Los sueños y Ladislao

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A veces sueño que muero.
Claro que, cuando recuerdo un sueño de este tipo, siempre despierto sudado. Es lo que sucede, aunque no quiero, nunca tuve el deseo de morir en esas circunstancias.

Años atrás podría decir que finar, era parte de la vida. Pero hoy día todo ha cambiado mucho, pero mis convicciones son las mismas. En esos sueños, ataco con malicia a unas personas y nada me conmueve. Hasta que alguien, inesperadamente me lanza bruscamente al vacío.

Primero mis gafas se desprenden de mi rostro y el viento frío se cuela entre mis huesos mientras caigo. Nadie oye mis gritos de desesperación. Aunque grito, desde el interior de mis entrañas. Cuando miro hacia abajo y siempre veo un pantano, de aguas verdes y nauseabundas. Pero siempre y por alguna extraña razón, me despierto antes de caer al agua.

Me despierto con el corazón en la boca, entre sábanas húmedas y los ojos a punto de lagrimear. Mi boca siempre esta seca, aunque casi siempre un hilo de saliva cae sobre la comisura de mis labios.

Siempre me dijeron que soy un iluminado y un converso, porque profeso mi propia creencia religiosa. Durante mi vida adulta fue perseguido y vituperado. Así llevé la cruz de mi propia existencia.

Siempre el peligro aproximarse, luché contra las diferentes injusticias, por honor y el respeto. Aunque eventualmente me alejé de las convicciones políticas y humanas, para convertirme en una persona bohemia.

Entonces morir, es solo una consecuencia. Pero dar la vida por una persona, es completamente diferente, aunque miles de mártires lo hicieron. Es la intrínseca manera de entregar la vida a la muerte.

.....

En el pasado estuve agazapado entre las enredaderas del amor. Aunque nunca confíe plenamente en tener éxito y fue todo muy incierto. En un principio traté de ser como un sistema de apoyo, cuando intentaba conquistar a mi primer amor, Elisabetta Signorelli.

Ella siempre tenía una mirada brillante, me estremecía ver sus cabellos color miel, su piel tersa y blanca como la leche. Pero también había ocasiones en que su mirada tenía una expresión aborrecible. Ella conoció a un joven vendedor de humo y eso me desgarró violentamente.

Pero yo me interpuse y liberé mi ira contra su familia, que apañaba el hecho de que Elisabetta me dejase por ese personaje llamado Ray. Éste hombre era un sectario, había creado una forma de conseguir que la gente lo siga, mediante prácticas mágicas sexuales. Cuando consiguió ser convincente con los ilusos, se convirtió en un cantante de rock. Cuando me enteré que mi Elisabetta había caído en las garras de este infame, comencé a maldecir y a blasfemar. Ese dolor se acumuló en mi pecho y se elevó hacia mi cabeza, provocando me un insoportable malestar físico y mental.

Eso me llevó a abandonar mi pueblo y mi trabajo como cafetalero, ya que vivía en un campo que queda muy cerca de la ciudad.

Cuando llegué al barrio inspeccioné los movimientos de Eli y su familia. Compré una vieja casa que quedaba en frente de la propiedad de los Signorelli. Apenas me mudé, saqué todas las malezas del jardín delantero y cubrí el frente con una valla cubierta de alambres de púas.

Vigilaba muy atento, sobre todo por las noches. Había comprado unos binoculares muy buenos, que tenían visión nocturna.

Aunque vivir así, era cien veces peor que estar en prisión. Intenté tener una apariencia inofensiva, para que los vecinos no tengan trato conmigo. Pero mis pensamientos eran lúgubres y detrás de esa fachada de niño bien, oculté con una agria determinación, que vivía un infierno.

....

En esa época me sentí marginado y puesto como figura secundaria en la vida de Elisabetta. Pero intenté instalar una tregua entre ella y yo, dado que la situación era demasiado tensa.

Pero los eventos tomaron un giro desagradable. Caí en prisión injustamente, el padre de ella me plantó un arma en mi camioneta y la policía la encontró una noche cuando estacioné en la esquina de la casa de los Signorelli. Eso me provocó detenerme, sin poder tener el control de mi propia vida.

Aún así, yo quise ser el único hombre en la vida de la castaña. Durante mi estadía en el penal, pensaba en vengarme, siempre tenía los ojos dilatados, veía colores y formas extrañas, también tenía constantes náuseas.

Observaba por la ventana como el sol nacía cada mañana, hasta ofuscar mi visión. En algún momento, enfermo por la inanición, decidí dejar de comer para llamar la atención. En la enfermería me miraban con los ojos inquietos, decía que no iría a beber agua a menos que un juez escuche mi versión y acepte que lo que ocurrió solo fue una turbia emboscada.

Mientras tanto, intentaba no cruzar miradas, ni palabra con ningún interno. De vez en cuanto venían las monjas para hablarnos sobre las bondades y ventajas del catolicismo romano. Ellas rezaban por mi y en ese momento comencé a ver sombras deslizándose entre los cuerpos de ellas. Me senti inquieto, sin comprender porque podía visualizar a esos fantasmas a pleno luz del día.

Luego de ello, comencé a ver bultos extraños, pasé días haciendo vigilia intentando adivinar las razones. Pero descubrieron mi secreto, había estado alimentándome con los setos que crecían cerca de los dos árboles que estaban situados en el fondo del patio de la penitenciaria.

Finalmente un juez me oyó, aunque tenía un gran escepticismo y logré salir en libertad.

.....

Después de salir en libertad, tenía que hacer un tratamiento psiquiátrico, porque decían que necesitaba con urgencia cambiar mi conducta y mis interpretaciones, para así tener una mejor calidad de vida y así poder tener un nuevo entorno social.

Los psiquiatras decían que yo no sufro, pero provoco sufrimiento y temor a las personas que me rodean.

Entonces la opinión de los otros sobre mi conducta social, se había tornado insignificante para mí como persona. Y que todo eso me llevaría a tener esquizofrenia paranoide o me podría tornar en un hombre violento.

Pero en realidad mi desempeño hostil, se debía a que las cosas iban mudando constantemente, de forma negativa y eso eventualmente se desencadenó en forma de resentimiento e ira.

Me gustaba que mi cuerpo generara adrenalina, pero sin embargo, había desarrollado una fijación, que tal vez se había mezclado con una sensación de amar y poseer a Elisabetta. No era algo malo, solo era algo estructural propio de mi forma de ser.

Finalmente terminé diciéndoles a la policía y a mi psiquiatra, que había comenzado a tener alucinaciones visuales y auditivas. Que oía una voz, que me decía que debía tener a la castaña y que debía hacer lo que sea por ella, caiga quien caiga.

Entonces decidí librarme de esa responsabilidad psiquiátrica que caía sobre mí e inventé que las voces que solía escuchar, solo eran entidades, de esas que incorporan en sus cuerpos aquellos que son yorubas o umbandas.

Mi argumentación fue no asumir esa responsabilidad, por si mis futuros actos contra Guiseppe, padre de Eli y contra Ray, un noviecito de turno que había ocupado mi lugar durante un tiempo, saldrían mal.

Me preguntaron si Guiseppe Signorelli había asesinado a alguien, y dije que todo tuvo una veracidad técnica cientifica y pericial.

Que el acusado tiene derecho a defenderse, incluso a inventar algo para salirse de la aterradora situación. Que deberían indagar a otra persona que sea más cercana a la familia.

De todos modos, Signorelli siempre tendrá una defensa a su favor y no deberían fiarse del argumento que yo podría darles. Fuese negativo, como positivo y que para ello existen las pericias, para determinar la situación bajo la lupa de la criminología.

Pero determinaron que Giuseppe es un hombre normal y corriente que no estaba asociado con la mafia italiana, aunque siempre tuve la certeza de que sí pertenecía a ese clero.

Decían que él era persona tímida e introvertida, pero la prensa decía que era un psicópata que mataba personas en su comercio. Los tabloides decían que era el carnicero caníbal más famoso del país.

Por otro lado me aislé de mi entorno social y comencé a estudiar criminología. Pero gracias a mis antecedentes por agresiones físicas y verbales, no podía cursar mis estudios en una universidad.

Entonces me sentí deprimido por ello y dejé de tomar los medicamentos psiquiátricos para evaluar mi propio comportamiento.

Pero caí de boca en la tentación y comencé a consumir otro tipo de estupefacientes para manterme alerta y por consecuencia profundicé en una conducta antisocial.

El aislamiento y las drogas sintéticas, me provocaron un dolor emocional muy difícil de afrontar. Mi esquizofrenia paranoide había salido a la luz, como base en mi psiquis.

Sin una motivación amorosa, había sentido que debía ganarme nuevamente, la confianza de Elisabetta y eso era extremadamente difícil. Puesto que nunca supe como desenvolverme con una mujer, y a Elisabetta le gustaban los genios y los poetas estrafalarios.

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