Al futuro

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Después de conocer a Ray, vivía literalmente en un estado de permanente felicidad. Él no me completaba, pero era alguien que me entendía y le parecía todo muy normal. No había nada que ocultar, no había necesidad de inventarme una familia, porque él todo lo sabía, aunque no hablaba en profundidad sobre los temas relacionados con mis padres.

Nuestra amistad era tan simbólica que había servido de puente para modificar el futuro. Pero pronto él salió de la ciudad para ir a un retiro espiritual y mis grandes aspiraciones volvieron a morir en decadencia. Estallé en lágrimas, lloré con intensidad y decidí marcar el número de Ladislao, entonces lo cité en un café muy cerca de casa.

Finalmente, había llegado el día de la cita y corrí hacia el encuentro. Él estaba sentado bebiendo té verde, en una mesa del interior del local, me emocionó verlo y mis ansias se multiplicaron.

Me miró fijo a los ojos, como si penetrara mi alma. Afronte la situación con valor durante la declinación de la tarde. Hablé con él desde el corazón y le confesé con una miserable culpa que había conocido a otro joven.

Le conté lo acontecido con detalle y el pidió lealtad, acepté, le dije que no pretendía ser perdonada, porque no existe una culpa fidedigna, pero me había gustado ser comprendida de una manera vertiginosa por Ray.

Ladislao dijo que ha de luchar por mí, que no era capricho, que un solo hablista puede resolver cualquier cuestión por más compleja que sea. Su apoyo era genuino y sabíamos que había que hacer que las acciones, valgan más de mil palabras.

.....

Decidí esperar que Ray retorne de su retiro espiritual. Ciertamente era una especie de líder, con una doctrina demasiado peculiar.

Lo descubrí indagando al Mesías una de estas noches de lujuria, en el antro "Pecados". Al principio me pareció muy confuso oír sobre la pseudo religión de Ray, pero me intrigó.

Descubrí claramente que estaba curiosa por esa faceta del ojiverde, o más bien, el chamán, alter-ego de él mismo.

El mesías no quiso entrar en detalle, dado que todavía era menor de edad, a pesar que mi padre no estaba presente en el local nocturno. Pero luego me llevé una sorpresa extraordinaria, cuando vi un reporte en el diario, con información sobre los hechos.

Se trataba de una secta, pero no una secta cualquiera, en esta se predicaba o se practicaba el sexo mágico. Consistía en un poder de concentración muy difícil de alcanzar, había que manifestar un deseo profundo de riqueza durante el coito ¿Raro no?

Ray tenía varios discípulos, que creían fervientemente en esta especie de magia, aunque suene superfluo. Pero luego pensé, pues, que bien podría confirmar con suma seguridad de lo que esto se trataba.

Entonces consulté con Lorenzo, pero el negó darme información, aunque oculté que ya tenía información suficiente o más bien escasa, pero alcanzaba para escribir un bestseller.

Pasó el tiempo, sin embargo, y la certeza sería solo una duda, hasta que después de unos días comenzaron a desvanecerse todas mis inquietudes con respecto a la vida no tan secreta de Ray.

Reanudé, pues, la vida con la misma tranquilidad que antes y logré que mis ansias fuesen domesticadas por mi paciencia.

Iba a la escuela como de costumbre, hasta que una noche de esas calurosas, apareció Ladislao y mi vida comenzó a ser mucho más cómoda que al principio y finalmente acepté ser la novia del cafetalero, en secreto de mi familia, más bien de mi papá. Mamá me ayudaba a escabullirme y así salirme con la mía, ella no quería otra cosa que no sea mi felicidad.

Los días fueron afortunados y ya no me sentía estar al borde de un gran abismo. Ladislao anhelaba exclusividad, sentía que me quería fervorosamente y también resistía. Su virilidad de momentos alcanzaba un punto, donde merecía ser vivida. Pero entre los dos si existía un abismo, un abismo que nos separa y se llama Giuseppe.

....

Pasaron los meses y me sentí en un estado de limerencia, creí que el amor que habíamos construido entre Ladislao y yo, era inmarcesible. Nos veíamos a escondidas para evitar que mi padre se de cuenta. Papá pensaba que el cafetalero era inferior, un fantoche.

Pero Ladislao y yo teníamos el mismo sueño, teníamos que huir de lo efímero, para lograr lo que en verdad anhelabamos, casarnos y formar una familia. Creí que nuestro amor era sempiterno.

Hasta que una noche Ladislao llegó en su vieja camioneta, bajó para llamarme por teléfono para que bajara de mi habitación.

Demoré mucho, más de lo usual, pues mi padre estaba despierto viendo boxeo en la televisión.
Después de media hora logré escabullirme y salir por la puerta trasera que daba al fondo de mi casa. Cuando lo vi estaba en estado de éxtasis, lo extrañaba demasiado.

Pronto comenzó a lloviznar y se sentía el petricor sobre el pavimento. Entramos con prisa al vehículo y comenzamos a besarlos con pasión. El rubio hablaba poco, pero lo sentí distraído y de pronto una patrulla se estacionó detrás de la camioneta. Un oficial de policía se acercó a la ventanilla y le pidió los papeles de la camioneta.

Salí del vehículo y corrí hacia mi casa, subí las escaleras y observé entre la oscuridad, la secuencia por la ventana de mi habitación.

El oficial le ordenó salir de la camioneta, el policía encendió una pequeña linterna y un santiamén encontró un arma en la guantera.

Ese día Ladislao fue a prisión a pesar de no tener antecedentes penales. Lo condenaron por posesión de armas, más bien por tener el arma homicida, con la cual habían matado meses atrás a Sandro Eber Wilson.

Después de saber eso, mi mundo se derrumbó, pasé a un estado
flébil, un estado de depresión profunda. Tenía que ir a declarar constantemente. Soporté las humillaciones y cobardías. Sufrí mucho... tanto...que hasta pensé en delatar a mi padre.

Ladislao me enviaba cartas desde la prisión amenazando a mi papá por haberle plantado el arma. Sentía terror, un profundo miedo todos los días. Todo se tornaba inefable e inconcebible.
Pero sin embargo mi padre se mostraba pasivo y relajado.

El decía que era inocente y que mi padre le había hecho una cruel emboscada para mantenerlo alejado por siempre de mi.

Que mi papá era un mafioso, que tenía a la policía comprada y a los jueces.

Ladislao tenía un abogado que le habían otorgado gratuitamente y el afirmaba que Gianni Ferrari y Giuseppe Signorelli eran los capos de la mafia italiana, en Argentina.

....

Pasaban los meses, comencé a recibir cartas y llamadas desde la penitenciaria. Era difícil estar pendiente del correo, estar atenta cada vez que el cartero venía a casa.

Al principio Ladislao escribía poemas, corazones y rosas, pero luego se tornó agresivo, sabía que todos los presos son así, pero se fue intensificando gradualmente.

Entonces comenzó a abusar de mí psicológicamente, emocionalmente y mentalmente.

En casa las llamadas misteriosas continuaban, no solo llamaba a mi celular, si no también al telefono de línea.

El círculo de abuso era...
" Te amo tanto" "no puedo vivir sin ti ". Pero luego había incertidumbre y tensión, sobre todo cuando un día papá llegó del trabajo más tarde de lo usual y atendió la llamada por cobrar de la cárcel, mi padre comenzó a blasfemar como loco.
Le dijo que si no se deja de molestar haría que yo vaya a hacer la denuncia por acoso psicológico.

Desde ese momento Ladislao dejo de llamar y nunca más recibí ninguna correspondencia.

Llegó el verano y supimos que Ladislao estaba libre. Tía Emilce llamó a casa para alertar a mi madre, entonces mi padre cambió las cerraduras de todas las puertas de la casa y comenzó los trámites para obtener una orden de restricción, para conseguir que el cafetalero vuelva a prisión, por si se le ocurría acercarse a la casa.

Ciertamente después de tener ese documento, papá se sentía con poder, parece que ansiaba que el rubio apareciera para que sea arrestado nuevamente.

Por otro lado enfrenté la situación, sabía que todo era surreal, que no es posible detectar que tipo de arma ultimado al peruano, porque parte de su cuerpo había sido arrojado al riachuelo y cuando se halló estaba putrefacto, en un estado de descomposición.

.....

Vivíamos en un vecindario opulento, pero siempre había un vecino entrometido. Este vecino tenía la peculiaridad de salir a lavar la vereda con una manguera cada vez que se oía alguna discusión entre los miembros de familia.

Pero dos días atrás, estaba en la terraza tomando sol con mi madre y cuando me asomé vi algo muy inusual, un auto Falcon estacionó y de ese vehículo salió el mismísimo Ray.

Le conté a mamá y ella me dijo que cree que es el sobrino del vecino, entonces sentí una emoción caótica y hermosa al mismo tiempo.

Corrí a llamar por teléfono a Ray y preguntarle si realmente era él quien charlaba con el vecino y él dijo que sí, por su voz pude notar que estaba emocionado por la coincidencia. Dijo que el viernes por la noche saldrá a visitar nuevamente a su tío y mencionó que podría llamar a mi puerta después de la cena.

Mi alegría se tornó inconmensurable. Ray había estado tan alejado de mi memoria, que me temblaba hasta la voz. Pero hay que ser realista, el nunca estará al tanto de mis emociones y de mis necesidades.

Hasta que llegó el bendito día, y mi estrés se fue hasta el cielo.
Me puse un vestido gris que estaba un poco apolillado, pero en verdad yo no tenía en mi armario ninguna prenda sensual.

De pronto el reloj marcó las diez y comenzó a llover levemente. El viento en mi rostro enrojecido por la emoción se iba enfriando.
Salí a la puerta y lo vi caminar hacía mi.

Esos segundos se tornaron inefables, tomó mi rostro con ternura y me besó sin mediar palabras. Luego me miró fijamente a los ojos y me dijo que me había extrañado.

Mi vestido de lanilla comenzó alzarse por causa del viento, y aún así seguí extasiada observando los ojos verdes de Ray. El me abrazó fuerte, sintió mis senos erguidos sobre su camisa de jeans y yo sentí toda su virilidad apretando mi cuerpo. Parecía un hierro candente, sentí como si quisiera atornillar mi alma profundamente.

Me llevó de la mano a la casa del vecino, su tío. Subimos las escaleras de puntillas para que no crujiera la madera del piso.

Llegamos a una de las habitaciones que estaban en desuso. Encendió la luz, vi la cama matrimonial, algunas telarañas sobre el tejado y un olor a colonia francesa de abuelita.

Ray me acostó en sobre el acolchado floreado, se posesionó sobre mi cuerpo levemente. Ahí sentí como notablemente latía su corazón, abrió soñoliento sus ojos esmeraldas y sentí su hipnosis. Entonces sentí que los minutos corrían silenciosamente cuesta abajo y debía abrir todo mi ser.

Apagó la luz de la recamara y sentí sus caricias. Todo era tan utópico, tan perfecto, hasta que comencé a sentir dolor. Sentí que mi hendidura sangraba levemente y mi sensibilidad se tornaba dolorosa.

Ray arqueaba levemente su espalda sobre mi cuerpo desnudo, era incesante, perenne. Hasta que se detuvo con un frenesí, una exaltación violenta que lo condujo a tener una respiración entrecortada.

El dijo que nuestro acto de amor fue quimérico y que en el momento del éxtasis, el pidió un deseo.

1912






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