Capítulo 1

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—¡¿Qué pasa aquí?!

El grito de una mujer suena en la habitación de Lola, totalmente diferente a la de la niña de rosa, más grave y dominante. Los pasos amontonados pasan el umbral, dejando la puerta abierta, dejando pasar a siete mujeres de distintas edades al cuarto como si fuera una jauría. Los ojos se agrandaron al notar a la niña llorando como nunca lo hizo hace años, mostrando miedo en lad pupilas temblorosas, acurrucada en el suelo en posición fetal, cubriendo la piel en la mejilla que se enrojece.

Lori es la primera en hablar, la mayor de todas las hermanas, al igual que el anterior grito suyo, exige una explicación con mandato dejando escapar el odio en la imagen que ve.

—¡Díganme que rayos ha pasado! —ordena Lori paseando los ojos en los dos hermanos, pero viendo con más seguimiento al albino— ¡Ahora!

Lincoln se queda inmóvil por miedo de decir o hacer algo que haga llevarse todo en su contra, observa a todas sus hermanas para analizar la situación, abriendo y cerrando los labios sin soltar palabra. El ya no ser el hombre del plan, no significa que la experiencia de analizar las situaciones se haya ido. Cada una de sus hermanas lo miran con un semblante de enojo y seriedad, aunque Leni no entiende la situación, ella observa todo confundida, y Lisa no muestra ningún sentimiento delator, solo tiene la cabeza fría como la actitud. El albino con todo ese tiempo pensando, Lola se adelanta y toma provecho a la quietud de el hermano.

—¡Lincoln me golpeó solo porque se le cayó té en su traje!

Se apura al contestar la pequeña con el rostro transformado en un lamento, semblante que es genuino, como el temblor en las manos, pero con deleite disfruta en el interior con maldad la expresión que pone Lincoln, cuando es consciente al escuchar la verdad distorsionada que dijo.

—¡Cómo pudiste hacer eso, perdedor! —reclama en el enojo Lynn, entrando más a la habitación apunto de confrontar a Lincoln.

—¡Viejo, eso ya es abuso! —recrimina Luna arrugando el costado de un labio junto a las cejas con disgusto, rebajando con la mirada el aspecto alborotado de Lincoln.

—¡Literalmente te haré pretzel, enano!

El Loud asustado por los regaños de sus hermanas, además de estar enojado por la mentira que se creyeron ellas. Retrocede unos pasos atrás, viendo como se acercan cada una de ellas, entrando cada vez más en el cuarto. Al notar que algunas de las hermanas lo insultaron, pone la mirada en la chica que más tiene miedo de como reaccione. Con los ojos puestos en la joven de gorro rojo, la respiración queda congelada al ser perforado por la mirada de Lana, teniendo en la mano una llave inglesa, apretando tan fuerte que pareciera estar estrangulando a alguien. Llegando a estar enfrente de Lincoln, no desvía la mirada, separando los labios para que una voz poco femenina interrogue al joven con traje de mozo.

—¿Por qué, le pegaste a mí gemela, Lincoln?

Al decir su nombre, la voz de Lana se vuelve sombría, tomándose más como una amenaza que una pregunta. Conectan las miradas, los azules ojos del varón acumulan lágrimas del nerviosismo que le da la sensación amenazante de la niña. Lana camina hacia su hermano, inmóvil de ser incapaz de hacerle frente a la niña, pero sin violencia y solo queriendo charlar la situación, que por lo tensa que esta, ya no le importa el té que esta escurrido en él.

—Lana... No es verdad lo que dijo Lola...

La gemela sigue su camino, sin apartar la mirada ajena a ella. Lincoln siente que la niña apasionada a la mecánica se pone en contra de él, una de las pocas hermanas que, aunque no sepa la situación de Lincoln al estar alejada de esas vivencias a su corta edad, la inocencia y diversión peculiar calma  la cabeza del albino en los ratos que tiene con ella.

—Ese no es el motivo de que la golpeará...

Los pasos de Lana se detienen, quedándose a menos de un metro de distancia. Sin cambiar el semblante en ella escupe el suelo con repudio, mirando por un instante el rostro lastimado de Lola, afloja el ceño al ver las lágrimas escurridas en las mejillas. Mientras que con las demás hermanas, no se mueven del sitio, observando de lejos dejando todo e manos de Lana. Algunas de las hermanas miran toda la escena con disgusto, arrugando los labios con lástima ante la posición de Lincoln, llevando más de una mirada de incertidumbre a Lola, pero sin entrometerse al miedo de estar en los mismos zapatos que el albino.

–Así que, es verdad que si la golpearte, ¡Lola está diciendo la verdad!

Confirmando la acusación de Lola, su gemela expresa la última oración con más molestia que mostraba antes, sintiendo como el respeto hacia Lincoln desvanece con lentitud en el interior. Ocupando en su lugar una molesta punzada de odio que se ramifica. Las demás hermanas se exaltaron de la misma forma, abriendo los ojos de más para luego, arrugar la frente y caminar detrás de Lana. Incluso la hermana que es incapaz de ser empática en muchas ocasiones, se incluye en el grupo donde el enojo es compartido, creyendo anteriormente que Lola estaba mintiendo.

Insultos atacan como misiles al albino, asegurando que golpeen emocionalmente dejando grietas a futuro. Lincoln deja de pensar de manera fría, alterándose al escuchar los insultos que antes aseguraba que ellas nunca se atreverían a decirles. Es incapaz de defenderse, al abrir la boca para dejar salir el fuego que de nuevo surge en el pecho, un golpe lo deja en el suelo donde una mancha de té frío baña una de sus mejillas.

Dejando descender el agua de la ducha, el muchacho sale para secarse el cuerpo con una blanca y suave toalla. Retira de la cabeza la tela mojada que le oculta la mirada, delante del espejo su mirada queda fija en el reflejo, delante del empañado vidrio nota la expansión de la herida, la cual antes era un simple hematoma e inflamación de poco radio y de tono más relacionado a su color natural. Sin embargo, ahora está más notorio la inflamación al igual que la expansión de la capa morada. Alargando ese tono debajo de su ojo, hasta dos centímetros descendiendo verticalmente, en el centro hay una abertura vertical donde cae un fino hilo rojo. El golpe vino por parte de Lana, usando la llave inglesa que tenía en mano, que antes la estaba usando para reparar a Vanzilla.

Dolió, y le sigue doliendo, pero no tanto como cuando recibió ese golpe, aliviado que no haya dando en el ojo donde parecía que iba dirigido. Si hubiese sido así, ahora no estaría en el baño, autocastigándose por lo que había hecho a su hermana. ¡Pero ¿quién le hubiera culpado?! Aunque fuese el chico más amable y calmado, con una paciencia indestructible, Lola colmo el vaso que estaba consumiendo a Lincoln, distorsionando la mente del joven de una manera brusca.

Rompiendo el respeto que anteriormente se le había enseñado a tener con sus hermanas. ¿Pero a ellas le enseñaron lo mismo, de tener que ayudar a su hermano? ¿O solo a él le dieron esa "clase" especial por ser el único hombre? Arreglándose él mismo sin pedir ayuda externa, creyendo que es lo suficientemente fuerte como para afrontarlo todo solo.

Aún lo recuerda, las veces que tuvo que estar adelante de su padre, repitiéndole que él que debe proteger a sus hermanas, sin importar que ellas estén en una relación o comprometida. Aún debería ser el primero en ayudarla, en cualquier tipo de problemas.  Ahora le parece ridículo.

Se lo repetía una y otra vez, hasta que cumplió los siete años de edad, empezando con esa responsabilidad —ahora costumbre— de ayudar a sus hermanas.

El mayor reto cuando estaba creciendo era ayudarlas a buscar su vocación, o ayudarlas en que se desenvuelvan más si ya la encontraron. Recordar esa tarea de él es frustrante, fue el mayor reto para él y más cuando las hermanas se desanimaban al fallar en alguna actividad, o en dejar la búsqueda de su talento por creer que no tienen uno. Deja escapar un suspiro de alivio al recordar, que solo tiene que realizarlo solo una vez más eso. Si es que sus padres dejan de procrear y no aparecen con un test de embarazo en las manos.

Sacude la cabeza para alejar los recuerdos de cómo empezó todo, se viste y sale del baño. Al salir, a la izquierda de él, encuentra a la pequeña científica parada con los brazos en la espalda, mirando a su hermano con la expresión apática de ella. Los ojos de Lincoln se fijan en ella, esperando una inevitable represalia en pleno acto. Que nunca llega al recibir dos frascos sellados con líquidos adentro, observa a la pequeña científica, preguntándose "¿qué rayos es esto?" Lisa al parecer descubre ese mensaje por el semblante extraño de él, acomodándose su lentes al dar sus frascos a Lincoln.

—Veras Lincoln, en una comunicación y lengua sencilla te explicaré el objetivo del contenido de estos recipientes. El primero que te di, es para la irritación de tu piel, y el otro, para el hematoma que tienes en tu rostro —explica Lisa con una pronunciación que remarca la letra s de manera exagerada e inconsciente. La pequeña niña camina hasta estar delante de Lincoln.

«Pero, ¿ella no está enojada conmigo? Incluso me insulto en ese momento» es lo que se pregunta el joven herido, boquiabierto con los dos objetos en mano, mirando sin comprender la posición de Lisa.

La incertidumbre crece en la mente del chico al observar que su hermana no hace nada más que darse la vuelta, y empieza a caminar a su cuarto, sin mostrar interés en hablar con Lincoln, dejando que este último esté lleno de nuevas incertidumbres sobre el estado actual con sus hermanas. O, por lo menos que algunas no juraron odio a él, viendo una pequeña posibilidad de que puedan ayudarlo a retomar el rumbo cotidiano de la familia. Hacerlo solo le parece imposible, creyendo que no podrá hacer nada sin que alguien le dé una mano.

—Eh, ¿Lisa? —llama el joven albino, trabándose un poco al nombrar el nombre de su hermana, manejando las manos de manera torpe, inseguro del encuentro inesperado.

La castaña de baja estatura al igual que edad, se da vuelta para tener enfrente otra vez a su hermano, conservando la misma mirada de antes.

—¿Qué pasa, unidad fraternal? ¿Alguna dificultad tiene tu cerebro para reconocer lo fácil que sería aplicar las lociones en tu cuerpo? —responde con otras preguntas soltando saliva como veneno, levantando una ceja, mostrando desdén en la postura.

—¿Qué?... No, no es eso. Solo quiero preguntarte si... —las palabras dificultan el salir cuando la mirada penetrante de Lisa lo atraviesa, perforando la valentía que tenía hace un rato—. S-si... ell-llas, m-me...

—Habla claro, soy científica, no una clase de mentalistas que usan trucos estúpidos para saber qué quieres decir.

Sigue tratando de armar algún diálogo sin tartamudeo ni vacilar. Terminando en un rotundo fracaso, consiguiendo la retirada de Lisa sin ningún aviso al aburrirse de el espectáculo de su hermano. Solo tenía que darle las cremas e irse, pero Lincoln le robó una buena parte de tiempo que hubiese usado para algún experimento loco.

De los labios escapa un suspiro de frustración, ¿tanto le cuesta hablarle a su hermana? Ni eso logró realizar. Resignado, tragando los insultos dirigidos a él mismo para un momento más adecuado que ahora, caminando hacía la puerta que esta al final del pasillo. Pasando por la puerta de sus hermanas mayores, mirando la entrada, pensando en el resultado si entrara y pidiese disculpas. El resultado es demasiado predecible tomando en cuenta el conflicto que él creo, cuando publicó vídeos vergonzosos de ellas, convirtiendo a sus hermanas en su contra, ni mil disculpas eran suficientes para lograr algo.

Nuevamente de los labios salen las preocupaciones al sobrepensar, dejando de perder tiempo y entrando en su cuarto, cerrando la puerta atrás de él. Acomoda las cremas en la mesa de noche llena de comics que no fueron leídos aun, para luego acomodarse en la cama, sacarse la remera naranja, y aplicarse primero la sustancia para la quemadura. Desde el pecho hasta rozando la ingle se encuentra un óvalo rojizo donde la piel está más sobresalida, obligado a colocarse la crema de manera muy delicada al sentir pinchazos ante cualquier roce. Esparcir la loción en la cara es más instantáneo y menos doloroso.

Sin ponerse la remera, deja caerse de espalda en la cama con los brazos extendidos, teniendo en su opinión una pose cómoda.

«¿Por qué tuviste que irte? Te necesito y más en estos momentos, ninguna de ellas me dejaron explicarles, llegando al límite de golpearme con una herramienta. ¿Por qué nadie menos tú se dieron cuenta de lo que estoy pasando? Creo que porque estuviste más tiempo que yo en este circulo de emociones negativas. Necesito tu apoyo, Lucy».

En un llamado de desahogo, el albino recuerda la situación que antes se encontraba, sin apoyo de las hermanas mayores. Ahora, ya no sabe si buscar una manera de resolver la situación, o dejar que pase. Eso es lo que le enseño el protocolo de hermanas, pero ahora es una situación más complicada que un vestido donde su opinión no vale. ¿Qué debe hacer? Da vuelta la cabeza para ver lo que hay, una libreta y una lapicera.

 

En la habitación compartida de Lori y Leni, una reunión de hermanas se arma para abordar dos temas, el golpe que Lincoln le dio a Lola, y la supuesta depresión de él mismo.

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