Capítulo 17: Encarcelada

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Es en los momentos críticos cuando nos vemos presionados a hacer cosas que normalmente no haríamos.

— Anónimo

Oyó la voz de Star hacer eco por el pasillo mientras se alejaba corriendo. Le daba igual. Ahora mismo tenía que saber qué había pasado con Eclipsa.

¿Por qué estaba ocurriendo eso? Tan solo anoche habían estado en una fiesta pasándolo bien entre todos, y ahora Eclipsa estaba encerrada bajo la pena de muerte. ¿Cómo es que no se había enterado de nada? ¿Acaso Eclipsa sabía que iba a ser hoy el juicio y no le había dicho nada? ¿Por qué lo haría?

Sacudió la cabeza e intentó mantenerse sereno. Tenía que ir a los calabozos y hablar con Eclipsa. Solo ella podría aclararle todas las dudas que tenía ahora mismo. Pero, de nuevo, aquel castillo era un laberinto. ¿Cómo haría para encontrar los calabozos?

Comenzó a doblar en los pasillos que le parecían que lo llevarían a algún lado. Pero no estaba seguro. No tenía idea de si estaba tomando el camino correcto o no, y eso no hacía más que ponerlo nervioso, y eso a su vez lo hacía tomar un camino sin pensar, y ponerse más nervioso y así en un círculo vicioso. Hasta que chocó contra alguien.

Marco cayó sobre su trasero. Se levantó un poco y se acarició las nalgas para aliviar el golpe.

— ¿Estás bien? —dijo aquel con el que se chocó.

— Sí. Perdón por chocar contigo, es que estoy algo nervioso... —calló de golpe cuando alzó la mirada y vio que, con quien había chocado era nada más ni nada menos que Rhombulus.

— No para nada, Marco. Soy un tipo fuerte y musculoso.

— Je, je —rio con nerviosismo. Ese tipo era uno de los miembros de la Alta Comisión Mágica, y era consciente de que todos los miembros de este grupo estaban presentes en los juicios del reino, en especial aquellos que involucraban a seres mágicos. Él habría tomado lugar en el juicio de Eclipsa y, por lo tanto, uno de los que ayudó a condenarla. Quizá podría aprovechar la situación e intentar preguntarle dónde estaba el calabozo sin que este de diera cuenta de sus intenciones—. Rhombulus, ¿sabes dónde está el calabozo?

El tipo de cristal se quedó mirando fijamente a Marco, lo cual no hizo más que ponerlo aún más nervioso que antes. ¿A caso sospecharía de él? Sea como sea, tenía que intentar ser discreto.

— ¿Quieres ver a Eclipsa? —preguntó el tipo.

— Sí... —idiota, pensó para sí mismo—. D-digo... es que el otro día perdí mi sudadera favorita en el jardín, y creo haber visto a Eclipsa con ella. Me enteré de que mañana la ejecutarán, así que, antes de que lo hagan, quería preguntarle dónde la tiene para recuperarla —¿pero qué excusa de mierda era esa? Solo un estúpido se creería algo como eso.

— Oh, entiendo. Es algo común perder cosas por ahí —¿Qué?—. Tranquilo, solo tiene que ir por ese pasillo, bajar cinco escaleras, girar a la izquierda, avanzar tres pasillos, girar a la derecha, avanzar dos pasillos más y bajar las escaleras oscuras, y al fondo hallarás la entrada a los calabozos. No sé en qué celda está, así que tendrás que buscarla por tu cuenta.

Marco se quedó callado, mirando con incredulidad al tipo de cristal. No podía creer el golpe de suerte que había tenido, pero aún no debajo de sentirse un tanto nervioso. Todavía tenía gotas de sudor recorriéndole por la frente, y el corazón le iba a mil por hora.

— Gracias —dijo, intentando disimular—. Bueno, ya me voy.

Quiso irse lo antes posible antes de que los nervios lo traicionaran, pero el tipo lo llamó justo cuando Marco estaba a punto de irse. Tragó saliva y luego giró la cabeza.

— ¿S-sí, Rhombulus?

— Oye, intenta no irte muy lejos, que los miembros te buscarán para hacerte un par de pruebas.

— ¿Pruebas? ¿De qué hablas?

— Es que se sospecha que estés bajo la influencia de la antigua reina oscura, así que quieren asegurarse de que no te hayas vuelto malvado ni nada por el estilo. Yo mismo te detendría y te llevaría con ellos, pero tengo que ir un momento a un sitio tranquilo en donde pueda leer —dijo este.

Marco fijó la mirada en el brazo del tipo, este tenía un libro consigo, en el cual se podía leer el título "Quiero dejar de ser fácil de engañar".

— De acuerdo, lo tendré en cuenta —se quedó parado en silencio por unos segundos—. Nos vemos —y se fue corriendo.

— Bien, ahora solo tengo que encontrar algún banco o algo para leer esta cosa.

¿Influenciado? ¿Volverse malvado? ¿Qué demonios había pasado en el juicio? No, daba igual. Se lo preguntaría a Eclipsa tan pronto la viese. Solo tenía que concentrarse en llegar a los calabozos.

Llegó hasta una puerta de madera enorme adornada con bisagras de hierro que bien podrían sostener un coche. Una aldaba, para llamar a la puerta. Y una rejilla con una pequeña puertecilla en la parte alta.

Tocó la aldaba y esperó a que alguien respondiera. La puertecilla detrás de la rejilla se abrió, y Marco pudo ver un par de ojos escrutando el lugar, buscando a aquel que había llamado. Y cuando bajó se clavaron en el muchacho.

— ¿Quién eres y a quién buscas? —dijo una voz grave del otro lado.

— S-soy Marco, vengo a ver a la prisionera Eclipsa —ninguno de los dos dijo nada por unos segundos—. Rhombulus me dijo que ella estaría aquí.

— Oh, te envía Rhombulus —de pronto su voz se había tornado mucho más suave y chillona—. Haberlo dicho antes. Pasa.

La puerta se abrió con un rechinido proveniente de aquellas enormes bisagras. Seguramente le faltarían unas cuantas gotas de aceite.

Cuando Marco entró, vio subido en un taburete a Shawn, el guardia alce que solía estar en todos los asuntos que involucrasen a los de la Alta Comisión.

— No sabía que te habían enviado. Pero bueno, yo no soy nadie para cuestionar las ordenes de la alta comisión. O sí no la reina volverá a regañarme —dijo con la marca del miedo en su rostro.

Le daba igual la vida de aquel alce, solo quería saber dónde se encontraba Eclipsa.

— Entiendo. Y, dime, ¿dónde está Eclipsa?

— Sí, solo sigue ese pasillo —señaló a un largo pasillo lleno de celdas a ambos lados—, si no recuerdo mal está a la izquierda. Solo avanza, eventualmente la encontrarás.

— Gracias.

Se fue lo antes posible, cuanto menos contacto tuviera con gente del reino, mejor.

A medida que caminaba escuchaba a varios de los criminales allí apresados quejarse continuamente. Algunos estaban atados a la pared. Otros estaban libres, y de estos, algunos extendían la mano por los barrotes, pidiendo algo de ayuda, como comida o agua. Ignoró a todos.

Aquel sitio no le traía los mejores recuerdos. Estar encerrado con River y ser traicionado por Le Resistance le hicieron despreciar aquel lugar.

Aceleró el paso e ignoró aún más a los prisioneros. Pese a que Shawn le había dicho que Eclipsa estaba en una celda a la izquierda, Marco fue mirando todas las celdas. Hasta que cruzó una tan rápido en la que creyó ver un manchón purpura. Se paró en seco y retrocedió un par de pasos para cerciorarse. Y la vio. Allí estaba Eclipsa, en su aspecto de adulta, arrodillada en el suelo y con las manos encadenadas a la pared. Pero los grilletes no eran los mismo que Marco había tenido en su momento. No. Las cadenas de ella eran más largas, por lo que no estaba pegada a la pared, pero sus manos estaban cubiertas por cristales de Rhombulus, junto con la cadena. Por lo que estos estaban pegados al metal. No tendría forma alguna de salir de allí por su cuenta. Y, con las manos así, ni siquiera podría hacer magia.

— ¿Eclipsa? —preguntó. No fue fácil, sentía seca la garganta y pronunciar unas palabras tan simples le costó más de lo que habría esperado.

La mujer parecía estar inconsciente, pues tenía la cabeza gacha, y estaba recostada contra la pared. Pero esta pareció reaccionar a las palabras de Marco. Alzó la mirada y se fijó en el chico que estaba delante de su celda.

— Marco —pronunció, lo estaba mirando, más parecía estar ausente. Parpadeó un par de veces y luego sacudió la cabeza, mostrándose normal esta vez—. ¿Marco? —esta vez, sonó más alarmada—. ¿Qué haces aquí?

— Me enteré de lo del juicio, y supe que te habían encerrado. También me enteré de que mañana... —no se sentía capaz de terminar la frase.

— Sí, lo sé —admitió ella, bajando la mirada un instante—. Pero no creo que sea buena idea que estés aquí, los miembros de la alta comisión te están buscando por tener contacto conmigo. Estar aquí te puede perjudicar.

— Lo sé, pero necesito saber qué pasó. ¿Por qué decidieron encerrarte? —quiso saber, pegando el rostro a los barrotes.

Eclipsa se quedó mirándolo en silencio durante unos segundos.

— ¿Me aseguras que nadie te está buscando ahora?

— Sí.

Eclipsa soltó un suspiro.

— Fue esta mañana...


Eclipsa acababa de despertarse después de aquella fiesta. Arrugó la cara y se levantó como pudo.

— Ay, mi cabeza —dijo, pasándose la mano por la cabeza.

Levantarse le produjo un leve mareo, y sintió que todo ruido le resultaba sonoro.

— ¿Qué fue lo que ocurrió anoche? —se dijo a sí misma, intentando recordar lo que había hecho ayer.

Se percató de que aún llevaba puesto el mismo vestido que anoche. Comenzó a quitárselo para tomar una ducha, y algo cayó a la cama mientras se desvestía. Parecía una clase de retrato pequeño. Era un trozo de papel con cuatro imágenes en vertical. En estas se veía a ella molestando a Marco, como de costumbre. Entonces es cuando le vinieron los recuerdos y comenzó a reírse por lo ocurrido. Dejó la foto en la cama y se fue a tomar una ducha para despejarse un poco de lo que seguramente sería algo de resaca. Se vistió y luego guardó la foto consigo en su ropa.

Preparó un poco de té para desayunar, acompañado de algo de pastel, y disfrutó de las vistas al jardín. Se quedaría allí a la espera de que Marco viniese a visitarla, como hacía normalmente.

El tiempo fue pasando, y Marco no se presentó. El sol habido hace más de una hora, pero Marco solía venir temprano. No era propio de él tardarse más de las nueve, aunque a lo mejor estaría cansado por la boda de ayer. Era comprensible.

Eclipsa dio un sorbo a su té y esperó que el muchacho hubiese dormido bien. Fue entonces que alguien comenzó a abrir la puerta. ¿Acaso el chico entraría por allí? Le parecía extraño. No imposible, pero sí extraño. La puerta se abrió del todo y Eclipsa se dispuso a saludar.

— Buenos días, Ma... —pero cayó de golpe al ver que no era el castaño que estaba allí, si no Hekapoo.

La pelirroja vio a la muchacha y luego examinó la habitación. Clavó la mirada en la imagen de Eclipsa, aquella copia adulta que había hecho con magia. Caminó hacia ella e intentó tomarla de la muñeca, pero en el momento en el que lo hizo traspasó la imagen y esta desapareció. Hekapoo frunció el ceño y luego miró a la chica.

— ¿Eclipsa? —dijo, entornando la mirada. La llama en su cabeza creció parcialmente en el momento en el que la miró, luego volvió a su estado normal.

La chica no dijo nada, solo suspiró en voz baja por la nariz, dejó su taza en el patillo que tenía en la mano izquierda y la apoyó sobre la mesita en donde tenía la tetera y el azucarero. Luego entornó la mirada y miró a Hekapoo directamente. Sabía, por la forma en la que la pelirroja actuaba, el motivo por el cual se encontraba ahí.

— Así que eres tú —dijo, acercándose a ella.

La esposó en ambas manos con unas esposas especiales unidas a una cadena. Luego tiró de ella e hizo que la chica la siguiera.

— Y pensar que intentarías esconderte usando un disfraz como ese —decía mientras bajaban por la torre—. Ingenioso, pero no lo suficiente.

Llegaron hasta la sala en donde se celebraría el juicio. El resto de miembros de la Alta Comisión Mágica y la actual reina, Moon, se encontraban sentados en sus respectivos lugares. Rhombulus y un espacio con la imagen del viejo Lekmet, Moon en el centro, y Omnitraxus al otro lado, junto a un espacio vacío, el cual sería el de Hekapoo. En un costado de la sala, Shawn, preparado para tomar nota del registro del juicio. Y en el centro, un atril listo para que ella se subiese a él.

Eclipsa caminó sin rechistar y luego esperó a que diese inicio el juicio. Hekapoo se fue a su respectivo sitio, y luego Moon carraspeó un poco su garganta.

— A todos los presentes, estamos aquí reunidos para llevar a cabo el juico de Eclipsa Butterfly. Hoy presentaremos...

— Oh, oh, tengo una pregunta —dijo Rhombulus, alzando una mano serpiente.

Moon suspiró.

— ¿Qué es, Rhombulus?

— ¿Por qué está Elisabeth aquí?

Todos los miembros de la Alta Comisión se quejaron al unísono.

— ¿Qué pasa? —quiso saber el tipo de cristal.

— Rhombulus —comenzó Hekapoo—, Elisabeth es Eclipsa.

— No, Eclipsa es una mujer adulta, y Elisabeth es una joven de la edad de la princesa.

Moon se llevó una mano al rostro y luego sacó de debajo de su sitio la varita mágica.

— Retornum normalidus —pronunció.

De la varita comenzó a salir una estela azul que envolvió a la chica, cubriéndola por completo. Cuando la estela desapareció, Eclipsa se mostró en su forma adulta, y con su ropa habitual.

— Moon, ¿por qué transformaste a Elisabeth en una copia de Eclipsa? —preguntó Rhombulus.

De nuevo, los miembros se quejaron al unísono.

— Rhombulus, Eclipsa utilizó un hechizo para parecer más joven y pasar desapercibida. Se cambió el nombre a Elisabeth para que no sospecháramos de ella. Te lo dijimos hace tres días. Además, es algo bastante obvio —dijo Hekapoo, señalando a la mujer.

— Ah, es que pensé que se trataba de una broma o algo así.

— ¿¡Una broma!? —la llama de Hekapoo creció por un momento—. Por el amor a la magia, Rhombulus. Tienes que dejar de ser tan fácil de engañar.

— ¿Y cómo lo hago?

— No sé, lee un libro de autoayuda o algo.

— De acuerdo —dijo este, bajando de su sitio, listo para irse.

Cuando el tipo pasó junto a Hekapoo, esta lo tomó de la capa.

— No ahora, Rhombulus. Vuelve a tu sitio, y quédate quieto.

El tipo de la cabeza de cristal se entristeció un poco y fue a su sitio con la cabeza gacha. Solo cuando se sentó Moon se dispuso a continuar.

— Como iba diciendo. Hoy presentamos los cargos contra Eclipsa Butterfly, y para ello nos valdremos de la ayuda del cubo mágico —dijo Moon, dejando un cubo con un ojo dibujado en una de sus caras.

El cubo se iluminó y ascendió hasta colocarse en el medio de la sala. Este emitió un aura con la misma forma del propio cubo, la cual se extendió por toda la sala, hasta formar un campo de fuerza.

— Que el juicio comience —pronunció una voz omnipresente en la sala, la voz del cubo—. Acusadores, presenten sus cargos.

Moon pasó a ser la primera en hablar.

— Se acusa nuevamente a Eclipsa por sus acciones llevadas a cabo muchos años atrás, durante el reinado de rey Shastacan, las cuales consisten en el abandono de su cargo como reina, la traición a su reino y su relación con un monstruo —dijo Moon, denotando cierto desprecio en sus palabras.

— ¿Son ciertos todos los cargos que Moon menciona? —dijo la voz en la sala.

— Sí, son cierto —dijo Eclipsa, mirando a Moon de forma desafiante.

Hekapoo sonrió, el resto de miembros también, pero sus rostros no lo demostraban, pero Moon aún seguía con el ceño fruncido, mirando a la mujer.

— ¿Entonces se considera a sí misma culpable?

— Tiempo atrás di una explicación acerca de todo lo que se me acusa, pero en ese entonces me declararon culpable de todas formas. Yo no me considero culpable, pero está claro que esto es algo subjetivo. Es por eso que no diré que soy inocente.

— Sí —dijo Rhombulus, llevando el codo junto a su torso, como gesto de celebración.

— Sin embargo, cabe mencionar que yo ya cumplí mi condena. Ya fue cristalizada, y mi marido también. Y ahora se me quiere volver a condenar por los mismos cargos por los que se me acusaron en ese entonces.

— Tú no cumpliste tu condena —dijo Moon, levantándose de su sitio y señalando a la mujer—. Solo te liberaste de la cristalización por el contrato que hicimos.

— Pero en eso consiste un contrato entre dos Butterfly, yo pedí mi libertad, y tú como reina aceptaste. En otras palabras, he cumplido mi condena. Y querer acusarme de los mismos cargos sería negligente por tu parte, reina Moon.

La mujer de cabellos plateados estaba que echaba humo. Eclipsa había conseguido girar el juicio a su favor.

— ¿Es eso cierto, reina Moon? —dijo la voz del cubo.

— S-sí —respondió, un tanto resignada.

— Si es ese el caso, entonces el juicio queda anulado.

— Espera —dijo, Moon—. Bien, es cierto que no podemos acusarla de los mismos cargos, pero tenemos otros cargos de los que se le acusa.

— En ese caso, proceda a presentar los cargos.

Moon respiró profundamente, se sentó, y recobró la calma.

— Se ha visto a la mujer confraternizando con la mi hija y sus amigos disfrazada de una adolescente. Se cree que ha estado manipulando sus mentes con magia oscura, o con cualquier otro tipo de trucos para utilizarlos como sus siervos, o para llevar a cabo alguno de sus planes.

Moon volvió a mirar a la mujer de forma desafiante, pero esta vez, Eclipsa se mostró tranquila e impasible, sin ningún rastro de vanidad.

— ¿Es cierto eso, Eclipsa? ¿Has manipulado a los jóvenes de algún tipo de forma, sea la que sea? —preguntó el cubo.

— No, no he manipulado a nadie.

El cubo analizó las palabras de la mujer para dictaminar si este decía o no la verdad.

— Verdad, la antigua reina oscura dice la verdad.

Todos los presentes abrieron la boca de la sorpresa, pues estaban seguros de que ella debería de haber hecho algo.

— Eso no puede ser —se quejó Moon.

— Siento decepcionarlos, pero si esos son todos los cargos, me gustaría que por fin entiendan que no he venido aquí a causar problemas, solo quiero vivir tranquila sin que piensen en mí como alguien malvado.

— Oh no, no tan rápido. Aún hay algo más de lo que se te acusa.

— Moon, por favor, de verdad quieres demostrar que soy alguien que hace el mal, cuando ha quedado más que claro que he dañado a nadie. Tus propias acusaciones han sido desacreditadas. Por favor, déjame vivir mi vida.

— Jamás, tal vez te hayas salvado gracias al trato entre nosotras, y tal vez no hayas manipulado a mi hija ni a sus amigos, pero aún hay algo más.

Eclipsa suspiró con pesadez.

— ¿De qué se trata?

— Eclipsa, se te acusa de impartir magia oscura al individuo Marco Díaz.

De pronto, la mujer de cabello verde abrió los ojos de sobremanera.

— Eso...

— ¿Acaso no es verdad? —recriminó Moon.

¿Cómo demonios se habían enterado de ello? ¿Acaso la estaban espiando? Daba igual en ese momento, el juicio ya se estaba llevando a cabo, tenía que decir algo.

— No, sí que es verdad. Pero qué quieres demostrar con eso. Marco no se ha vuelto malvado ni nada por el estilo si eso es lo que te preguntas.

— La mujer dice la verdad —sentenció el cubo.

Moon miró a aquella caja en el aire y frunció el ceño.

— Tal vez, pero la magia oscura es un arte prohibido debido a la inestabilidad de la misma y al peligro que representa, es por eso que su práctica e impartición están penados con la muerte.

— ¿Qué? —dijo Eclipsa, nerviosa—. Pero, eso nunca fue así, esa regla no existía en mis tiempos. Y en caso de que sí, tú también usaste magia oscura.

— Sí, lo hice, tiempo atrás. Y cuando vi lo peligrosa que era decidí poner una regla que penase su práctica y enseñanza.

— Pero, eso no es justo, yo no tenía conocimiento alguno de esa ley.

— El desconocimiento de la ley no te exime de su cumplimiento —se limitó a responder la reina.

Eclipsa miraba incrédula a los miembros. Habían ganado, a efecto de su ley ella era culpable.

— En vistas de los cargos presentados se declara a Eclipsa Butterfly como culpable —dijo el cubo—. Y por ello se la sentencia a morir en la guillotina mañana al mediodía —sentenció, finalmente—. Gracias por participar en el juico.

Tras decir sus últimas palabras, el cubo rompió su barrera y volvió a las manos de Moon.

— Muy bien, ya has oído. Te llevaremos a un calabozo en donde pasarás tus ultimas horas y te encadenaremos para que no escapes —dijo Moon.

Hekapoo bajó sitio para llevarse a la mujer, quien se encontraba en shock.

No contaba con algo como eso. Después de aquel trato con Moon estaba convencida de que no podrían acusarla de nada, pero ellos se habían aprovechado de ella y de su desconocimiento de la ley. No, eso era una excusa. Podría haberse informado mejor y asegurarse de que no habría forma alguna de declararla culpable, pero se había confiado, y eso le había costado caro. La culpa era suya, y de nadie más. Ahora sería ejecutada, y no podría salvar a su marido, quien la acompañó hasta en los últimos momentos. Él no merecía seguir encerrado por la eternidad.

Quiso llorar. Había fallado. Ya no podría hacer nada por nadie. ¿Qué haría ahora? ¿Qué le diría a Marco?

— Marco —se dijo a sí misma, alzando la mirada y girándose de golpe mientras Hekapoo aún la sostenía de las esposas—. Espera, ¿qué harán con Marco? ¿Acaso lo ejecutaran? ¿Él no sabía nada de esto?

— Ya nos encargaremos de él. Cierto es que es una víctima de tus artimañas, aun así, es alguien que tiene el conocimiento de las artes oscuras, y como mínimos tenemos que analizar su caso para despojarlo de tales habilidades. Pero tú ya no te salvas, eso tenlo por seguro.


— Y eso fue lo que ocurrió —terminó de contar la mujer.

El chico se mostró algo devastado. No tan solo por el hecho de que no hubiese podido estar ahí para darle algo de apoyo, sino porque, era su culpa que ella fuese a ser ejecutada.

— Marco, ¿estás bien? —preguntó la mujer.

— Lo siento Eclipsa —dijo el chico, cabizbajo.

— ¿Por qué te disculpas, Marco?

— Es mi culpa que te vayan a ejecutar. Si no hubiese aprendido la magia oscura, entonces no tendrías ningún crimen por el cual pudieran acusarte —dijo, a duras penas. Tenía un nudo en la garganta, y parecía casi escupir las palabras, más que pronunciarlas con fluidez.

— No, Marco, no es culpa tuya. Yo fui quien decidió enseñarte. No tienes que culparte de nada. Es más, es por mí que ahora tú tendrás que pasar por algunos problemas. Mi juicio era algo que sin dudas iba a ocurrir, pero eso a ti no tendría que haberte afectado. Yo en verdad lo siento.

— No. Sí que fue mi culpa. Es verdad que tú me ofreciste aprender a usar la magia oscura, pero yo me dejé llevar por ello, me dejé llevar por el poder que podría otorgarme esa magia, y esto es lo que conseguí al final.

— Es natural que alguien se sienta atraído por la magia.

— No, no. Dijiste que habías visto en mí vestigios de tu magia, y eso fue porque obligué a Star a abrir el capítulo prohibido del libro de hechizos, todo porque mi curiosidad fue superior a mi sentido común. No debería haber aprendido magia oscura —dijo, cayendo de rodillas mientras aún se sujetaba a los barrotes.

Ambos se quedaron en silencio por unos segundos. Eclipsa se sentía mal por ver así al chico, ella era una adulta que lo había empujado a aprender las artes oscuras, le había emocionado la idea de compartir sus conocimientos con alguien, y no llegó a pensar lo caro que eso podría haberle salido.

Por su lado, Marco sentía que iba a perder a una bellísima persona debido a su codicia, y que no podría hacer nada para impedirlo.

— Marco, pese a todo, creo que nos lo pasamos bien juntos, ¿no? —dijo ella, con voz suave y agradable, como si sus palabras le acariciasen al chico los oídos.

Marco inspiró profundo para sorber un moco que le asomaba por la nariz y miró a la mujer con los ojos humedecidos.

— Marco, tal vez esto no terminara de la mejor forma, pero me gustó mucho poder compartir mi magia contigo.

Para.

— Disfruté mucho los momentos tranquilos que pasamos juntos.

No sigas.

— También me encantó ver los lugares que me enseñarte de tu mundo.

Por favor.

— Y también me divertí mucho pasando el tiempo contigo —sonrió con suma ternura—. Marco, eres una persona maravillosa. Estuve encantada de poder conocerte y de pasar tiempo contigo. Me hubiese gustado que esto no acabara así —un par de lagrimas le resbalaron por las mejillas, mientras luchaba por mantener su sonrisa—. Pero, pese a todo, estoy agradecida de haber pasado estos meses contigo —el rostro de la mujer y sus palabras le estaban rompiendo el corazón al chico—. No sé lo que te harán los de la Alta Comisión, pero si tienes la oportunidad de vivir, por favor, hazlo. Vive y se feliz, Marco.

No, esto no tiene que ser así. No es justo.

— No es justo —pronunció el chico, mientras apretaba los ojos y más lagrimas le caían por las mejillas—. Tú no hiciste nada malo, no eres una mala persona, no mereces ser ejecutada. Y, aun así... aun así...

Eclipsa apretó los labios e intentó ser fuerte. Se pasó uno de los guantes por los ojos para secarse las lágrimas, y luego miró a Marco. Quiso decir algo, pero no pudo soltarlo al instante, le costaba hablar.

— Está bien, Marco.

— No. No está bien. No está nada bien, maldición. No mereces esto, Eclipsa. Yo... —quiso decirle que la quería, que esos meses para él habían sido un sueño hecho realidad, que le encantaba ver su sonrisa, escucharla reír y ser molestado por ella, porque eso la hacía feliz, y eso lo hacía feliz a él. Quería decirle eso y mucho más, mucho, mucho más, pero hacerlo sería admitir que esa sería la última vez que se verían, y no quería que su tiempo con ella acabase, no estaba dispuesto a dejar que la matasen—. Y-yo... te sacaré de aquí.

La puerta de entrada al calabozo se abrió a lo lejos, y Marco y Eclipsa se giraron al instante. Por la luz que provenía de allí, Marco pensó que quien se encontraba a lo lejos era Hekapoo. Eclipsa volvió su atención al chico, y este hizo lo mismo con ella.

— Marco, por favor, no digas locuras —sabía que el chico se había encariñado con ella, y que ahora eran esos sentimientos de desesperación al saber que ella moriría los que hablaban, y no el propio Marco.

— No. Lo digo en serio —tragó saliva, se secó las lágrimas e intentó mantener la compostura. Clavó sus ojos en los de Eclipsa, con suma seriedad, se aferró a los barrotes con fuerza y se paró con firmeza—. Te sacaré de aquí. No sé cómo. Pero te prometo que te sacaré.

La mujer sabía que eso no era posible. La sentencia había sido dictada. La Alta Comisión Mágica tenía pruebas concluyentes para llevar a cabo su sentencia. Y la ejecución sería mañana. No había forma de que él pudiese hacer algo para que la liberasen. Y, sin embargo, había algo dentro de ella que le decía que tenía que creer en las palabras del chico. Pese a lo imposible que pareciera, pese al poco tiempo que tenía, y que todo estuviese en su contra, había una parte de ella que quiso creer.

Las botas de Hekapoo se escuchaban cada vez más cerca. El tiempo se acababa, vendrían por Marco. Eclipsa intentó responder, pero las palabras no le salían. Así que cerró los ojos un momento, respiró profundo, miró a Marco, llena de esperanza, y asintió. Marco también asintió, y luego giró la cabeza por dónde venía Hekapoo. Se secó las lágrimas y se dispuso a ir con ella antes de que llegara a la celda.

— Volveré —dijo, dedicándole una última mirada a Eclipsa, y luego se fue.

Tenía que conseguir tiempo, tiempo para pensar en alguna forma de sacar a Eclipsa de aquel sitio. Sí, tiempo es lo que necesitaba, pero para conseguirlo, primero tendría que eludir a Hekapoo. No podía intentar evadirla y salir corriendo. Ella era más rápida que él y, además, tenía los portales de su lado. No, si quería pasarla, tenía que engañarla de alguna forma.

Llegó hasta ella y esta clavó la mirada en él.

— Hola, Marco. ¿Visitando a una amiga? —dijo la pelirroja.

— Eh, sí. Me enteré de que la iban a ejecutar mañana, así que quise despedirme.

— Hmmm. Qué bonito, un alumno despidiéndose de su maestra —dijo ella, con cierta ironía.

— ¿Qué?

— Marco, si sabes que mañana será ejecutada, seguro que también sabes los cargos que corren contra ella. Por lo tanto, también sabes que estamos al corriente de que eres un usuario de la magia oscura.

— Y-yo —engañar a Hekapoo en ese tema en específico iba a ser inútil. Así que lo mejor sería admitirlo—. Sí, sé utilizar magia oscura.

— Lo sabemos, y eso es algo muy grave. Pero no te preocupes, nosotros te ayudaremos. Ahora, vendrás conmigo —dijo ella, tomando de la muñeca al muchacho y tirando de él.

Arrastró al chico hasta sacarlo del calabozo, y comenzó a subir escaleras, una tras otra, sin decirle nada más y sin soltarlo ni un instante. Escapar no sería fácil.

— Hekapoo —llamó el chico, y le chica se giró un poco, sin dejar de caminar—. ¿Qué es lo que me harán?

— El castigo por practicar la magia oscura es la muerte, pero todos convenimos en que eso sería injusto, ya que tú solo eres una víctima de todo esto. Así que para no ser tan severos contigo, decidimos borrarte la memoria.

— ¿Borrarme la memoria?

— Sí. Si hacemos eso olvidarás todo lo relacionado con la magia oscura. Así no habrá riesgo de que la uses por accidente.

— ¿Todo lo relacionado con la magia oscura? —dijo, un tanto incrédulo—. ¿Eso significa que también me olvidaré de Eclipsa?

— Naturalmente —dijo ella, con total calma.

Marco se paró de golpe al escuchar eso, y Hekapoo notó el frenazo que dio el chico.

— ¡Eh! —se quejó ella.

Marco se había quedado paralizado solo de pensar en lo que acababa de oír. Olvidar a Eclipsa... eso sería lo mismo que si estuviese muerta. No podía ir con ellos, no podía permitir que le hiciesen eso. Tenía que actuar, y tenía que hacerlo ya.

— Marco, vamos, camina.

— Ehhh —miró a su derecha—. Es que quería ir al baño —señaló a la puerta a su derecha.

Hekapoo puso los ojos en blanco.

— Aish, Marco. ¿Acaso crees que nací ayer?

— Lo digo en serio. Seguro que ese proceso de borrado de memoria no es rápido, así que me gustaría ir antes de que tenga que estar con todos ustedes.

— Marco, has entrado en el calabozo de Eclipsa, según tú, solo para despedirte de ella. Lo que significa que le tienes aprecio. Con eso en mente, qué me asegura a mí que no intentarás escaparte si te dejo ir al baño.

— Está bien, tienes un buen punto a tu favor, pero yo tengo otro —abrió la puerta del baño—. La única forma en la que podría escaparme sería por esa ventana —señaló a la única ventana que había en la pared—. Estamos a cinco pisos de altura, así que si salgo por ahí tendré una muerte segura —miró a Hekapoo—. No crees que eso es motivo más que suficiente como para no escapar.

— Bueno, supongo que tienes razón —admitió, pasándose la mano por la barbilla—. Está bien, ve al baño, pero será mejor que hagas todo lo que tengas que hacer. No quiero tener que volver a parar durante el trayecto —dijo, soltando al chico.

— Gracias.

Marco se metió en el baño y luego cerró la puerta tras de sí. Se acercó a los grifos y abrió uno para remojarse un poco la cara. Soltó un pesado suspiro y luego se secó con una toalla que había cerca.

— Comienza el plan —se dijo en voz baja.

Asomó la cabeza por la ventana y buscó su habitación con la mirada. Le vio un tanto a lo lejos, a unas cinco ventanas hacia la derecha, y dos arriba de donde se encontraba. Comprobó que no hubiese nadie mirando, y luego transformó sus brazos en los brazos monstruosos. Salió por la ventana y comenzó a moverse por las paredes usando las ventosas de los brazos, hasta llegar a su habitación. Una vez allí, volvió sus brazos a la normalidad y comenzó a buscar varias cosas. Sus tijeras, su espada, ropa para cambiarse. También tuvo que dejar su teléfono, las llaves de casa, y la ropa que llevaba puesta. Se cambió y tomó todo lo que necesitaba. Estuvo dispuesto a irse, pero se fijó en las fotos que sobresalían de su sudadera. Las tomó y les echó un vistazo: Eclipsa había aprovechado para darle un beso en la mejilla cuando tenía la guardia baja, había sido ayer, pero aún sentía el suave tacto de sus labios en la mejilla.

— Te rescataré —se juró a sí mismo.

Guardó las fotos en unos de sus bolsillos y luego se paró en el marco de la ventana. Juntó su dedo índice y pulgar en la boca y produjo un fuerte silbido. Vio aparecer a su amigo fiel, surcando los cielos, y cuando lo vio acercarse lo suficiente, dio un salto al vacío. Nacho lo atrapó en el aire.

— ¿Qué tal, amigo? —dijo este, acariciando al dragón.

Puso la mirada al frente, tomó las tijeras y se preparó. Necesitaba tiempo para pensar en una forma de sacar a Eclipsa del calabozo, y solo había un lugar en donde podría tener todo el tiempo del mundo para pensar. Abrió un portal al frente y ambos lo cruzaron. Del otro lado aparecieron ambos, en un terreno extenso que ambos conocían. Un lugar enorme y lleno de peligros: la dimensión de Hekapoo.

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Comentarios del escritor:

— Bueno te contaré todo lo ocurrido, Marco. Bien, ahí estaba yo, dormida. Hasta que por fin abrí los ojos y decidí levantarme. Lo primero que hice fue quitarme la ropa, porque me sentía un poco sucia. Comencé por quitarme el vestido, dejando que este se deslizara por mi piel, hasta que cayó sobre la alfombra. Luego me desabroché el sujetador y me lo saqué. Después tomé mis bragas púrpuras...

— Eclipsa —dijo Marco, un poco nervioso—, es absolutamente necesario que cuentes esa parte de la historia.

— Sí, Marco, ahora déjame continuar, por favor. Como decía, ahí estaba yo, desnuda en la habitación. Y me fui al baño, dispuesta a limpiar la suciedad y el sudor de mi cuerpo. Comencé por llenar la bañera y meterme en ella. luego me pasé algo de jabón por todo el cuerpo y comencé a esparcirlo por mis brazos, piernas y muslos. Luego tuve que encargarme de las partes más delicadas... Marco, ¿estás oyendo?

El chico se había puesto de espaldas a la celda de Eclipsa un momento y se había arrodillado.

— Sí, tan solo dame un momento —le dijo a la mujer.

Marco sacó un rosario que tenía en el cuello y comenzó a besarlo.

Marco, mijo, debes controlarte. Debes mantener la compostura. Piensa en México, y despeja la mente. Eso es, inhala, exhala, inhala, exhala.

— Bien, ya estoy listo —dijo, girándose hacia ella una vez más—. Continua.

— Bueno, entonces volví a la habitación y me vestí. Luego fui a tomar la otra ropa que había dejado para ponerla a lavar. Y me fijé en las fotos que nos habíamos tomado anoche. Recordé que te había tomado por sorpresa en la cabina de fotos, y que conseguí hacerte sonrojar dándote un beso en la mejilla —se rio ella.

— Por favor, ve a la parte del juicio —dijo este, rojo como un tomate.

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Marco yendo a la Never Zone de nuevo: Oh shit, here we go again...

Creo que sobra decir que las cosas ya se están poniendo intensas. Pero, por si acaso, solo aclararé que en verdad se pondrán intensas. Espero que todos quieran seguir leyendo para ver a dónde lleva todo esto.

Sí te gustó el capítulo deja un like, o mejor aún, escribe un comentario, el que sea, sin importar que estés leyendo esto después de uno o dos años de su publicación, siempre me alegra leer los comentarios de mis lectores.

Gracias por el apoyo, y nos vemos en la próxima ocasión.

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