Capítulo 9: Hechizos

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El desarrollo es necesario para el crecimiento, sea cual sea el ámbito en el que este se aplique: los estudios, el ejercicio o la vida.

— Anónimo

— ¿Qué tal vas? —preguntó Eclipsa mientras observaba a Marco meditar.

El muchacho se encontraba sondeando las profundidades de aquel páramo sombrío y oscuro en el cual no había nada más que negrura. Entrar ya no era un problema, le bastaba con cerrar los ojos y querer hacerlo para encontrarse allí.

— Bien. Voy bien —dijo este mientras intentaba dejar fluir la magia oscura por su cuerpo.

— De acuerdo. Si tienes algún inconveniente puedo echarte una mano —un comentario que hizo que el chico rompiera su intento de familiarizarse con la oscuridad por un momento. No pudo evitar pensar en lo ocurrido la última vez que ella le había "echado una mano". Por ello la miró frunciendo el ceño, pero con las mejillas ruborizadas—. Oh, perdón, fallo mío —dijo esta, riéndose un poco de forma nerviosa.

Marco volvió a cerrar los ojos y soltó un fuerte suspiro antes de continuar con su intento. Si no quería depender más de Eclipsa, era necesario que la oscuridad fluyese por su cuerpo sin la ayuda de la mujer.

Dejó a la oscuridad entrar en su cuerpo, pero, no solo por las manos, sino por todas partes: el pecho, la cabeza, el estómago, los pies, incluso, las nalgas. Pronto se llenó de magia oscura, pero en ningún momento esta se mostró embravecida.

Comenzó a intentar guiar la magia oscura hacia afuera mientras dejaba que por la otra mano esta siguiese entrando. Guiarla como una pequeña corriente de agua. Se sintió como si fuese una especie de entramado de tuberías por las cuales recorría la magia oscura. Una interpretación un poco más moderna a la que Eclipsa le había dado, pero igual de efectiva, pues había conseguido realizar esa conexión fluida.

— Creo que ya está —dijo este, abriendo los ojos.

Eclipsa lo miró un momento. Los ojos del chico seguían siendo normales, no mostraba signos de corrupción por ninguna parte visible, aunque de ser necesario habría que asegurarse de ello, y de momento no la había mirado con deseo ni había intentado echársele encima.

— Sí, en verdad lo has conseguido —sentenció esta, colocando sus manos en la cintura y dibujando en su rostro una sonrisa de satisfacción—. Ahora por fin podrás aprender a usar magia oscura.

Marco cerró su puño, lo alzó un poco y luego se llevó el codo al a un costado en señal de triunfo, cosa que le provocó a Eclipsa una leve risita.

— Bien, entonces, ¿qué me enseñarás? —dijo el chico lleno de curiosidad.

— Pues, creo que lo mejor sería que aprendieras un hechizo sencillo, pero útil: drenar vida —dijo esta, intentando parecer siniestra.

El muchacho se quedó callado y puso cara de sospecha por un momento. Y Eclipsa acabó por reírse.

— Tranquilo, que el nombre no te engañe, es el hechizo que usé cuando estuvimos atrapados con aquellas ratas.

— Ah, ese hechizo... De acuerdo, parece indicado para comenzar.

— Bien, comencemos con una pequeña demostración —dijo esta mientras se quitaba uno de los guantes que llevaba puesto y extendía la mano—. Dame tu mano.

Marco no pudo evitar mirar la mano corrupta de la mujer con cierta reticencia. Ya la había tocado en más de una ocasión, y solo era peculiar en aspecto, porque al tacto seguía siendo una mano normal y corriente... quizá un tanto suave y cálida, pero ese no era el motivo de su desconfianza. Volver a tocar a Eclipsa le hacía dudar si de nuevo volverían a perder el control de sus acciones y comenzarían a... No, no estaba seguro de que fuese una buena idea.

— Marco, sé lo que estás pensando, y no, no te preocupes. Mientras no intentemos realizar una conexión entre ambos con el flujo de la magia oscura no tendría que haber problemas —aseguró esta con su siempre fiel sonrisa.

— ¿Estás segura de ello?

— Sí —se quedó observando al chico y luego alzó un momento la mirada, pensativa—. Bueno, estoy casi segura de que no ocurrirá nada.

— Casi segura... —repitió, dudoso.

— Pero en serio, no te preocupes. Además, no sabemos qué ocurrirá a menos que lo intentes.

Aunque, siguiendo esa analogía, aquello era similar a encender un petardo, esperar a que explote y que, al final, no suceda nada. A lo mejor ha venido defectuoso y no explota, o a lo mejor es que por otro defecto distinto el fuego tarda más de lo esperado en llegar a la pólvora. Tienes la opción de acercarte y comprobarlo, pero te arriesgas a que explote y te haga daño. Sin embargo, si te quedas lejos, explote o no, no te hará nada. Todo depende de si quieres arriesgarte o no. Al menos, así es como lo veía Marco. Mas la sonrisa en el rostro de Eclipsa le hacía tener una falsa seguridad en sus palabras.

— Bueno, a ver qué ocurre —pronunció antes de acercar su mano a la de la mujer.

El corazón le latía con prisa, retumbando una y otra vez, podía notar como este jugaba a tocar el tambor con su pecho. También notó que la respiración se le aceleraba de forma involuntaria. Y juraría que una gota de sudor frio le recorrió un costado de la cara.

Tocó gentilmente la palma de la mujer con sus dedos y luego apoyó la mano entera hasta que la rodeó. Eclipsa apretó sus dedos, sujetando la mano del chico, y Marco la miró, a la espera de ver si en algún momento dejaba de verla de forma normal, si en algún momento su autocontrol se desvanecía como el humo de una vela apagada, pero no ocurrió nada.

Volvió la mirada hacia las manos y se fijó en que no ocurría nada. Así de fácil su ritmo cardíaco se redujo de forma considerable y su respiración volvió a ser normal. Soltó un suspiro de alivio al ver eso.

— Bueno, al final no ocurrió nada —una repentina sensación de extracción se hizo presente en su mano. Era similar a cuando dejaba que la magia oscura se introdujera en su cuerpo, pero al revés. Lo más parecido sería como aquella vez que de niño intentó practicar darle un beso a la aspiradora y esta se encendió y le quitó el aire que tenía en su boca—. ¡Ah! —dijo, asustado, y apartó su mano de la de Eclipsa muy rápidamente.

Aquella reacción hizo que Eclipsa comenzase a reírse sin control, hasta el punto de caerse al suelo y llevarse las manos al estómago. Marco la miraba un tanto avergonzado por el gritito que acababa de soltar, y no sabía qué había pasado.

— Oye, no es gracioso —se quejó este, pero era imposible tomarse sus palabras en serio con la cara que ponía—. ¿Qué hiciste?

— No... —le costaba hablar por la risa—. Lo siento, ja, ja... eso... —intentó parar un momento y recobrar la compostura. Se volvió a sentar tal y como estaba antes y carraspeó un poco su voz— eso era el hechizo de drenar vida —explicó.

— Sí, ya lo suponía —dijo este entornando la mirada y sujetándose la mano con la había sujetado la de Eclipsa.

— Bueno, volviendo al tema, ahora sabes lo que se siente cuando te aplican el hechizo de drenar vida. Como quitaste tu mano muy rápido lo más probable es que no notes diferencia alguna. Pero, si hubieses permanecido quieto un tiempo considerable, habrías notado cierto cansancio físico. Es por ello por lo que este me parece un buen hechizo para comenzar. No es peligroso en usos cortos.

— Entiendo —decía Marco a la vez que asentía—. ¿Y cómo puedo utilizarlo?

— Ahora te lo explicaré —Eclipsa carraspeó su voz un momento antes de comenzar—. Para utilizar, prácticamente, cualquier hechizo con magia oscura, es necesario que visualices aquello que quieras hacer con la magia oscura. Tal vez pueda sonar sencillo, pero tienes que sentir que puedes hacerlo, estar seguro de ello —Marco torció la cabeza en un gesto de confusión—. Es un tanto enrevesado, pero créeme, practicando se vuelve más sencillo de entender. Confía en mí.

— Bien. Dime qué es lo que tengo que hacer.

— Vuelve a darme la mano, y mientras la sostengas intenta absorber mi energía.

Marco asintió y tomó la mano de la mujer con delicadeza. Luego cerró los ojos e intentó concentrarse en su labor.

— Intenta imaginar la magia oscura en tu interior como un vórtice que succiona todo aquello que se le acerca. Visualízalo, y has de esa imagen tu herramienta.

El muchacho intentaba seguir la guía de la mujer e imaginar una especie de vórtice comenzando desde la palma de su mano. Había visto muchas películas como para no visualizarlo bien, y no sabía si su esfuerzo era correctamente realizado o si era en vano, pero no sentía nada. Tampoco sabía si era necesario sentir algo.

No se percató de cuánto tiempo había pasado intentando realizar su tarea. Mas cuando sintió que se le dormía la mano, decidió abrir los ojos y preguntar:

— Eh, Eclipsa —la mujer también había cerrado los ojos, al parecer. Cuando oyó la voz del chico los abrió y le dio toda su atención—. ¿Qué se supone que debo notar al hacer esto?

— Bueno, el propio vórtice. Si funciona, deberías de notar como un vórtice se revuelve en tu mano y absorbe la energía de aquello que toca.

— Ah —dijo, quedándose un poco en blanco. No estaba seguro de saber cómo sentir eso, pero seguro que con esfuerzo conseguiría algo.

Volvió a concentrarse otra vez en la imagen del vórtice y, tal como había dicho Eclipsa, intentó sentirlo en su mano. Todo aquello sonaba bastante abstracto, así que no estaba seguro, de nuevo, de estar haciéndolo bien.

Pasado un rato, se detuvo.

— ¿Cuánto tiempo llevamos con esto?

— No es fácil, ¿eh? —sonrió la mujer al ver la impaciencia del muchacho—. Pues unas horas llevaremos, seguramente —dijo, mirando la posición actual del sol—. Pronto será mediodía.

— Mediodía —repitió este. Como siempre, había venido justo después del desayuno, y no le había tomado demasiado tiempo entrar en su estado meditativo y conectar con el flujo de la magia oscura. Eso quería decir que el resto del tiempo hasta ahora lo había empleado solo en aquel hechizo. Sin resultados, cabía añadir—. No sé. A lo mejor estoy haciendo algo mal. A lo mejor tengo que cambiar la imagen del vórtice por otra cosa.

— Bueno, no tiene por qué ser un vórtice. Puedes imaginarte cualquier cosa que quieras, o que te sea más simple, pero tiene que succionar o drenar.

— Una aspiradora, quizás.

— ¿Aspiradora?

— Es un electrodoméstico de la tierra que sirve para limpiar el polvo y las cosas que quedan tiradas en el suelo —intentó explicar, pero la mujer torcía la cara en un gesto de incomprensión total—. No importa, yo me entiendo.

Eclipsa se llevó su mano libre a los labios y soltó una risita moderada.

— Oh, Marco, me parece a mí que estás un poco impaciente por aprender bien el hechizo. Tranquilo, es normal que cueste un poco al principio, solo hace falta tener un poco de paciencia... —una sensación extraña se produjo en la mano con la que sujetaba a Marco, una sensación que le dio un pequeño susto y provocó que la alejase con brusquedad de la de Marco. La resguardó en un costado mientras la protegía con la otra y miraba al chico con los ojos bien abiertos.

Aquello sorprendió también al muchacho, quien se quedó mirando a Eclipsa durante unos segundos. Y fue Marco quien rompió el cruce de miradas cuando las mejillas se le inflaron de golpe y se comenzó a reír sin control alguno. Se cayó de espaldas al suelo, se hizo un ovillo y se llevó las manos al estómago.

— ¿Q-qué fue eso? —preguntó la mujer mientras miraba como Marco luchaba por no morir asfixiado debido a la falta de aire.

— C-Creo que me salió... ja, ja —consiguió pronunciar. Mas la risa se apoderaba de él en cuestión de milésimas.

— Nunca había experimentado la sensación de ser drenada. Me sorprendió.

— L-lo siento, es que... es que... —intentó recobrar la calma y respirar de nuevo. Cerró los ojos e intentó detener su jolgorio—. Pensé que ya estabas preparada para ello.

— Bueno —volvió a colocarse como antes—, en vista está que no fue así. Volvamos a intentarlo.

El muchacho asintió y volvió a colocarse en posición para proceder con su práctica.

Hicieron una pausa para comer y más tarde continuaron. El progreso de Marco era estable. En alguna que otra ocasión conseguía recrear la imagen del tubo de la aspiradora en su mano de una forma en la cual el hechizo de drenar vida se reproducía. No podía realizarlo a voluntad. A veces pasaba si estaba muy concentrado, otras no sabían ni cómo. Solo sabía que la mayor parte del tiempo no ocurría nada.

Acabaron por la tarde noche, cuando el sol se puso y las estrellas eran visibles en el firmamento. Al levantarse, Marco se sintió un poco mareado. Casi perdió el equilibrio en un pie, y por ello se torció un poco hacia un lado. Eclipsa actuó con presteza y tomó al chico de los hombros para que no se cayera.

— Uh, cuidado —el muchacho se llevó una mano al cabello mientras respiraba profundo. Eclipsa se fijó en su rostro—. ¿Te encuentras bien?

— Sí, sí. Solo ha sido un pequeño mareo —aseguró este con voz serena.

— Sí. Ten cuidado con eso. Ahora que aprenderás a usar hechizos es mejor que tengas cuidado y no te sobre esfuerces. Mantener el Orden acaba cansando tu mente.

— Entiendo.

— ¿Quieres sentarte un momento y descansar?

— Pues... —por un momento se sintió desorientado. Apretó los ojos y sacudió un poco la cabeza. Salir por la ventana en unas condiciones como aquellas sería catastrófico. Casi podía verse a sí mismo estampado en el suelo, justo al pie de la torre—. Creo que te tomaré la palabra.

La mujer dejó al muchacho en una silla que tenía por allí y luego abrió la puerta de su habitación. Los dos guardias que había allí se giraron al ver que esta había abierto la puerta y, antes de que pudieran hacer nada, ella tocó el cuello de ambos y recitó un hechizo fugaz. Ambos guardias cayeron dormidos al suelo y la mujer salió de allí como si nada.

Esa noche ella decidió traer algo de la cocina y comer en su habitación junto con Marco. Este se habría negado de no ser porque la mujer había traído ya la comida consigo, y rechazarlo sería muy descortés por su parte. Eclipsa así lo prefirió. No le gustaba la idea de que Marco pudiese irse de allí con mareos y tener algún accidente. No se perdonaría que algo le sucediese por su culpa. Así que, solo cuando ya hubieron cenado los dos, le permitió irse, pero por las escaleras de la torre, y advirtiéndole que caminara con cuidado.

Marco llegó a su cama contento. Pese a ser el primer día en el que aprendía un hechizo, podía ver cierto progreso en su objetivo. Un progreso pequeño e incierto, pero un progreso, al fin y al cabo, cosa que le motivaba a seguir practicando.

La mañana siguiente fue bastante animado a continuar con sus prácticas. Entró como era de costumbre al cuarto de Eclipsa y la saludó con una sonrisa radiante.

— Buenos días, Eclipsa. Estoy listo para continuar donde nos quedamos —dijo cantarín y animado.

— Buenos días, Marco. Me alegra oír eso. Pero hoy no practicaremos el hechizo de drenar vida.

— Ah, ¿no?

— No. De hecho, ya no hará falta que lo practiques más conmigo. De ahora en adelante, cuando quieras practicar ese hechizo, toma una rosa del jardín, o cualquier otra flor, e intenta absorber la energía de esta. Cuando se marchite, sabrás que lo has conseguido.

— Entiendo. Pero ¿por qué no quieres practicar más conmigo?

— Oh, no. No te confundas. No es eso. Lo que pasa es que quiero enseñarte unos pocos hechizos que tú mismo puedas ir practicando por tu cuenta si en algún momento yo no estoy contigo.

— No entiendo. ¿Por qué lo dices?

Ella disminuyó un poco su sonrisa.

— El juicio, Marco. En algún momento se llevará a cabo y no sé si saldré bien parada. Así que prefiero enseñarte unas pocas cosas que creo que podrían serte útiles antes de que eso pase.

— Oh, cierto —dijo algo apenado por no recordarlo. Eclipsa solo quería ayudarle a aprender a utilizar las artes oscuras, pese a que sabía que podría no ser mucho el tiempo que tuviera para hacerlo. El muchacho decidió cambiar de tema rápidamente y no pensar en ello—. Bueno, entonces, ¿qué tenías pensado?

Eclipsa volvió a sonreír y miró al joven.

— Quería pensar en algún hechizo que te sea útil para tu modus operandi. Como sueles luchar mucho contra criaturas y esas cosas, lo más probable es que necesites hechizos de combate. Dime, ¿cómo solías pelear?

Marco se llevó una mano al mentón y alzó la mirada al techo. Intentó evocar en su mente su forma de luchar. Donde más experiencia había tenido había sido en la dimensión de Hekapoo.

— Pues, normalmente solía luchar usando nada más que mis puños y mis pies. Eran todo lo que necesitaba. Pero, a partir de cierto momento obtuve una espada con la cual me defendía —explicó este. Su rostro cambiaba por momentos a medida que explicaba lo que hacía.

— Por la forma en la que hablas parece que son experiencias que has tenido en la dimensión de Hekapoo —comentó sonriente al ver lo bien que se lo estaba pasando el muchacho.

— Sí, es donde más experiencia he tenido en combate.

— Bueno, de buenas a primeras lo que mejor te podría ir serían los potenciadores físicos, pero para ese tipo de cosas yo siempre recomiendo un entrenamiento normal. Es mejor que, si vas a depender de tu cuerpo te dediques a cultivarlo. Aun así, creo que hay hechizos que te pueden ser bastante útiles —se le vino a la cabeza aquella ocasión en la que ambos huían de las ratas que salían de aquella guarida en el subsuelo—. ¿Usabas armadura? —dijo esta, señalando al cuerpo del muchacho.

— No. Solía usar ropa común. Un tanto raída, he de decir, pero no protegía nada. Solía valerme más de mi agilidad y mi destreza, pese a tener mucha fuerza.

— Hmmm. ¿Solías correr mucho para salir de situaciones peliagudas?

— Ehhh... —los primeros recuerdos que le vinieron a la mente al repasar sus experiencias eran demasiados para ser contados, y todos ellos eran similares, una persecución tras otra, y salir de una para acabar en otra peor—. Sí, todo el tiempo.

Al oírle decir eso, Eclipsa chasqueó sus dedos.

— Tengo el hechizo perfecto para ti. Pero para mostrártelo tendremos que ir a ese lugar, el que está detrás de los rosales.

Aquello llamó la curiosidad del muchacho, haciéndole pensar que, si se iban de allí, seguro que sería porque necesitaban un sitio abierto. Eso le hizo emocionarse, porque si necesitaban espacio, eso significaría que el hechizo podía ser peligroso, ergo, destructivo. Quizás sería una especie de bola de fuego oscura, o algún misil sombrío. La mente se le comenzó a llenar de imágenes de habilidades propias de personajes de videojuegos y series japonesas. No podía esperar más a ver de qué se trataba.

Llegaron hasta el lugar acordado, pero, esta vez, se adentraron un poco más. Cruzaban entre plantas con ramas bajas que les rosaban la cabeza a ambos. Se vieron obligados a agacharse e ir moviendo aquellas ramas que se interponían en su camino. Incluso tenían que mirar bien en donde pisaban, porque podían tropezar con alguna raíz o enredarse con algunas zarzas.

— He explorado un poco más este lugar cuando tú estabas ocupado —explicaba esta mientras llegaban hasta unos arbustos enormes—, y encontré esto —la mujer apartó un poco las frondosas hojas del arbusto y tras estos se vio un claro bastante grande.

— Wow —dijo el muchacho abriendo sus ojos de sobremanera a medida que caminaba al interior de aquel sitio.

Mirase donde mirase veía arboles fuertes y robustos, pero, también, frondosos. Era un lugar esplendido para moverse por su centro. En este había ramitas y hojas tiradas. Algunas eran movidas por el viento, o por algún animalito que rebuscaba comida entre estas.

— Este lugar será perfecto para practicar el hechizo. ¿Estás listo para verlo?

— Sí —respondió de golpe, casi comiéndose la última frase de la mujer.

— Je, je. Veo que estás entusiasmado. Bien, entonces. No te haré esperar más. Mira, ponte por ahí y observa bien lo que hago —apuntó a un lugar junto a un tronco destrozado.

Marco se colocó junto al tronco y observó a la mujer, a la espera de que esta hiciese su demostración.

Eclipsa miró al frente. A su derecha estaba Marco. Perfecto para que viera bien lo que iba a hacer. Inspiró hondo y se concentró en su labor. Colocó un brazo y una pierna adelante, flexionando la rodilla, como si fuese a correr y luego se desplazó hacia adelante en un suspiro, en un parpadeo, en un soplo.

Delante de sus ojos, Marco había visto como Eclipsa se había movido hacia adelante tan rápido que sus piernas no parecían haberse movido al hacerlo. Solo había visto una estela purpura que seguía la línea de movimiento del cuerpo de la mujer. Algo similar a cuando uno mueve la mano de una posición a otra tan rápido que parece desaparecer.

No era lo que Marco tenía en mente, pero no le pareció para nada menospreciable.

— ¿Qué fue eso? —preguntó apresurándose a situarse junto a Eclipsa. No hizo esfuerzo alguno por disimular su entusiasmo.

— Eso era un desplazamiento. Utilizas magia oscura para impulsarte hacia una dirección y poner distancia entre tú y el enemigo. O también puedes usarlo para acercarte a él y atacarlo por sorpresa. Es un hechizo simple, pero versátil dependiendo de la situación y de cómo lo uses —miró al muchacho—. ¿Crees que podría serte útil?

— Absolutamente. ¿Tiene nombre?

— Emmm, no. De hecho, me lo acabo de inventar ahora mismo. No sé. Desplazamiento sombrío, impulso oscuro... carrera fantasma.

— Me gusta el segundo. Además, es lo que dijiste, un impulso provocado por la oscuridad.

— Supongo que tienes razón. Bueno, si quieres aprenderlo, ya sabes, a practicar. Ah, sí. Intenta pensar que eres como el viento, dejándote llevar por él y moviéndote como este. Porque esto sería similar a cuando el viento sopla a tu favor y te ayuda a correr más rápido, pero, obviamente, más fuerte y efímero.

— Entiendo. Voy a probar.

De inmediato Marco se puso a correr de un extremo a otro una y otra vez. Eclipsa le daba ánimos, mientras que este intentaba efusivamente reproducir el impulso oscuro. Como gran parte de su práctica tenía que ver con ejercicio físico, se vio obligado a detenerse un par de veces para descansar y recuperar el aliento. Aprovechaba esos descansos para meditar y reestablecer algo de Orden para manipular la magia oscura. Luego volvía a la acción.

En varias ocasiones sintió algo parecido a un empujón, pero no era ni de lejos igual a lo que había hecho la mujer. Pese a ello, lo único que él veía, y que le importaba, era el progreso.

Acabaron un poco antes de que el sol se pusiera, para que así ambos pudieran volver aun habiendo algo de luz y para que Marco no sufriera el mismo mareo que ayer. Pese a todo, sí que se sintió un poquito mareado, pero no tanto como ayer.

Ambos salieron del claro y regresaron al jardín. Pero antes de que cada uno volviera a sus aposentos, Eclipsa le dijo una cosa:

— Si aun la tienes, trae la espada con la que luchabas en la dimensión de Hekapoo.

Como respuesta el chico sonrió.

Marco llegaba al jardín con una sonrisa llena de seguridad en su rostro y un porte firme. Eclipsa se encontraba sentada en el banco entre los rosales disfrutando de un snooker. Iba a abrirlo, cuando el filo mortal de una hoja pasó tan rápido como el viento muy cerca de sus manos, junto encima de la golosina. Cuando se fijó, la parte de arriba del envoltorio estaba cortada.

Alzó la mirada y vio a Marco sosteniendo una espada larga de una mano.

— Te presento a Keepsake, mi espada —dijo este alzándola para que los rayos del sol la hiciesen brillar—. Aunque hubo un tiempo en el que comencé a llamarla Choppo. Ya sabes, porque cuando cortas es como si hiciese un sonido de chop chop —decía mientras simulaba estar cortando algo en el aire.

— Entiendo. Y veo que la manejas bien —mencionó, mirando su golosina. Pasados unos pocos segundos, le dio un mordisco—. Pero ten cuidado de no lastimar a nadie con ella —apuntó usando su snooker como si fuera un cuchillo o algo con lo que apuntar.

— Je, je. Sí, lo siento —se apenó un poco por realizar ese corte sin dar aviso alguno, pero la mujer no parecía habérselo tomado a mal. Dio un par de giros en el aire con su espada y la guardó en su funda en un último movimiento maestro—. Bien, ¿y para qué era necesario traer mi espada?

Eclipsa levantó el dedo índice, solicitando un momento mientras acababa de comer su golosina. Hizo una bola con el envoltorio y la tiró en el cesto de basura que tenía junto al banco.

— Este también es un hechizo básico en ejecución, pero un tanto difícil debido al objeto con el que se emplea. Dime una cosa, Marco, ¿eres muy afín con esa espada?

Enseguida se le vino a la mente al muchacho aquella vez que Seikei, el maestro de armas del templo de monjes creó a Keepsake específicamente para él. Un arma específica, o así le solían llamar cuando un arma era hecha para alguien. Cosa que le otorgaba al dueño un dominio sin igual con esa arma, pues estaba adaptada para él.

— Puedes estar segura de que nadie puede manejar esta espada como yo, ni yo puedo manejar cualquiera otra arma como manejo esta espada.

— Me alegro oír eso. Ahora voy a pedirte que me la prestes un momento.

El joven asintió, colocó la espada en las palmas de sus manos y se la acercó a la mujer. Esta tomó la espada con cuidado, no como si tuviese miedo de cortarse o hacerse daño con ella, sino que la tomó con el cuidado que tendría alguien cuando sabe que tiene entre sus manos algo de un valor incalculable. Pero en este caso, el valor no era monetario.

Desenvainó la espada y dejó la funda en el banco. Luego colocó una mano encima de la hoja y cerró los ojos. Un aura purpura y oscura comenzó a rodear la hoja de la espada. Se parecía a un cubito de hielo muy congelado cuando emite el vapor frio producido por el contraste con la temperatura del ambiente. Toda la hoja desprendía esa especie de aire que fluía desde la empuñadura y ascendía hasta la punta de la hoja.

Eclipsa se levantó del banco sosteniendo a Keepsake recubierta de esa aura oscura y comenzó a buscar algo con la mirada por todo el terreno. Cuando vio una roca del tamaño de un cubo cerca de unos arbustos tomó la espada con ambas manos y advirtió con atacar al objeto inanimado.

— Eclipsa, ¿qué vas a hacer? —preguntó este, preocupado al ver que la aparente intención de la mujer era cortar la roca. No obtuvo respuesta alguna, lo cual hizo que se preocupase aún más—. Ten cuidado, si haces eso vas a mellar la hoja...

El corazón casi le dio un vuelco cuando Eclipsa descargó la espada como si nada contra la roca. Marco corrió hacia ella y estiró el brazo con intención de detenerla, pero el filo de la espada ya se había clavado en la roca. Eclipsa había conseguido cortar la roca hasta la mitad sin llegar a partirla. Luego la sacó como si nada.

Marco se apresuró a tomar su espada con desesperación y a examinarla con cuidado.

— ¿Estás bien, hijita? No te ocurrió nada ¿no? —tenía a Keepsake entre sus manos y la acariciaba como si fuese un cachorrito con el que se hubiese criado desde pequeño.

Poco después de tener la espada entre sus manos, el aura que la rodeaba se desvaneció. Pero eso no fue lo que más le llamó la atención, si no el hecho de que el filo de la hoja seguía intacto. Seikei ya le había dejado bien claro que los golpes contra rocas y elementos duros acabarían por mellar el filo, y que por eso tenía que procurar siempre ir afilando su espada para conservar su letalidad. Ahora mismo, estaba seguro de que aquel golpe debería de haber arruinado el filo, aunque sea un poco.

— Es por el hechizo de imbuir en oscuridad —dijo Eclipsa detrás suyo, y este se giró para verla—. Cuando imbuyes un arma cortante en oscuridad, esta se vuelve irrompible. No solo eso, se vuelve más afilada, incluso su alcance aumenta, aunque sea, unos centímetros. Eso hace que hasta una mujer inexperta como yo pueda cortar una roca hasta la mitad. Si tú puedes imbuir tu arma con oscuridad, estoy segura de que se volvería mortífera.

Tras escuchar eso, el chico volvió a mirar su espada con nuevos ojos. Un estremecimiento de emoción le recorrió todo el cuerpo al pensar que ya no tendría que afilarla nunca más, y que da igual contra qué la golpease, esta nunca se mellaría. Solo contempló esas dos posibilidades, pero su cerebro le estaba diciendo que, de seguro, tenía que haber muchas más, tantas...

— ¿Cómo lo hago? —dijo casi absorto por sus propios pensamientos.

Eclipsa soltó una risita e invitó a Marco a que la acompañase a sentarse junto a ella en el banco. Como era de esperarse, aceptó gustoso.

— Este es un hechizo sencillo de comprender. Tienes que hacer con tu espada lo mismo que haces contigo cuando dejas que la magia oscura fluya por el interior de tu cuerpo —el muchacho vio a su espada intentando imaginar aquello que la mujer le decía—. Sí, tan sencillo como eso. El único problema es que, como se trata de traspasar magia a un objeto inanimado, el usuario tiene que sentirse afín con el arma que desea imbuir. Si el usuario considera el arma, como solían decir varios maestros, una extensión de su cuerpo, tendrá mayor facilidad para permitirle a la magia oscura fluir a través del metal. Si eres tan afín como me comentas, entonces no deberías tener muchos problemas para... —Eclipsa enmudeció un momento cuando vio a Marco ponerse de pie con la espada rodeada por un aura oscura por toda la hoja.

El muchacho se giró a ella y le dedicó una sonrisa fanfarrona.

— Te dije que mi espada y yo éramos muy afines —y justo después, alzó la espada y la descargó contra la roca.

El filo del arma iba a amenazar con partir la piedra en dos, pero, a unos centímetros de llegar a esta, el aura oscura se esfumó. Marco se dio cuenta de esto y detuvo el avance de la hoja tanto como pudo. No fue capaz de detener la fuerza con la que había lanzado el golpe en su totalidad, pero, al menos el golpe que escuchó entre el metal y la roca no fue contundente. Rápido, se puso a inspeccionar el filo de su arma. Por fortuna, no había sufrido mella alguna.

— No te es difícil imbuir tu arma, pero mantener el imbuido es algo muy distinto —dijo Eclipsa, sonriente.

— ¿Y eso cómo lo consigo?

Eclipsa se cruzó de brazos, bajó un poco los parpados y se inclinó un poco hacia adelante mientras aún sonreía.

—¿Cómo crees que lo conseguirás?

— ¿Practicando?

— Eso mismo. Y por ahora esos son los únicos hechizos que te voy a enseñar. Creo que con ellos tienes más que suficiente para practicar y fortalecer tu conexión con la magia oscura.

— Sí. Con estos hechizos podré hacer muchas cosas. Y te lo debo todo a ti, Eclipsa.

— No es nada. Me emociona la idea de tener un aprendiz.

Marco sonrió con complacencia mientras guardaba su espada.

— Por cierto, Eclipsa, ¿esta es la única forma de aprender hechizos mágicos? Es decir, tú no tuviste a alguien que te enseñara magia oscura.

— No, pero sí que tuve a alguien que me enseñó a usar magia. A partir de ahí aprendí magia oscura por mi cuenta. De hecho, puedes hablar con la magia oscura y con todo el caos que la compone. Aprendes de ellos, y de ellos aprendes a realizar los hechizos que te estoy enseñando. Pero tú no tienes que preocuparte por eso —aseguró agitando la mano para quitarle importancia. Luego se llevó un par de dedos al mentón y recordó algo—. Bueno, también se le puede enseñar magia oscura a alguien a través de un contrato, como hice con Moon, quien no era usuaria de magia oscura, pero eso es un tema muy lioso. Tú tienes suerte de tener a alguien que te enseñe de la forma más segura posible. Por lo demás no tienes que preocuparte. Solo tienes que preocuparte por una cosa, practicar, practicar y practicar. Solo así llegarás a dominar los hechizos que te he enseñado.

Marco asintió conforme con su compañera y desde ese día comenzó a practicar tanto como pudo. Había colocado una maceta con flores en la ventana de su habitación para intentar drenar la vida de estas después del desayuno. Luego se iba al claro que Eclipsa le había enseñado y practicaba el impulso oscuro. Y, por último, se pasaba las tardes intentando mantener conversaciones con la mujer, ir a caminar por el jardín o el castillo, o realizar cualquier actividad trivial mientras este intentaba mantener vivo el imbuido de oscuridad en su espada.

Como era de esperarse, todo costaba: a veces las flores no se marchitaban como el esperaba, mas bien se caían uno o dos pétalos; en el claro el impulso a veces salía a destiempo de como el quería, o no salía; y durante las conversaciones con Eclipsa tenía que detenerse para volver a imbuir su arma en oscuridad, pues esta solía perder el efecto.

Así transcurrieron los días, de forma pacífica y calmada. Aquel mareo momentáneo que Marco solía sufrir después de realizar hechizos se iba apaciguando, pero siempre amenazaba con volver en caso de sobrepasarse.

Eclipsa se encontraba confeccionando un extraño instrumento utilizando lo que parecía ser la espina dorsal de alguna criatura, y también sus costillas. Mientras tanto, Marco le ayudaba en su peculiar labor utilizando su espada para tallar el hueso y darle la forma que Eclipsa quería que tuviese. Había terminado de hacer una especie de orificios a una calavera por donde pasaban unos huesos. A su vez, en el extremo de cada uno de estos huesos sobresalían otros que poseían un mecanismo de tornillo para ajustarse a los ojos.

— Bien. Creo que ya está —anunció este con gesto de satisfacción al terminar con tan tediosa tarea.

Eclipsa estiró la mano y tomó la pieza que el joven humano había tallado para ella y la examinó con pasmosa meticulosidad. La alejó un poco de sí y luego sonrió.

— Está perfecta.

— ¿Sí? Genial. Y solo me tomó veintitrés imbuidos —dijo este, riéndose de forma irónica por su sufrimiento.

— Eso está bien. Ya fueron menos imbuidos que ayer. Es un progreso. Pero recuerda —dijo levantando su dedo índice—, no debes sobre esforzarte.

Eclipsa escuchó el sonido de algo metálico repiquetear al caer en el suelo. Se giró y vio al chico a punto de caer desmayado. Rápido, la mujer soltó aquello que tenía entre manos y se lanzó para atrapar al muchacho entre sus brazos antes de que cayera al suelo. Marco acabó por caer apoyado sobre el hombro de la mujer, quien había conseguido sujetarlo antes de caer.

— Marco, ¿estás bien? Marco —quiso saber mientras intentaba reincorporar al muchacho, pero cuando lo vio a la cara, se percató de que este estaba dormido. Ella sonrió de forma cariñosa—. Pobre, debes de estar cansado de tanto practicar —lo levantó y lo metió en su cama para que pudiera dormir en ella—. Te estás esforzando mucho. Mereces descansar.

El chico no respondió a las palabras de la mujer, pues su mente ya no se encontraba allí en esos momentos.

La mujer arropó al chico y este pareció moverse para ponerse algo más cómodo, y un ligero atisbo de sonrisa apareció en el rostro de este. Ella se le acercó y luego le dio un beso en la mejilla.

— Dulces sueños, Marco.

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Comentarios del escritor:

— Bien, el primer hechizo que te voy a enseñar será el de drenar vida.

— ¿Te refieres a "drain touch"?

Al oír el peculiar nombre que Marco había soltado, esta se mostró un tanto extrañada.

— ¿Drain touch?

— Sí, es el nombre típico que recibe ese hechizo en los RPGs.

— Marco, creo que no te estoy entendiendo.

— No importa. Continua.

— Hmmm, de acuerdo. El siguiente hechizo es uno que te ayudará a impulsarte de golpe, por lo que recorrerás una gran distancia en cuestión de segundos.

— Ah, entonces me enseñarás el grito de torbellino arrollador de los Barbas Grises.

De nuevo, la mujer se mostró extrañada ante el comentario del muchacho, cosa de la cual este se percató.

— Oh, perdón, ¿debería llamarlo "Wuld nah kest"? Oh, también podrías enseñarme el grito de fuerza imparable, o "Fus ro dah", como popularmente se le conoce.

— De verdad, Marco, no entiendo lo que me estás diciendo. No he dicho nada de gritar en ningún momento.

— De nuevo, terminología de los videojuegos.

— ¿Video... qué?

— Nada, no me hagas caso, continua.

— Bien... y, por último, te voy a enseñar a rodear tu arma con magia oscura para hacerla más fuerte.

— Te refieres a imbuirla en magia oscura.

Eclipsa abrió los ojos sorprendida.

— Sí, exactamente. ¿Cómo es que conocer ese término?

— Bueno, hay juego que lo emplean. Uno en particular lo usa mucho. Lo cual me hace recordar que, a falta de magia para imbuir buenas son las resinas de pino.

— No, Marco, de verdad, ahora sí que no te entiendo nada. Por favor, necesito que me expliques de qué se trata todo esto de lo que estás hablando.

Marco se llevó una mano al mentón y se quedó pensativo por un momento. Luego tomó de la mano a la mujer y abrió un portal.

— Ven, tengo que enseñarte un mundo maravilloso y aterrador a partes iguales.

Esa misma tarde, Eclipsa desarrolló un vicio preocupante por los RPGs.

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Buenas, queridos lectores, ya hacía falta traer un capítulo a esta historia, sin embargo, no falto a mi promesa de traerles el querido capítulo quincenal. Espero que les gusten el tema de los hechizos, porque ya hacía falta que saliera a la luz un poco de la magia.

Espero que todos estén sanos y seguros en sus casas con todo el tema que hay del coronavirus. Por esta parte del mundo (España) estamos un tanto alarmados en general, pero, al menos yo, estoy bien. Mi condición de joven ermitaño me hace resistir la cuarentena con mucha facilidad, todo se ha de agradecer a los años de confinamiento mirando series, leyendo y jugando videojuegos. jeje. Ahora en serio, manténganse seguros, es lo que nos toca hacer en estos tiempos de crisis. Cuídense.

Sí te gustó el capítulo deja un like, o mejor aún, escribe un comentario, el que sea, sin importar que estés leyendo esto después de uno o dos años de su publicación, siempre me alegra leer los comentarios de mis lectores.

Gracias por el apoyo, y nos vemos en la próxima ocasión.

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