Capítulo 6: Aprendiendo magia

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El conocimiento no es bueno ni malo, solo es información. Lo que hagamos con ella depende de nosotros.

— Anónimo

Todo parecía tan tranquilo. El sol brillaba con intensidad aquel día, pero no llegaba a molestar, más bien, era agradable, como la suave brisa que entraba por la ventana, la cual acariciaba su rostro aportando una agradable frescura natural a su piel. Por el castillo no había ruido alguno, más que el de algunas puertas chirriando al abrirse o cerrarse, o del eco de los pasos de aquellos que deambulaban por pasillos. Y juró que también podía oír a algún pajarillo cantar cerca de su ventana.

Pese a toda la tranquilidad que se podía respirar esa mañana, Marco se sentía inquieto, pues desde ayer había tenido en su mente la idea de que aquel día aprendería a usar magia. Y parecía que nada más le importase, ni las ojeras que tenía por acostarse tarde, ni su cabello desalineado, ni el hecho de que llevase la camiseta al revés. Él solo se había levantado tan rápido como pudo para ir a desayunar y luego ir a la torre de Eclipsa.

Esa mañana se sintió tan emocionado que, incluso, bajó deslizándose por las escaleras. Buscó la puerta hacia el jardín y la abrió con energía. Corrió directo hacia las enredaderas de la torre y subió hasta la ventana en un parpadeo.

— ¿Se puede? —preguntó, quizás, un poco más fuerte de lo que le habría gustado.

— Marco, baja la voz —dijo esta al oír el fuerte hablar del chico—. Sí, puedes pasar.

El muchacho entró con confianza a la habitación de la mujer. Al hacerlo, ella se fijó en el rostro de este. Se le notaban ojeras, ¿y eso que veía en la parte de delante de su camiseta era una etiqueta sobresaliendo del cuello? Frunció un poco el ceño, preocupada por él.

— Marco —dijo con voz suave—, ¿has dormido bien esta noche?

— Creo. ¿Por qué lo preguntas?

— Es que te veo un poco, hmmm... —meditó lo que iba a decir antes de hacerlo— desaliñado

— Ah, no es nada —aseguró moviendo la mano para restarle importancia—. Podemos comenzar cuando quieras.

La verdad es que el aspecto que mostraba el muchacho no le hacía mucha gracia a Eclipsa, y por eso no estaba segura de cómo tomarse aquello. Sin embargo, la emoción plasmada en el rostro del muchacho hizo replantearse a la mujer lo que iba a hacer. Y al final decidió que comenzarían.

— De acuerdo, podemos comenzar entonces —Eclipsa se acomodó lo mejor que pudo y tomó asiento en el suelo, cruzando las piernas. Marco hizo lo mismo—. Bien lo primero que necesitas es saber cómo funciona la magia oscura, y es lo más importante, porque tu seguridad depende de ello. ¿Entendiste, Marco?

Al oír la palabra "seguridad", Marco decidió relajarse un poco y escuchar con atención aquello que Eclipsa tenía que decir. Así lo percibió la mujer, y decidió proseguir con la explicación.

— Bien. La magia oscura es, a efectos prácticos, la más poderosa de todas las magias que conozco —comenzó a explicar despacio, asegurándose de dejarle al chico el tiempo suficiente para comprender todo aquello que la mujer decía—. Y esto es por varias razones —hizo una pausa para ordenar lo que iba a decir—. Una de ellas, es porque la magia oscura es ilimitada.

— ¿Ilimitada? —repitió denotando la incredulidad en su voz y frunciendo el ceño—. ¿Cómo es eso posible? ¿No se supone que cada uno tiene su propia cantidad de magia o algo así? —se sintió raro por un momento—. Espera, ¿tengo la camisa puesta al revés?

La mujer ignoró el último comentario del chico y procedió a responder la primera pregunta.

— Sí... es un poco confuso, pero intentaré explicártelo de forma clara —dijo mientras miraba su habitación, y cuando vio un frasco se le iluminó la mirada—. Imagina a las personas capaces de usar magia como si fuesen frascos, o recipientes, cualquiera de los dos. Y luego imagina la magia como si fuese el agua que llena los recipientes —Marco asintió mientras escuchaba—. Bien, pues a medida que alguien capaz de usar su magia la va utilizando, este recipiente se va vaciando poco a poco, en función de la cantidad de agua que se utilice para el hechizo. Luego, el recipiente vuelve a llenarse cuando el usuario recupera energías, como cuando comes o duermes.

— Entiendo.

— En el caso de la magia oscura, no hay recipiente.

— ¿No hay? —dijo, sorprendido.

— No. Imagina la magia oscura como un enorme océano interminable. Un océano del cual los usuarios de magia oscura pueden sacar agua siempre que quieran.

— Ya veo —decía mientras creaba una imagen mental interpretativa de todo lo que Eclipsa le decía—. ¿Pero, no es eso un poco injusto?

— Puede parecerlo, pero no lo es. Y eso es porque la magia oscura está repleta de Caos —ya sabía ella que el muchacho no comprendería esa palabra clave al pronunciarla, la expresión de desconcierto que este puso solo le confirmó lo que ya sospechaba—. El Caos es una fuerza sin control arraigada a la magia oscura, es parte de ella, está en su esencia.

— ¿Y qué es este Caos? ¿O qué es lo que hace?

— El Caos hace que el manejo de la magia oscura sea inestable, pero también hace que sea la magia más poderosa. Un uso incorrecto de ella, o su uso excesivo, puede traer grandes consecuencias para el usuario. Como un estallido debido a su mal manejo —se quitó el guante mostrando una de sus manos cubierta de aquella especie de pintura purpura que le llegaba hasta los codos—, la corrupción de tus extremidades y, quizás, en el peor de los casos, ser consumido por el Caos y convertirte en un recipiente inestable que solo se dedica a crear destrucción, hasta que tu cuerpo no puede soportarlo más, y muere —dijo de forma seria, lo cual no era algo usual en ella—. Es por eso que nadie desea emplearla, incluso se considera un tipo de magia prohibida, por lo que he podido enterarme.

Marco tragó saliva al oír eso, mas este no perdió su porte serio.

— Y en tu caso, ¿qué es lo que te hace esa corrupción en tus manos? —señaló a la mano desnuda de la mujer.

— No lo sé con seguridad —se miró la palma—. No duele, ni molesta. Tampoco es contagioso, o se expande. Solo permanece ahí, como un recuerdo de que el descontrol o de lo que el mal uso de la magia oscura hace —volvió a colocarse el guante—. Por suerte solo es eso, un recordatorio. Confío en que con esto vayas con cuidado cuando aprendas el uso de estas artes.

— No dudes de ello. ¿Pero acaso no hay alguna forma de utilizar la magia oscura sin que se produzca ninguna de las consecuencias que acabas de mencionar?

— A eso iba —carraspeó un poco su voz, colocando su puño delante de su boca, y luego prosiguió—. Como te he dicho, en el caso de la magia oscura, los usuarios no son los recipientes, solo los empleadores. Sin embargo, sí que es necesario que los usuarios utilicen algo para poder emplear la magia oscura sin correr riesgos: el Orden —pronunció, haciendo que esa palabra resonara en la mente de Marco—. El Orden es la calma, la concentración y la tranquilidad. El Orden es lo que contrarresta el Caos de la magia oscura y permite emplearla de forma segura. Pero, al igual que el agua de los recipientes en el caso de la magia común, el Orden tiene un límite, y cuanta más magia oscura utilizas, más cerca estarás de él, porque te desgasta y debilita tu concentración.

— Entonces solo debes detenerte antes de que él Orden se termine, ¿no?

— No es tan sencillo —dijo ella, negando con la cabeza—. El Orden ayuda al usuario a mantener la mente fría y concentrada para poder suprimir el Caos sin perder sus atributos. Pero es normal no darse cuenta donde acaba el límite y comienza el uso sin control de la magia oscura. Y eso es porque cuanto más utilices la magia oscura y menos Orden te vaya quedando, más fácilmente te dejarás llevar por tus emociones, y una de ellas puede llevarte a sucumbir al Caos por el poder que promete.

— ¿Y no es posible retomar la calma y la concentración?

— Sí, pero una vez perdidas es difícil recuperarlas. Es como si subieras una roca pesada a una colina, y justo antes de llegar se te cayera. Puedes volver a recogerla para llevarla de nuevo a la cima y que no se te caiga, pero ya estarás cansado por el esfuerzo de antes.

— Comprendo. No es fácil ser un usuario de la magia oscura.

— No, no lo es. Pero resulta bastante satisfactorio poder hacer uso de ella —sonrió esta—. Pero eso es lo más importante de todo, que sepas las consecuencias que puede traer esta magia si no aprendes a usarla bien. Es por eso por lo que necesitaré que en tu primera lección estés sereno y concentrado.

— Sí, lo entiendo —dijo, recordando un poco su emoción e impaciencia al principio del día. Ahora ya se sentía más calmado, y sin duda le convenía estarlo si quería aprender a utilizar la magia oscura—. Eclipsa, ¿crees que podríamos ir a otro sitio? uno más tranquilo.

— Claro. Y si es para poder concentrarte mejor, conozco el sitio perfecto —asomó la cabeza por la ventana y sonrió—. Sígueme.

El muchacho siguió a la mujer, la cual pareció saltar por la ventana. De inmediato, Marco corrió para ver si se había caído o algo, pero esta estaba sujeta a una larga enredadera que llegaba hasta el suelo. Se deslizó por esta y llegó hasta abajo. Desde allí saludó a Marco para que la siguiera, y este sonrió. Imitó la acción de la mujer y en un momento se encontró junto a ella.

Siguieron su camino hasta llegar al agujero que había en los rosales, aquel que habían tomado una vez para buscar su propia aventura, y terminaron en la guarida del que alguna vez fue el ejército de ratas de Ludo.

De nuevo volvieron a esa especie de jardín oculto junto al propio jardín del castillo. Ese sitio tan tranquilo y hermoso que a Eclipsa tanto le gustaba. Solo el sonido de la naturaleza y de los animales podía percibirse estando allí. Uno podría entrar en armonía con ellos solo con concentrarse un poco. Lo cual hizo entender a Marco por qué ir allí.

Eclipsa pareció encontrar un sitio que le llamó la atención, por lo que se puso cómoda y se sentó allí, cruzando sus piernas. Se fijó en que Marco la estaba observando, y esta se inclinó un poco hacia adelante y le dio un par de palmadas al sitio frente a ella, una pequeña invitación al chico humano para sentarse. Este aceptó y se colocó frente a frente con la mujer.

— Bien, la primera lección consistirá en conseguir que puedas conectar con la magia oscura. O, dicho de otra forma, poder acceder a ese enorme océano de magia oscura del que te hablé —explicó esta con voz serena—. Para poder hacer eso, lo primero que necesitamos es que seas capaz de calmar el cuerpo, la mente y el espíritu para que solo quede la calma y la tranquilidad... el Orden. Una vez que lo consigas, podremos intentar que conectes con la magia oscura.

— Parece lógico. ¿Cuál es el proceso a seguir para calmar el cuerpo, la mente y el espíritu?

— Bueno cerrar los ojos, despejar tu mente de todo pensamiento, y solo centrarte en tu respiración.

— Ya veo, ya veo... —se quedó pensando un momento en el proceso mencionado, y cayó en la cuenta de que ya lo conocía—. Espera, eso es meditar.

— Sí. ¿Lo has hecho alguna vez?

— ¿Que si lo he hecho? —dijo, y automáticamente le vinieron a la mente recuerdos de sus entrenamientos de meditación en aquel monasterio en el cual pasó cinco años durante su estancia en la dimensión de Hekapoo. Los rostros de sus maestros y compañeros fueron momentos irremplazables que le ayudaron a crecer y madurar—. He meditado cientos y cientos de veces. Cuando estuve en la dimensión de Hekapoo aprendí a hacerlo y lo perfeccioné hasta dominarlo debidamente.

— Eso es genial. Entonces, comencemos cuanto antes —Eclipsa cerró sus ojos mientras mantenía su siempre radiante sonrisa en su rostro y apoyaba los codos encima de sus piernas para entrelazar sus manos. Así comenzó a meditar la antigua reina oscura.

Marco hizo lo propio, imitando hasta cierto punto la pose de Eclipsa. Recordó los consejos de meditación que le había dado una de sus maestras, Mika. Ella le había enseñado las bases de la meditación y las propiedades que esta tenía. En aquellos días la mente del joven no era más que una maraña de pensamientos banales. Hoy no podía decir lo mismo, pero tampoco algo muy diferente a ello, pues seguía siendo un poco infantil en ciertos aspectos.

Respiró hondo e intentó no dejarse llevar por la sensación familiar que experimentaba al volver a realizar aquellas prácticas de concentración. Comenzó a relajar su cuerpo y a notar aún más los sonidos de la naturaleza: el viento meciendo las hojas de los árboles, de los arbustos y del césped, los pájaros silbando y los roedores moviéndose de un lado a otro. La calma comenzaba a llenar su ser y a dejarlo en un estado de paz y tranquilidad al cual no había entrado hace tiempo. Había olvidado lo agradable que era meditar, y lo mucho que podía ayudarle a uno a aclarar la mente y despejarla de aquello que no le ayudaba a uno a continuar su camino.

Intentó alejar los pensamientos de su cabeza y centrarse en su respiración. A cada inspiración y exhalación notaba como su cuerpo se relajaba un poco más, hasta que se sintió flotar. Ahora su respiración se había vuelto más tenue, más ligera, casi imperceptible. Sus latidos también se habían vuelto más pausados, lo sabía porque era capaz de escucharlos.

Sumergido en su mente y en la calma, sintió que alguien tocó ligeramente su hombro con lo que creyó que sería la punta de dos dedos, y abrió los ojos muy lentamente, sin llegar a abrirlos del todo, hasta ver a Eclipsa frente a él.

— ¿Cómo te sientes, Marco?

La relajación en su cuerpo aún permanecía, dejándolo en un estado de somnolencia, pero su mente, a pesar de estar un tanto dispersa, le dejaba comprender lo que había a su alrededor.

— Relajado —respondió de forma suave y en un tono bastante bajo.

— Bien. En ese caso, creo que podemos seguir con el siguiente paso. Quiero que vuelvas a cerrar los ojos y que sigas mis indicaciones.

Como respuesta, el muchacho solo cerró sus ojos y acató la indicación de la mujer.

— Quiero que intentes volver a despejar la mente y centrarte en tu respiración, pero intenta escuchar mi voz sin romper esa concentración. ¿Entendido?

El muchacho asintió muy ligeramente y de forma lenta. Este ya había entrado de nuevo en su estado meditativo. Eclipsa le dejó un tiempo al chico para que pudiese sumergirse aún más en la meditación. Transcurrido un tiempo prudencial, Eclipsa comenzó a hablar.

— Marco, escucha mi voz. Sé que puedes oírme —empezó, en voz baja y de forma relajada—. Necesito que focalices tu mente en el día en el que leíste mi capítulo. Quiero que intentes rememorar ese momento y retomar la conexión que sentiste aquel día con esa parte de ti que conoce la magia oscura.

Marco centró su mente en aquel recuerdo, podía ver a Star saltando de alegría junto a él mientras los dos estallaban de la emoción por ver qué había en el capítulo prohibido. Ella finalmente se había decidido a abrir el capítulo y entonces...

Marco arrugó un poco la cara, pues no conseguía visualizar con claridad lo ocurrido después, todo resultaba tan difuso y extraño, como si alguna especie de sombra cubriese su recuerdo.

— Sí, Marco, sé que es difícil para alguien que no está familiarizado con la magia, pero tú posees la capacidad para evocar las artes oscuras. Concéntrate, Marco, concéntrate en tu recuerdo —la voz de Eclipsa se oía como un eco en la oscuridad, pese a ello, seguía siendo una voz reconfortante.

Otra vez, Marco intentó centrar su mente en aquel recuerdo. Se focalizó en ese momento en el que Star abría el libro. Lo reproducía una y otra vez, justo cuando todo se perdía. Y poco a poco, una sensación comenzaba a hacerse cada vez más palpable. Esa oscuridad, esa negrura que aparecía cuando todo el recuerdo parecía dar un salto en el tiempo en el que todo se volvía difuso y solo recordaba despertar. Quiso intentar ver a través de esa negrura, pero, entonces se le ocurrió una cosa, algo que no había pensado y que se le había estado escapando todo este tiempo. Quizá no era necesario ver a través de la negrura que cubría sus recuerdos, sino mirar a esta. Pues, más pronto que tarde, Marco se dio cuenta de que esa oscuridad que opacaba sus recuerdos no era un lapsus mental o algún salto de memoria, sino que recordaba esa oscuridad, eso era lo que había ocurrido tras abrir el libro.

Eclipsa, que estaba comprobando el estado del muchacho a medida que este se daba a la tarea de sentir la oscuridad, percibió un cambio en este. Estaba cerca de conseguir una conexión con la oscuridad y, por ende, con el Caos.

— Marco —volvió a escuchar el chico en su estado de trance—, cuando te encuentres con la oscuridad, no dejes que esta te consuma. No hay prisa alguna por familiarizarte con ella, solo necesitas aprender a poder sentirla.

Marco miró a su alrededor en su mente, y no vio más que negrura y oscuridad. Por ver, no podía ni ver la palma de su propia mano, pero podía sentirla. Ya no se encontraba en un recuerdo, si no que ahora se encontraba dentro de la oscuridad. Sumergido en un mar de oscuridad. La sensación era similar a la de estar bajo el agua, pero sin la falta de oxígeno y sin la presión que esta genera. Sin embargo, pese a que se encontraba en el medio de la oscuridad, esta no reaccionaba a él.

— Tienes que dejar a la oscuridad entrar en tu cuerpo. Para ello es necesario que tu mente la deje acceder. Esta debe familiarizarse contigo para que sepa que eres un recipiente por el cual puede fluir, pero ten cuidado, y no te dejes arrastrar por ella.

Sí, pese a que la oscuridad no lo reconocía, notaba como esta se movía y fluctuaba entre sus dedos, acariciaba su piel y lo rodeaba, como un montón de peces curiosos indagando algún objeto con la intención de saber qué es. Entonces, el muchacho se concentró para permitirle a la magia acceder. De pronto, notó como si aquellos "peces" atravesasen su piel cual frio invernal que traspasa la carne y se mete hasta los huesos. Pero la sensación no era de frio, si no una sensación agradable y un poco cálida. Sentía el flujo de la oscuridad a través de sus brazos, como si fuese la sangre que corre por sus venas, pero calmada, como las aguas del mar cuando no sopla el viento. Y por un momento, se dejó llevar por esa sensación, permitiéndole a esta ir más y más profundo en su ser, pero cometió un error al dejarse llevar, porque esa corriente suave y calmada se convirtió en un mar embravecido. Sentía como ahora la oscuridad invadía su cuerpo de forma brusca y violenta. Antes, ese mar solo abarcaba sus brazos, ahora se revolvía en todo su cuerpo, desde la punta de los pies hasta la cabeza.

Por si solo eso no fuera poco, el espacio que ocupaba comenzó a arrastrarlo, como una gran corriente submarina. Lo llevaba por todas partes, lo levantaba, tiraba y sacudía. Todo eso mientras en el propio interior de su cuerpo se producía un efecto similar. Una sensación de sorpresa, incerteza y miedo, pero, también, algo más, una sensación de poder, de fuerza, de superioridad... quería dejarse llevar por ella, quería sentir ese poder de forma más profunda, quería...

— Marco... Marco... —escuchaba resonar en las corrientes acaudaladas de la oscuridad—, Marco, tienes que liberarte de la conexión. El Caos te está absorbiendo, retoma el Orden para calmarlo todo antes de que sea tarde —gritaba con preocupación.

Pese a estar sometido al descontrol, el chico intentó pronunciar el nombre de la mujer, pero su voz no se oía. Sus labios se movían, queriendo hablar de ella, pero no producían sonido alguno, o, simplemente, este no era capaz de escuchar su propia voz.

Marco luchaba contra la corriente, se revolvía queriendo despegarse del Caos. Quiso recuperar la calma, la tranquilidad, y convertir esa corriente embravecida en un flujo apaciguado y suave, pero el Caos era demasiado. No se veía capaz a sí mismo de lograrlo, no se creía...

— Marco... —dijo una voz, pero no la de Eclipsa, sino otra—. Marco... —era una voz familiar, la voz de alguien anciano y sabio, alguien que alguna vez había sido su maestro en el templo de los monjes; Wûseng—. Marco, la concentración es un arma muy poderosa, pero, para usarla, debes calmar el mar embravecido que hay en tu corazón, solo así podrás sentir todos y cada uno de tus movimientos y hacerte uno con tu cuerpo.

Una revelación, una aparición de la voz de su maestro cuando el joven más lo necesitaba. Eso lo hizo entrar en razón, dejar su cuerpo suelto y sentir la corriente moviéndolo. Sus movimientos y los de las aguas oscuras comenzaban a ser los mismos, hasta casi podía ir a la par con estas, fluía con ellas y, para cuando se quiso dar cuenta, estas se habían calmado. En ese momento el muchacho abrió los ojos y perdió el equilibrio, cayéndose al suelo. Veía las copas de los árboles cubriéndole de la luz del sol. Y justo después, Eclipsa.

— Marco, ¿te encuentras bien? —preguntó, apresurada y con notable preocupación. Los brazos le temblaban ligeramente, y su respiración se había acelerado.

— Yo, creo que sí... —cayó del golpe al notar algo. Su cuerpo no le dolía, y no se sentía cansado físicamente, pero podía sentir un desagradable hormigueo recorriéndole todo el cuerpo, como cuando una pierna se le quedaba dormida y al pisar tenía la sensación de que un millar de hormigas caminaban por debajo de su piel—. ¡Ah!, siento un hormigueo horrible en todo el cuerpo.

Al oír eso, Eclipsa se mostró más tranquila, incluso se permitió sonreír un poco.

— Oh, menos mal —suspiró con alivio—. No te preocupes por ello, es normal después de tu primera experiencia. Aunque debo decir que estoy sorprendida.

— Ah, ¿sí? —decía el muchacho mientras arrugaba la cara de disgusto por la sensación que tenía y se pasaba las manos de un lado a otro intentando quitarse ese hormigueo de encima.

— Sí, es muy difícil concentrarse tanto como para hallar la oscuridad, y aún más para sentirla, y todavía más para liberarse de ella si te atrapa.

— Sí, ¿qué puedo decir?, he meditado mucho —decía mientras se seguía retorciendo.

Eclipsa sonrió y se sentó de lado junto a Marco en el césped.

— Me alegra que estés bien. Espero que esta no haya sido una situación traumática para ti

— No te preocupes, he pasado por cosas peores. Afortunadamente eso solo depende de mí y de mi concentración.

— Bueno, no estás solo realmente, yo estoy aquí para ayudarte en todo lo que me sea posible —dijo esta, colocándole una mano en el hombro a Marco. A lo cual este se detuvo un momento y le sonrió a la mujer, pero, súbitamente volvió a pasarse las manos por todo el cuerpo, junto con una expresión de desagrado—. Ja, ja. Creo que ya continuaremos con las lecciones otro día. Vamos por algo de beber.

— Sí —se retorcía—, adelántate, ahora te alcanzo.

Eclipsa soltó una risita sutil y se llevó una mano a los labios. El humano se había convertido en su primer alumno, pero algo le decía que quizá Marco tuviese un buen potencial para dominar la magia oscura.

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Comentarios del escritor:

Allí se encontraba él, frente a frente contra uno de los peores enemigos que el reino de Mewni hubiese tenido jamás en toda la historia de la creación: Toffee.

— Hasta aquí has llegado, Toffee —dijo Marco, con su increíble y genial capa que para nada era una servilleta real y que además ondeaba al viendo, y eso que no había viento.

— Ah, ¿sí? ¿Y qué es lo que un simple humano como tú puede hacerme? —dijo con aire de superioridad—. Soy inmortal, ¿recuerdas?

— Sí, lo recuerdo. Pero resulta que no soy un simple humano —al pronunciar esas palabras los ojos de Marco refulgieron con un aura purpura y sus manos también.

— ¿Qué? —se sorprendió el lagarto, dando un paso hacia atrás como medida de cautela— ¿Puedes hacer magia?

El muchacho miró a su enemigo de forma seria mientras en sus manos se concentraba una gran cantidad de energía.

— Esto te pasa por subestimarme.

Marco juntó las manos y de estas salió un rayo oscuro que cubrió por completo a Toffee y lo redujo a menos que nada.

— Se acabó —se dijo a sí mismo.

— Marco, lo conseguiste —dijo Star, quien apareció de repente y abrazó a su amigo.

— ¿Star?

— Eres el héroe del reino... y también mi héroe —le dijo, dándole un beso en la mejilla, lo cual hizo que este se sonrojara.

— Yo...

— Marco, has estado realmente genial ahí —dijo Janna, quien también apareció de repente—. Solo por eso te devolveré tu billetera, y las llaves de tu casa, y las de tu auto.

— ¿Janna? ¿Qué hacías con las llaves de mi casa...? Espera, ¿tengo auto?

— Marco, viejo, eres el mejor —dijo Tom viniendo de la derecha, y a quién no parecía importarle que Star estuviese pegada a Marco—. Eres el mejor guerrero que he visto. Además, no me había fijado en los bonitos ojos que tienes.

— Bien... esto ya se puso raro.

Lo siguiente que apareció fue Glossaryck subido a un auto que tenía la forma de este.

— ¿Quién quiere ir a Disneyland? —dijo el tipo azul. Y todos corrieron hacia él y se subieron en el auto.

En ese momento, Marco supo que sería el mejor día de su vida... de no ser porque en realidad todo era un sueño y él estaba durmiendo profundamente en posición fetal en su cama.

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¿Les gusta la magia, niños? Pues hagamos magia... la verdadera magia sería que esta historia llegue al corazón de mis lectores, y les voy a ser sinceros, me interesa/gusta hacer magia (guiño, guiño, codo, codo).

Sí te gustó el capítulo deja un like, o mejor aún, escribe un comentario, el que sea, sin importar que estés leyendo esto después de uno o dos años de su publicación, siempre me alegra leer los comentarios de mis lectores.

Gracias por el apoyo, y nos vemos en la próxima ocasión.

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