Volver a mi

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Varias veces consideré la idea de empacar y volver a casa, pero tres razones me atan aquí: Tía Emilce, Gloria y Ladislao.

En estos días pude conocer al cafetalero, hablamos demasiado, nos enfocamos tanto conversando sobre nuestro futuro. Siento que nunca me arriesgué tanto en el amor como ahora. Debía ir en busca de mi destino, aún y a pesar del gran vacío que llevo en el pecho, porque la verdad es que nunca he besado a nadie.

Entonces había un cierto paralelismo entre mi pasado y mi futuro. Quizá es por eso que siento mariposas revoloteando en mi estómago, cada vez que me mira a través de esos grandes cristales, con esos ojos color ambar.

Pero se acercaba mi cumpleaños
y debía marcharme, abrazando la incertidumbre. No había ciencia exacta para determinar si volveré a ver a Ladislao.

Es que es muy inteligente, tiene esa sapiencia que brotan por los poros de la piel. Posee ese espíritu de lucha, honestidad intelectual y convicciones firmes.

Finalmente Ladislao aceptó mi decisión, tenía que dejar el pueblo para volver a la capital. Él dijo que también es activista social en sus ratos libres y que tenía que organizar una protesta sobre la economía y el derecho a votar. Que su pasión es ayudar al prójimo y ser parte del cambio. Y que por ese motivo no había tenido ninguna relación amorosa sólida en los últimos ocho años.

La verdadera cuestión era que nunca había compartido la pasión por el proyecto. Que ese motivo fue el verdadero desencadenante de no querer acceder a una relación verdadera. Sin embargo él me parecía muy apasionado y costumbrista. Muy conservador para mi gusto.

De mi parte sentí que el vínculo agonizaba, que la distancia que habría después de mi partida, me haría sentir invisible. Ya no existiría ese placer de mirarlo con ese amor que brota del alma.

Charlé con mi tía sobre mi retorno a casa, y me dijo que no esperaba esa decisión, puesto que imaginó que mi madre había determinado firmemente que me quedara con ellas. En ese momento Emilce recordó todas esas conversaciones que tuvo con mamá acerca de la delicada situación que acontecía en Buenos Aires. Entonces la conversación se convirtió en disputa y le declaré que existe una real dimensión entre los planteos de mi madre y mis decisiones.

Gloria apareció en la sala en toalla, con el cabello goteando y dijo que si me marchaba iba a perder esa cotidianidad que me unía a Ladislao. Me advirtió que el joven es un sabelotodo y que no hallaré a nadie similar, porque los citadinos solo son banales, cretinos y decadentes.

....

Llegué a casa y parece nadie percibió que había cruzado la puerta de entrada. No había nadie, la casa estaba vacía.

Busqué a mamá, a Marcus, a Lorenzo... Pero encontré a papá charlando con Matilde y enseguida mi semblante fue preso de mi emoción.

Mi padre dijo que tía Emilce, había llamado para avisar que estaba en camino y que mamá se puso el abrigo y salió hacía el centro comercial. Marcus le dijo que conduciría y salió con ella. Pensé que era evidente que habían salido a comprar algún presente porque mañana es mi santo.

Matilde preguntó si ya me sentía una muchacha adulta y bajó la mirada hacía mi pecho. Una suerte de nostalgia invadió mi mente.

Caminé en dirección a mi habitación, me quité la ropa y miré mis senos con atención. Pequeños, tan diminutos para una jovencita de diecisiete años, minúsculos como una nuez. Me puse el camisón de algodón azul con puntilla de encaje francés y caminé hacía la cocina. La mucama preparaba un puchero y la interrumpí:

—¿Matilde tu crees aún que no veo desarrollada? —pregunté casi susurrando — ;hablo de mis senos.

—Yo creo que una dama con un seno bien formado puede imponerse de forma más fácil —declaró por fin, concluyendo mis consideraciones.

—Lo sé —agregué— ; creo que me siento achispada.

—¿Qué significa eso Elisabetta?

—Significa esto... —Temblaba hasta la coronilla—.

—Estoy desconcertada niña —dijo Matilde.

—Significa esto... Se llama Ladislao...

—¿Quién? —preguntó desorientada.

—Me siento nerviosa —agregué— es un muchacho que conocí en el pueblo.

—¿Acaso se han besado?  —preguntó ojiplática.

—No, no — dije casi sin voz.

—¡Que tu padre no se entere! —exclamó cortante.

—Silencio. El fuego crepitó.

—Le ruego que no le haga saber —le supliqué.

—Esta bien —agregó— ¿A caso es un Richard Gere

—No existe ni la más mínima similitud — dije riendo.

—Bendita tu risa —afirmó.

—¡Ya llegaron! —exclamé— ; dejemos la charla aquí.

....

El paso de los años consiste, creo, en crear el destino de todos nosotros, ¿es así? No solo crecemos, también evolucionamos, o más bien firmamos condenas con fuego y no se sabe con certeza que camino seguir.

Finalmente llegó mi día especial y mi padre había llegado antes del trabajo.
Papá inclinó levemente su cuerpo y me entregó un regalo. Mi movimiento de cabeza era en sentido afirmativo. Abrí el pequeño paquete de cartón prensado de color azul francia.

Era un teléfono celular, salté y me precipité hacia mi padre, tirando con estrépito un banco metálico al suelo. Le di un abrazo y le agradecí. Con rapidez me deslicé y levante la banqueta.

El rostro de Marcus estaba muy próximo, tanto que sabía que quería arrebatarme el telefono de mis manos. Hasta que decidí entregárselo para que se divierta un rato y para no parecer egoísta.

Siempre pierdo los pleitos con mi hermano y creí que sería mejor que investigue sobre el nuevo artefacto, la nueva tecnología.

Después recordé que Ladislao también tenía un celular, era color negro con una larga antena y me alegré en un santiamén.

Pero un temor desconocido recorrió mi cuerpo entero. En una real dimensión, hipotéticamente podría seguir conversando con el cafetalero, pero tampoco puedo decirle que me venga a visitar, no hay una posible sintonía de pareja real.

Sin embargo, y contra todo deseo de acceder a mis futuras intenciones de tener contacto con él. Había que telefonear a la casa de mi tía y hallar la forma de que mi prima consiga el número de Ladislao.

Por ahora siento un optimismo cauteloso, pero decidí dejar de imaginar las infinitas posibilidades y así poder disfrutar de una cena con mi familia en el barrio chino.

El restaurante oriental ofrecía como comida, adrenalina en los platos menos habituales, pero los mas sabrosos.

Hasta ahora había sido fácil concentrarme en la comida, hasta que Lorenzo me susurró al oído que papá había comprado la casa de al lado, que harían remodelaciones durante unos meses y él vivirá eventualmente en ella.

Sonreí discretamente, imaginando que sería un buen lugar para citar a Ladislao en secreto.

.....

La noche había sido estupenda, comimos literalmente hasta reventar. Llegamos tarde a casa y percibí que el auto negro del petiso orejudo estaba estacionado en la esquina. Lorenzo se percató, salió del coche de papá y caminó hacia él, con el semblante serio.

Papá lo observó desde lejos y pude ver como le temblaba hasta la comisura de los labios. Sabía que esta visita repentina traería cola. Al fin creí entender.

Papá nunca pecó de negligencia, no era un pusilánime como el petiso y le dijo que entren al apartamento de al lado.
Lorenzo sacó de su abrigo azul las llaves y las agitó con fuerza para mostrarle que todo estaba bajo control.

Después de quince minutos, observé a mamá que ya estaba en su habitación, vistiendo su camisón floreado, ella estaba escribiendo en su diario.

Entonces busqué a Marcus y lo vi tendido en su cama, leyendo historietas cómicas como de costumbre.

Entonces me hice de valor y me dirigí hacía el fondo de mi casa, salté la medianera para poder oír la conversación entre los tres.

Los observé por la ventana de la sala que estaba abierta de par en par. Emanaba un olor a pintura sintética muy fuerte, me senté con lentitud bajo el marco del ventanal y escuché la voz rasposa del individuo decir que matar también era un hecho moral, que ha trabajado muy duro para no dejar indícios.

En ese momento supe que el tal petiso era más corajudo de lo que sospechaba en primer instancia. Entonces Lorenzo comenzó con sus arrabalerismos y comenzó  a gritar desesperado que no está en sus planes ser vitupereado, ni perseguido por la policía.

En ese instante conocí lo que significa la soberbia. Así descubrí como las actividades del clan mafioso del petiso orejudo estaban seriamente relacionadas con el oficio de papá. Solo había que admitir que mi padre solo quería aligerar su carga de trabajo o quería cubrir sus fechorías con mas sangre.


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