Capitulo 7

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Los minutos pasan lentos y son eternos. La reunión que se ha hecho en la sala para hablar de Lucy, concluye menos de una hora, pero no pueden sacar tanta información, solo que el comportamiento de ella al estar en camino a la casa Loud, fue cortante y sin tener intenciones de interactuar, cuando su padre le preguntaba cómo la había pasado, o si pudo concluir su bloque de escritor. Pero las respuestas a veces fueron el silencio, o un murmullo bajo.

Rita al terminar la reunión, se dirige a su cuarto sin decir nada, siendo detenida en pleno camino en la escalera por su marido, pero ella deja en claro hablándole en voz baja y preocupada que es mejor estar sola para pensar. Ella en todos sus años de madre, su experiencia le dio frutos a varias reglas o normas para ella, teniendo en claro qué hacer en algunas situaciones. Y una de esas normas, es pensar antes de castigar, ordenar o dar una charla profunda o sensible para que en palabras simples, no empeore el problema. Para ello necesita tiempo y estar sola, para tener en mente qué hacer con Lucy, o qué charla le dará para que exprese con su madre lo que pasó en ese lugar.

—Qué difícil es ser padre —cuando los brazos llegan a su máxima flexibilidad, provocan un ruido que lo relaja de cierta forma, dejando de sentir ese peso y limitación que le daba al mover los brazos. El señor Lynn, suspira y se acuesta en el sofá, cerrando los ojos ante la soledad que hay en la sala.

«Nadie me dijo que es tan agotador cuidar niños. Pero ¿de qué me quejo? Hace más de 17 años estoy criando mis tesoros» los pensamientos de Lynn siguen intentando saber del motivo de su queja sobre sus hijos, hasta que un enigma más importante se centra en su cabeza. Cuando fue a buscar a su hija Lucy, ella evitaba el contacto visual, observando la ventana y con el descuido de que al estar en ese ángulo, con el retrovisor logró ver una abertura para ver su ojo, el izquierdo y resplandeciente ojo color marrón.

Él nunca tuvo y tampoco tiene problema en ver a su hija con sus dos ojos heterocromaticos, sin necesidad de ser ocultos por unas gafas de sol, o con su anterior flequillo. Lynn y Rita nunca se enteraron del porqué Lucy se quiere ocultar sus ojos, un día ella empezó a negarse que corten el fleco, naciendo desde ahí su compañero que mantiene oculto sus dos ojos inusuales con encanto.

—Papá —Lynn al escuchar la voz de una de sus pequeñas hijas, levanta su espalda para estar en una postura sentada en el sofá, con las piernas extendidas y cómodas para una corta siesta, estando arriba de un respaldo del mueble. Lynn dirige la mirada por encima del respaldo del sofá, encontrando a su hija delante de él.

—¿Qué pasa hija? —pregunta el padre de Lola con los ojos captando la figura de la niña vestida de princesa.

—Voy a tirar algunas cosas que Lana rompió —una indignante expresión aparece en el rostro de Lola, siendo para ella, una ofensa tener que limpiar cualquier material. Hasta que su faceta cambia al seguir con su charla.

—Seguro el mejor papá del mundo me comprará las cosas que Lana, mi gemela mala, rompió. ¿No es así? —el tono algo coqueto, e incluso seductor pero no tanto, se dirige a su padre con una apariencia sumisa. Ganando la sonrisa y afirmación de su padre. Lola comparte esa sonrisa, saliendo de la casa junto a su padre, quien agarra la bolsa de plástico negra hasta el bote de basura. Dentro de la bolsa Lynn escucha el choque plástico de algún objeto que choca entre si.

La mirada de Lynn persigue a su hija, paseando en ella y la bolsa que tiene en manos, preguntando cual es su contenido, pero conociendo a las gemelas, seguro es algún juego de tetera o tazas, algo que parece extraño al ver a Lola tranquila. Sin pronunciar quejas en el paseo hasta el cubo de basura.

Suspirando, deja que su cabeza caiga nuevamente en el respaldo del sofá. Esperando que Rita resuelva el tema de Lucy, su trabajo lo exprime bastante, y más al tener que seguir escuchando a su jefe quejarse por lo del hombre quejón y su hijo mañoso. Lo estresa y lo avergüenza mucho. Incluso ese día le dieron ganas de darle un puñetazo por lo pesado que se comportaba su jefe, incluso hoy, al tener una charla con él en la mañana por el teléfono de Lynn, antes de ir a buscar a Lucy.

Sin pensar mucho, agita su cabeza para alejar preocupaciones, y sus ojos se cierran, pero otra hija suya aparece delante suyo y le habla, pero esta vez no decide abrir los ojos.

—Papá, ¿me dejas ir con mi banda a practicar? Necesito un poco de descanso —pregunta Luna de manera rápida, agitada al haber corrido por las escaleras.

—Está bien, Luna, solo no llegues tarde y tampoco bebas.

—Gracias papá —responde Luna mientras corre hacia la salida, dejando como último rastro de ella un portazo.

Un suspiro escapo de los labios de Lynn. Necesita un descanso de todo. Hasta que le vino a la mente la posibilidad de que sus hijas puedan ayudar a Lucy. Eso le provoca una sonrisa de felicidad, pensar que tiene hijas tan bien educadas y unidas. Además de su pequeño hombrecito, Lincoln.

—Mis once preciados hijos.

Cuarto de Lincoln.

Como todas sus hermanas que estuvieron presentes en la reunión, al concluirse fue a su cuarto, como todas las demás. Quedando acostado en su cama, pensando en los problemas o demás situaciones irrelevantes de su vida. Dejando como final sus pensamientos, con un “No debo pensar en esto, solo me revuelve la cabeza y me hace daño”. Pero, siempre vuelve a pensar en lo mismo, creando que la confusión sea mayor cada vez que pasa de vuelta por su cabeza.

Esta ocasión no es excepción, y más tratando del tema que más recurre al pensar. Lucy, la dama oscura que lo salvaría, pero esta vez no piensa como lo reconfortaría, esta ocasión es diferente. Es todo lo contrario, en vez de ilusionarse, se daña el mismo pensando que le va a dar la espalda como sus demás hermanas, al ignorarlo y no darse cuenta de lo que esta sufriendo. Pero Lucy, sabe lo que esta pasando, incluso le hablo y se desahogo en el hombro de ella, si llega a traicionarlo, se ahogaría en la desesperanza.

—Todo. Todo este tiempo esperándote, y al verme, rechazas mi abrazo empujándome —cerrando sus ojos, una escena en su cabeza da paso para crearse. En un cuarto sin salida, ni entrada, con su única luz siendo todo el techo de la habitación blanca. Lincoln se encuentra delante de un blanco humo, comprimiendo para formar una silueta humanoide, hasta crear una copia exacta de su hermana Lucy. Los dos en el espacio blanco, se quedan mirando en el silencio hasta que Lincoln habla.

—No sé lo que te pasó en el campamento, pero yo también necesito compresión. Todos estos días me estuvieron molestando con favores, favores que no puedo negar. Hace solo unos días, Lola me quemó con un sucio té hirviendo. ¿Sabes lo que me dolió? Además de que Lisa fue a verme para darme una crema que tenía olor raro.

La copia de Lucy no contesta nada, solo baja la cabeza en señal de pena al escuchar lo que dijo Lincoln. Él solo suspira al ver que esta hablando solo, obviamente no le respondería. Es solo un escenario que Lincoln arma cada vez que su frustración es inestable, hablando con las personas que el cree que mejor lo escucharía, o con la responsable del problema. En esta ocasión, son las dos opciones.

—Golpeé a Lola —la voz lastimosa y arrepentida le cambia totalmente su anterior voz histérica, tapándose la cara, encorvándose para adelante y quedando en una pose, que para algunas personas sería lamentable. La copia de Lucy, no dice nada al escuchar lo que dice Lincoln, solo continúa con su mirada fija debajo de las gafas.

—No fue mi intención. Bueno, en gran parte sí, pero es que ella es muy irritante. Me puse muy nervioso y además de que me tiro un té. Té caliente, Lucy. Me quemo todo el pecho. Creo que todas me odian por eso. Y tienen toda la razón para odiarme. Tu también, seguro me vas a odiar.

La gótica con lentes, sigue en esa pose petrificante con el rostro indiferente. Aunque solo sus labios y nariz son sus facciones descubiertas, no se arrugan ni hacen gesto alguno. Como si hablara con una estatua que solo mueve el cuerpo de manera tenue.

Lincoln se queda observando aquellos cristales oscuros, no tan opacos, logrando ver sus dos ojos, aunque tienen dos tipos de brillos diferentes, uno más oscuro que el otro, pareciendo que los colores son totalmente contrarios al otro. Dejando la mirada en ella por unos segundos, aparta su mirada al suelo, acompañado de un suspiro decepcionante. Decepcionado de él mismo al querer aliviar su desesperación con su imaginación. La garganta de Lincoln deja escapar un grito, que aunque sea espantoso y llega a provocar un eco, la figura de Lucy no hace nada.

—Soy un tonto al creer que esto me haría sentir mejor. Un inútil.

Levantando su rostro, observa un rato más a su creación, para luego ser el único espectador al ver como ese cuerpo idéntico al de su hermana, se desvanece en un humo blanco y abundante, elevándose al techo y traspasando esa brillante luz.

Sus párpados se separan y ven el techo con manchas de humedad, dejando de ver ese espacio blanco donde es capaz de todo pero, nada real. Los ojos azules de Lincoln obtienen un brillo más claro y remarcable, señal de que su tristeza lo invade y rompe las barreras que él les pone, llegando al punto, de no ser consciente a la hora de llorar.

Las paredes frías y duras de un material similar al hierro con tonos grises sucios, agrandan el grosor mientras cae más al fondo, descansando en el suelo lleno de piedras puntiagudas. El ruido que escucha cada vez que el aire se vuelve más tenso y las paredes se agrandan, es como el llanto de una mujer que se desgarra las cuerdas vocales, irritante y doloroso al ser escuchar. En el medio de aquel cilindro, un cuerpo humano pequeño, con la anatomía delgada, y con un singular cabello blanco, se estremece al sentir como el gran muro lo rodea acercándose más a él, llegando a sentir sus frías manos arropando su piel. Un temblor en el suelo de piedras, dañan los brazos del albino con mayor agudeza a comparación de antes. Cerrando los ojos, ocultándose en sus brazos y piernas al estar acurrucado, no se da cuenta cuando el lugar se vuelve más oscuro, hundiéndose más para separarse de la luz.

El abismo lo consume a mayor velocidad, devorando la mente del albino los brazos de la oscuridad que se encadenan en el cuerpo del niño.

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