Aceptando todo

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Después de haber intimado con Ray, me convertí en una novia leal, la gente decía que eramos la pareja perfecta. Y así fue durante estos últimos dos años, hasta que cumplí diecinueve años y me recibí de maestra nacional de artes plásticas.

Por otro lado Ray se convirtió en una figura célebre y poderosa, conforme pasaba el tiempo fue considerado como uno de los seis mejores cantantes de rock de la Argentina. Se tornó un imán para muchos de sus seguidores.

Él siempre fue mas un amigo que un novio, siempre había personas de todas las edades conversando con él, porque a todos les agradaba su forma de ser y su música.

En cuanto a Ladislao, no supe mas nada, Gloria nunca supo que sucedió y a todos les dio lo mismo durante un año y medio. Hasta que un día apareció de la nada, con el rostro demacrado y su cabello rubio mal cortado y nos lanzó una traba a nuestras vidas.

Él fue con un gran ímpetu a la carnicería y le dijo directamente mirándolo a los ojos, que sabia que el local de papá era una fachada. Que en ese lugar hacían desaparecer personas, convirtiéndolas en carne molida, que luego se la darían de comer a los perros e incluso a las palomas.

Después de ese atentado, mi madre fue diagnosticada con cáncer y su enfermedad lo cambió todo. Pero papá en lugar de pasar tiempo con su esposa, siniestramente se sumergió en la planificación de una venganza. Entonces me compadecí e intenté darle apoyo emocional, pero mi padre no oía a nadie.

Por otro lado Marcus se enfadó tanto, que se marchó para vivir con nuestra abuela. Mi hermano demostró que tiene un enorme ego, para sentir que puede salirse con la suya y escapar de todo este terror que envuelve a la familia.

Ladislao tenía un patrón de ser inestable psicológicamente y en toda su patología, también existía una pieza adictiva en pensar que no obtiene lo que el cree que merece, puede desatar el caos.

El cafetalero quería vengarse de mi padre, porque le había plantado el arma homicida y estaba a punto de arruinarlo todo. Todo era trágico y eso podría llevar a la cárcel a papá, al petiso orejudo, a Lorenzo y otros miembros de la supuesta mafia italiana.

......

A veces pienso que cuando la gente acude a mí, es porque soy su último recurso. Definitivamente hay algo muy extraño en todo lo acontece dentro del seno familiar.

No siempre puedo arreglar las cosas, pero puedo intentar salvar la reputación de mi familia. Aunque Ladislao haya tomado una postura indecorosa para conmigo, demasiado inhumana.

Sin embargo, y contra todo el deseo de venganza, supe que tendría que ser indiferente y no caer en la tentación de recordar aquellos besos de novela que me dejaban el cuerpo ardiendo con el corazón en la mano.

Mientras tanto, papá sufría tremendamente, porque la enfermedad de mamá avanzaba a paso de gigante. Entonces ellos pasaban horas fuera de casa, por la diálisis.

Papá ya no tenía certezas, ni esperanzas. No tenía en su poder esa pequeña lupa implacable del control absoluto.

En casa mi padre evitaba cualquier tipo de confrontación y eludía del tema minimizando todo. Rechazaba todo tipo de análisis de la situación. Quise hablar con Lorenzo, él era el único que podía despejar mis dudas. Le pregunté que como es posible que Wilson haya muerto en consecuencia de los disparos, si habían hallado sus restos flotando en el Riachuelo.

Entonces el diálogo con mi tío dejó entrever algunos puntos que no tenía en cuenta. El torso no estaba en el río, esa parte de su cuerpo se había hallado en un matorral, junto con una bolsa plástica con sus pertenencias.

En ese torso desnudo, los peritos forenses determinaron que tenía una bala incrustada cerca del corazón. Y lo que determinó que se trataba de él, fue un pequeño tatuaje con la bandera de Perú, sobre su costilla derecha.

Claramente entendí lo que me dijo Lorenzo. Pero la gran incógnita es como Ladislao tiene la certeza, de que en la carnicería hacían carne molida hecha de carne humana.

....


Era la madrugada, desperté con los pies, las muñecas atadas y estaba amordazada con un trapo sucio de la cocina. Pude sentir ese aroma a aceite de freír mezclado con el olor a cloroformo. Había alguien en mi habitación. Esa persona le decía a mi padre:

»—Tienes que darme el dinero que guardás en la caja fuerte...

» Papá lo interrumpió:

»—Dijiste que solo querías veinte mil pesos y no le harías daño a Elisabetta.

»—¡Cierra la maldita boca! Ahora cambiaré mis planes porque despertaste a tu hija con ese vozarrón.

Sin dudas identifiqué la voz masculina y sabía que era Ladislao.

»—¡Viejo asesino! dime donde está la caja fuerte que tenés en esta casa.

»—Te lo diré, pero prométeme que no le harás nada ni a mi hija, ni a mi mujer — replicó papá desesperado.

» —¿Y qué hay de la mucama? 

» —No sé, está arriba durmiendo en su cuarto.

» —¿Y tu hijo?

» —Marcus no está en la casa.

De pronto se oyó una bocina de un auto en la calle, alguien estaba esperando al cafetalero.

Traté de safarme de las ataduras gracias a mi fuerza física, usé mi cerebro y mis instintos. Sabía que no solo los fuertes vencen, si no los más pequeños pueden hacerlo gracias a la confianza.

Intenté moverme rápidamente, mantuve la fe y fui optimista. Lo intenté durante un largo rato, aprovechando que Ladislao estaba siendo abusivo con mi padre en la sala.

Después de una hora pude liberarme y me desaté. Mi habitación estaba revuelta, mi alcancía estaba en el suelo, Ladislao había estado buscando dinero, los ahorros de mis padres. Me asomé sigilosamente por la puerta del comedor y vi una mancha de sangre en la alfombra beige. Fuí hasta la mesita que estaba en el corredor y abrí el cajón con suma prudencia. Saqué una de las armas de papá. Me asomé a la estancia y vi a mi padre con una herida en la base de la cabeza, eso me cegó, me estremeció. Pero decidí vengarme. Ladislao merece el infierno. Me acerqué de prisa, Ladislao estaba caucásico, forcejeamos y le disparé en la cabeza.

.....

Después de dispararle a Ladislao intenté moverme pero no pude. No conseguía emitir palabra. Intentaba escuchar la voz de mi padre que me gritaba a viva voz que suelte el arma.

Quería soltarla, pero estuve inmovilizada mirando al rubio en el suelo. Parecía que aún respiraba. Comenzó a soltar un leve quejido que fue aumentando paulatinamente, quería voltear su cuerpo, ya que había caído de nariz al piso.

Papá se acercó y cayó de rodillas frente a él, lo dio vuelta de un tirón. Ladislao pestañeó e imploró que lo salvaran.

Mi padre comenzó a revisarle el cuero cabelludo y dijo que la bala solo le rozó la base de la cabeza. En ese momento me sentí muy asustada, pero agradecida y comencé a llorar a borbotones.

Papá me dijo que me calmara, ya que él estaba fuera de peligro. Pero todo el escenario era trágico y sentí temor de ser condenada en la prisión.

Observé durante unos segundos a Ladislao, el lloriqueava porque le ardía la cabeza. Me dijo que me calmara, que nada malo sucedió.

Mamá bajó las escaleras y comenzó a gritar, su expresión de horror inundó su rostro. Ella preguntó:

—¿Está muerto? ¿O no desertó?

Papá negó con la cabeza mirándola fijamente y esbozó una horrible sonrisa forzada.

Después comenzó a vociferar para que suelte el arma de papá. Coloque la pistola en la mesita de café y sentí que todo mi cuerpo se desvanecía. Comencé a ver todo oscuro y caí desplomada en el piso.

....

Finalmente desperté, sentí las inflexiones del sofá y me pareció oír que mi enemigo se reía. A los pocos segundos alguien tocó la puerta, abrí los ojos en dirección hacía mi madre. Era un policía y otro hombre que se presentó como fiscal, ellos dijeron al unisono que tenían una orden de arresto. En ese momento mi corazón se aceleró considerablemente, sentí un sudor frío en mi frente. Me senté rápidamente y asomé mi rostro para observar que ocurría.

Pronunciaron el nombre de Ladislao y dijeron que tenían que llevárselo, que ya tenían el registro de ADN y las huellas dactilares. Ladislao dejó caer la cabeza, bajó los hombros con una actitud modesta y de pronto alzó la mirada y gritó:

—¡Este carnicero vende carne humana! ¡Es un mafioso de poca monta! 

Papá se puso de pie y miró a los oficiales y percibí que se habían hecho un guiño. En cambio a mi se me erizaron los bellos de la nuca y comencé a temblar del miedo.

Mamá cerró la puerta y resopló con un rostro de indignación. Corrió a abrazarme, me dijo que mi papá no era un asesino, me levantó el rostro y me miró fijamente a los ojos.

Mi padre se acercó y también me abrazó con fuerza, dado a su constitución fuerte. Luego tomó asiento en su poltrona y le pidió a mi mamá que despierte a Matilde.

Me puse de pie y me sentí inestable, mi padre le encargó a la mucama que durmiese en mi habitación. Matilde había oído todo, sin embargo decidió no soltar palabra. Me senté a su lado,  me preguntó si estaba mareada, le dije que estaba bien y me dijo que podía ser por el efecto residual del cloroformo.

Mi padre se sirvió un brandy y nos dijo que toda esta situación también es una tortura para él, charlamos los cuatro durante horas, intentando descifrar porque Ladislao cree que papá tiene dinero extra por hacer desaparecer gente.

Mi intuición femenina me dijo que mi padre era inocente. Papá dijo que si todo esto no acaba pronto y que iría a aceptar un acuerdo de culpabilidad, para evitar la cadena perpetua.

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