Capítulo 18: De vuelta a la dimensión hostil

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

A veces queremos centrarnos en una cosa, pero nuestro entorno nos obliga a desistir en nuestro intento. Es por ello que es de gran importancia saber determinar un lugar y un momento para cada cosa.

— Anónimo

Volvió a notar la sensación de poseer el cuerpo curtido de un hombre adulto. Se había preparado para enfrentarse a lo que fuera, es por eso que llevarse su ropa de aventurero y su espada katana Choppo era algo indiscutible. Pero no se iba a engañar, no estaba allí para revivir sus aventuras en los tiempos en los que había estado atrapado en aquella dimensión, sino que estaba allí para tener todo el tiempo necesario para pensar en la forma de salvar a Eclipsa. Sin embargo, aquella dimensión era traicionera. Ir con las manos desnudas sería un suicidio.

Por el momento, había conseguido entrar. Ahora necesitaba alejarse todo lo posible del lugar en dónde había abierto el portal. Hekapoo ya había demostrado ser capaz de localizar los portales que los usuarios de tijeras abrían, pero no era capaz de detectar las tijeras. Así que, mientras no hiciese uso de ellas, no tendría que preocuparse. Por el momento, su prioridad era alejarse; luego, buscar un lugar tranquilo; y después, pensar en cómo hacer que liberasen a Eclipsa de sus cargos.

Estuvieron volando alrededor de una hora. Varias veces Marco se dio la vuelta para comprobar que nadie lo seguía. En tiempo en Mewni lo había hecho perder ciertas facultades, pero, de todas ellas, la desconfianza era de las que más tiempo se tomaba en desaparecer.

Le indicó a Nachos que bajase entre unos árboles. A partir de allí seguirían a pie.

Era poco probable que estuviese siendo perseguido. Eso sin tener en cuenta el tiempo que tendría para alejarse hasta que Hekapoo abriese un portal para ir por él. Y más aún el tiempo que esta tardase en darse cuenta de que se había escapado, y a dónde.

No. Definitivamente tenía el tiempo de su parte, pero quería estar seguro del todo. Después de todo, sus años allí le enseñaron que solo hacía falta darle la espalda a una criatura que creíste haber derrotado para que esta se te eche encima y te arranque los ojos. Y desde luego no iba a dejar que Hekapoo le arrancase los suyos.

Caminaron hasta llegar a un arroyo. Por la posición del sol debía de ser más de mediodía. En cualquier momento iba a atardecer. Todo parecía estar tranquilo. Un lugar perfecto y un momento en iguales condiciones para comenzar a pensar.

Se acercó al arroyo para tomar algo de agua y mojarse la cara y el cabello. Su compañero hizo lo mismo. El chico lo miró, le dedicó una sonrisa y luego le acarició la cabeza.

— Gracias, chico. Es bueno saber que siempre puedo contar contigo.

El dragón empujó su cabeza contra la mano del tipo para disfrutar del tacto de su piel y luego se quedó recostado en el suelo, disfrutando del sol.

Marco centró su mirada en la tierra que tenía delante y comenzó a repasar todo lo ocurrido.

Tomó un palo que tenía cerca y comenzó a escribir en la tierra. Primero escribió el caso y los cargos. Puso el nombre de Eclipsa y luego los cargos por los que se le acusaban. Practicar la magia oscura e impartir la magia oscura.

Sólo de ver los dos cargos de los que había sido acusada suspiró con pesadez.

— Esto no será fácil —se dijo a sí mismo.

Todo venía debido a aquella ley que prohibía el uso de la magia oscura y su enseñanza. Es verdad que Eclipsa no tenía idea de eso, y el cubo pudo y puede confirmarlo, pero Moon ya había dejado en claro que desconocer la ley no justificaba su incumplimiento. Marco no sabía mucho de abogacía, solo lo que había visto en series o películas y lo que había jugado en algún que otro juego japonés. No era mucho, y tampoco era fiable, pero era lo poco que tenía.

— Debería haber estudiado abogacía cuando estuve en la academia Ledge. Lo peor de todo es que me lo dijeron, pero hice de oídos sordos.

Miró hacia el cielo. Y suspiró.

— Vamos a ver...

Si quería estar en condiciones para poder ayudar a Eclipsa por medio del uso de herramientas legales debería de poder acceder a algún documento en donde se hable de todas las leyes en Mewni. ¿La Constitución mewmana, tal vez? ¿Acaso existía? Y si existía, ¿habría alguna cláusula en donde se abogase a aquellos que desconocieran la ley y no hubiesen provocado daño alguno?

Estuvo reflexionando sobre eso durante un rato considerable. En todo momento escribía y tachaba palabras en la tierra. Pero el problema con el que daba siempre era el mismo. Nada le aseguraba de la existencia de ese tipo de documento, o de libro. Y, en caso de existir, llegar hasta él le sería imposible. Eso sin mencionar cuánto le costaría leerlo todo, comprenderlo, y aplicar todo lo aprendido al caso de Eclipsa, con la esperanza de que funcionase, claro está.

Ya casi era de noche, y todavía no había sacado nada en claro, más allá de darse cuenta de que los medios legales se veían, no sólo difusos, sino que también complicados de conseguir.

Barrió la tierra con la rama, quejándose por no conseguir nada, tiró la vara al arroyo y se dejó caer de espaldas en el césped.

— Maldición, esto no será fácil.

Nachos pareció oírlo, porque este alzó la cabeza y miró a todas partes.

— ¿Qué pasa, chico? ¿Te he despertado? —preguntó el humano, pero Nachos, más que despierto, parecía alarmado.

El dragón-motocicleta comenzó a mirar a todas partes, olfateando el ambiente. Se le veía un tanto exaltado.

La actitud de su amigo no dejó indiferente al muchacho. Este sospechó que algo debía de estarle ocurriendo a Nachos para actual de aquel modo.

— ¿Qué es, Nachos? —preguntó de nuevo.

Marco se puso de pie y se acercó a su compañero para ver si conseguía encontrar aquello que lo inquietaba. Por lo pronto no había nada que le llamase la atención, tan solo la oscuridad entre los árboles del bosque. Quizá la actitud de Nachos se debería a algún animal hostil que estuviera cerca.

Algo se movió en alguno de los árboles de enfrente, y un par de hojas cayeron y se deslizaron en el aire hasta llegar al suelo. No había suficiente iluminación como para ver a aquello que había producido aquella sacudida en las ramas, pero Nachos comenzó a desprender unas pocas llamas dentro de su boca, y estas sobresalieron de entre sus dientes. Cualquiera que sea la criatura en la rama de ese árbol, Nachos la atacaría si se acercaba más de la cuenta.

Marco no estaba seguro de si se produciría un encuentro o no, pero no quiso esperar para averiguarlo. Acercó la mano al uno de los cintos que tenía el asiento de Nachos, donde estaba su espada katana, e hizo ademán de tomarla, pero escuchó un gruñido a su espalda, y el dragón se giró drásticamente. Esto sorprendió a Marco, y giró junto con su compañero. Le dio tiempo suficiente a ver a una criatura del tamaño de un niño con ojos rojos lanzándose por él. Por desgracia para esta criatura, Nachos le lanzó una llamarada mientras estaba en el aire y consiguió derribarla. Esta cayó al suelo envuelta en llamas y comenzó a chillar y retorcerse de un lado hacia otro en un desesperado intento por apagar las llamas, pero el fuego de dragón no era fácil de extinguir. Tras unos segundos de gritos y chillidos agonizante, la cosa dejó de moverse. Mas su cadáver siguió ardiendo.

Ahora que el atacante yacía muerto en el suelo, Marco aprovechó para tomar su espada y desenvainarla. Si algo volvía a atacarle, esta vez podría hacerle frente.

Le hubiese gustado poder ver a qué se enfrentaba, y observar el cadáver en el suelo podría servir de algo, de no ser porque el fuego lo había dejado irreconocible. Le dio una patada que lo envió al agua, apagando las llamas. Tuvo la esperanza de poder ver algo que le ayudase a identificar a la criatura, pero estaba totalmente negra. Pese a ello, aún era capaz de reconocer algo de esta.

Era una criatura de extremidades delgadas, cuerpo escuálido y cabeza grande, en proporción con el cuerpo. Tenía algo en el rostro que era irreconocible, como varias protuberancias similares que apenas sobresalían por la parte de la nariz. No sabía con certeza de qué se trataba, pero al menos sí pudo verle los dientes. El fuego había consumido los labios, dejando expuestos varios dientes puntiagudos y afilados, como los de un gato. Y lo más llamativo era los colmillos exagerados en longitud que poseían.

En su mente, Marco quería hallar el auténtico aspecto de esas criaturas. Las directrices que presentaba le servían algo, pero no conseguía que coincidieran con la criatura correcta.

Otro gruñido provino de atrás, y de entre las ramas saltó otra de esas criaturas, esta vez, hacia Nachos. El dragón no había preparado su fuego, por lo que la interceptó con un coletazo y la envió contra el árbol. Esta chocó y cayó al suelo. No pareció recibir mucho daño, ni siquiera pareció estar aturdida, porque se puso de pie en un segundo y promulgó un grito de amenaza hacia el dragón.

Marco quiso girarse, pero otra de esas cosas se lanzó por él de frente. Ese pequeño momento de distracción hizo que el tipo reaccionara con brusquedad. Por fortuna sus reflejos lo ayudaron a interponer la espada entre él y aquella cosa. Esta puso las manos en el filo de la hoja y apoyó los pies en el pecho del hombre. Fue por unos insignificantes segundos, pero Marco pudo ver bien a la criatura: mismo cuerpo que la anterior, garras afiladas, piel del mismo color que un humano pálido y enfermo, ojos rojos, enormes orejas de murciélago y protuberancias sobresaliéndole desde la cabeza hasta la nariz, rojas como la carne, pero su aspecto recordaba a las hojas de una lechuga. Ahora sabía lo que era.

Marco empujó la espada y alejó de sí a aquella cosa. Clavó su mirada en esta y tomó la katana con ambas manos.

— Wilders —dijo Marco, recordando el nombre de aquellas criaturas.

No solo recordó su nombre, también recordó qué tipo de criaturas eran. Pseudo vampiros que se alimentaban de la carne de animales, sin importar su tamaño. Estos usaban esas protuberancias en la cabeza como si fuesen una especie de nariz. Con ellas identificaban a las presas a cazar antes de siquiera acercarse a ellas, pero lo que realmente eran capaces de oler era la sangre. En el caso de Marco, habrán olido su aroma distintivo en comparación al de los animales del bosque.

De por sí solos eran un peligro, sobre todo si uno llegaba a sorprenderte por la espalda y te clavaba las garras, pero había cosas peores. El problema era que estos nunca atacaban por separado, sino en manada. Con sus años de entrenamiento y su espada katana respaldándoles no le sería muy complicado acabar con alguno que otro, pero si se acumulaban bastantes, entonces tendría un problema. Choppo era capaz de cortar la carne como si nada estando en sus manos, pero la grasa de los cuerpos y los huesos acabarían por mellar la hoja tarde o temprano, y no tenía ninguna piedra de afilar consigo. Eso haría que en cierto momento la espada ya no cortase a nadie y, en el peor de los casos, se rompiese. Si quería evitar que eso ocurriera, tendría que imbuir el arma con magia oscura, como Eclipsa le había enseñado. Pero tenía que hallar un pequeño momento en el que pudiese concentrarse, o de lo contrario no podría hacerlo. Y para poder conseguir ese momento, tendría que eliminar al wilder que tenía delante antes de que vinieran más.

Marco corrió hacia la pequeña criatura, cruzando el agua, la cual le llegaba hasta las rodillas, y se preparó para asestarle un buen corte en diagonal. El wilder dio un salto hacia atrás, se subió al árbol que tenía detrás y se quedó mirando a Marco. Dio un salto hacia él con sus garras delanteras listas para enterrárselas en la carne y los dientes listos para arrancarle la piel de un mordisco. Fue con mucho ímpetu, sin embargo, esta vez Marco lo estaba esperando. Cuando lo tuvo a su alcance, Marco se agachó un poco y se movió hacia la izquierda, luego se lanzó hacia adelante sin despegarse del sitio e hizo un tajo ascendente que cortó al wilder por debajo del hombro, hasta la clavícula. Las dos mitades cayeron al agua y la sangre comenzó a esparcirse por esta y a descender con la corriente.

Marco realizó un rápido movimiento con la espada para quitar la sangre de esta, aunque sabía que se volvería a manchar. De entre los árboles se oyeron más gritos. Vendrían más, de seguro que así lo sería. Pero no importaba, ya contaba con ello. Lo que tenía que hacer ahora, antes de que llegase el resto, era llenarse de magia oscura e imbuir la espada.

Se arriesgó a cerrar los ojos un momento. Sabía que podría ocurrir cualquier cosa mientras no miraba, pero necesitaba meditar, aunque sea por unos instantes para conseguir ir a aquel lugar oscuro lleno de magia oscura. Tendría que permanecer atento por si acaso.

Inspiró profundo y luego suspiró. Ya estaba allí, se encontraba en aquel mar oscuro tan negro como el espacio infinito. Se dejó llenar por sus aguas y luego abrió los ojos. Ya lo tenía, ya estaba lleno de magia oscura. Tanto tiempo practicando por las mañanas antes de ver a Eclipsa y alguna que otra noche antes de irse a dormir le había ayudado a acceder a la magia oscura con mayor sencillez que al principio, y llenarse de ella le tomaba poco más que meros segundos. Pero seguía siendo incapaz de hacerlo con los ojos abiertos, mucho menos si se estaba moviendo. Aunque eso no importaba ahora. Tan solo tenía que concentrarse en pasar esa magia oscura a la espada para hacer que su filo fuese aún mejor, su alcance mayor, y se volviese irrompible. Colocó una mano encima de la hoja mientras la otra sostenía el mango y trató de imbuirla, pero no pudo, porque algo se lanzó hacia él y lo obligó a moverse.

Gruñidos, gruñidos por doquier. Un wilder se mostraba furioso delante de él, había olido la sangre de su compañero. Pero este no era el único allí, ahora había cuatro más: uno un poco más atrás que el otro y el resto escondido en los árboles. Marco no pudo evitar preguntarse cuantos más tendría Nachos de su lado del arroyo si él ya tenía cinco. Le hubiese gustado girarse, pero si lo hacía podría ser atacado.

— Nachos, ¿puedes encargarte de los de ese lado? —preguntó sin dejar de mirar a los suyos.

El dragón-motocicleta no dijo nada, como era de esperarse, solo promulgó un rugido en confirmación.

— De acuerdo, te lo encargo, entonces. Y asegúrate de no morir.

Una vez despejadas sus dudas, se centró en lo que tenía delante. Todos parecían estar alerta, pero no le saltarían así porque sí, después de todo, no eran estúpidos.

Volvió a intentar imbuir el arma con oscuridad, pero otro wilder le saltó para arañarlo. Marco tuvo que alzar el arma para cubrirse, no le daba tiempo de atacar. Evitó el arañazo, pero no pudo contratacar. Tampoco tuvo tiempo a reponerse, pues otro wilder le saltó encima. Rápido, recogió su espada y bloqueó a la bestia. Al muchacho le hubiese gustado que ahí terminase el fustigo, pero no fue así. El resto de wilders se lanzó hacia él también. Uno a uno, lo hostigaban. Eran criaturas astutas. No le daban tiempo al tipo para posicionarse bien y poder responder correctamente a los ataques continuos.

Marco sintió que estaba en un aprieto. Si la situación seguía igual acabaría por cansarse, y alguno de los golpes terminaría dándole. Ya hacía tiempo que no practicaba con la espada, y pese a que su cuerpo en esa dimensión siguiese igual que siempre había perdido costumbre.

Notó algo por detrás y movió el brazo por instinto. Cuando se dio cuenta, le había dado un codazo a un wilder casi sin darse cuenta.

Puede que perdiese costumbre, pero la memoria muscular seguía estando presente. Aun así, no podía confiarse, necesitaba encontrar un momento para imbuir su arma, y tenía que hacerlo ya, pues más de aquellas alimañas venían de camino. Podía escucharlas saltando entre las ramas de los árboles.

Le atravesó el pecho a uno que le vino de frente. Por desgracia, el malnacido seguía con vida, intentó arañarlo y tuvo que cubrirse con un brazo para evitar que este le llegase a la cara. Sintió el arañazo de la criatura. Tensionó los músculos para soportar el dolor, hasta que el wilder dejó de moverse.

Otro le vino de frente, al igual que el anterior. Tuvo que empujar el que aún tenía clavado en la espada para golpear al otro con este y alejarlo de sí.

Dio un salto hacia atrás para marcar distancias. Estaba cerca del borde del arroyo, apenas si había cortado a dos de aquellas criaturas, solo había estado a la defensiva hasta ahora, pero tenía que hacer algo.

Un poco de agua le salpicó en la pantorrilla. Estaba fría. Eso le dio una idea al tipo.

Otro wilder tomó la iniciativa y saltó hacia él. Marco dio un pequeño salto hacia atrás y cayó al agua. Varios wilders lo miraron sorprendidos, pero decidieron seguirlo. Siete de esas criaturas se tiraron al agua, y desde debajo, Marco las vio hundirse un poco. Rápido, se puso de pie y comenzó a correr hacia la cascada que había más adelante. Debía de estar a unos doscientos metros, por lo menos. Pero tenía buenas posibilidades de conseguirlo. Mientras que el agua a él le llegaba un poco más allá de las rodillas, a los wilders les cubría poco más allá de la cintura. Esto provocaba que los desgraciados fuesen más lentos que él, eso le ayudaría a dejarlos atrás y ganar más tiempo para imbuir su arma.

Pese a que su plan fuese bueno, había más wilders a su alrededor, los cuales corrieron por el borde del arroyo y se lanzaron por el tipo. Este no podía detenerse, así que los interceptaba con un golpe y los arrojaba hacia atrás, obligándolos a perseguirlos por el agua. Había otros que se le acercaban, podía oírlos desde el bosque. Esos chillidos, el brillo carmesí de sus ojos, tenía que darse prisa.

Los asaltos hacia él comenzaron a ser más violentos. Tuvo que cortar a más de uno, pero él también había recibido daños. Su pecho y brazos estaban llenos de arañazos. La piel comenzaba a arderle en los cortes, pero ya se encontraba frente a la cascada. No era demasiado alta, unos siete metros, como mucho, pero era más que suficiente para evitar a los wilders. Dio un rápido vistazo hacia atrás. Tenía a las alimañas a unos diez metros de distancia de él. Tenía que darse prisa y subir. Tomó la espada por el mango usando la boca, y con sus manos comenzó a aferrarse a las rocas que había debajo de la cascada y comenzó a subir. Se le hacía difícil, las rocas estaban mojadas y resbaladizas, y los wilders estaban a punto de llegar, tenía que subir cuanto antes. Frunció el ceño y convirtió sus brazos en los brazos monstruosos. Las ventosas de sus manos lo ayudaron a mantenerse adherido a la pared. El agua que le caía no conseguía detenerlo, pero sí a los wilders.

Consiguió situarse tres metros por encima del suelo, la cascada le golpeaba en la cabeza y el agua le enfriaba el cuerpo. Era el momento indicado. Mantuvo aferrado a la roca con su brazo izquierdo, y con el otro tomó la espada. Cerró los ojos y dejó que la magia oscura corriera por su mano, traspasara la carne y se hiciese una con el metal. Cuando abrió los ojos un aura purpura rodeaba la hoja de la espada, como si fuese alguna clase de revestimiento.

Ya estaba listo.

Apoyó los pies contra la pared, soltó la roca a la cual se sostenía, y se impulsó con fuerza. Desde abajo, los wilders lo vieron pasar por encima de ellos. Estos corrieron hacia él sin pensárselo, aprovechando el flujo de la corriente. Marco cruzó sus brazos de cefalópodo y cuando vio que los enemigos estuvieron a su alcance, realizó un corte en el aire, estirando el brazo con el que sujetaba la espada, y cortó parte de uno de los lados que delimitaba el arroyo, cinco wilders, y parte del otro lado del arroyo. Luego cayó al agua, delante de sus oponentes. Estos se habían quedado atónitos ante la demostración de poder y brutalidad que el tipo había demostrado.

Marco miró un momento el desastre que había hecho. Había cinco cuerpos de wilders cortados de forma limpia, y la marca del corte había quedado representada en la tierra. En una situación normal, la espada podría haber perdido fuerza, o incluso atascarse en el momento de chocar contra la tierra, pero el tipo apenas si había notado el impacto de esta contra su hoja. Se miró los brazos, sorprendido. No se había fijado hasta ahora, pero estos eran más grandes y musculosos a su versión de adolescente. Hizo algo de tensión en su musculo, y notó que este era grueso y firme. También miró el brillo resplandeciente de su espada. Nunca había intentado combinar el imbuido con la fuerza de sus nuevos brazos monstruosos, y mucho menos había pensado en hacerlo con su cuerpo de adulto. Sin dudas, la combinación era excepcional.

Volvió la mirada hacia el frente, y se fijó en los wilders que aún quedaban con vida. A estos se le sumaron más, y lo rodearon. Marco sonrió. Sería una batalla cruenta, aun no recuperaba la pericia que había dejado oxidar por culpa de la falta de práctica, pero podía suplir esa falta con puro poder.

— ¿Quién sigue? —dijo, en tono soberbio.

La pelea se extendió por horas. Los wilders eran persistentes, pero en cierto punto se detuvieron, pues ya habían perdido a suficientes compañeros. Aún era de noche, pero no debía de faltar demasiado para que amaneciese. El humano volvió junto a su compañero, el cual estaba recostado en el suelo, devorando el cadáver de una de aquellas criaturas bajo la copa de un árbol. Marco se sentó junto a él y apoyó la espalda en el árbol. Traía consigo a dos wilders aún con vida, pero les había cortado los brazos a ambos. Tomó a cada uno de la cabeza y comenzó a utilizar drenar vida, para recuperar energías y sanar las heridas en su cuerpo. Tardaría un par de horas en recuperarse del todo, eso si los wilders no morían antes. Por lo que había dicho Eclipsa, para matar a alguien con ese hechizo necesitarías de varias horas utilizándolo, pero la pérdida de sangre en ambas criaturas tal vez hiciese que el tiempo necesario para matarlas fuese menor. Bueno, pasase lo que pasase, él tendría que drenarle las energías mientras podía.

La sensación de nuevas energías entrando en su cuerpo era agradable, a la vez que revitalizadora. No era algo instantáneo, pero sin duda ya sentía que se estaba recuperando.

Aprovechó para reflexionar sobre lo ocurrido. Sí, la dimensión de Hekapoo le había dado la bienvenida como era de esperarse. Violenta y hostil. Y sería así durante toda su estancia. Tendría que encargarse de afinar sus sentidos otra vez para evitar que lo matasen a él o a Nachos. También tendría que buscar comida y agua para sobrevivir. Y tal vez mejorar sus hechizos para que le fuera más fácil eliminar a las criaturas que lo atacasen. Con todo eso no tendría mucho tiempo para pensar en cómo salvar a Eclipsa.

Oyó el rugido de una criatura no muy lejos de allí, lo cual hizo que se alarmase. Pero también hizo que se diera cuenta de una cosa: tal vez no tuviese mucho tiempo para pensar en lo de Eclipsa, pero sí que tenía mucho tiempo para estar en esa dimensión hasta dar con la solución. Hasta entonces, priorizaría el mantenerse con vida, y aprovecharía los pequeños momentos libres para recuperar fuerzas, comer, y pensar en algo para cuando volviese a Mewni.

—-—-—-—-—-—-—-—-—

Comentarios del escritor:

— Ahg. Maldita sea, no sé cómo liberar a Eclipsa —gritó el tipo, dándole una patada a la tierra, borrando todo lo que había escrito en esta—. No veo forma posible de liberar a Eclipsa. El principal problema es el hecho de que en un estado de monarquía será complicado apelar a los derechos humanos —se dijo a sí mismo, y repasó aquella palabra un momento—. Monarquía. Mo... Mon... ¡Eso es! —gritó, levantándose de la roca y alarmando a Nachos.

Ambos volvieron a Mewni y el muchacho se presentó ante la Alta Comisión Mágica, estos lo llevaron al tribunal, y también invitaron a Star para que presenciase lo que sucedería.

— Vengo a mostrarles mi punto para que liberen a Eclipsa.

— Bien, muéstranos cual es tu punto, Marco Díaz —dijo Moon.

— Mi punto es este —dijo, enseñando una tarjeta.

Todos los presentes entornaron la mirada.

— ¿Qué es eso? —preguntó Hekapoo.

— Oh, no puede ser —dijo Star, llevándose las manos a la cara.

— ¿Qué ocurre, Star? ¿Qué es esa tarjeta?

— Es la tarjeta de "quedas libre de la cárcel" del juego de mesa monopolio. Quien la juegue puede salir de la cárcel.

— Así es. Tenía el juego guardado en el garaje de casa, así que decidí sacarlo y utilizar la tarjeta para liberar a Eclipsa —dijo el muchacho, lleno de confianza.

Los participantes del juicio se miraron los unos a los otros y luego miraron a Marco, quien seguía sosteniendo la carta en alto, sonriendo.

Hekapoo cerró la celda y se fue del calabozo limpiándose las manos. Ahora Marco estaba encerrado junto a Eclipsa.

— ¿Cómo llegaste aquí? —preguntó la mujer.

— Yo solo quise utilizar el único método legal que conocí de joven.

— Bueno, supongo que seremos ejecutados los dos, mañana.

Pero Eclipsa no podía estar más equivocada. La ejecución nunca llegó a producirse, pues los miembros de la Alta Comisión comenzaron a jugar al monopolio y no pararon hasta que un meteorito los mató a todos.

—-—-—-—-—-—-—-—-—

Nuevo arco. Con esta parte siento que vuelvo a mis viejas raices, cuando solo me encargaba de manejar a Marco solo en la dimensión de Hekapoo. Ah, viejos tiempos. Extraño a Nerph... en cualquier caso. La historia está tomando un nuevo rumbo. ¿A dónde irá a parar Marco con todo esto? Pues, ya saben, solo hay una forma de saberlo.

Sí te gustó el capítulo deja un like, o mejor aún, escribe un comentario, el que sea, sin importar que estés leyendo esto después de uno o dos años de su publicación, siempre me alegra leer los comentarios de mis lectores.

Gracias por el apoyo, y nos vemos en la próxima ocasión.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro