroja— , yo conozco el valor de un dólar.

—Vaya, yo ni conozco los dólares americanos —agregué en voz alta—, ¿a caso conocés los Estados Unidos?

—¿Y ahora que? —exclamó Patty— ,¿por qué están interesados en mí?

Me encogí los hombros y no supe que responder.

—Mi madre quiso vacacionar en Florida y yo acepté de mala gana —agregó Patty— a veces me siento traicionada por mis propias decisiones.

—¡No me lo creo! —dijo Mathilde— , yo nunca tuve la posibilidad de salir de este inmundo barrio y tú te quejas de que aceptaste bajo presión.

—Les dire por qué. Y la razón se remonta precisamente a dos años y medio atrás, cuando el imbécil de mi padrastro engañó a mi madre con la mucama —dijo Patty, compungida.

La pelirroja nos miró a todos y sus ojos claros echaban chispas.

—Tranquila —dijo Matheus, tomándola de la mano— no tienes que hablar del pasado.

—Ese ignorante papanatas la dejó a mi madre con los ánimos por el suelo, es por eso que quiso viajar al extranjero — continuó—. Sin dudas ustedes se están preguntando: ¿Por qué estoy tan deprimida?

Estábamos impresionados asintiendo con la cabeza.

—No. Solo era una pregunta sencilla —dije.

—Cambiemos de tema —chilló Mathilde— , ¿pueden creer que cambiaré mi bipper por un celular?

—Ya me había acostumbrado a tu Bipper, pero me incomoda tanto ir a buscar monedas para ir a un teléfono público y así dejarte un mensaje para que una operadora lo transforme en un mensaje —dije en un tono risible.

—Yo extrañaré el sonido agudo de tus bips —agregó Mathilde.

—¿Es una posibilidad real? —exclamó el rubio—, a caso tienes a alguien más por ahí escondido.

—Claro que no. Es un regalo de cumpleaños, yo no lo pagué —aseguró la cajera—, todavía estoy esperando sus obsequios...

—Espera a fin de mes. Cuando cobre te regalaré unos lindos zapatos abiertos — dijo Matheus— , te llevaré al centro comercial.

—¡Pervertido! —exclamó Mathilde en un tono divertido, golpeando el hombro derecho del rubio— tú solo quieres ver mis pies.

—Seguro que sí —agregué, soltando una carcajada— ¡alerta de fetichismo!

—Hablar con ustedes es como charlar con la entrepierna abierta. Nada se les escapa —agregó Boyd.

—Hablando de entrepiernas abiertas. ¿Aún no aceptas salir en una cita con este fanfarrón? —dijo Matheus, aprovechando la ocasión.

—Acabo de saber que Matheus tiene un amorío con Monique —dijo con suspicacia.

—Te lo dije, Demetrius. Aquí el que no corre es porque vuela —inquirió Matheus— ,¿Quién te lo ha dicho?

—Fue Monique.

Monique abrió los ojos como plato y se ruborizó. Abrió la puerta de la oficina comedor y salió a toda prisa con el rostro deformado por la vergüenza.

—Ya ves, Matheus. Estás a un paso de la perdición —agregó Boyd.

....

Necesitamos cada vez más satisfacción. Vimos el tiempo pasar y todo el pasado se hizo humo. Ahora estamos de cabeza cuesta abajo, sin saber que hacer.

Y así, es como Matheus consiguió que Patty aceptara tener su primera cita después del trabajo.

Él es demasiado listo y supo evadir las cosas. Le dijo a la pelirroja que salió con Monique por lástima. Aunque nunca admitió que tuvo relaciones sexuales con ella. Apenas oí decirle eso a Boyd, supe que ya la tenía... Pero sabía que ella aceptaría por pura intuición.

Ese mismo día, antes del horario de salida ya se los veía juntos. Monique también los vió. Estábamos sentados en el café de la esquina, en una mesita en la vereda, tomando aire después de una larga jornada de trabajo. Mathilde fumaba un cigarrillo y yo bebía un cortado. De pronto vimos a Monique discutiendo a viva voz en la acera, parecía que estaba a punto de pegarle un puñetazo en el medio del rostro.

Ella se puso tan colérica y se desmayó. Literalmente cayó en el pavimento frío. Matheus, retrocedió como si alguien lo hubiese empujado. Cuando corrimos para
ver lo que sucedía, él aprovechó y se fue a toda prisa con Patty en su auto. Sin duda el rubio cruzó la frontera del bien para pasarse al mal.

La expresión en el rostro de Mathilde era:
"No lo puedo creer".

—¡Mierda! No tengo monedas ni cospeles para llamar al 911 —dije, buscando en mis bolsillos de mi chaqueta de mezclilla.

—El supermercado aún esta abierto, voy a ver si está el paragua —gritó Mathilde mientras trotaba en dirección oblicua.

—¡Monique! ¿Estás bien? —chillé al ver que la joven se retorcía en el suelo.

—Estoy bien, ¿Donde está Matheus? — susurró con los ojos cerrados.

Apreté mis ojos y me quedé sin habla.

—¿Estás bien? ¿Que sucedió? 

—Estaba discutiendo con el infeliz de tu amigo y derepente todo se puso negro.

—¡Madre mía! —dije, sintiendo un escalofrío.

Después de siete minutos:

—Monique, llegó la ambulancia —grité sosteniendo su cabeza.

—¿Me abrazarias hasta que me duerma otra vez?

Monique alargó la mano y acarició mi mejilla.

—Demetrius, yo iré con ella en la ambulancia —dijo Mathilde, encendiendo otro cigarrillo— el paraguayo me encargó que me ocupe de ella y que vea que no tenga contusiones ni fracturas.

—¿Te dió plata?  pregunté curioso.

—Sí. No te preocupes.

Mathilde me miró atentamente a los ojos, intentando callar lo que tenía atorado en su garganta.

—Lo sé. Es un hijo de puta.

—Tú lo sabes perfectamente bien.

—Escucha; ya me tengo que ir para el hospital —dijo la rubia, aplastando la colilla del cigarrillo con el pie derecho— , éste idiota me las va a pagar.

—Ten la certeza que no le importará en lo más mínimo —dije.

—¿Querés apostar? —dijo la rubia mordiéndose el labio inferior.

—Escuche, Demetrius. Le diremos que en el hospital le hicieron exámenes médicos.

—¡Dios mío! Acaso insinuas de debemos decirle que Monique está embarazada — chillé, alzando los brazos.

—Ya hablaremos luego. El camillero me está haciendo señas para que suba a la ambulancia.

—Esto será épico.

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