Destino

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Nunca hubiese pensado que Lorenzo al abrir los ojos, luego de una cirugía, estaría viéndome a la cara. Las enfermeras habían dicho que debería sentirme muy bien, por simple hecho de haber ayudado a un vecino, que mi actitud altruista debería elevar mi ego.

No soy el tipo de persona que le agrada ese tipo de atención, hay veces que solo quiero esconderme del mundo. Era irónico que creyeran que soy un filántropo, porque las personas no me importaban en lo más mínimo.

Lorenzo había preguntado que había sucedido, le expliqué lo poco que sabía, pero él pensó en una posibilidad que podría albergar algo un misterio familiar. Solo se dispuso a murmurar bajo un laberíntico soliloquio. Lógicamente que en ese momento estuve confuso, pero al mismo tiempo no me importaba que era lo que había pasado con él. Le dije que lo que le pasó, que había sido un gravísimo ultraje y que había que averiguar porque razón, alguien querría ultimarlo.

Sin embargo, deseé terminar con las teatralerías de los Signorelli, entonces decidí marcharme a mi casa, ya que el muchacho estaba fuera de peligro. Pero una efusión de sangre que salía de su boca.

Estaba cansado, no había dormido en toda la noche y luego de eso aparece este fallo inesperado, causado por la negligencia médica.

Era éste un hombre de treinta y cuatro años. Pensé que debe ser difícil ser perseguido y casi ultimado, por personas que no gozan de su propia felicidad.

Siempre existe un pusilánime que nos ataca y se alimentan del dolor ajeno. Pero a veces, existen personas misericordiosas que nos salvan de nuestra propia miseria.

.....

Había pensado en visitar a un médium, porque hay tantas cuestiones que son difíciles de aclarar, para concentrarme en las cosas importantes de la vida.

Pero eso podría ser demasiado fácil y puede que sea tan falso, como real. Pero siempre fantaseé con ser el novio de Elisabetta y quería dejar de perder tiempo.

Intenté plantar la semilla de que Ray no era el indicado, que no le iría a hacer bien, ya que él era un líder y las personas egocéntricas solo van deslizándose por el camino más beneficioso. Entonces traté de decirle que yo podría encargarme de todo, para que ella tenga una vida digna.

Quería que mi vida comenzara a fluir. Pero por otro lado acariciaba la idea de secuestrar y matar a Ray, sin que ella lo supiese. Había conseguido unas esposas y según mi planificación, podría llevarlo a un bosque durante la noche, para esposarlo y luego dispararle con alguna escopeta de caza.


Después de unos días, Lorenzo regresó a la casa, le habían dado el alta médica y yo había ido por él, a recogerlo al hospital. Se veía demacrado y ojeroso.

Había dicho que aún sentía flojedad en su cuerpo, que había perdido la fortaleza que lo caracterizaba. Que ya no era el mismo de antes. Entonces el mencionó que había un olor nauseabundo en la camioneta y recordé que tenía unas ranas en una caja. Posiblemente estaban en estado de putrefacción, ya que la temperatura estaba bastante alta para ser primavera.


Con una  total confianza le dije que lanzará la pequeña caja blanca por la ventanilla de la camioneta. Lorenzo temeroso y asqueado la tomó entre sus manos y la arrojó sobre la ruta, sin dudarlo. Entonces, me preguntó que inmundicia contenía, y le dije que tenía unos sapos. Levantó una ceja y ladeó su cabeza, luego preguntó si comía ranas o algo similar.


Le respondí que no, que solo me gustaba matarlas y que luego de eso las desechaba a la basura. Lorenzo había hecho una mueca y dijo que eso parecía poco convincente. Además, agregó que yo, había dejado todo este tiempo, un sendero de pruebas que me mostraban como un incapacitado mental.

En ese instante comprobé que él estaba complotando algo. Que seguramente Elisabetta es una cómplice y que ambos querían deshacerse de mí, por alguna razón.

Pero sentí que pensar en eso, no hacía la diferencia, el camino de la confusión, está atrás, pero también está en el presente de todos nosotros y quien más sufre en esa trágica historia es Gilda, la madre de Elisabetta.

......
que a todo el mundo le invade la perplejidad, el pánico y la duda existencial. Pero es aterrador tener esa sensación de incertidumbre todos los días.

Mi psiquiatra me había hablado de la psicosíntesis, decía que necesitaba sintetizar los múltiples aspectos del «Yo», para poder sentirme mas poderoso conmigo mismo. Obviamente no acepté esa pseudo-terapia experimental. No me interesaba en lo más mínimo, lo holístico del programa.

No necesitaba de momento, ponerme al día con mi alma y mi espíritu. Porque siempre me sentí superior que los demás y no preciso, ni precisé un análisis de mis  subpersonalidades, en el caso que las tuviese.

Si creí, creo y seguiré creyendo en Sigmund freud, porque a pesar de todo, era un investigador y un científico, al que le importaban los sueños. Siempre me agradó el estudio de ellos y quisiera saber si son parte de mi subconsciente.

Por pura intuición decidí negarme al tratamiento. También existía la posibilidad de que mi psiquiatra haya querido desistir de mí como paciente, ya que en las últimas sesiones le había comentado que toda esa charla quincenal, no me proporcionaba alivio, ya que siempre mi estado emocional era distinto cada día.

Pero el especialista solía repetir, como si fuese un loro, que había que explorar mi inconsciente inferior, donde se albergan los secretos pasados que me avergüenzan y que me estaría negando a darlos a conocer.

La verdad, nunca creí que la terapia resolvería algo. Yo acepto desde siempre ser un hombre diferente al resto. No soy el clásico joven empático que se caracteriza por tener afinidades y coincidencias con las personas.

Simplemente dejo volar mi mente y no me importa si hago el bien o si hago el mal, porque todo me igual. Soy un tipo que sueña, pero no tengo aspiraciones, porque todos los planes que hice en esta vida, se han roto como el cristal.

Entonces digo lo que pienso, no me importa lo que digan de mí. Sé que algunos me temen por ser un ex convicto y me señalan con el dedo. Nada de eso es importante, porque «No soy el cuerpo, soy la mente».

....

Finalmente había llegado el día en que pude entablar una conversación amena con Elisabetta. Su semblante había cambiado, se notaba la inmensa tristeza. Sus ojos color miel estaban dilatados bajo la luz del sol.

Mientras ella hablaba, contemplaba su rostro. Poseedora de una mirada penetrante, que se instaló rápidamente en mi alma, como si fuese una experiencia psicodélica.

Ella había dicho que había leído un artículo en una revista, de esas que compra su madre, que decía que la muerte puede convertirse en una resurrección. Que la eternidad es inmortal y que todos podemos atravesar las diferentes dimensiones, que existen en esta vida.

Ciertamente, siempre supe que  era dotada de intelecto, una mujercita con ideas alucinantes. Pero también tenía una fachada de niña burguesa ingenua. Una joven que siempre supo vencer a los fantasmas de la hipocresía.

Y mientras tanto intentaba día a día, contemplarla como si fuese un mendigo, mendigando amor, en una batalla de silencios.

Imaginaba que ella solo esperaba al místico Ray. Y evidentemente, ella deseaba poseerlo, y yo pensando porque Buda, Alá o Jesús no me estaban ayudando a convencerla que soy un buen partido.

El énfasis que Elisabetta hacía, era que el amor lo era todo. ¿Y que hay de mí? ¡Misericordia!

Entonces insistió en que podríamos encontrar la paz, meditando. Porque según lo que dicen, uno halla la paz, una iluminación extraordinaria interna se iría a apoderar de nuestras mentes y como consecuencia, podría convertirnos en seres humildes, amorosos y compasivos.

Realmente no estaba muy interesado en aferrarme a esas prácticas innovadoras.
Prefiero ir al infierno, que encontrar el nirvana.

Después de todo, y seguramente, la gente más audaz estará allí, pasando su eternidad junto a los espíritus rebeldes, asesinos, científicos, poetas dementes, egoístas y corruptos.

....

Si el padre de Elisabetta viviera, probablemente no iría a consentir que su única hija, docente de artes plásticas, fuese la esposa de un mercachifle que tiene un salario mínimo, que apenas alcanza para comer. Pero con total certeza él hubiese vaticinado, que retornaría a la vida de su prole.

Pues, después de andar unos meses en la vida perra, extrañaba ser el peón de Gloria, prima de Eli. Llegué a echar de menos mi pueblo, ahí cosechábamos las cerezas de café cuando estaban maduras.

Nuestra actividad era el «Picking». Seleccionábamos y recogíamos manualmente, para producir una cosecha homogénea. A decir verdad, nunca tuve madera para trabajos de oficina. No tuve nunca un disfraz de empresario, ni corbatas, ni mocasines italianos, nada.

El caso por momentos sentí la nostalgia en mi pecho. En la ciudad todo es diferente, no hay trabajo bruto, ni chacareros, ni puercos, ni gallos cantando al aparecer en el horizonte la luz del sol.

Aquí solamente me dedicaba a trabajar en la tienda de camping, hacer los inventarios y rascarme el ombligo. Detrás de un mostrador de madera, bebiendo tequila en una cantimplora, de manchas verdes y grises, al estilo militar. Sin embargo mi nueva casa era bastante espaciosa, con un galpón lleno de chirimbolos, que los antiguos propietarios dejaron abandonados.


El dueño de la tienda era un narigueta y simplón, me había preguntado si sentía la soledad, entonces le conté que antes era un pueblero, que siempre trabajé bajo el viento y el sol abrasador.

Él dijo que yo podría ser un logrero, un joven que se afana por complacer a una gringa, que por lo visto, no era tarea fácil, atraer a alguien que no se muestra compasiva con mis flaquezas. Pero claro está, que todo el mundo tiene debilidades, para algunos es el juego, para otros la guita y para otros son las minas.


.....
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