Visicitudes de la vida

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Me dispuse a revisar la vieja libreta de mamá y descubrí que ella era un tipo de escritora o poetisa, sus letras eran tocantes, había escandalosas declaraciones, dotadas de una gran sensibilidad literaria y de una variada programación cultural. No estaba segura si era una autografía o un simple ensayo, pero tenía un espíritu de pensamiento en una unidad orgánica.

Entre sus páginas encontré algunos recortes de periódicos antiguos y una postal de un hombre que le había escrito que estaba atrapado en Luanda, Angola enfermo de malaria. Era un rompecabezas imposible de armar, puesto que no conocía a esa persona llamada Ruggero.

Luego de eso hallé una carta que decía que sabían que estaban investigando, que querían hablar con Giuseppe, con papá. Que habían asesinado al capo de la mafia italiana que vivía en Buenos aires, que estaban perdidos consumidos por la venganza.

Leer eso me pareció tan perturbador, un tanto paranoico, hasta que leí en unos de los recortes de un diario sobre la muerte de Ruggero.

En ese momento sentí una pena tan profunda al saber que Ruggero era el hermano mayor de papá. Todo me parecía inquietante.

Luego hice una conexión mental y recordé que mamá le había contado a Matilda, la mucama, que había tenido un breve romance con un tal Ruggero a principios de los años '80. Desde ese momento y durante los siguientes días comencé a releer todo sin cesar, para ceder a mi tentación de resolver aquel posible e intangible paradigma familiar y así pasé largas horas de soledad y de eterna amargura, sujetas a la incertidumbre de esta ingrata vida, que iluminaban un pasado lleno de discrepancias.

.......

No sabia que pensar sobre mi familia, sobre los secretos de ultratumba y me dediqué al estudio con gran energia.

Ya tenía dieciséis años y estaba muy decidida, queria asistir al magisterio de Bellas Artes. Al principio mi padre se negó rotundamente, dijo que en el colegio hay profesores estrafalarios, que se creen libres pensadores, aristócratas...de tal manera que esa turba de gente podría cambiar mi pensamiento e incluso mi moral.

Finalmente mi madre logró convencer a papà y comencé a ir a las clases de lunes a viernes desde el mediodia hasta la medianoche. Al fin y al cabo mi padre tenía algo de razón, ya que algunos profesores eran unos bolcheviques, fascistas, militaristas, en diversos grados de limitación.

Mi profesora de escultura tenía una hija pequeña, que eventualmente presenciaba la clase. Sin duda era una mujer extraña, solía conversar sobre el rufián que la había embarazado. La docente se posicionaba frente al caballete, modelando una pila de arcilla de una forma brusca, ella experimentaba un singular placer insultando a su ex marido, el querido profesor de dibujo Antoine. Que el hombre trabaje en el mismo establecimiento era algo que la humillaba rotundamente. Al verlo por la ventana del aula le indignaba que el gozara del mismo espacio.

Una tarde ella tomaba lista y mencionó en voz alta mi apellido "Signorelli" y mecánicamente susurró que los Signorelli eran como los Escobar de Colombia y que la gente tenía que elegir entre plata o plomo.

En ese momento mis compañeros de clase giraron su cuerpo y clavaron sus miradas intimidantes en mí.

......

Lo único que sé, con total certeza es que en la escuela los profesores murmuraban entre sí, cuando me veían pasar, pero nadie tenía el coraje para enfrentarme y decirme que rareza tenía en particular.

Había un pensamiento irracional en mi mente que tal vez sería una de las tantas estupideces que abundan en mis divagaciones...Sin embargo, terminé preguntándome involuntariamente por qué mi familia había adquirido tanto dinero en estos últimos años y por qué ese dinero puede convertir a mi padre en un dios, y de pronto me di cuenta que finalmente estaba descubriendo, sin penas y glorias, una verdadera identidad.

Le pregunté a mi maestra de escultura porque había hecho tal comparación entre mi padre y Pablo Escobar, ella abrió los ojos como plato y dijo:

«Tu tienes a Judas como padre, es capaz de vendernos, es capaz de matarnos».

Yo le dije que existía una posibilidad de que se equivocase y la mujer dijo:

«Es una sociedad secreta y puede explotar en cualquier momento como una enorme caldera a gas».

Hasta el momento nunca había visto un fenómeno con situaciones de represalia, ni amenazas.

Mi instinto me decía que podría haber una actividad criminal. Pero mi madre siempre mentía descaradamente a todo el mundo, pero claro está que ya no era la misma casa; habían instalado un gran jacuzzi en el baño, teníamos piezas de arte exclusivas como parte de la decoración e incluso habían instalado una caja fuerte empotrada en la pared de la habitación de mis padres.

Entonces para mí era todo una situación grotesca, pero en mi cabeza me dominaba una vasta confusión y pensé que había alguien en casa que sería totalmente sincero conmigo y ese es mi tío.


......

Busqué a Lorenzo por todas partes, salí a la calle y no lo veía, sin embargo el auto Mustang que mi padre le había obsequiado en su cumpleaños estaba estacionado frente a la casa.

Caminé unas cuadras, doblé hacia la derecha y lo , estaba paseando por el claustro del monasterio. Miré hacia los lados y me pareció inusual porque los monjes estaban charlando con él.

Esperé que salga del lugar y lo abordé con un sin fin de preguntas, le imploré que me dijera si mi papá y los trajeados eran parte de un clan mafioso.

Sin embargo el joven no soltó palabra y la bohemia me absorbió, hizo un desmadre en mi cabeza y las dudas me penetraron hasta el pecho.

Pasaba la noche con Marcus, viendo películas de humor en el reproductor de VHS. Había una extraña atmósfera, mis padres salían de rumba con sus nuevos atuendos de Versace; todos los viernes y los sábados.

Por otro lado Blanca ya no venía a darme clases, con su figura y su sonrisa falsa.

Mi tío había comenzado a salir de juerga a la taberna, para beber unos tequilas con sus nuevos amigos, entre ellos estaba el petiso orejudo. Confieso que ese hombre plantó en mí, un temor irrevocable, mucho más que los trajeados que fingen ser amigos de mi padre.

Sabía que había que usar la escolástica, resolver todo este drama inmersa en dudas, con movimiento filosófico y teológico para intentar encontrar la llave de la razón.

Me dispuse a indagarlo, igualando mi ignorancia yendo directamente al terreno de los hechos.

Le pregunté a mamá si podía ir hasta la carnicería, para visitar a papá, ella negó con la cabeza y me dijo que hoy había que lustrar los cubiertos de plata de la abuela.

Me estremecía la impaciencia, quería descubrir que elementos de corrupción habitaban en el seno de mi familia, pero mi madre ya comenzaba a sospechar de mí.

....

Había pasado un año y habían acontecido algunas cosas, mi papá había adquirido un reproductor de dvd, entonces Marcus y yo pasábamos horas mirando películas de terror.

También había comprado una moto de lujo, Harley Davidson y mi mamá consiguió un aumento de copa D.

Al parecer siempre quiso que sea pechugona, aunque mi madre había perdido tejido mamario durante el período de lactancia y finalmente había llegado a la aceptación.

Nunca había visto tan feliz a mi progenitora, parecía que en casa se omitía todo aquello que podría ser superfluo y ya no existía el raciocinio. Pero como dicen por ahí... Más ignorante sos, más feliz serás.

Será por la gente suele entender las cosas de otro modo, a través de polos opuestos, mediante binomios. Era un nuevo comienzo donde el pensamiento lógico se componía por esos conceptos que literalmente son diametralmente opuestos, así se funde o se compone el gran binomio del amor.

Pero también dicen que nada es color de rosa y el ego elevado dado a la nueva seguridad puede ser contraproducente.

Así es como la confianza creció repentinamente en la mente de mi madre y el fenómeno Giuseppe Gilda se había desvanecido.

Mamá comenzó a salir de rumba con su hermano Lorenzo, vestían prendas exclusivas de diseñador, asistían a las mejores discotecas donde solo iban los miembros de la élite. A mi padre no le pareció extraño, pues pensó que su cuñado cuidaría impetuosamente a Gilda.

Pero lo cierto es que llegaban totalmente ebrios a las ocho de la mañana. De día mamá dormitaba por momentos, bajo la fatiga de una noche agitada.

Lorenzo comenzó a usar estupefacientes y tenía relaciones de una noche, incluso él tenia un secreto que solo mamá y yo sabíamos, él se había tornado bisexual.

Mientras papá trabajaba, en casa se oía a todo volumen las canciones de The doors y mi madre bailaba semi desnuda en la sala de forma frenética.

Ahí comencé a tener una visión espantosa de su porvenir.

......


Mamá había cambiado mucho, el vicio de la vida nocturna y la coyuntura de la situación la tornó diferente.

Ella tenía una inteligencia rápida y clara, comenzó a salir por la tarde dando un sin fin de excusas aptas para la percepción de todas las delicadezas del engaño.
Ya no se alimentaba adecuadamente, apenas tocaba bocado durante la cena.

Entonces había que coexistir en esta casa y cada vez se volvía más imposible. A pesar de que ella era buena y leal con Marcus y para conmigo, para papá era la razón para soltar mil blasfemias.

De ahí mi padre comenzó a vivir sus primeras amarguras, su tristeza era precursora de su escepticismo.

Pero la ambición de papá, también podría convertirse en violencia y el carácter bravío floreció en un santiamén.

Entonces entabló una acalorada conversación con Lorenzo, lo encerró en el garage de la casa y le dio instrucciones para que averigüe con quien pasaba las tardes de ocio y las noches de bailanta.

Como de costumbre, Marcus y yo estábamos petrificados escuchando tal espectacular planificación del seguimiento de mi madre.

De puntillas crucé el patio, fuí a mi habitación y me acurruqué en una esquina, me senté en un sillón de cuero marrón y en mi corazón pensaba que algo muy malo se podría avecinarse.

Realmente no encontraba una explicación, sentía una incertidumbre clavada en el pecho. Pero sabía que nada será descartado y seré la dueña de la verdad.

.....

Un mes después mi madre había desaparecido, ella había salido sola de rumba a una bailanta de mala muerte. Lorenzo le había advertido que no debía codearse con esa gente, que no era por el status quo, simplemente había que separar lo barato de lo elitista.

Papá había llamado a la policía federal, a las autoridades para que levanten una investigación sobre la extraña desaparición y el departamento de policía dijo que no podían hacer nada, sin antes hacer una pesquisa de nuestra casa, pero papá se negó rotundamente y les dijo diversas mentiras para desviar el rumbo de causa, diciendo que es un hombre noble y honrado hasta la coronilla.

Pero luego los interrogatorios comenzaban a hacerse protagonista de esta desgracia y siempre lo acusaban a mi padre porque había una denuncia de un vecino que lo había acusado de lavar dinero.

Había poco interés en la causa, a pesar de que papá tenga una formación en leyes. Mi progenitor era agresivo como abogado y tenía mala conducta, es por eso que contrató a otro letrado y a un investigador privado.

Después de idas y vueltas, mi padre aceptó que un agente de la policía entrara a nuestra casa.
Era un hombre moreno, con acento portugués, había dicho que había nacido en las Islas de Cabo verde, parecía simpático, pero cuando abrió las puertas de doble hoja de vidrio de la habitación de mis padres, comenzó a revisar todo minuciosamente y a todo trapo.

Revisó el placard de mamá, dijo que la señora de la casa tenía buen gusto y finura.

Abrió un pequeño cofre, del lado exterior de la puerta, tenía un pequeño candado de cobre y pensé: ¿Que se supone que va a hacer? ¿Acaso se cree que es David Copperfield?

Estuvo vagando por toda la casa con el pequeño baúl, hasta que lo abandonó sobre una mesita de café. Sin prisa y sin pausa lo tomé delicadamente entre mis manos y corrí a esconderlo abajo de mi cama, sabía donde mi madre escondía la llave, dentro del lomo de la biblia.

No había más que asimilar, sin duda poseía una noción científica, abrí el cofre, puse el contenido de este bajo la alfombra, corrí de puntillas a todo vapor y lo dejé inmaculado sobre la mesita.

Pero el agente al salir no lo tomó y con rabia dije:

—¡Se olvida el cofre señor!

Entonces un relámpago iluminó bruscamente la sala, el agente lo tomó entre sus manos y caminó oblicuamente hacia la puerta.

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