Capítulo 15

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El aire extiende el peso que caen en las dos personas consciente de la situación, mientras el sentimiento furioso de poner comienzo y final a las palabras que rondan en la mente delante de su esposo, el anterior nombrado, cierra los ojos sintiendo el abrazo de la cama, deseando que ese sentimiento reconfortante no se desvanezca. El ruido que hace Rita al acercarse, destruye la burbuja que Lynn armo para encerrarse en su propia mente. La mujer se detiene al llegar a la esquina inferior de la cama, recorriendo hasta la parte superior donde la almohada de ella, descansa en el respaldar. Ella lo agarra y lo tira con rudeza a la cabeza de Lynn, adoptando un semblante que comparte la violencia que destila Rita.

—Te ves ridículo intentando hacerte el dormido, Lynn —avisa la madre de la casa, sin moverse de lugar, se cruza los brazos esperando la reacción de su esposo—. Te dije que vamos a hablar, de todo.

El cuerpo acostado aferrado a las sabanas, los dedos apretado entre la tela que cubre la cama, sueltan el agarre para levantarse y separarse de la calidez que arropaba su mente enredada. El suspiro que sale de Lynn, es el indicador de la decisión que toma al darse vuelta y enfrentar a la mirada acusante que esta siendo sometido. Pero los ojos marrones que perforan las pupilas de Lynn, rompe el fino cristal de la valentía.

—¿En qué estabas pensando cuando tiraste a tu hijo y lo golpeaste a tal punto? ¡Sabías que estabas sangrando y aún así no paraste! —la rabia explota en las palabras de Rita, derritiendo la calma en el rostro de ella, apuntando los ojos en la mirada de su esposo, como si estuviera apuntándolo con una flecha apunto de soltar—. ¡Habla Lynn, acepta toda la culpa de violentar a tu hijo y golpear a tu esposa! —grita sin contener su aliento, acercando en unas zancadas ligeras hasta llegar en frente de Lynn, respondiendo la mirada de Rita con efímeros vistazos.

—Rita, ¿qué quieres que haga? Un padre cuando se entera de… —responde con una voz casi inaudible, que es callada de manera repentina tras la rebelde contradicción de Rita.

—¡Un padre que ni pregunto a su propio hijo de esto! —la voz violenta de Rita somete por un instante el cuerpo de su esposo, quien sorprendido por la respuesta, se levanta recriminando.

—¡Le pregunte, y me dijo que se disculpaba y todo! No lo negó

—¿Lo aceptó? ¿Te dijo que abuso de Lola, Lynn? ¿Le preguntaste directamente, Lynn? —las preguntas de Rita acorralan a la mente sin soporte del señor, acercando el cuerpo hervido de enojo, espera que los labios de Lynn responda esas dudas.

—Él… solo lo aceptó, Rita, para mi, Lincoln, es un abusador… y es mi hijo —responde Lynn, pasando por un semblante de reclamo ante la acusación repugnante, terminando en un tono bajo de decepción.

—Lynn, mierda —suspira Rita, rebajando con los ojos la figura de su esposo, quien esta sentado en la orilla de la cama. La mujer se aleja, buscando por unos instantes en el armario, tira una maleta que es de propiedad del hombre que mira anonadado—. Junta todo lo tuyo, no quiero verte cerca de mis hijos —la voz clara y firme de la mujer, mirando con desdén a su esposo que se levanta de la cama. Lynn agarra la maleta, evaluando el objeto junto a los ojos inamovibles de Rita.

—Esto es una locura, ¡no dejaré de ver a nuestros hijos! Esto es absurdo —responde el padre, acercando con pasos frenéticos hasta llegar al frente de Rita. Las facciones se pintan horrorizadas en el rostro de Lynn, moviendo los ojos de manera frenética buscando compasión en su esposa.

—¡Aléjate, no me toques! —junto a la advertencia de Rita, el brazo de la misma golpea la mano robusta que iba a sostener su hombro—. Quiero el divorcio, Lynn. Nunca creí que fueras esa clase de hombre, me lo prometiste —las palabras que fluyen por la lengua de la mujer, provoca un transe en la mente del único oyente, perdido en la palabra “divorcio”. Los segundos se congelan junto a la existencia del padre, saliendo del hielo al levantar su pie del suelo, deteniendo la marcha en mitad del camino—. Si no te vas ahora mismo, te denunciaré por violencia infantil. Hay cámaras —la última oración de Rita, ilumina la mente de Lynn, recordando el ángulo de la dicha cámara. El pie de Lynn retrocede, alejando uno centímetros de la mirada persistente de ella.

Sin pronunciar ni una palabra o alguna insistencia, las manos de Lynn comienzan a guardar sus pertenencias con velocidad, desquitando el sentimiento que lo carcome por la incapacidad de poner la situación en su lugar, con los violentos arrojamientos de su ropa dentro de la maleta. Rita observa el espectáculo que está realizando su esposo en una esquina con los brazos cruzados, al lado de la puerta con impaciencia. Lynn agarra sin cuidado la maleta, yendo a la puerta pisando con fiereza en cada paso, responde a la mirada de Rita antes de salir.

—Son mis hijos, no olvides de eso, Rita —recuerda el padre hablando de manera como si estuviera acometiendo contra la mujer.

La puerta choca el marco ruidosamente después de la desaparición del padre, aliviando el pecho de Rita, soltando un suspiro junto a la tensión de su cuerpo. Camina hacia el armario, acomodando algunas ropas suyas que están en el suelo, al igual con la cama. La mujer se cambia la ropa, poniendo una muda de pijama con patrones celestes horizontales. Paseando opiniones en la mente de Rita, cree que la postura de ella no es equivocada, no duda de eso, aunque sentimientos en ella al ver una foto que está al lado de Lynn, la hacen caer en un agujero de desánimo.
Suspira antes de abandonar la habitación, apagando la luz sin dar un vistazo detrás suyo. La caminata hasta el cuarto de Lincoln es tenso, repasando lo que debe contar a su hijo, hasta que al abrir la puerta y entrar, la luz de la habitación ilumina la figura de Lincoln recostado en la cama, víctima de la fatiga que su cuerpo a cargado.

—Vaya —comenta la voz femenina, contemplando la placidez plasmada en Lincoln, abrazando con un brazo el peluche que lo ha acompañado casi toda la vida del joven. Cortando distancia, la mano de Rita acaricia las facciones de él, sentada en la orilla de la cama, admirando cada rasgo, inclusive los que estan manchados por heridas—. Pensar que culpa de tu padre terminaste así. Creo que no lo hiciste, sé que no —dice la madre soltando la mano que acaricia a su hijo, arropando el cuerpo frágil de Lincoln, se aleja de él un motor ruidoso familiar.

Rita se acerca a la ventana redonda que ventila el pequeño cuarto, observando las dos luces prendidas de la Van familiar, dando marcha atrás, la figura oscura de Lynn dentro del vehículo que está bajo su poder, realiza una última mirada a la casa cuando estaciona en la calle. La mujer no lo sabe con exactitud, pero él la distingue entre el manto de la oscuridad. Unos segundos solo bastan para que las ruedas circulen en el pavimento, alejando la distancia de su familia en contra de su deseo, arruinado en la batalla contra Rita.

Junto a la marcha de Lynn, la madre se aleja de la ventana, mirando sin lástima la separación que ella dictó. La razón esta al lado de ella, quien batallo para poder abrir los ojos, aunque este desorientado del motivo que desfiguro su rostro. El mundo es tan cruel y misericordioso, que te intenta ocultar la batalla que le dieron, pero deja las pruebas de la supervivencia que logró obtener. Los ojos de Rita se cierran, aunque haya mirado y acompañado todo el día, las heridas de él no desvanecerán. Un beso de buenas noches es entregado en la frente del joven, abandonando la presencia de ella del cuarto, dejando a oscuras la habitación, los ojos de Lincoln no se abren hasta que llega el sol a iluminar la mañana.

Llegando más tarde lo habitual, casi llegando a las nueve a.m., la invasión de los rayos solares causa que él se levante, quejándose de los dolores que pinchan en su cabeza. Somnoliento, no logra ubicarse en el espacio de su habitación hasta que, al calmarse la dolencia, se acuerda de las pastillas recetadas por Lisa. Agarrando la tableta, con la mano que tiene libre, se restriega los párpados sacando el deseo de seguir descansando, que es imposibilitado por el martilleo constante en su cabeza.

—¿Qué diablos pasó ayer que termine así? Espero que sea una anécdota legendaria —comenta para si mismo la voz ronca de Lincoln. Descansa una mano en la cabeza, hasta que llega a la puerta para salir al pasillo, donde por sorpresa del chico, no hay nadie haciendo fila. Confundido de aquello, va hasta el interior de donde acaba de salir, buscando su celular—. ¡Cierto, son las vacaciones! Será las mejores vacaciones que tendré. Hay que empezar bien este día —la voz del muchacho gana entusiasmo enseguida, saliendo de la habitación guardando la tableta junto al celular en el bolsillo de su pantalón. Abre la puerta del baño sin antes golpear en modo de aviso.

El primer plano que encuentra en el instante que los ojos de él observan delante suyo, congela el razonamiento del joven por un instante, aflojando la mandíbula de la impresión que tiene cuando ve su imagen. El rostro vendado en la mayoría de su cabello, notando el tinte rojo inclusive en los mechones blancos que sobresalen; los ojos que están abrazados por los párpados inflamados, más de lo normal, pintados por el tono púrpura que parece negro; y lo que más le sorprende al muchacho, es el deseo de saber qué pasó, y cómo terminó así. El estupor se mantiene, el esfuerzo que invierte en querer recordar, en abrir ese baúl que por algún motivo se cerró sin posibilidad de abrir, ocasiona que el dolor crezca, aumentando la intensidad de cada jaqueca.

Al salir del baño, se encuentra con su hermana, Lori, manteniendo un duelo donde ninguno aparta la mirada ni un instante. Lincoln le parece raro como el rostro de la rubia parece más sorprendido, guardando el celular que tenía en mano.

—¿Qué pasa, Lori? Sé que parece que —la voz del muchacho se cierra cuando recibe un abrazo inesperado por ella. La fuerza que invierte en el gesto, impacta a Lincoln, conectado con un fuerte sentimiento genuino que le parece inexplicable— me molieron a golpes.

—Creí que seguías inconsciente, bobo —dice Lori, susurrando en el hombro de su hermano, soltando un gran peso en las palabras de ella, cargando la culpa junto a la preocupación que sufrió la anterior noche—. Perdón, tuvimos que hablarte a ti. Intente hacerlo sola, averiguarlo. Tuve que pedir ayuda, detenerlas y hablar contigo.

—Hermana, ¿de qué estás hablando? —pregunta con intriga el chico, no logra entender en lo que intenta redimirse, la carga en la voz de Lori se volvía más pesada. La chica rompe el abrazo, mostrando las lágrimas que ha derramado en el hombro mojado del albino. Ella observa a Lincoln con los ojos un poco inflamados, arqueando las cejas—. No me acuerdo de cómo pasó esto, ni qué pasó, ni me acordaba que estamos en vacaciones —explica Lincoln, hablando con desesperación en la búsqueda fracasada de sus recuerdos—. Lori, ¿qué pasó? Ayer me dormí antes que mamá me pueda explicar —terminando de hablar, las manos de él terminan agarrando con un suave apretón los antebrazos de Lori, casi suplicando que le responda a las dudas que tiene. La mirada compasiva de la rubia, arrinconada por el sentimiento que le debe al menos un favor a Lincoln, se aparta por un instante mientras suelta un suspiro.

—Fue una discusión, un malentendido. Te acusaron de algo que no estoy segura si lo hiciste —responde Lori, temiendo que las dudas de él la acribillen, camina al lado de él hacia el baño, pero es detenida por la mano de Lincoln que se sujeta otra vez a ella—. Pregúntale a mamá, esta abajo. Ella estuvo ahí —Lori entra al baño, dejando a Lincoln solo en el pasillo, observando la puerta con la duda dibujada en el rostro.

Encaminando hasta la cocina, la mirada de Lincoln se encuentra con unas pares de sus hermanas, deseando los buenos días, recibe en su mayoría miradas que no logra entender, algunas que demuestran irritación, caso como el de Lana cuando pasa al lado de ella, al igual que Lynn, aunque logra captar una sensación de redención que las obliga a responder los buenos días. Lincoln pasa al lado de ellas, quienes están en la mesa desayunando, intentado ignorar la inquietud que siente. Detrás suyo, unos brazos atrapan el pequeño cuerpo de Lincoln, apretando con fuerza la espalda de él, sintiendo a los segundos unos sollozos que identificando esa voz entrecortada.

—¿Leni? —nombra con duda el nombre de su hermana, girando vuelta la cabeza para ver la cabellera rubia de Leni en su hombro, lugar que comienza a mojarse por la culpa de las lágrimas que ella comienza a soltar. Las miradas de sus demás hermanas quedan estáticas en la escena, sin disgusto o emoción en específico, consciente que más de unas de ellas quieren hacer lo mismo, como Lynn al igual que Luan, quien esta sentada al lado de ella. La calma de los sollozos acompañan el rompimiento del abrazo.

—Perdón Linky, te moje la remera —se disculpa la joven con la voz interrumpida más de una vez, culpa de los restos del llanto. Arrastrando las lágrimas con las manos, mirando el rostro confuso de su hermano menor, una sonrisa brillando de la emoción aparece en el rostro de la segunda hermana mayor—. Me alegro que estés bien, Linky.

Es inevitable que Lincoln sienta la necesidad de corresponder la sonrisa tan genuina de Leni, creciendo dentro de su pecho una llama cálida, como si volviera a sentir el abrazo de ella tocar su alma.

—¿Qué pasó, chicas? —pregunta Lincoln, observando a todas las presentes—. Lo último que recuerdo es… ni sé qué fue lo último que hice.

—¿Cómo? —la arisca voz de Lynn viaja por el comedor— ¿No te acuerdas de lo que pasó?

—No, es que, Lisa me dijo que quizá me acuerde. ¿Cómo terminé así? —pregunta con timidez, acercándose a la mesa, donde la silla más cercana que está en uso, es la de Lana, niña que comienza a apurarse para terminar los huevos revueltos junto a la tostada.

—Verás, Lincoln, todo fue… —Luan comienza a desvelar el sucedo, pero la intervención de Lynn oculta la verdad, evitando que la responsabilidad sea la de ellas.

—Habla con mamá, perdedor. Nosotros ya tuvimos suficiente protagonismo en todo esto —responde la deportista con sequedad, mirando a los ojos confusos de su hermano, mientras sigue tomando de su licuado con color verde junto a círculos pequeños negros. Bajando el vaso, solo quedan restos de ese líquido en las paredes transparentes.

Sin decir nada, Lincoln solo se mezcla en más dudas, en más sospechas, pero sin lograr entender absolutamente nada, el sentimiento de impotencia no para de roer en la mente de él. Abandona el comedor junto a sus hermanas al pasar el umbral de la cocina, escuchando por última vez las voces de Luan y Lynn, aparentemente discutiendo lo de recién. Delante de Lincoln se encuentra su madre, quien apaga la hornalla de la cocina, oliendo el olor a los huevos revueltos que él siempre desayuna cada mañana a manos de su padre, pero esta vez, su madre parece ser la responsable de eso ahora. Al lado de la rubia, acompaña la escena Lucy, quien está sirviendo un poco de café junto al plato de desayuno. Algo particular que nota Lincoln, es que este usando lentes, notando los marcos a espaldas de ella.

—Buen día —las palabras de Lincoln captan la atención de las dos mujeres, quienes dan vuelta para observar al albino. Él observa que en los ojos de Lucy no están tapados por su fleco habitual, que ahora está más corto, mientras que unas gafas de sol reemplazan la función de la larga cabellera.

—Buen día hijo, tu desayuno está listo —responde la madre, agarrando el plato donde sirve los recién huevos revueltos hechos. Junto a ellos, sirve en un vaso jugo de naranjas—. Hace un rato estaba hablando con tu hermana, me propuso que quiere ayudarte a recuperar la memoria —dice Rita, mirando de soslayo a Lucy, quien no dice nada. Ella mantiene la mirada detrás de los paneles negros en Lincoln, sin demostrar mucha sorpresa en verlo despierto, no como las demás hermanas que eran ignorantes del estado de Lincoln—. Ve, come tu desayuno y después ve con hermana, ¿si?

—Está bien, mamá —responde sin rechinar el joven, admirando la oportunidad de saber el origen de su estado —. Después hablaré con Clyde, no me contesta, quizá lo haya hecho enojar, o algo. Hace como dos semanas no recibo mensajes de él, es raro.

Rita junto a Lucy no responden a Lincoln, sufriendo un cambio de semblante drástico, más que nada la madre, siendo más sensible en el tema. Ella le alcanza el plato, brindando con una sonrisa para después salir de la cocina, dejando solos al dúo de hermanos. Antes de salir de la cocina para dirigirse a la mesa, Lincoln le dirige una mirada a Lucy, quien le corresponde sorprendida de los ojos brillantes de él, reapareciendo delante suyo el Lincoln que hace casi un mes no ve.

—Gracias por ayudarme, Lucy. Después te ayudo en los poemas, si las demás no me llenan de pedidos, como siempre —después de las última palabras que pronuncia, traspasa el umbral sin antes regalarle una dulce sonrisa que, al desparecer de la vista de Lucy, ella recrea ese mismo gesto en sus labios.

—No creo que te pidan nada —es la respuesta de la niña gótica, tomando un sorbo del café, sin poder borrar la sonrisa después de ver el rostro tan tranquilos de Lincoln, sin las cadenas de pasado que arrancan la felicidad de él—. Ya ni sé si es bueno recordar.

El desayuno transcurre debajo de un manto espeso de tensión por culpa de Lincoln, hablando de manera cotidiana, como si todo lo ocurrido nunca haya pasado, nombrando a Clyde en el proceso, y hablando a Lola en dos ocasiones. El brillo olvidado de Lincoln, pone a prueba la paciencia de más de una hermana en el desayuno, quienes aún están en duelo de la culpa junto al desagrado que sienten por lo que supuestamente hizo. Sin embargo, Leni y Lucy, pueden sentir como la calidez hogareña de los Loud vuelve a reinar la mesa, al menos por una vez más. Inclusive Lola y Lisa son testigos de esa chispa por un instante, soltando una sonrisa disimuladamente y efímera, intentado olvidar de quiénes ha sido la culpa que todo lo que transcurrió tomara ese rumbo.

La marcha de Lucy y Lincoln es visto por todas las hermanas, arrugando las cejas por dos motivos, por el enojo de que se libre de todo al olvidarlo, y la frustración de cargar la culpa cuando recuerde lo vivido. La pareja de hermanos caminan acompañados del uno al otro, acariciados por las frías ráfagas de nieve que chocan contra los abrigos de ellos. La temprana nevisca comenzó a blanquear el paisaje desde ayer, tapando el suelo por unos cinco centímetros. El aire congelado es fresco, ardiendo la nariz de Lincoln por no haber traído algo que proteja su cuello de la ventisca. La charla se ausenta hasta que los dos se alejan tres cuadras de su hogar, incomodando esto a Lincoln, quien busca distracción en contemplar el navideño aire que se respira, recordando que hoy es 23 de diciembre, eso emociona al muchacho, sonriendo cuando la idea de pasar en el árcade con sus amigos esa noche especial, comiendo botanas junto a sus refrescos favoritos.

—¿A dónde estamos yendo, Lucy?

—A un lugar donde te ayudará a recordar —la respuesta de la niña gótica se escucha como un suspiro, sin atreverse a mirar a su hermano, intentando guardar la calma del posible desastre que se puede ocasionar.

—Te queda bien ese nuevo corte, por cierto —contesta Lincoln sonriendo a su hermana, viendo su reflejo en los lentes negros. El agradecimiento de Lucy llega, sin entusiasmo en la voz, respondiendo únicamente por cordialidad. A ella no le gusta el nuevo aspecto que tiene, no por el momento.

La caminata termina el recorrido con algunas interacciones entre ellos, hablando de vez en cuando, sin obtener respuesta en algunas dudas de Lincoln que, por desgracia, han tomado otro rumbo que es difícil tratar. Cruzan el gran umbral, que parece la entrada a un gran castillo, pintada de color negro el resistente hierro, se adentran al panteón donde la nieve no discrimina, enterrando en copos aun más a las tumbas. Lincoln no entiende el motivo porque están ahí, sintiendo un gran mal presentimiento de aquello, mirando a todas las lápidas que cruzan con intriga, ¿quién estará sepultado ahí? Es la pregunta que no de atreve a decir en voz alta porque no quiere saberlo.

—Lucy… —nombra Lincoln mirando como ella se adelanta a él, doblando de manera horizontal entre algunas lápidas, dejando de caminar a los pocos pasos que da. Al lado de ella, los ramos de flores de diversos colores, notando aún la frescura en sus colores, parecen recién puestas. Entre los pétalos, un marco de color marrón destaca, sin lograr ver la foto que está conservando.

—Lola te acuso de algo que dudo que hayas hecho, Lisa ocasionó un apagón por toda la ciudad, eso no lo sabías, por culpa de eso él murió, estaba contigo —revela Lucy, girando para ver la grisácea lápida reluciente, llevando grabado la fecha de muerte nacimiento en el mármol. La melancolía que lleva la voz de Lucy confunde aún más la mente de su hermano, quien no puede recordar nada de lo que dijo, solo entiende la confusión que hay en su cabeza.

—¿Quién murió? No recuerdo nada de lo que estas hablando —pregunta con gran duda en la voz, él se acerca unos pasos hacia su hermana, pisando con cuidado en no pisar y enfadar a los fallecidos. La mirada de Lincoln rebusca en el rostro de Lucy, rogando más explicación en su voz que se queda callada, observando en frente de ella la lápida con más flores que las demás—. ¡Lucy! ¿Quién murió? ¿Cómo que es culpa de Lisa? Yo…

Los reclamos que alteran el ambiente sepulcral en el cementerio, ceden cuando al acercarse con reproche a su hermana, sus ojos quedan atraídos en un trance inevitable en la lápida. El nombre del mejor amigo de Lincoln está grabado ahí. Entre las flores, en el cuadro observa la foto de Clyde, el rostro que hace unos minutos estaba pensando en el por qué no le hablaba, encontrando la razón en ese instante, observando sin querer apartar la vista, incrédulo que el final de Clyde haya llegado. Adolorido, un fuerte dolor en la cabeza perturba el shock de Lincoln, golpeando con dureza las piezas faltantes del rompecabezas, debilitando consigo las piernas del muchacho, obligado a arrodillarse mientras sus manos no sueltan las sienes que palpitan sin descanso. Lucy no hace espera para ir rápidamente a abrazarlo, preguntando con preocupación si está bien, recibiendo quejidos de dolor acompañados de jadeos. Ella se da cuenta que los ojos de Lincoln no se apartan de Clyde, al menos de la foto, dilatando las pupilas que no dejan de estar en frenesís, hasta que unas lágrimas mojan la nieve que entierran las rodillas de Lincoln

Buenas tardes, como siempre, espero que hayan disfrutado de este capítulo, y dejen un voto para apoyar este fanfic junto a su comentario. Estuve pensando en la posibilidad de escribir algun otro fanfic, pero aun no hay una idea que me convenza. Sin más, la próxima semana habrá un capítulo aún más largo y culmine. Muchas gracias por leerme.

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