Racionalidad

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Estaba cansada del circo mediático que envuelve a mi familia. Ya no quería evocar aquella mentira, aquellas falacias. Pero aún así me gustaría comenzar un diálogo abierto que incluya, por supuesto el tema de las desapariciones forzadas, eso que tanto se dice y que no llega a mis oídos.

Mi tío dijo que sí, que habría que empezar a dialogar, pero las cosas llevan años en stand by. Pero hay que levantar nuestras defensas, porque mi padre es alguien de carácter fuerte y no es un personaje del mundo, con el que tengamos que juzgar. Y la gente mafiosa con la cual se codea, son gente de temer.

Lorenzo también ocultaba cosas y mentía con desparpajo. Él esta implicado en este juego rarísimo.

Subí las escaleras y a Ray leyendo un libro al pie de mi cama. Caminé hasta él, le rodeé el cuello con las manos y lo besé.
Y sentí que llegamos a un punto en que somos increíblemente compatibles. Entonces me senté a su lado y comencé a hablar sobre el asunto que me aquejaba.

Elisabetta, tu familia aumentó el consumo. Ahora viven como reyes, bueno me incluyo. Gracias a la generosidad de tu padre.

—¿Pero qué hay con la perversidad de los rumores?

—Los chismes se corren inconscientemente, la gente infla la información. No vamos a desentrañar las falacias. Pero era algo preocupante.

—Lo sé, esos rumores son infames, pero necesitamos vigilancia.

Eli, no seas delirante. Nadie se mete con Giuseppe Signorelli.

—El miedo que tengo es legítimo. Tienes que comprenderme y no imponerte.

.....

Finalmente pasaron los meses y estaba a punto de cumplir veinte años de edad. Pero los días de tersura perfecta se habían evaporado bruscamente.

Papá se había declarado culpable de la desaparición del óbito. Pero la policía y los investigadores no tenían el dato fehaciente, de quien le disparó a Sandro Eber Wilson, provocándole una muerte súbita.

Una de las pseudo esposas del peruano, había declarado que Gianni Ferrari había aparecido la noche del velorio de la filipina. La única esposa legítima del bailantero.

Que se había aparecido y lo había mandado llamar por medio de uno de los niños, para darle el pésame en la calle y que no había querido presenciar el velatorio.

Después de eso Sandro Eber Wilson se había marchado junto a sus guardias para volver a la penitenciaria. Y desde ese instante, nadie supo más nada sobre su paradero. Hasta que los propios guardias percibieron que había desaparecido en el momento que fue al baño y dieron aviso a las autoridades.

Ferrari era el sospechoso número uno, de alguna manera parecía poder burlar a la policía estatal. El caso carecía de las pruebas necesarias para encarcelarlo. Así que no tuvieron otra opción que dejarlo en libertad.

Teniendo a mi padre entre rejas, los detectives intentaban que escupa todo lo que sabía al respecto, pero paradójicamente siempre terminaban en el mismo punto de partida.

Finalmente los agentes nos citaron en la comisaría y nos mostraron una serie de fotografías de diferentes sujetos. Querían que Marcus, Lorenzo y yo, reconozcamos al mafioso italiano.

Los agentes hacían comentarios ridículos y estrafalarios para provocarnos morbo. Decían que seguramente nuestro padre nos había dado de comer a Wilson en un estofado. La falta de coartada que tenían para conmigo me afectó notablemente.

Cuando desistieron de nosotros tres, fueron a dar un apriete a Ray. Así que finalmente terminamos separados hasta que el juicio concluya.

Pero después de once meses de espera, el fiscal nos da una noticia inesperada. El trajeado tenía una carpeta de cartón prensado y mencionó que habían realizado una prueba a Ray y que el resultado arrojó un resultado positivo de ADN.

Esto me mortificó naturalmente. Pero después decidí abrir la boca y le dije que la persona que le colaboraba a mi padre en la carnicería, que era el petiso orejudo y les indiqué donde vivía.

Les manifesté que Ray eventualmente visitaba el negocio de papá y que podría haberse colado algún cabello, dado que él tiene una cabellera frondosa y abundante.

Tras unos meses tumultuosos, el posesivo de Ladislao se mudó a la casa de enfrente. Aprovechando que mi padre estaba privado de su libertad y que Ray ya había dejado de tener contacto conmigo.

El cafetalero, se acercó una noche, sosteniendo un ramo de flores. Aprovechó que salí a tirar la basura y me dijo que aún sostenía la idea de que fuésemos pareja. Que todo ser, decía, tiene su alma gemela, como si fuese un algoritmo matemático. Ladislao se tornó tan hipócrita, que carecía de raciocinio lógico.

.....

La policía tenía problemas, ya que no era un caso demasiado fácil.
En los diez meses siguientes, el rastro del asesino de Wilson se pierde. Hasta que algo inusitado surgió, una persona que estaba bajo custodia hace una declaración jurada.

Esta persona decía saber fehacientemente lo que le había ocurrido a Sandro Ever Wilson, en la noche del velatorio. Ese misterioso hombre es Pascual Schiaretti, o más conocido por el petiso orejudo.

Schiaretti había sido arrestado cuando declaré en contra de él, para salvar a Ray de que declararán cómplice. La policía allanó la casa del petiso y lo metieron preso por posesión de cheques robados. Lo condenaron por tres años, pero decidió por cuenta propia colaborar con la fiscalía para conseguir su libertad.

Entonces para los agentes, esa oportunidad era crucial. Él dijo que tenía detalles escabrosos sobre el asesinato de Wilson. Al principio todos dudaron y pensaron que daría falso testimonio para ayudar a mi padre. Pero irónicamente, sucedió todo lo contrario.

En los tabloides decían que el misterio del bailantero se había acabado al fin. Los gacetilleros informaban que Schiaretti había hundido a mi padre hasta la coronilla, diciendo que Giuseppe Signorelli mandó a tres sicarios de origen colombiano, para que le trajeran a Buenos aires el cuerpo sin vida de Wilson

El petiso orejudo era un canalla de poca monta, un pusilánime de primera. Él confesó todo mientras fumaba un puro y bebía wisky en las rocas. Finalmente asumieron que Schiaretti era de confianza, ya que él se proclamaba discípulo de mi padre y miembro de la mafia italiana en Argentina.

Los agentes grabaron en un cassette toda la declaración. Pero el petiso había dicho que quería salir en libertad en ese preciso instante. Entonces para comprobar la veracidad de su testimonio, le pidieron que haga una llamada a la penitenciaria y que hable con mi padre sobre el asunto.

El petiso estaba arriesgando su pellejo y estaba dispuesto a traicionar a mi papá.

Mi padre desconocía que Schiaretti estaba en la oficina del fiscal del distrito y le respondió naturalmente, sin sentir la mínima sospecha.

.....

El petiso orejudo le hizo la llamada a papá haciéndole creer que solo tenía una duda y terminó cavando su propia tumba. El armadijo había funcionado a la perfección y se lo hicieron saber a mi papá.

Estábamos cenando con mamá, Matilde y Marcus unos fideos con pesto. Hasta que llamó por teléfono mi prima Gloria y dijo con urgencia que sintonicemos el canal de las noticias.

“Motín en el penal de Ezeiza apareció en letras enormes en la placa del noticiero.

Mamá al ver la pantalla palideció, se puso de pie y comenzó a gritar. Lorenzo apareció en un tris, estaba durmiendo y se despertó sobresaltado, para auxiliar a su hermana, que aún estaba convaleciente.

En la pantalla del televisor se observaba al periodista diciendo que unos de los principales clanes de la droga, que funcionaban en la penitenciaria, los apodados: “Los tigres”, habían asesinado con un cuchillo de cocina, a ocho de los “violines”, conocidos de ese modo en la jerga tumbera.

Los fallecidos pertenecían al pabellón de los abusadores sexuales. Detrás de esta masacre, había un ajuste de cuentas y los integrantes del clan, cuyo integrantes era un hombre famoso: Giuseppe Signorelli, más conocido por “ El carnicero”.

El periodista decía que se habían cubierto con mantas para mitigar el impacto de las balas de goma.

El alzamiento llamó la atención de los medios por su virulencia.
Los cinco permanecimos consternados. Mi madre se sentó en el sillón de la esquina, inclinó su cabeza y le hizo señales de aquiescencia a su hermano. Brevemente se puso de pie en silencio y se inclinó para apagar la televisión.

Me puse de pie y recogí los platos de la mesa. Matilde abrió su boca y dijo malévolamente que seguro que papá quiere armar una revuelta, por causa de el matador de piojos.

Pero afuera ya había alguien esperándonos. Miré por la ventana y vi una camioneta blanca con la insignia del canal dos. Mamá se desesperó y comenzó a decir blasfemias al aire. Intenté consolarla y ella dijo que estamos viviendo una pesadilla.

Lorenzo la abrazó y le dijo que se calmase, que tal vez son periodistas de la prensa amarillista, que solo procuran presentar noticias con títulos extravagantes y exagerados para intentar elevar el ibope.

.....

Esa misma noche en que mi papá había sido noticia en la televisión, me quedé largo rato entre las penumbras, observando por la ventana de mi habitación a los periodistas hacer guardia toda la madrugada.

Con tanto bullicio algunos vecinos curiosos salieron con su ropa de cama y sus pantuflas, a indagar a los hombres que trabajaban como corresponsal del caso. Pero después de unos minutos huyeron despavoridos a sus casas.

Seguí fisgoneando por el ventanal, hasta que divisé a gran distancia que llegaba Ladislao a su nueva casa. Me exalté y sentí que mi corazón galopaba del miedo.

En un principio creí que no iria a acercarse a mi vivienda. Pero el muy astuto brincó sobre la reja sin percibir riesgo alguno y golpeó sigilosamente la puerta de madera de la cocina. Bajé lentamente la escalera para que la madera no crujiera.

Giré el picaporte y apenas saqué la cabeza para que me viese. Él hizo un ademán para hablarme, pero se detuvo. No estaba segura si me había visto, ya que él era miope y en ese momento no llevaba sus gafas.

Hasta que finalmente lo dejé entrar y lo encerré en la despensa donde mamá guardaba las botellas de moscatel y las de Whisky.

Entre susurros le conté lo que había sucedido. Se mostró amable y compasivo. Me dijo con determinación que debería lograr alcanzar la catarsis y que de ese modo me libraría al fin de mi ambivalencia, que alejaría todos mis temores. Que las dificultades están en la comprensión y hay mantener la ambigüedad para seguir adelante.

Por otro lado, recordaba que él había sido un mentecato conmigo, cuando entró a la fuerza a mi casa para vengarse de mi papá.
Peculiarmente, en mi estado de ánimo coexistían dos sentimientos opuestos. Pero cuando lo miré fijamente a los ojos, sentí la empatía.

Entonces decidí reprimir el deseo de mi corazón y le dije que regresara a su nueva casa, reprochándole que me dijese el motivo de estar viviendo tan cerca de mí, siendo que es un hombre de campo.

Cuando le expresé mi punto de vista negativo, pude observar un éxtasis de agonía en su rostro. Lo persuadí para que el respete mi decisión. Pero él soltó una risa forzada y demente.

Su expresión de satisfacción era falsa. Intentó decir algo mediante gestos, pero no pudo. Entonces ladeó su cabeza en dirección a la calle y se deslizó entre las sombras, diciendo: "Elisabetta te amo".

1894

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