Capítulo 14

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El silencio permanece entre las miradas llenas de incertidumbre de los dos hombres, contemplando diferentes dudas en sus mentes, la frialdad del ambiente se llena de copos blancos que adornan al caer en el exterior. En la mesa de acero plateada la cabeza de Lincoln se levanta junto a su torso, dificultando por el mareo que siente en la cabeza junto al punzante dolor. Sin ponerle importancia por el momento, la mirada serena de Lincoln esta centrada en el rostro de su padre, transfigurada por la emoción de una impresión inexplicable. Confundido, el albino da un respiro al captar el aroma puro de alcohol en la agitada respiración de Lynn.

—Papá, ¿estabas tomando? ¿Por qué estoy en el cuarto de Lisa? —las preguntas bañadas de dudas, confunden al padre tras esperar otra reacción ante la aparición delante de él—. ¿Qué hace mamá aquí? Todo esto es muy raro. Duele

El albino apoya una mano en su cabeza enredada de tela blanca con manchas de sangre coagulada, sin entender el estado de su físico y el suceso que lo ha llevado al laboratorio de Lisa, Lincoln recibe el abrazo inesperado de su padre, un gesto que no trasmite calor del todo, logra diferenciar una leve sensación de tensión en él, percibiendo en dos ocasiones como los brazos de su padre se alejan y por un instante nace la duda en él.

—Perdón, hijo, no quería que terminara así, lo siento mucho —los quejidos en la voz de su padre se hacen presentes, quebrando en más de una ocasión la voz—. Lynn me dijo que solo te estaba hablando, que se confundió. Perdón, hijo, me alegro que hayas despierto —el sentimiento de dolor dentro del padre es tan genuino que lo puede sentir Lincoln, aún confundido por lo que está pasando, intentando recordar de lo que esta hablando Lynn, sin embargo solo consigue un dolor semejante a la jaqueca.

—¿Hijo? ¿Lincoln? —una voz femenina resurge tras pasar horas en el mundo de los sueños, obligada a levantarse por las voces que ella interrumpe—. ¡¿Qué haces aquí, Lynn?! Ya tuviste suficiente con lo que hiciste abajo —el regaño de Rita se enfoca en su esposo, arrugando la frente mientras se levanta de la silla, empujando el cuerpo del hombre lejos del niño, logrando que se aleje unos centímetros—. Sal de aquí, no tienes derecho ni de tocarlo, después de todo esto —reclama la mujer que experimenta un torbellino de sensaciones en el pecho, sintiendo el calor frenético del enojo, pero liberando lágrimas de dolor por los ojos. Las miradas de los padres se vinculan por unos instantes, en silencio.

—Lo siento, Rita, yo no sé que… —el lamento del padre es cortado por su esposa. Observando todo el escenario con una nube de confusión en la cabeza, Lincoln intenta levantarse de la camilla de metal, logrando bajar las piernas en la orilla plateada, esperando unos segundos tras sentir un gran mareo que borra la visión por instantes.

—Lynn, vete de aquí, ¿ya te divertiste viendo el rostro de tu hijo lastimado y el mío? —pregunta Rita enfureciendo el tono de voz, apuntando la mejilla derecha de ella, distinguiendo un hematoma reciente en ella, mezclando el color púrpura y verdoso entre un azul que se tiñe con la piel de la mujer.

—¿Qué está pasando? —pregunta Lincoln entre la discusión, agarrando el costado de su cabeza, balanceando el cuerpo en el intento de retomar el control de su estabilidad—. Mamá, papá, no entiendo nada, ¿por qué estoy en el cuarto de Lisa?

La pregunta inesperada de Lincoln pronunciada con la voz debilitada, como si hablar le fuese doloroso, descoloca la mente de los adultos. Mirando el rostro vendando de Lincoln, tapando la nariz, enrollando gran parte de nuca como la frente, dejando escapar unos mechones que aun tienen el color blanco, tanto Rita como Lynn comparten la misma expresión. La mujer se dirige al niño, acariciando como si la piel del albino fuera porcelana, enrollando los brazos en la espalda con el mismo trato.

—Estás bien, mi niño. Estás despierto, ¿te acuerdas de lo que pasó? —pregunta Rita sin alejarse de su hijo, esforzando para que los brazos de ella no aprieten el cuerpo de Lincoln, generando un ligero temblor en el cuerpo de ella. Detrás de la mujer, Lynn persiste la mirada en esa escena que desea ser parte, sabiendo que sería hipócrita unirse cuando el generador de todo es él. Baja la mirada, tambaleando entre sus pies flojos.

—No, mamá, ¿qué pasó? Me duele la cabeza, ¿por qué tengo todo esto en la cara? Es horrible —responde Lincoln, navegando en los recuerdos otra vez, ganando un punzante dolor y una blancura sin respuesta.

—Te lo diré, ¿si? Espera que llame a Lisa —la respuesta de la madre es correspondida con un asentimiento del albino, separando el cuerpo de los dos rompiendo el abrazo.

—¿Mis hermanas están bien? —la pregunta del joven agarra desprevenida a Rita, al igual que Lynn que solo reacciona con una mueca de rechazo, apareciendo un fugaz pensamiento que remueve al instante.

—Sí, hijo, están bien. Espérame aquí —contesta la mujer rubia que al darse vuelta, los ojos blandos cargados de maternidad, cambian de manera rotunda al conectar la mirada con su esposo que no reacciona, conservando el semblante donde la tristeza y culpa conviven—. Vamos afuera, Lynn —la orden de Rita no tarda en cumplirse, abandonando el silencioso laboratorio con el olor a químicos impregnados en las paredes. La mirada del albino se queda fija en la retirada de sus padres, confundida ante las actitudes del par, intrigado en el suceso que no recuerda, y en el aspecto que ahora lleva.

—¿Fue un accidente? —es la respuesta que más le cuadra, pero duda si sea la verdad. El dolor de cabeza se manifiesta en un punzante pinchazo que cambia el semblante de Lincoln, quien intenta levantarse, sin embargo las piernas del joven no logran obtener equilibrio, arrastrado a que el filo de la mesa sea su único apoyo—. ¿Las chicas estarán bien?

Mientras delante de la puerta que separa el pasillo con la privacidad de Lisa, Rita empuja el cuerpo intoxicado de alcohol del hombre que comparte un anillo. Los ojos curiosos y fijos a causa de la presencia de Lynn, hacen la pregunta sin abrir los labios, los cuales no tardan más de unos segundos para manifestar su duda dicha con desdén.

—Lynn, ¿qué haces? Emborrachándote en la cocina y luego aparecer en el cuarto de Lisa. Te dije que no entres, ¡es tu culpa que tu hijo este así! —reprocha la rubia apuntando el pecho del hombre, empujando con fuerza para que sea alejado de la puerta. La mirada baja del padre, se eleva para recriminar las palabras de Rita.

—¡Es mi hijo, también tengo derecho para verlo! ¿Qué querías que haya hecho en esta situación? —pregunta el señor, empujando el dedo acusativo de Rita lejos de su cuerpo. La voz gelatinosa del padre aún afectada por el alcohol, borra el gran respeto a la figura de su esposo.

—¿Le preguntaste a las chicas si fue todo verdad? —la pregunta de Rita provoca que los ojos del hombre se bajen como reacción—. Obvio que no, no dejaste de beber por la culpa de casi matar a tu propio hijo —la voz femenina carga fiereza, creciendo cada vez que los ojos marrones con dos ojeras debajo, miran con vergüenza en las acciones que tomo—. Vete al cuarto, cuando termine con Lincoln, tu y yo terminaremos esto —al terminar de hablar, el rostro de hombre que tiene delante se transforma, pintando la confusión a causa de la última palabra que escucha.

El cuerpo de la mujer se mueve, pero los ojos de ella no dejan de observar a los ojos de Lynn, quien abre la boca para sacar una queja que se queda atorada en su interior. El enojo que viste a la mirada entrecerrada de la mujer, va rumbo a la puerta donde las hijas mayores se hospedan. Todo el recorrido de ella es visualizado por el hombre que siente como sus pies están enredados con el suelo, perdiendo el estado alcohólico, perdido en las últimas palabras de ella

«¿A qué se refiere?».

Entrando sin siquiera tocar la puerta o dar el aviso de su llegada, la madre explora alrededor de ella, mostrando una mueca de duda en el paisaje que ve. Lori como Leni, cada una en su respectiva cama, el aura de un silencio que es imposible romper, comparten el espacio de su cama con las dos hermanas pequeñas, Lisa y Lily. La más joven descansa en los brazos de la mayor, quien solo tiene ojos en el pequeño cuerpo que trae en el regazo, contemplando con una mirada difícil de describir, contemplando el rostro dormido de Lily como nunca antes lo ha hecho, como si estuviera viendo a otra persona que sea capaz de proteger con su calor.

—Lisa —llama la madre de las chicas, mirando a la niña llamada que se encuentra al lado de Leni, quien esta en brazos de la científica que la consuela—, acompáñame, necesito tu ayuda.

—Está bien, unidad maternal —responde Lisa en voz baja, apartando el flácido cuerpo de la modista que sigue con los lloriqueos constantes, quien mira el rostro de su madre por unos instantes.

—¿Linky está bien? —pregunta Leni, mirando con los ojos entrecerrados por culpa de la hinchazón de tanto llorar. El rostro afligido de la joven comparte el mismo semblante de Rita, tan frágil que una sola palabra temible de soltar puede romper la solidez de ella.

—Él estará bien —responde la madre con una sonrisa inclinada a media hacer, contradiciendo ese gesto con la mirada que tiene una chispa de indiferencia a las chicas.

—•—

Al mismo tiempo en el cuarto de las dos hermanas que confrontan ideales de lo sucedido, estan acostadas cada una en su cama, hablando de vez en cuando, lanzando una pregunta espontánea para luego dominar el silencio. Los ojos de Luan se mantienen observando un punto fijo, descansando al lado de ella el celular prendido, iluminando por unos segundos una foto de Luan y Lincoln de hace un par de años, los dos juntos, disfrazados de payasos sin soltarse del abrazo fraternal que los une.
En la cama de arriba, Luna salta de manera impulsiva, provocando que el ruido seco al contactar los pies abrigados por unas medias llenas de patrones con unicornios lilas, asusten y saquen la divagación de su compañera.

—Luna —llama con seriedad, pintada en la mirada que es clavada a la espalda de la rockera, quien la ignora—. Te estoy hablando, ¿vas a hacer otro conflicto? —la pregunta de Luan es igual de ignorada, observando como Luna camina hasta el armario de ella, moviendo entre la ropa negra en búsqueda de algo, provocando un mal presentimiento en Luan—. Ni sabemos si Lincoln está…

—¿Quieres? —la pregunta de Luna interrumpe el regaño de Luan. Al darse vuelta, una botella en manos de Luna detiene a la comediante, quien está parada en frente de la botella que contiene alcohol. Los ojos marrones estupefactos por las palabras de su hermana, quedan fijos en lo que esta ofreciendo—. ¿Y?

—Luna, ¿por qué tienes eso? —los ojos más abiertos de lo normal de Luan, acompañan a la pregunta. La tapa de la botella se abre, llevada a los labios lastimados a causa de sus propias mordidas. Un trago donde las penas son arrastradas, es consumido a gran velocidad, quemando el pecho de la chica.

—Siempre lo tuve, ¿cómo piensas que agarro inspiración? —la voz áspera de Luna llega a Luan, aún con los ojos puestos en la botella que larga un hedor sólido. La mano de la chica castaña se levanta, direccionada al envase ámbar que llama la tentación—. No le diré a mamá, ya hay muchos problemas.

Arrebatando la botella de la mano a su hermana, el pulso tembloroso que posee, provocan que pequeñas olas vibren el vidrio del envase. Contemplando con duda, los labios de Luan prueban el sabor puro del whisky. Al primer trago, la chica casi escupe al sentir como su boca es invadida por el espeso ardor.
Tras unos minutos, la botella es pasada en manos a mano entre las dos chicas, discutiendo entre ellas a punta de sollozos. La garganta que acostumbra a soltar chistes que causan risas y en otros casos suspiros de hartazgo, las gotas de alcohol afectan el hablar.

—¿Realmente crees que Lincoln lo hizo, Luna?

—Yo —la pregunta causa temor en la piel de la chica, bajando un trago de manera exagerada, para pasar la botella a su acompañante— ya no sé en qué creer. Ni sé el porqué me siento tan mal de haberle dicho a papá.

—Por el cuerpo de Lincoln, ¿no? —responde Luan agarrando la botella, tambaleando por la falta de estabilidad, deja reposar al lado de su pie el envase—. Yo creo en Lincoln, si todo demuestra que él no hizo nada —posando la mano en la rodilla de Luna, presiona con fuerza leve para que la mirada se dirija a los ojos de Luan—, no te golpeare, pero la culpa te va a matar, hermana.

Las palabras que escucha, perfora de manera brutal el interior de la chica con cabello corto, contemplando con los ojos impactados la seriedad que demuestra la mirada de ella. Tragando saliva, separa el enfoque, desviando al suelo envuelto en una alfombra. La oscuridad no es capaz de apagar la luz que refleja Luan en los marrones ojos que posee.

—•—

El cuerpo de la pelinegro se reposa al lado de Lynn, acurrucada en la cama en posición fetal, aferrando los brazos en la almohada. La mano de Lucy cae en el hombro de la deportista, sabiendo que aún en la oscuridad del cuarto, la niña sigue despierta.

—Lynn —llama a su hermana, agitando el hombro más robusto que el de ella. La voz pesimista cotidiana de la gótica, se nota una frustración en ella. Sin tener respuesta alguna de ella, inclina el cuerpo para estar aun más cerca—. Sé que estás despierta, Lynn. Solo quiero hablar contigo un rato, no puedo dormir y… tengo un poco de miedo… de la oscuridad —las palabras que cuestan salir, viajan con un tono temeroso, bajando el volumen cada vez que la verdad sale. Lucy observa como el cuerpo de su hermana suelta a la almohada, mirando hacia el rostro de la gótica que no se ve a causa de las sombras que pinta todo el cuarto.

—¿La señorita oscuridad y soledad, miedo a la oscuridad? Esta familia trae cada sorpresa —responde Lynn con la voz rasposa, manteniendo la boca callada casi toda la tarde después del suceso que atormenta a la casa Loud. Lynn aparta un espacio en la cama, colocando la almohada en la nuca y se siente más cómoda—. ¿También quieres que te dé el espacio contra la pared? —pregunta con sarcasmo, mostrando una media sonrisa juzgadora que no se puede ver. Lucy no contesta, va a su cama en forma de ataúd para agarrar su almohada y acomodarse al lado de Lynn.

—No seas ridícula —responde la niña, llevando la sabana con patrones de balones hasta el cuello, aferrando con las dos manos así no se pueda bajar.

—No llevas las gafas de sol —dice Lynn, sin observar al lado de ella, abrazando a ella misma encima de las sabanas, posicionando la cabeza para ver el techo.

—No —responde Lucy, sacando los dedos dentro de la tela que la abriga, intentando peinar su corto fleco para que oculten las ventanas de su alma.

—Dime, ¿qué quiere hablar? Es absurdo que te pregunte, sé que es de Lincoln —la voz de la joven se vuelve distinta, alejada al insertar ese tema. Al lado de ella, siente como la cabeza de Lucy asiente en confirmación, escuchando la fricción de la tela.

—No puedo creerlo, él no sería capaz, y lo sabes. Creció con nosotros, se baño contigo y conmigo cuando éramos unas niñas… aún lo somos, pero… —la voz de Lucy toma protagonismo, hablando con serenidad y firmeza, relatando su reseña que lo cuestiono más de una vez. Aunque es cortado por la voz de su acompañante.

—Ya basta, Lucy, te dije lo que pasó. No estuviste en la reunión. Lola no mentiría en eso —corta la voz de Lucy, Lynn al contestar ofendida de las dudas, le da la espalda a su compañera de cuarto—. Lincoln lo hizo, y fin.

—¿Crees eso, tan en serio? —pregunta de manera genuina Lucy, dando vueltas para ver el cabello desparramado de su hermana.

—Sí, lo creo —contesta Lynn al instante, sonando de manera seria. A segundos de la respuesta que da, la luz se prende en el cuarto, escuchando la fricción de las telas en su propia cama. La frente de Lynn se arruga ante la duda, antes de poder darse vuelta, la voz de Lucy la congela.

—Mírame a los ojos, y dímelo en la cara.

La voz de Lucy deja sorprendida a la castaña, abriendo de más los ojos al sentirse arrimada contra la voz que acostumbra ser un susurro. Lynn se levanta con ayuda de su codo, sentándose para luego dirigir la vista en donde esta su hermana. Al costado de ella, en el primer instante se queda congelada al observar la mirada fija de Lucy, junto a los ojos de diferentes colores, pero perforando el alma de Lynn con la misma intensidad. La sorpresa es perceptible en el rostro de Lynn, predecible para Lucy que solo suelta un suspiro, abriendo de manera muy leve los labios.

—¿Crees que Lincoln es un abusador? —la misma pregunta es suelta por la lengua de Lucy, compartiendo el contacto visual con la compañera, la misma que solo arruga la frente al responder con fastidio.

—Sí, lo creo porque lo dijo Lola, ya no molestes y no defiendas a un violador —responde Lynn con furia, acostándose de vuelta arrastrando consigo gran parte de las sabanas. Un quejido de enojo sale de Lynn, cerrando los ojos con fuerza sin soltar el gesto de molestia.

—Entonces, ¿por qué pareces insegura? Dudas de Lola —responde con genuina intriga, Lucy espera la respuesta de Lynn, quien se tarda al quedarse pensando en la incógnita. Los ojos de la gótica comienzan a sentirse indefensos, causando que apague la luz en un instante con brusquedad en los movimientos.

—Lincoln… —la voz de Lynn es cortada al instante a sobreponerse Lucy, contestando con fiereza en la voz, causando que Lynn se quede hecha piedra.

—Es nuestro hermano preferido, eso es Lincoln. Por eso estás tan preocupada como yo.

El rostro de Lynn no cambia, queda congelado en el semblante de sorpresa tras escuchar como la voz de Lucy domino la escena. Una ráfaga de hielo congela la sangre de la niña, pintando la piel de ella en un tono más pálido, llegando hasta su pecho, naciendo un sentimiento de nostalgia que atrae el recuerdo de Lincoln, creciendo de manera mutua y compartiendo las etapas de la vida, hasta hoy. Las rodillas de Lynn suben, llegando aun más a su pecho. Mueve las sábanas hasta ocultar el rostro de ella, al instante contesta a Lucy.

—Dormite o te echo de mi cama.

—•—

Compartiendo la cama a pedido de Lana, esta niña descansa al lado de la gemela, que para sorpresa de ella, la ropa que está vistiendo es un camisón sin ningún manchón de sustancia que repugne a Lola, es más, incluso piensa que lo usaría si pudiese.
La luz del cuarto está apagada, aunque una luz artificial de pequeño radio, ilumina un costado de la cama, proviniendo de una lámpara diminuta con forma de un oso pardo, perteneciendo a Lana. Niña que observa esa lámpara sin hacer ruido alguno, creyendo que su gemela está descansando.

—¿Crees que papá se sobrepaso? —la voz susurrante de Lola sobresalta a su gemela, soltando un sobresalto que casi se convierte en un grito. Lana se da vuelta, mirando el rostro cubierto por la oscuridad, sin siquiera moverse para mostrar que está despierta.

—Casi me matas, Lola, pensé que estabas dormida —responde Lana regañando a la silueta que tiene al lado. Soltando un resoplo, recuperando el normal ritmo de su corazón, mira el rostro de Lola—. Es lo que se gana un abusador… ¿No? O sea —desvía la mirada, observando el techo que tiene una pequeña mancha de luz, degradando hasta la orilla de la oscuridad—, uno siembra lo que cultiva, ¿así era? Bueno, lo que quiero decir, Lincoln se lo busco, aunque sea nuestro hermano, es lo que se merece un abusador.

—¿Y si no…? —la pregunta de Lola se corta por su propia decisión, atrayendo la mirada de Lana a su rostro otra vez. La oscuridad oculta el semblante de Lola, batallando por la reacción que debe realizar. La imagen de Lincoln en el suelo, levantando por su padre hasta las escaleras, el rastro de sangre que dejo en su apurado recorrido, los gritos de su madre hacia su padre, el aroma ardiente del licor que su padre no paraba de tomar, sin siquiera hacer la cena para la familia, quien se encargo Lori de eso sin dirigir la mirada a la silueta que seguía vaciando botellas y botellas.

—¿Qué? —pregunta Lana, esperando escuchar lo que revolotea en la cabeza de su hermana.

—Nada, Lana, vayamos a dormir —es la respuesta de Lola, dando la espalda a su hermana, mirando la pared llena de posters, la mayoría de animales que admira Lana, y algunas fotos de las mascotas que posee. Siente un brazo encima de su hombro, identificado al instante. Sin quejas por el contacto, Lola cierra los ojos con fuerza, deseando tener la capacidad de vaciar la mente de preocupación.

—•—


Dejando los guantes blancos al costado de una mesa de metal alta, las manos de Lisa comienzan a cubrir las heridas de Lincoln con una gaza de manera precavida, escuchando algunos quejidos proviniendo de Lincoln.

—Así que, a causa del trauma del golpe tu no recuerdas nada de lo que pasó —dice Lisa, terminando de acomodar la gaza en la cabeza del chico. Él solo asiente, mirando el rostro de Lisa, quien continua con el cuidado que le esta ofreciendo—. Gradualmente, tu memoria volverá con su frecuencia adecuada y necesaria. No te esfuerces, no sabemos la gravedad de la condición que sufrís. Toma —Lisa le pasa una tableta de pastillas. Agarrando, el rostro de Lincoln queda confuso por esa medicina. La niña no se detiene, agarra una pomada, pasando por debajo de los ojos de Lincoln, donde las bolsas estan teñidas de un color violeta casi negro—. Tómalo cada vez que sientas dolor de cabeza con intensidad, y no abuses de la medicina, ¿entendido?

—Sí, entendido Lisa. Gracias por preocuparte por mí, hermanita —responde Lincoln, sonriendo de manera genuina aun con todo el rostro demacrado por las lesiones. Rita detrás de la escena, escuchando las palabras de su hijo, intenta restringir que un sollozo se escape, contemplando la sonrisa que creyó perder.

La mirada de Lisa se queda clavada en la sonrisa de su hermano, transcurriendo unos instantes, la pequeña se lanza para darle un abrazo al chico, sorprendiendo al albino que corresponde el gesto confundido. Ocultando el rostro en el hombro de su hermano, la científica aprieta el agarre por un corto instante a causa de sus sentimientos.

—Lo siento, Lincoln, concluyó de manera inesperada —susurra la pequeña científica eliminando la monotonía en su voz, apretando otra vez el abrazo antes de separarse. En el rostro del joven muestra la confusión por las palabras que escucho—. A veces vivir en la ignorancia, es la felicidad de la humanidad. Te lo dice una científica.

—¿De qué hablas, Lisa? —pregunta el albino que se levanta de la mesa, estirando las extremidades a causa de la fatiga.

Su hermana se baja de la pequeña escalera donde estaba parada. Guarda todos los utensilios que ha utilizado, sin antes darle una limpieza adecuada.

—Ve a tu cuarto. Mamá, acompáñalo, terminamos por hoy —la orden de Lisa recupera la monotonía de su voz, sin darse la vuelta para dar vistazos a sus parientes. Aún así, Lincoln no para de ver a la pequeña que no habla de más, pensando en las palabras que ha pronunciado.

—Hijo, vamos, te contaré todo —dice Rita atrayendo la atención de su hijo, tentando a la consciencia del joven en saber la verdad que se oculta en sus recuerdos. Lincoln camina hacia su madre, caminando sin problema alguno con las pastillas en mano. Rita abre la puerta, pasando detrás de Lincoln, dejando a solas a la científica que no detiene la acción.

Caminando por el pasillo donde el silencio reina, inusual para el ambiente cotidiano del hogar Loud, lo que pone intranquilo a Lincoln tras la caminata acompañada por su madre hacia el cuarto de él. Los pasos del dúo madre e hijo provocan un eco que acaba al llegar hasta el umbral que separa la privacidad del chico. El chico entra sin esperar un segundo, se da vuelta en busca de su madre quien, no entra, observa a su hijo desde el pasillo.

—Lincoln, yo haré algo, cuando lo termine vendré y te contare lo que pasó —dice Rita, la voz de ella se vuelve calmada y baja. Caminando unos pasos, se detiene delante de su hijo, poniendo los labios en la frente del albino, acariciando los mechones que sobresalen de la gaza—. No te duermas aún, terminaré lo que debo hacer al instante.

—Está bien, mamá, te espero —responde el chico con confusión, el sentimiento de desorientación y el no saber cómo reaccionar ante el entorno, se dibuja en el rostro del chico con las cejas arrugadas, guardando el impulso de que Rita no escape y le diga qué paso y por qué terminó así. La sonrisa que se le dirige su madre es efímera, terminando ese momento al ver la puerta cerrarse a espaldas de la mujer.

Recorriendo el pasillo de vuelta, el pesar de cada paso resuena aun más que antes, caminando con lentitud mientras la mente de ella no para de avanzar, pensando en todos los fotogramas que transcurren en su mente al pensar todo lo sucedido. El cuerpo de Rita se detiene por un instante delante de la puerta donde su esposo está, sintiendo como en la garganta crecen las palabras que rodean su cabeza y quiere dedicarle a Lynn. El pomo se da vuelta, entrando con la mirada en busca de su esposo, encuentra el cuerpo del señor Lynn dando la espalda a la puerta.


N.A.: cincuenta años después, hago una actualización de esto. Espero que les agrade el capítulo que hoy les traigo, aprecio mucho cualquie interacción con el capítulo y las opiniones. Esto tendra unos cuatro capítulos más o depende de cuánto me explaye con algunos temas que tocaré. Nos veremos en una semana con otra actualización, sin más, les deseo una linda semana.

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